El verdadero éxito del true crime, es decir, los libros que cuentan crímenes reales, se basa no en lo truculento de la historia, sino en tratar de entender cómo ha podido ocurrir. Hablamos de personas, de los rostros tras el mal, de psicópatas, mentes trastornadas, en ocasiones esquizofrénicos. No es fácil entrar en un tema tan complejo y en ocasiones gráfico y convertirlo en una historia ordenada, documentada y que al mismo tiempo sea una gran lectura.
El caso de Joaquín Ferrándiz lo tiene todo: un psicokiller de manual inteligente y atractivo, un falso culpable que acaba entre rejas, un reguero de sangre que deja cinco mujeres muertas, una investigación donde tanto los agentes como los jueces, fiscales y abogados se implican de forma personal, seguimientos, teléfonos pinchados, innovaciones criminológicas y una crítica feroz al sistema. Cruz Morcillo condensa toneladas de información en apenas doscientas páginas, donde da respuestas a todas las preguntas salvo a la más importante: ¿volverá a matar?
La autora destaca por el uso del lenguaje, siempre con la palabra precisa, siguiendo un orden cronológico que dicta la investigación pero que no duda en saltarse para crear el paisaje humano de sus protagonistas. En sus páginas vemos las preocupaciones y alegrías de los encargados del caso, pero también se esboza la vida de las víctimas, dotándolas de tres dimensiones, mostrando lo que fue y lo que no pudo seguir siendo por cruzarse con un asesino. En la personalidad de Ferrándiz también se profundiza, tanto por lo que se sabe en los sumarios como lo que contó de su propia voz una vez recluido en prisión. A destacar los testimonios de sus amigos de entonces, que nos descubren que incluso los monstruos tienen una vida en apariencia normal.
Un libro redondo sembrado de hallazgos y de preguntas universales sobre el bien y el mal. Cruz Morcillo nos regala una crónica sólida de aquellos años, pero que al mismo tiempo sirve para entender los tiempos actuales. Ferrándiz, el matamujeres se lee con una mezcla de sorpresa, intriga e indignación. Es un viaje oscuro, pero que merece mucho la pena.
En Zenda hemos tenido la suerte de hablar con Cruz Morcillo, quien nos ha contestado a algunas cuestiones:
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—El caso de Joaquín Ferrándiz fue uno de los más mediáticos de España, pero según cuentas en el libro lo fue solo tras su detención y confesión. ¿Por qué costó tanto dar con él?
—Se sumaron varios factores. Ferrándiz interpretaba a la perfección su doble vida. Llevaba una existencia normal, casi modélica, vivía con su familia, tenía sus amigos, sus novias, sus ligues, su trabajo y mientras, asesinaba a mujeres. Hay otra razón: los casos no se vincularon hasta casi tres años después. El asesinato de Sonia Rubio, la primera víctima, se investigó de forma independiente de los crímenes de Nati, Paqui y Merche, tres chicas que ejercían la prostitución y además eran toxicómanas. Casi nadie se preocupó cuando desaparecieron. Cuando se hallaron sus cuerpos se detuvo a un hombre que no tenía nada que ver y quedó luego en libertad. El quinto caso, el de Amelia Sandra, también se investigaba de forma independiente. Y había además dos cuerpos distintos con las pesquisas: Guardia Civil y Policía Nacional. Fue una cuestión casi de azar y de intuición de un abogado que lograra empezar a establecerse una relación. Y luego había que probarlo. No fue fácil. Los cadáveres estaban esqueletizados.
—¿Hay víctimas de primera y de segunda?
—Me cuesta mucho admitir esa distinción, pero desgraciadamente a veces lo percibo así. No creo que sea tanto por quienes se dedican a investigar, sino por otros condicionantes externos. La presión mediática acaba derivando en presión política o cierto nerviosismo en los mandos, y eso puede traducirse en ocasiones en destinar más medios y más personas a un caso que a otro. Quizá los medios de comunicación contribuimos con frecuencia a esa distinción, que sí veo de forma clara en el caso de las tres víctimas que he mencionado. Eran prostitutas y estaban enganchadas a la heroína.
—Haces mucho hincapié en cómo ha cambiado la percepción de las víctimas con el tiempo. El trato que se le da a la primera violada es bochornoso, poniendo en duda su credibilidad y tratando el caso como condena injusta y error judicial.
—Este es uno de los aspectos que me interesaba mucho destacar en el libro. Un true crime como este creo que tiene que incidir en los errores pero también señalar en qué hemos mejorado como sociedad, desde cualquier punto de vista relevante. Y este lo es. Si Ferrándiz no se hubiera sentido arropado y creído por su entorno tras cometer esa primera violación, tal vez lo que vino después, los asesinatos, no se habrían producido. En mi opinión llegó a creerse que era inocente, o más bien a sentirse una víctima, pese a las pruebas evidentes de que cometió esa violación. María José debió de sufrir muchísimo, porque fue victimizada una y otra vez.
—El caso Ferrándiz fue pionero en una serie de innovaciones en las técnicas de investigación criminal. Entre otras, se buscó la ayuda del FBI y, al no conseguirlo, se optó por la asesoría externa del profesor Vicente Garrido.
—La perfilación criminal fue clave para acorralar al asesino. Hasta entonces se hacía algo similar a un perfil, pero nada científico, era todo mucho más «artesanal». La UCO elaboró un perfil completísimo basándose en técnicas aplicadas por el FBI, pero había que darle a ese informe, que el juez aceptó, un marchamo científico para acabar de componerlo. Se introdujo por primera vez, por ejemplo, la teoría del círculo de Canter, según la cual, de forma muy escueta, el criminal vivía en un punto geográfico central respecto a los lugares donde de forma radial cometía sus crímenes. El profesor Vicente Garrido y su compañera María José Beneyto completaron y dieron forma científica a ese perfil. Fue un feliz hallazgo la combinación de disciplinas y técnicas de investigación y la colaboración entre todos.
—También supuso la creación de la UCO.
—La UCO ya existía, pero este fue quizá su primer gran caso mediático. Habían participado en el terrorífico triple crimen de las niñas de Alcácer, aunque no trascendió tanto su relevancia, y además Antonio Anglés escapó a todos los cuerpos policiales. El equipo de Homicidios llega casi tres años después para investigar el asesinato de Sonia Rubio, con la dificultad que eso implica, y en solo unos meses se dan cuenta, con las aportaciones de sus compañeros de Castellón, del fiscal, del juez, de todos, de que están ante un asesino en serie al que hay que detener y sobre todo probar que ha cometido todos esos crímenes. Yo cubrí la rueda de prensa cuando Ferrándiz ya había confesado, en la que la UCO explicó la investigación, y quedé fascinada. Llevaba solo un año en ABC.
—En cuatro meses asesinó a cuatro mujeres estando en libertad condicional por violación. En el libro se dice que “el Estado estuvo en la inopia”.
—Es una frase extraída de uno de los escritos del fiscal, que me impactó. En ese escrito Juan Salom, que tuvo una implicación enorme en el caso, igual que el juez José Luis Albiñana, reclamaba que se declarara la responsabilidad civil subsidiaria del Estado, puesto que Ferrándiz cometió todos los crímenes estando en libertad condicional, sometido al control de una comisión. Ese control fue un fracaso. “¿Alguien que esté en sus cabales va a acudir a la comisión y confesar que ha asesinado a cinco personas?”, decía el fiscal. No se le vigiló. Hubo negligencia y nadie pagó por ello.
—Que ninguna de las familias de las víctimas recibiera indemnización por parte del Estado es escandaloso, más aún con la cantidad de errores y controles laxos que se sucedieron.
—Exacto. Y algunos de esos errores, que hubo muchos, los destacó el propio juez instructor. Los dos más flagrantes para mí fueron esos informes favorables uno tras otro de la buena evolución de Ferrándiz en libertad, cuando se paseaba tan tranquilo y ya había matado a cinco mujeres. Y el segundo, que en febrero de 1998, cuando Ferrándiz ataca a otra chica y esta se salva porque intervienen dos vecinos, le detiene la Policía y le deja en libertad, pese a sus antecedentes por agresión sexual. Lo justifican en que él dijo que estaba durmiendo en su casa. Es de traca.
—En el libro das multitud de datos desconocidos hasta la fecha.
—Intento que en mis libros de no ficción siempre esté presente ese plus. Aportar algo nuevo, algo desconocido, sacado de los documentos o de las entrevistas con los protagonistas. En este caso lo más novedoso es la entrevista en la que Ferrándiz habla con los criminólogos en la prisión, que no tiene desperdicio. El otro día el fiscal del caso, recién leído el libro, me dijo que se había enterado de datos que no conocía. Para alguien ligado a la actualidad, como yo, es un enorme orgullo.
—Cinco asesinatos y varios intentos. Ferrándiz cumplió 25 años de prisión, cinco por cada vida. En la actualidad se encuentra en libertad y ni él mismo sabe si volverá a matar.
—Quizá esto sea lo más inquietante. Lo recoge Marta Robles de manera magistral en el prólogo del libro, lo que él mismo dice: “A ver si esta vez lo haces mejor…”. Y nos quedamos con la duda de qué significa esa frase inquietante. ¿“A ver si en otra vida no vuelvo a matar” o “a ver si consigo hacerlo sin que me descubran”? Los expertos, casi todos, aunque no hay unanimidad, dicen que Ferrándiz es “una bomba de relojería”. Yo solo aspiro a no tener que volver a escribir sobre él, porque eso ya sabemos lo que significaría.
—Siempre te lo pregunto pero, ¿dejará de sorprendernos el mal en algún momento?
—A mí no, desde luego. Después de casi 30 años dedicándome a contar casos espeluznantes siempre hay uno que me vuelve a sacudir, algún detalle que me perturba y que me hace reafirmarme en esa idea que hace años me negaba a admitir: el mal existe, el mal en estado puro, mentes retorcidas y perversas capaces de cualquier crueldad imaginable. No estoy hablando de asesinos, o no solo, hay individuos (hombres y mujeres) que llevan la semilla del diablo. O eso es lo que yo he visto ya demasiadas veces. Cuando la ves ahí agazapada en unos folios e imaginas el calvario de quienes han sufrido a esos individuos parece que tienes esquirlas de cristales dentro.
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