Un fantasma llamado neurosis recorre Occidente reventando las penúltimas farolas de la Ilustración. Como cantaba Leonard Cohen, “todo el mundo sabe que el barco se está hundiendo”. Los bárbaros acumulan no pocas victorias, pero la guerra contra la manipulación, el ruido y la farfolla no se ha perdido todavía. Quedan aún espacios protegidos, reservas naturales de lucidez habitadas por personas que piensan por el placer de pensar, que conversan por el placer de conversar. Excelente prueba de ello la encontramos en esRadio cada viernes, desde las diez hasta las once y media de la noche, en ese oasis libérrimo, disfrutón y exento de presuntuosidad llamado Cowboys de medianoche, que dirige y modera —es un decir— Luis Herrero, y en el que participan, de una manera orgánica, Luis Alberto de Cuenca, José Luis Garci y Eduardo Torres-Dulce.
Sostiene Cuartango que Cowboys de medianoche se empezó a emitir en 2001. Zenda ha conversado con los cuatro vaqueros titulares y ninguno es capaz de precisar la fecha exacta de la génesis del programa. El misterio gusta y, por ello, se fomenta. Toma la palabra Herrero: “Sabemos cómo surge, pero no cuándo. No nos ponemos de acuerdo con la fecha. Cuando estaba haciendo el programa de la mañana en la COPE, los viernes, me parece, pusimos una sección para comentar las películas que iban a proyectarse ese fin de semana en televisión. El primer año, Eduardo vino solo; al año siguiente, se incorporó Garci. Por aproximación, eso fue en el 99 o en el 2000. Como vimos que esa historia tenía recorrido, escindimos la sección e hicimos un programa independiente. No, no sabemos cuándo empezó Cowboys y, además, está bien que no lo sepamos”.
Decenas de miles de personas, sin distinción de edad ni de ideología, escuchan el programa semanalmente, bien en directo, bien descargándose el podcast. ¿Cuál es la receta de su Coca Cola? El director de El crack responde que estamos ante “uno de esos pocos milagros que surgen en la radio cada equis, y no tiene explicación”. Luis Alberto de Cuenca lo define como “un milagro comunicativo”. Herrero expone su propia teoría: “En primer lugar, es un programa que hemos intentado mantener en la clandestinidad de la mejor manera posible. Reportajes como el tuyo, Úbeda, no me terminan de convencer, pero me pliego ante el criterio de la mayoría. Cuanto menos se hable de Cowboys, mejor. En el momento en que generas una expectativa y lo vendes como si fuera la mamá de Tarzán, mucha gente lo va a buscar, muchos se van a desencantar y, entonces, te puedes encontrar con un pequeño lío”.
Por otro lado, según el director del espacio, el truco consiste en “reunir, sencillamente, a una serie de tipos que, en la radio, saben conversar”: “En la sociedad en la que vivimos, tú te vas a cenar con cinco tíos y es imposible mantener una sola conversación. Es un arte que ha desaparecido de la faz de la Tierra. Antes había tertulias en los cafés; ahora, son impensables. La esencia de la conversación es que nadie la planifica. Y en Cowboys pasa eso: sabes cómo empieza la conversación, pero no cómo acaba”. Garci continúa por este derrotero: “Somos cuatro amigos, cada uno de un mundo distinto, pero unidos por la creación. Congeniar es raro. A lo mejor coges a otras cuatro personas estupendas, y no congenian”. Por su parte, el fiscal remite a la educación sentimental compartida: “Todos somos capaces de combinar El Capitán Trueno con John Ford. Tenemos unas lecturas comunes, como Salgari, Balzac, etcétera…, la música que oíamos, como The Beatles, Los Cinco Latinos, los guateques… y nunca ha habido una presunción de nada, de ser más listos que nadie”. “Y está todo como en minúscula, no hay subrayados”, agrega el cineasta oscarizado.
Amén de la tetrarquía clásica, por Cowboys pasan o han pasado Inocencio Arias, Noemi Guillermo —“así, Noemi, no Noemí, que su nombre es catalán”, subraya Luis Alberto—, David Gistau, Cayetana Álvarez de Toledo o Luis Enríquez. “Ahora vamos a intentar meter al editor Jesús Egido”, subraya el exdirector de la Biblioteca Nacional. Herrero recuerda “cuando venía Alfredo Landa: esos programas quedaron especialmente bien”. El director destaca la atemporalidad del formato: “Te da exactamente igual escuchar un programa de hoy o de hace tres años. Hablamos, exactamente, de las mismas cosas”. Entre estas, no se encuentra la política. “Al menos, en profundidad. No hay una ideología machacona”, señala Garci. Se mantienen, eso sí, las disputas por el aire acondicionado y un debate enconadísimo: ¿es Schütz un coñazo? “En un determinado momento, me tocó elegir la canción del programa y puse un madrigal de Schütz. A Luis le horrorizó, pero la verdad es que a mí me gustaba”, cuenta, divertido y humilde, el mejor poeta español vivo.
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