Descubrí al dramaturgo Nando López tras sus éxitos en el campo de la literatura juvenil y lo disfruté enormemente en su adaptación de los Desengaños amorosos a partir de textos de María de Zayas en un montaje dirigido por Ainhoa Amestoy. Desde entonces no le he perdido la pista porque creo que es claro ejemplo del balance entre el docere y el delectare, sin dejar por ello de ser riguroso, éticamente comprometido, inteligente y, precisamente por esto último, un defensor del humor como motor de conciencias.
Llegan a mis manos los dos últimos textos teatrales del autor: Esta sí tenemos que bailarla (ed. Dosbigotes), tragicomedia urbana, femenina y feminista, que tuve ocasión de ver representada en el teatro Quique San Francisco de Madrid y que se encuentra de gira por la geografía española, y Peter y Wendy rumbo a Nunca Jamás (ed. SM), que se estrenará en abril en el teatro Circo Price y cuya peripecia vuelve a recordarnos la importancia de creer en las hadas y a conectarnos con la estrella de los sueños infantiles. Ambas piezas comparten algunas constantes como son la reivindicación de lo juvenil como algo imperecedero, el humor, la lucha constante por los sueños y el foco sobre el universo femenino.
¿Una copa más?
En lo que respecta al primero de los textos, la fábula, sin caer en el destripe, parte de un encuentro entre dos desconocidas en una fiesta donde coincidían con sus antiguas promociones de instituto. El evento casual sirve de detonante de un deambular nocturno entre locales de fiesta, calles, taxis y marquesinas, que apuntalan un diálogo confesional, eje de la construcción dramatúrgica de la pieza, en donde no faltan referencias al pasado noventero, al presente de las protagonistas —con la duda vital como puntal dramático— y a un futuro interrogante donde la madurez es una entelequia y el espíritu juvenil, indeciso, esperanzado, tiene en ellas un cauce expresivo novedosísimo.
"El juego espacial, sencillo y sin alharacas, está en consonancia con la propuesta textual"
Estas dos protagonistas —Max y Latino de la noche madrileña sin esperpentizar (pero con algún que otro esperpento rondando)— calan en el espectador con una conmovedora naturalidad. No hay una búsqueda concienzuda de la emoción gratuita, de manera que su historia —tan vivaz por cotidiana— mueve a la empatía desde un lugar tremendamente real y, por tanto, hermoso. La reflexión se entrevera en su diálogo de manera que se pasa a tratar temas tan de actualidad como la maternidad (la vivida y la buscada), el trabajo, la sexualidad y el acoso, la enfermedad y la vejez y el universal binomio amor/muerte, desde una frescura agradable aderezada con mucho sentido del humor.
El tándem interpretativo Vidal-Egido —esta última también directora de la pieza— hacen volar el texto de López con soltura, ritmo y una lograda verdad escénica. El juego espacial, sencillo y sin alharacas, está en consonancia con la propuesta textual, de manera que se aprovechan los pocos elementos para generar un espacio onírico sugerente que queda dilucidado en seguida por las propias referencias dramatúrgicas y por el diálogo de las protagonistas. La obra parte de un taller previo, por lo que está creada al pie del escenario, virtud que ennoblece los diálogos precisamente por su colorido coloquial y su lograda carga de verosimilitud.
No se pierdan Esta sí que tenemos que bailarla, o cómo no dejar que el azar se equivoque por ti, porque «a lo mejor solo es cuestión de esperar, de no rendirse», tal y como afirma una de las protagonistas.
¿Un dedal más?
«—¿Sabes lo que es un beso? —preguntó Wendy pasmada.
—Lo sabré en cuanto me lo hayas dado —le contestó. Y, para no herirle, Wendy le dio un dedal.
—Y ahora, ¿te doy un beso yo? —dijo él. Y ella replicó con cierto remilgo:
—Si lo deseas.»
Qué ternura desprende ese pasaje del clásico de J. M. Barrie, en donde dedales y besos se confunden con una inocencia tan hermosa que acaba por definir la pureza del amor.
"López ya se había aproximado al universo de Barrie en su novela Hasta nunca, Peter Pan, en la que sus protagonistas se alejan inevitablemente de ese paraíso perdido"
Nando López vuelve al clásico fantástico con una mirada contemporánea, fresca, juvenil —público que tan bien conoce—, ofreciéndonos un canto a los sueños y los anhelos, una reivindicación de esa inocencia imperdurable, de esa infancia que no perece y que debe habitar en todo corazón adulto.
Aunque la pieza queda apuntalada por algunos de los grandes momentos de la obra original, tantas veces celebrada en el universo cinematográfico —la aparición de la sombra de Pan, la niñera canina, el vuelo tras la ventana, las sirenas, el tic-tac del cocodrilo, el enfrentamiento entre Pan y Hook, aderezados, cómo no, con esos recordados dedales y besos—, Nando López los versiona bajo una mirada moderna, comprometida con su presente, en donde la juventud contemporánea palpita bajo los personajes clásicos. «La magia está bien a tu edad. Pero luego ya no es suficiente», dice Mrs. Darling, esforcémonos por llevarle la contraria y no permitamos que muera ningún hada.
López ya se había aproximado al universo de Barrie en su novela Hasta nunca, Peter Pan, en la que sus protagonistas se alejan inevitablemente de ese paraíso perdido. Ahora lo hace acudiendo a esa novela fantástica, releída equivocadamente como infantil por la contemporaneidad, llena de símbolos y metáforas que nos obligan a mantener una atención permanente, con el ansia del descubrimiento (siempre la luz del niño perdido) y un evidente trasunto filosófico. Mucho ha tenido que ver, confiesa el autor al final del texto, la incursión en la dramaturgia del director José Luis Arellano, que ha aportado la visión escénica del director teatral, de manera que el código novelesco salta de la página a los escenarios con frescura y elegancia. Entre los grandes aciertos de la pieza, nos encontramos con una Wendy mucho más protagonista, obviada la relación antagónica con Campanilla, que emerge como una heroína clásica y que vuela igual de alto que su ilustre amigo Pan.
"Nando López nos lanza un puñado de polvo de hadas que nace de lo cotidiano, con la fantasía inherente al relato, al lenguaje, a la vida de los personajes"
La reivindicación del papel de la poesía y el arte como motor de combustión de la fantasía y, por ende, como poder transformador de la realidad, supone, a mi juicio el gran tema que sirve de sustrato a la fábula dramática. Así, asistimos al vuelo de los personajes a través de la ventana londinense gracias al poder mágico de un poema.
Nando López nos lanza un puñado de polvo de hadas que nace de lo cotidiano, con la fantasía inherente al relato, al lenguaje, a la vida de los personajes. Volamos con él de la mano —con la sombra bien sujeta a nuestros pies— en una infancia madura (siempre adultos infantiles) y nos hace sentir mucho menos huérfanos en este tantas veces gris mundo sin magia.
No olviden las copas confesionales, no olviden los dedales, que al cabo amanece sin remedio, que al cabo la estrella se apaga.
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Ficha Técnica Esta sí tenemos que bailarla
Reparto: Eva Egido y Rocío Vidal
Dirección: Eva Egido
Dramaturgia: Nando López (ed. disponible en editorial Dosbigotes, 2023)
Escenografía y vestuario: Berta Navas
Canción original: Fran Perea
Iluminación y espacio sonoro: Rubén Vejabalbán
Dirección de producción: Rocío Vida
Diseño gráfico y fotografía: Rubén Vejabalbán
Producción: Acciones imaginarias, Feelgood Teatro y Todo al Tres Producciones
Ficha Técnica Peter y Wendy rumbo a Nunca Jamás
Compañía LaJoven
Reparto: Isa Belui, Clara Bernet, Víctor de la Fuente, Dani Ball, Jesús Irimia, Eneko Larrazabal, Mabel del Pozo, Lucía Nin Ott
Dirección: José Luis Arellano García
Ayudantía de dirección: David Blanco
Dramaturgia: Nando López (ed. disponible en editorial SM) a partir de la obra de J.M. Berrie
Movimiento y asesoría circo: Isa Belui
Iluminación: Juan Gómez-Cornejo
Escenografía: Silvia de Marta
Vestuario: Guadalupe Valero
Música: Alberto Granados
Dirección técnica: Está Por Ver SL
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