Otro 22 de marzo, el de 1963, hace hoy justo 60 años, se pone a la venta Please, Please Me, el primer álbum de The Beatles. La grabación aún es monoaural. El estéreo, que desde 1960 se abre camino paulatinamente, todavía es minoritario en los discos de larga duración: long playing, se anuncian en su etiqueta. Pero esa sensación espacial, que al estar registrada en dos canales proporciona la estereofonía, aquí parece reemplazada por una emoción temporal y mucho más poderosa. Es como si entre las voces de John Lennon y Paul McCartney —que en los próximos siete años, los que restan a la trayectoria de The Beatles, se convertirán en los compositores más reconocidos y celebrados de la música del siglo XX— se estuviera conjurando un nuevo tiempo. “El tiempo del amor, / el tiempo de los amigos / y de la aventura”, cantará Françoise Hardy, una de esas chicas de entonces, que escuchaban al cuarteto de Liverpool.
De una u otra manera siempre que se escribe sobre la segunda mitad de la centuria pasada, cabe referirse al rock & roll: esta música —entonces joven— es una de las principales referencias de aquel tiempo. De ahí que el Ritmo del Diablo sea tan pródigo en momentos estelares. Y no sólo porque es con su llegada cuando la música empieza a democratizarse, a escucharse con mayor frecuencia —antes era un placer de unos pocos en contadas ocasiones—, también porque desde la historia de la vida cotidiana trasciende a la Historia con mayúscula, mediante esa contestación juvenil que el rock —en esta ocasión bajo la forma de la beatlemanía— empieza a originar y seguirá haciéndolo durante décadas. Prácticamente hasta los albores de nuestro ignominioso tiempo. Pues bien, es con Please, Please Me, con la beatlemanía, cuando el rock & roll seminal comienza su transformación en ese rock —o pop— que, junto al cine, será la manifestación cultural más importante del siglo XX.
Sí señor, es con la beatlemanía cuando el rock deja de ser la pasión de una minoría, más o menos grande, para pasar a serlo de la práctica totalidad de la juventud. El pelo largo, la palabra “yeyé” como denominación de origen, el nuevo entendimiento entre las parejas, la tremenda respuesta del mundo adulto —la reacción— a la revolución joven… Todo nace con Please, Please Me. Hay constancia de que al padre de Paul McCartney —inglés orgulloso de su idioma— le enerva que su hijo, en sus canciones, grite “yeah, yeah”, como los americanos. Sin embargo, será en ese “yeah, yeah” de los estribillos en el que tendrá origen la voz “yeyé”. Pronunciada por los adultos, será el despectivo con el que se referirán a los melenudos.
“Please, Please Me, básicamente, era el repertorio que habíamos estado tocando en los clubes, en nuestras actuaciones en directo”, comentaba George Harrison, intérprete de «Do You Want to Know a Secret». Y bien es cierto que el álbum aún suena al rock & roll que el cuarteto de Liverpool tocaba en The Cavern —el local que, por haber acogido algunas de sus primeras actuaciones, no tardará en convertirse en un lugar de peregrinación—, así como en los clubs de Hamburgo. Brian Epstein, su representante, les ha asegurado que, si renuncian a las chupas de cuero y el resto del atuendo habitual de los rockers, hará de ellos esas estrellas del rock —o pop— que un día como hoy comienzan a hacer historia. Porque el de hoy sólo es uno de los muchos momentos estelares que los días venideros les reservan. Dicho y hecho, podrá jactarse Brian Epstein en unos meses, así empiecen las canciones a escalar las listas de éxitos, cuando la beatlemanía comience a ponerse en marcha.
“Lo grabamos en una sesión de doce horas”, recordará Lennon, ya convertido en todo un protagonista de la historia de la centuria pasada. Para el registro de «Twist and South» —una de las pocas piezas que no son suyas y la que requirió un mayor forzado de voz—, el joven John pasó una buena parte de la sesión tomando pastillas para suavizar la garganta. “Casi me mata”.
Llama mucho la atención que casi todas las canciones sean de Lennon y McCartney. Al igual que el diseño musical, que es de la banda. Epstein se ha limitado a cambiarles el vestuario con el objeto de sacarles de esos locales de mala muerte en los que ya se han ganado a sus primeros públicos.
En efecto, los primeros oyentes de Please, Please Me son conscientes de asistir al nacimiento de un tiempo: el de su juventud. Toda una nueva era con la que no podrán los adultos, por mucho que aseguren que el rock es ruido, deseen obscenamente a las chicas que se desmayan en las actuaciones y osen llamar la atención a las parejas que se besan por la calle.
Siete años después, cuando The Beatles se separen, serán la formación más recordada y llorada de toda la historia del rock. Negada una y mil veces, como sólo se niega a Pink Floyd y a los dioses, negada incluso por los amantes del rock que estimarán que su ingenuidad y la simpleza de su música han quedado atrás, en algún punto entre el Please, Please Me y el día de su ruptura. Su regreso constituirá uno de los grandes anhelos de los años 70, hasta que un asesino lo impida definitivamente.
Una y mil veces, quienes los nieguen, habrán de volver a ellos y conmoverse ante ese John Lennon que, en 1975, sintiendo nostalgia de cuanto dejaron atrás, un día como hoy por consejo de Brian Epstein, vuelve a ponerse la chupa y graba un disco de título inequívoco: Rock ‘n’ Roll, todo un recorrido por los clásicos: Be-Bop-A-Lula, Stand by Me, Peggy Sue… Y especialmente aquellos, que decían que los Stones eran los “buenos” frente a The Beatles, porque los Rolling se jactaban de ser más malos. ¿Habrá que recordarles la conversión a la jet set del bueno de Mick Jagger, ahora que sus ex majestades satánicas parecen haber descubierto el rock & roll del geriátrico?
Please, Please Me fue el pórtico a uno de los momentos más felices y luminosos de la humanidad. Listen: Do You Want to Know a Secret? Así se escribe la historia.
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