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Clarín en la memoria y en la conciencia - Zenda
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Clarín en la memoria y en la conciencia

El lector encontrará en las páginas del libro de Ricardo Labra tres capas: investigación, pensamiento y pulso narrativo. Es un libro erudito, con gran acopio de datos y conocimiento. La erudición va acompañada de investigación, en el sentido normal de revelación de datos antes desconocidos, de establecimiento de relaciones no percibidas antes y de ligadura...

Me decía con gracia un amigo ante la cuenta del restaurante: «Haz tú la división, que yo al pensar hago mucho ruido». Clarín es una dolorosa sinécdoque. En muchos momentos de la historia reciente, el conocimiento y el pensamiento en España, como el de mi amigo, hizo ruido y cualquier deslizamiento a la modernidad rozaba con las fuerzas vivas causando estruendo. Clarín no era un guerrillero ni el líder de ninguna revolución. Era un hombre culto, crítico e incómodo que destilaba una acidez inteligente e incisiva. No era el Che Guevara, pero lo que era ya fue excesivo para una ciudad dominada por la Iglesia, donde la Iglesia hacía lo que siempre hizo donde pudo: que provoque estruendo y ruido el pensamiento y la modernidad.

El lector encontrará en las páginas del libro de Ricardo Labra tres capas: investigación, pensamiento y pulso narrativo. Es un libro erudito, con gran acopio de datos y conocimiento. La erudición va acompañada de investigación, en el sentido normal de revelación de datos antes desconocidos, de establecimiento de relaciones no percibidas antes y de ligadura de cabos que seguían sueltos. Labra nos enseña muchas cosas de Clarín y su relación con la sociedad y la posteridad que no eran conocidas antes de este libro. Pero es también un libro de pensamiento y análisis. Es un ensayo, no un mero registro de datos conocidos y hallados. Es, por momentos, profesoral, y nos explica y sitúa los datos en su contexto y significado. Y por momentos es un ensayo, una reflexión sobre la España de la restauración con cuyo roce tanto ruido hizo Clarín, sobre los cánones literarios y el poder y sobre la memoria y olvido colectivos. Y además el libro tiene algo de novela. El segundo capítulo, por ejemplo, sobre la primera recepción ideológica (prejuiciosa) de La Regenta, la triste secuencia que condujo al fusilamiento del hijo de Clarín y la por momentos grotesca historia de su busto vejado, reconstruido y escondido por décadas como un tizón ardiente que no se podía tocar sin quemarse, son algunos de los pasajes que Labra cuenta con verdadera tensión narrativa, con personajes y conflicto, con suspense y desenlace. Como mínimo, cualquier lector aprenderá algo que desconocía y sentirá el divertimento de la prosa gustosa y de buen ritmo narrativo.

"El canon lo forman obras memorables y elevadas, dice Labra. En la medida en que así sea, el canon es lo modélico, aquello a lo que aproximarse y aspirar"

Como mínimo. En realidad, hay bastante más. El título expresa los tres nervios de este ensayo: Clarín, el canon y la memoria. Dejemos a Clarín para el final. Es normal que el caso de Clarín lleve a Labra a reflexionar sobre el canon literario. Hoy se considera La Regenta como la mejor novela española del s. XIX y una de las mejores de Europa. Y sin embargo no fue percibida por sus contemporáneos, apenas por una minoría más exigua de lo habitual. Y tampoco por noventayochistas, novecentistas y generación del 27. Solo en los sesenta empezó a hablarse en serio de La Regenta. El propio Clarín fue percibido más como crítico que como escritor. Se pregunta Labra qué hace que una obra se sitúe en el canon y qué es lo que la mantiene fuera de él, por qué La Regenta no era una obra de arte a principios del s. XX y ahora sí. La idea intuitiva de canon oscila entre lo excelso y lo normativo, entre Quintiliano y la Iglesia. El canon lo forman obras memorables y elevadas, dice Labra. En la medida en que así sea, el canon es lo modélico, aquello a lo que aproximarse y aspirar. Por esa línea, la Iglesia trata el canon como aquello que es obligación seguir y considerará canónico lo que marque las obligaciones correctas que confirmen el dogma. La asociación que propone Labra entre el canon y la memoria (recordemos, lo memorable por excelso) es correcta, pero daremos un rodeo para darle la razón y en el rodeo enriquecemos un poco la idea de canon para darle la razón en otra afirmación de Labra sobre el canon, muy relevante en el caso de Clarín: la intervención del poder.

El canon es un tipo de modelo, uno de los cuatro modi scientiae, modos de conocimiento, considerados por G. Bueno (junto con las clasificaciones, definiciones y demostraciones). Esto quiere decir que el canon es algo que genera conocimiento. Ningún redondel de la vida real es una circunferencia geométricamente perfecta. La circunferencia matemática es el canon de la circularidad. Es el límite y como tal el objeto por el que conocemos a fondo la redondez y sus propiedades. Cada obra canónica representa algún límite de la forma o belleza de la literatura. La idea que tenemos de la literatura nos la formamos a partir de sus obras canónicas, de las muestras que llevan al límite sus propiedades de belleza y afectación. Obras como La Regenta son el camino hacia la experiencia literaria, como la circunferencia matemática muestra el camino a cualquier redondel. Así dicho, parece que el canon es un ideal casi platónico, algo que está por encima del tiempo, espacio y circunstancias, como la circunferencia geométrica. Labra dice que no es tan sencillo y el caso de Clarín dice a gritos que no es tan sencillo.

"El canon está hecho de circunstancias e itinerarios, de vivencias individuales y pulsiones de afiliación colectiva"

El canon artístico es un tipo complejo de objeto cuya aprehensión requiere aprendizaje. En general, se necesitan estudios y formación para el disfrute estético de una obra literaria, una ópera o un cuadro expresionista. Hasta tal punto esto es así, que tendemos al prejuicio de que una persona que tenga muchos discos de ópera en casa será una persona culta y con estudios. La norma es que, en cada época, los lectores de una obra canónica, como La Regenta, sean una minoría, porque solo una minoría tiene la formación y acepta el esfuerzo que requiere el trato con la obra («la posteridad es una yuxtaposición de minorías», recogió Unamuno del compositor Gounon). Además del aprendizaje, se necesita un tipo de sensibilización con la obra, una especie de costumbre que la haga cercana, el roce continuado del que brota el cariño. Pocos individuos cultos de occidente sienten algo oyendo música oriental. Una persona culta puede no ser capaz de asimilar un cuadro surrealista y sentirse aturdida por un disco de Pink Floyd. Se necesita formación, esfuerzo y roce. El canon no es un ideal fuera del tiempo y circunstancias. El canon está hecho de circunstancias e itinerarios, de vivencias individuales y pulsiones de afiliación colectiva. Por supuesto, hay algo en las grandes obras de arte que resalta con el paso del tiempo. Solo lo que sigue resonando cuando cambia la caja de la actualidad, solo lo que sigue retiñendo con timbres distintos en las épocas que se van sucediendo, tiene la posteridad e inmortalidad que se atribuye a las grandes obras que consideramos canónicas. Pero el canon, por lo que tiene de itinerario en su circunstancia, cambia. Eso es un hecho. Y la propia excelencia de las mejores obras cambian el canon y con él, puesto que el canon es un modo de conocimiento, cambian nuestra percepción de lo que es la pintura, la música o la literatura. Al alterar el canon, Picasso alteró el conocimiento y experiencia de lo que consideramos pintura. El canon provoca un efecto contradictorio. Tiene que ver con el placer que los niños sienten con la repetición; a los niños les gusta que se les cuente una y otra vez la misma historia con las mismas palabras, gestos y cambios de voz, disfrutan de que ocurra lo que ya saben que va a ocurrir. La belleza es muchas veces corrección, aproximación a un canon y, por tanto, disfrute infantil de la repetición de un modelo. Pero tiene que ver con el placer inverso, el de lo inesperado. La genialidad muchas veces es estupefacción, enajenación del tiempo, casi un hermano menor del terror, precisamente por ser una novedad radical que no tiene camino («método», canon) que lleve a ella. Y el canon que venía rigiendo, el límite, queda así desafiado y modificado y aquello que se conoce a través del canon también (digamos otra vez que el canon genera conocimiento). Las genialidades literarias modifican nuestra experiencia, pero también nuestra idea, de la literatura.

"El paso del tiempo es un juez severo porque pone a prueba la capacidad de las obras de seguir arrancando timbres a épocas distintas o de enmudecer"

Pero no es el cambio en el canon por la genialidad de las obras más geniales lo que atrapa la atención de Labra. Muy oportunamente, subraya que el poder, y no la genialidad, afecta muchas veces a ese camino de conocimiento que es el canon. Como hizo intensamente a Iglesia, la tentación de hacer del canon una norma que beneficie un cierto tipo de dogma o un cierto tipo de intereses es irresistible. El poder y sus beneficiarios, los beneficiarios y sus intereses, tienen mucho que ver en que sea un tipo de obra el que se haga canon y que sean determinados autores lo que proyecten modelo. Recordemos que el tacto del canon requiere formación y por eso los formadores e informadores afectan a lo que se hace canónico; y que esos formadores e informadores están en una trama social con estructuras de poder. Ellos pueden condicionar la ruta formativa y el tipo de obras con las que tengamos ese roce necesario para que nuestro cerebro las haga canónicas. El paso del tiempo es un juez severo porque pone a prueba la capacidad de las obras de seguir arrancando timbres a épocas distintas o de enmudecer apenas se producen los primeros cambios. Pero el poder y sus beneficiarios explican olvidos sostenidos y esplendores efímeros. Una obra como La Regenta que, a ojos del obispo Martínez Vigil, contenga «escarnio de las prácticas cristianas», no puede ser otra cosa un escarnio de las prácticas cristianas, esté escrita en prosa elevada o vociferada a bramidos. Lo que Labra llama primera recepción ideológica de La Regenta es el proceso por el que el poder tritura la cualidad artística de una novela y la reduce al estereotipo de una ideología de la que abomina. Así se crean los cánones y los olvidos. Al pensar en el poder, no siempre tenemos que pensar en el gran poder. Las pequeñas miserias son también poder. Las artimañas de escritores o editores interesados también son parte de ese poder que infecta el canon. Y pequeñas miserias de sus coetáneos literarios pusieron su granito de arena en el olvido de Clarín.

Por eso decía que debemos dar la razón a Labra en relacionar el canon con lo memorable, con lo que hace camino y permanece en el tiempo y la memoria. Los cánones de usar y tirar, sin más soporte que el interés del poder, caerán pronto en el olvido. Las obras que llevan el arte tan al límite como la circunferencia lleva al límite el redondel, las que dan conocimiento y dibujan y modelan la forma del arte, esas seguirán resonando con el paso del tiempo. De ahí el vínculo del canon con lo que se recuerda y pervive. Quizá se pueda matizar que la memoria no está compuesta solo de lo sublime, sino también de lo importante y de la inercia. Lo que hace importantes las cosas es su trascendencia, la riqueza de sus consecuencias. Hitler fue importante, y por ello está firme en la memoria, aunque no por nada que tenga que ver con la dignidad o la belleza. Además, la memoria se sostiene en relatos, en actos de magisterio, libros de texto, manuales y transmisión de conocimiento. En esos relatos hay una fuerte inercia, una tendencia a repetir materiales recibidos sin reconsiderarlos ni actualizarlos. Por eso a veces se mantienen olvidos pertinaces, sin intención y sin que haya actos de poder interesados en la ocultación. Gould, el paleontólogo y teórico de la evolución, cuenta en un artículo que en cierta ocasión iba a dar una conferencia sobre el caballo y su proceso evolutivo. El caballo está relacionado con el eohippus, del tamaño aproximado a un fox terrier. Eso llevaba anotado Gould, cuando se sorprendió a sí mismo dándose cuenta de que él no sabía cómo era un fox terrier. Sin duda llevaba esa anotación porque se repetía la analogía de manera mecánica en los manuales y así arrancaba su artículo dedicado a las inercias que hacen que se plagien y repitan sin renovación los contenidos de unos manuales a otros. Pudo ocurrir algo de esto Clarín, al menos parcialmente. Seguramente una parte del olvido de Clarín consista en la inercia perezosa a repetir los mismos materiales y los mismos olvidos en los manuales.

"La Regenta fue la cima de su producción literaria, pero no su producción completa. Tiene otras narraciones que rayan a gran altura"

Los cánones provocan otro efecto en la memoria. Iluminan lo que se les aproxima y dejan en la oscuridad lo que no resulta aprehensible desde ellos (una vez más, el canon es una forma de conocimiento). Normalmente, se está en la oscuridad que queda fuera del canon por no tener calidad suficiente, pero no siempre. Recordemos que el canon es un límite, aquello que da forma a algo. A veces hay genialidades que exploran nuevos límites y modifican la forma conocida, como pudo ser el cubismo. Ahí siempre existe el riesgo de quedar fuera de foco y, por ello, de la memoria. Después de todo, el canon no deja de inducir repeticiones, intentos de aproximación a lo mismo. Torrente Ballester se quejó alguna vez de ser referido con desgana y con letra pequeña, o ninguna, en los manuales escolares solo porque su prosa no encajaba en los moldes (cánones) que ponían orden a su período literario. Esa conexión clariniana entre Larra y el realismo, entre retazos quevedescos y la modernidad, la prosa densa no por difícil, sino por resonante, por activadora de pensamientos complejos, plurales y punzantes, que llevó Clarín al límite en La Regenta, seguramente lo hizo también una pieza de difícil encaje en los moldes canónicos. La propia producción de Clarín tiene zonas invisibles porque una parte de su inmensa actividad producía un prototipo en el que no encajaban otras partes. La Regenta fue la cima de su producción literaria, pero no su producción completa. Tiene otras narraciones que rayan a gran altura. Fue un crítico y analista prolífico. Su presencia en la prensa, revistas y mundo literario general, su talla como crítico, ocultó su condición de autor a la mirada de sus contemporáneos. Él fue profesor de Economía Política, de Derecho Romano y de Derecho Natural. La altura literaria, con que lo vemos hoy, y el nivel como crítico, con que lo veían sus contemporáneos, oscurece su condición de jurista. Leopoldo Tolívar Alas califica el prólogo que Clarín hizo del libro de Ihering La lucha por el derecho como uno de los mejores escritos jurídicos de la España del momento. Y tiene también prestigio su Tesis Doctoral sobre derecho y moralidad. Labra, por eso, se refiere a Clarín como escritor total, como intelectual absoluto. Pero, así como la singularidad literaria de Clarín contribuyó a que quedara en la zona que los cánones dejan a oscuras, así el destello de cada faceta de Clarín conspiraba para dejar en la sombra a las otras facetas suyas. Clarín es un puzle en el que cada pieza conspira para oscurecer a otras piezas y al conjunto. Ricardo Labra muestra con singular claridad la complejidad de Clarín.

"Es un notable rasgo poético y filosófico que en la serie el mal absoluto consista en el olvido, en la desmemoria"

Decíamos al principio que Clarín era una sinécdoque, una pieza que lo dice todo del conjunto. La desmemoria y la damnatio memoriae de Clarín ilustra tajos enteros de nuestra historia reciente. En España siempre fue especialmente virulenta la verdad de aquella afirmación de Croce de que la historia siempre es contemporánea. Da igual cuál sea el pasado del que se hable, siempre se está acomodando el pasado a las conveniencias del presente. La historia reciente de España estuvo más veces a la medida del obispo Martínez Vigil que a la medida de Clarín. El relato que acomoda la historia a los intereses del presente incorpora falsedades y, desde luego, silencios y olvidos. En los episodios de la popular serie Juego de Tronos se van formando bandos de malos contra buenos que nunca son buenos. Pero la banda más inquietante es la del no muerto Rey de la Noche y su hueste de Caminantes Blancos. No se puede saber qué pretenden esos fantasmas o zombis ni la fijación que tienen con Brandon Stark, el Cuervo de Tres Ojos que ve todo lo que sucedió en todas partes. Al final se sabe que el reino del Rey de la Noche es el olvido absoluto y que la eliminación de Brandon, por ser la memoria total de todo, es prioritaria. Es un notable rasgo poético y filosófico que en la serie el mal absoluto consista en el olvido, en la desmemoria. Buena parte de los atrasos de España consistieron precisamente en la desmemoria, en el olvido de sus destellos, de los picos de inteligencia y modernidad que alejaban a España del atraso y el analfabetismo en que siempre que pudieron nos mantuvieron la Iglesia y las fuerzas reaccionarias. Tan reaccionarias fueron las fuerzas reaccionarias en España que siempre necesitaron más olvidos que recuerdos.

"Su busto reconstruido estuvo décadas, hasta hace muy poco, en las atahonas del ayuntamiento de Oviedo como un pedrusco radiactivo"

Desajustes al canon aparte, la historia del olvido de Clarín, tan bien relatada por Labra, es parte de una historia condensada de España. El fusilamiento, el asesinato, de su hijo el Rector Leopoldo Alas fue un asalto más de la barbarie contra la memoria de Clarín, contra la memoria sin más. Su busto reconstruido estuvo décadas, hasta hace muy poco, en las atahonas del ayuntamiento de Oviedo como un pedrusco radiactivo o un basilisco que pudiera cegar a quien lo mirara. Y no era para menos. Era la peor pesadilla del Rey de la Noche: memoria. Clarín y su recuerdo debieron ser desesperantes. No había hechos concretos, como crímenes, robos o pillaje que reprocharle. No hubo una guerra en que fuera el enemigo. Era inteligencia, arte, vitriolo, acidez, modernidad y visión laica de la sociedad. Nada en concreto, pero todo. Por eso chirriaba y hacía ruido, como el pensamiento de mi amigo, con los tiempos de España, siempre más de Martínez Vigil que de la inteligencia.

Ricardo Labra nos habla del canon y la memoria a propósito de Clarín. Lo hace ofreciéndonos investigación, pensamiento y galas literarias. Interés, pensamiento y buen gusto. Este diálogo silencioso con Ricardo Labra y su recorrido atento por los pliegues de la memoria de Clarín agita la mente con provecho buen gusto.

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Autor: Ricardo Labra. TítuloEl caso Alas Clarín: La memoria y el canon literarioEditorial: Luna de Abajo. Ventaweb de la editorial.

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Enrique del Teso

Enrique del Teso Martín es Profesor Titular de Lingüística de la Universidad de Oviedo. Es autor de artículos especializados y de varios libros sobre lingüística y comunicación y de dos ensayos de materia sociopolítica. Dio cursos de doctorado en varias universidades extranjeras: Amherst en Massachusetts, Oriente en Venezuela y Cienfuegos, Las Villas, Varona y La Habana en Cuba. En el campo de los medios de comunicación, tiene una columna periodística en el diario La Voz de Asturias, colabora regularmente con programas de radio y fue miembro del Consejo de Administración de la RTPA.

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