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Cinco poemas de Sol de salamandra, de Pia Tafdrup - Zenda
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Cinco poemas de Sol de salamandra, de Pia Tafdrup

RECREO MACROCOLECTIVO En una sociedad dentro de una sociedad, ahí vivo. Con una cinta de cuero trenzada y sin mucha ropa. Me despierto hacia mediodía con los tímpanos temblando por las notas de rock que retumban entre las tiendas de campaña del lugar y los pájaros del terreno deben abandonar sus marcas. Igual que yo...

Este libro es una mirada atrás en ese preciso momento en el que la nieve salvaje se posa en los verdes árboles de otoño. Cada uno de los 60 poemas que componen Sol de salamandra (Editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, traducido del danés por Daniel Sancosmed), corresponde a un año de la vida de la autora, por lo que su lectura es un repaso al crecimiento personal y el recuerdo de grandes acontecimientos.

RECREO MACROCOLECTIVO

En una sociedad dentro de una sociedad,

ahí vivo. Con una cinta de cuero

trenzada y sin mucha ropa.

Me despierto hacia mediodía

con los tímpanos temblando

por las notas de rock que retumban

entre las tiendas de campaña del lugar

y los pájaros del terreno

deben abandonar sus marcas.

Igual que yo en las noches estrelladas

me tambaleo, me balanceo y caigo

dormida con las oleadas

de conciertos de alta frecuencia.

Uso la ducha portátil

común. Hago la compra

en la tienda provisional. Me como

un revoltijo planificado

de verduras biodinámicas

y arroz sin procesar. De agrio

y dulce equilibrado

con amargo y salado. Paso

pocas horas sobria a pleno día

en happenings espontáneos

en la arena. O escucho

discusiones de las reuniones conjuntas.

Sobre anarquía. Sobre utopía. La vida

fuera de las leyes existentes

se muestra caracterizada por otras

leyes. Me tumbo en la hierba y río

hacia el sol después de la borrachera. Una

risa infinita. O participo

descalza en una fiesta. Con costo,

priva y caricias colocadas. Las ideas

se propagan. Con desenfreno.

Un espíritu pionero ha levantado

un tiovivo con coloridas

cabañas y tiendas. Hecho

sitio para las hogueras. Construido

las calles de pueblo. Montado

los tenderetes cojos

de las calles del Colocón y de Nepal

junto con un cobertizo para astromasajes

no muy lejos de la calle del Solano.

Una carrera de conejos y niños

educados gnósticamente entre

las tiendas. Por perros, cabras,

personas pintadas. Con

y sin pantalones. En un continuo

y mutante alucine común.

Soplo a soplo me levanto

a mi propio ritmo tranquilo.

Las vibraciones se expanden. Solo

la pura fantasía puede transmitir

fuerza dinámica desde la fricción

del mar de vuelta a la luna.

Me levanto mareada del campamento

de Thy. Donde nada se detiene

cuando ha terminado. De vuelta

para el último año de colegio.

Equipada con necesarios

conocimientos de primera mano de

un recreo macrocolectivo

en un planeta extraño.

Donde apenas pude vivir

más de una semana de mi vida.

LA CAÍDA DEL MURO

Deseo en enero de 1989 con tanta fuerza

como puede desear una persona

ser algún día testigo

de la caída del muro de Berlín.

Estoy 200 años después de la Revolución Francesa

en el frío de un lugar elevado,

observando el cemento, el alambre de espino, las verjas electrificadas,

filas de barracas grises y lúgubres.

Hay conejos salvajes saltando alrededor de la zona

entre el este y el oeste.

Ese mismo año se abriría la frontera,

yo lo veo en diferido el 9 de noviembre

desde West End Avenue en la tele estadounidense.

Los guardias levantan las barreras,

permiten sin trabas

que los coches y peatones circulen libremente

del este al oeste

mientras la gente en algún lugar entre sueños diurnos y nocturnos escala el muro.

La noche socialista se diluye

en la capitalista, el júbilo

no tiene fin,

la fiesta en las calles dura toda la noche.

Oigo dos días después en The Kitchen

que Heiner Müller y Heiner Goebbels

aparecen haciendo un bis

acerca de la caída del muro,

la sala está hirviendo, una alegría aguda

hace estallar el momento.

Cae el muro, el cemento, las verjas

y el miedo cotidiano.

Oigo saludos desde Alemania

en Nueva York,

los anuncia Heiner Müller,

que es conocido como artista,

no agente.

El ojo ígneo del sol,

algo atraviesa el tiempo flotando,

el cielo se hace grande sobre Berlín. 

CUENTOS DE INVIERNO

En el tren se me acerca un hombre

y me pregunta

por el libro que leo,

Cuentos de invierno, de Karen Blixen.

Soy vista

por una mirada luminosa,

no busco escondite en el paisaje

que pasa ante el cristal del vagón,

porque esta mirada no

va a caminar a otros lugares.

El libro está entre él y yo,

no se puede usar como escudo

porque de repente

nos está uniendo.

Mejor pedida de mano no la he conocido,

deja su impronta en el alma.

Es él, el que pocos días después

bajo una corona de libros verde pálida

me besará

una noche de agosto

cuando el sol caiga en picado.

Temblamos, y todas las hojas del árbol

se ponen en movimiento.

El germen de los sueños

planea

en el viento tibio.

Es él, con quien después

me casaré,

un cuento de invierno con el sol en lo alto y un frío insondable.

FILO INTERIOR

Sueño que un hombre en el hueco de una puerta

me observa.

Lo reconozco enseguida,

me atrae.

¿O me busca él? La mirada penetra.

Voluntad de tigre, sed de tigre,

el deseo del pulso tras una verja en llamas.

En el sueño, las paredes se inclinan sobre mí,

el papel pintado de la habitación está gastado,

no hay una sola ventana.

Un brillo matutino blanco como el cloro

desde la ventana real

desintegra el silencio

con una náusea repentina.

Estoy despierta y anhelo

que justo esa mirada

me vuelva a encontrar, su relámpago de fuego

brote

fuera del sueño.

Un viento luminoso vuela

a través de un árbol otoñal aún verde.

NIÑOS VIEJOS

Una cosa es ser madre de tus hijos,

y otra

ser madre de tu madre

y aun así sentir culpa

por no tener tiempo

de estar ahí cuando lo necesita,

pero se contenta

con dar buenos consejos que ella no

acepta

porque solo quiere que le den permiso

para ser ella.

Un día ser niña

y ser consolada —

el otro arreglárselas sola y ahora

preferir apoyarse en el viento

a usar bastón,

preferir ser atropellada

a hacerse con un andador,

preferir quedarse en casa

a llevar una alarma,

preferir caerse un día

por la escalera

y morir.

Preferir morir

a ser salvada

y volver a ver a su familia

y por tanto estar lista para vivir unos años más.

*******

Pia Tafdrup (Copenhague, 1952) es una figura fundamental en la poesía nórdica. Ha sido galardonada con el Premio de Literatura del Consejo Nórdico en 1999 por el poemario Dronningeporten, en 2005 obtuvo el Premio Søren-Gyldendal y en 2006 recibió el Premio Nórdico de la Academia Sueca; en 2001 fue nombrada Caballero de los Dannebrog. Desde su primera publicación, en 1981, ha editado más de 20 libros, 18 de ellos de poesía, dos novelas y dos obras de teatro. En 2006 se tradujo al castellano Tarkovskijs heste (Los caballos de Tarkovsky, ed. Bassarai). Salamandersol se publicó en el año 2012 en Dinamarca (ed. Gyldendal) y Suecia (ed. Ellerströms) y en 2015 en Reino Unido (ed. Bloodaxe). Cada poema de los 60 que componen Sol de salamandra corresponde a un año en la vida de la autora. Sus libros han sido traducidos a 17 idiomas y ha participado en antologías y revistas de todo el mundo. Desde 1989 es miembro de la Academia de las Letras en Dinamarca.

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Autor: Pia Tafdrup. Título: Sol de salamandra. Editorial: Ya lo dijo Casimiro Parker. Venta: Todostuslibros y Amazon

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Laura di Verso

Leo poesía, con o sin rima. Y me gusta que me cuenten cuentos. Frecuento las redes, poco, desde marzo de 2020, como @lauradiverso.

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