Los barberos de Londres protestaron en 1909 contra la competencia de los cada vez más numerosos barberos extranjeros, y G. K. Chesterton, con su jovialidad habitual, les llevó la contraria escribiendo que si querían ser auténticos ingleses debían mostrarse «con sentido del humor, sanos, tolerantes y desdeñosos de los pesimistas».
Fruto de aquella colaboración fueron 1.535 artículos —unas seis mil páginas—, de los cuales al menos el 80 por ciento no se han traducido al español, un objetivo que se ha marcado la editorial Encuentro, que llevará el próximo lunes a las librerías La amenaza de los peluqueros, el cuarto tomo —uno por año— que publica en ese enorme rescate editorial, ya que prevé que serán veinte los tomos que recojan esa larga serie de artículos que duró 31 años.
Con traducción de María Isabel Abradelo de Usera y Pablo Gutiérrez Carreras, miembros del Club Chesterton de la Universidad San Pablo CEU, el medio centenar de artículos reunidos en La amenaza de los peluqueros sucede a los tres tomos titulados El fin de una época, Vegetarianos, imperialistas y otras plagas y La prensa se equivoca y otras obviedades, correspondientes a los años 1905-1906, 1907 y 1908, respectivamente, y publicados por Encuentro en los tres últimos años.
Según los traductores y editores de estos artículos, estos funcionan como pequeños ensayos, no han perdido ninguna vigencia más de cien años después y, sobre todo, son una invitación a «permanecer vigilantes» para no perder «la capacidad de pensar», además de una ayuda para «evitar ser sujetos pasivos de lo políticamente correcto, un modo de pensar que se impone abrumadoramente e impide el ejercicio del propio pensamiento».
«Verdades y publicidad en los periódicos», «Sinceridad en el vegetarianismo», «Culto al futuro», «El fracaso de los estetas», «Blanquear a los filósofos», «Sentimentalistas y periodistas tontos» o «Dickens, socialista» son algunos de los títulos de estos artículos, alguno de los cuales comienza así:
«Actualmente circula la idea de que un hombre no debe pronunciarse acerca de lo que no entiende; idea que, si fuera llevada a la práctica coherentemente, sería una restricción de la libertad de prensa muy poco superior a la censura«.
Pablo Gutiérrez Carreras ha dado a EFE varias razones para leer estos artículos de Chesterton, como que hacen ver a sus lectores que «ninguna vida es gris» y que «lo cotidiano es maravilloso, y si no lo vemos así la culpa es nuestra, no es de la vida ni de nuestro entorno». También que «reírse es saludable y nos hace libres», sobre todo cuando se está «rodeado de discursos catastrofistas, y el catastrofismo lleva a entregar nuestras libertades y nuestro modo de pensar a otros, para que nos salven; para defendernos y conservar la libertad un arma excelente es el humor».
Los artículos de Chesterton «ayudan a pensar ciñendo el lenguaje a lo que éste designa y sospecha de filosofías que niegan la posibilidad del conocimiento», ha añadido. Chesterton, según Gutiérrez Carreras, también ayuda a «considerar a la ciencia en sus límites y desconfiar de los pretendidos científicos» y también muestra que «otra democracia es posible», porque el maestro inglés enseña «un concepto de democracia muy profundo».
En su defensa del hombre común, Chesterton sostiene que «para las cosas de la vida diaria hay que fiarse de las decisiones de la gente común; hay que evitar entregarse a burócratas, psicopedagogos, encuestadores, periodistas, científicos, políticos… Nada como el hombre común, la mujer común, para ordenar y gestionar la vida diaria de la familia, del barrio, de la ciudad y de la nación», ha concluido el editor y traductor.
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