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Charo Lagares: «Sevillana es un pulso historiográfico» - Zenda
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Charo Lagares: «Sevillana es un pulso historiográfico»

Charo Lagares acaba de publicar su primera novela Sevillana (Lumen). La ha escrito durante tres años rezándole a Lorca. La novela es un retrato honesto de una sociedad de apariencias. Charo Lagares ha escrito barriendo debajo de las alfombras y sacando el polvo y la mugre que escondemos.

Charo Lagares es una profesional de la comunicación. Periodista, que abandonó el derecho por las letras, ha trabajado en diversos medios como Cosmopolitan, Diario de Sevilla, RTVE, Marie Claire (revista de la que fue directora y donde deleitó a más de una generación con sus agudas editoriales) o El Español, donde no sólo escribe, saca punta.

Quienes se han vuelto adictos a la mordacidad de sus artículos esperaban con ganas la publicación de su primer texto de ficción. Charo Lagares acaba de publicar su primera novela, Sevillana (Lumen). La ha escrito durante tres años rezándole a Lorca. La novela es un retrato honesto de una sociedad de apariencias. Charo Lagares ha escrito barriendo debajo de las alfombras y sacando el polvo y la mugre que escondemos. Y lo ha hecho manteniendo un pulso férreo con el humor y la fidelidad a una sociedad que desea entender. Sevillana puede verse como una novela irónica sobre la alta sociedad sevillana, puede leerse en términos de novela de aprendizaje (pues una de sus protagonistas está aprendiendo a vivir), pero también puede considerarse un estudio antropológico sobre una clase social y sus endogámicas relaciones, sobre un momento en que la apariencia dictó las normas sobre lo que debemos ser o hacer.

Charo Lagares ha escrito Sevillana rezándole a Lorca. Ha trazado un universo —que muchas veces nos ha resultado desconocido— para que lo conozcamos, para que podamos reírnos de una sociedad en la que, a nuestro pesar, no hace otra cosa que reflejarnos. Lagares se ríe de esta simbiosis y desuella estereotipos que perpetuamos con independencia de nuestra clase o condición con el fin de ponernos frente a frente a nuestra vulnerabilidad. Sevillana es una novela que se asienta sobre el humor, aunque en realidad dibuje una tragedia. Sevillana es una ficción que bebe de Lorca, en la que podemos degustar el tono que Martín Gaite les ponía a sus ambientes, el aroma que desprendía la ciudad en los textos de Pardo Bazán.

Charo Lagares ha rezado a Martín Gaite, Nabokov, Delibes, Pardo Bazán y Lorca antes de escribir Sevillana. Se ha encomendado a estos santos para obrar un milagro literario que ya está en nuestras librerías. Edita Lumen esta gema preciosa, original y divertida, esta excusa inevitable que nos ha llevado a Zenda a descubrir, en esta conversación, a Lagares y el fascinante universo que encierran las páginas de su novela.

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—¿Por qué escribió Sevillana?

"Sevillana es un pulso historiográfico. Quería que quedara por escrito que esa forma de vivir había existido"

—Hay una cita que leí en una entrevista que decía que quería dejar constancia del existir y del flujo del tiempo. En mi caso es así, Sevillana es un pulso historiográfico. Quería que quedara por escrito que esa forma de vivir había existido. Me apetecía contar esa manera de relacionarse de madres e hijas, de los novios, de las amistades en un ambiente así: cerrado, endogámico, con apariencia de ciudad grande o mediana pero que en realidad no lo es, porque tiene una mentalidad de ciudad pequeñita. Tengo muy pocas referencias: Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, alguna cosa de Pardo Bazán, alguna más de Delibes (aunque Delibes es otra forma de hacerlo). Me apetecía que quedara reflejado y que quedara constancia de que esto ha pasado.

—En sus primeros capítulos marca un tono muy jocoso en los diálogos. ¿Qué papel tiene el humor en esta ficción?

El mismo que en mi vida. No creo en la existencia de los grandes dramas, aunque sé que pasan. Tengo la sensación de que si esperas un poco más va a pasar y va a suceder algo que lo alivie y que, pese al gran drama —que puede ser una muerte, una estafa, un robo o un accidente— siempre hay algo en la realidad que hace que las cosas sean más ligeras. Cuando alguien me sugería alguna trama o alguna línea en la historia —como, por ejemplo, un robo o una traición— yo no creo en algo que lo ensombrezca todo, que eclipse la alegría que siempre, creo, se puede encontrar en la vida. Considero que las situaciones más negras las puedes retorcer y sacar algo de lo que reírte, aunque siempre influye el tiempo que haya pasado entre tragedia y chiste, aunque choque. Me gusta ver que se puede hacer humor de cualquier barbaridad. Aquí no hay una barbaridad que te desarme. Creo que en la vida siempre existe esa especie de equilibrio.

—Esta novela narra un fragmento en la vida de tres mujeres (abuela, madre y nieta) mientras están preparando la boda de la nieta. ¿Cómo son esas tres mujeres?

Alejandra está un poco incómoda con la vida que le ha tocado, tanto con su familia, que no la termina de entender, como con su novio, que pasa de sus intereses, no la escucha demasiado, va a lo suyo y ella se tiene que acoplar. Está revolviéndose ante una vida que parece que no ha elegido ella, que ha heredado. Sandra está en la siguiente fase: haber aceptado todo esto y ahora encontrarse con que está aburridísima en esa vida vacía. Le ha pasado lo que a muchísimas mujeres de generaciones anteriores, que se volcaron en sus hijos cuando nacieron y cuando los hijos se van sufren el síndrome del nido vacío. Tiene que reconstruirse, cerrar un espacio que había estado lleno durante veinte años por personas que ahora están construyendo su propia vida. Está en una crisis tremenda, en la que reina el aburrimiento y el darse cuenta de que se ha decepcionado a sí misma porque no ha hecho lo que quería. Sandra abuela, Sandra Álvarez de la Concha, se ha quedado viuda tras conocer el amor, un amor que eligió con cierta libertad. Está desubicada, porque el mundo que ha sido suyo ahora tampoco lo es. Sus hijas, como les pasa a muchas personas a esa edad, están volviendo a diseñar su vida, inmersas en una nueva juventud, un periodo de reconstrucción. Ella tiene que ocupar su tiempo como sea. Lo hace paseando, yendo a la peluquería. Es una persona que ha sido feliz y que ahora está un poco perdida.

—Es muy llamativo el uso del lenguaje. Contrasta mucho un lenguaje tan informal, tan coloquial, en un mundo que está basado en las apariencias. ¿Por qué usó así el lenguaje? ¿Qué pretendía con ello?

"La manera en que se usan las palabras, en que se usan los giros, revela quiénes somos y quiénes queremos ser"

Pretendía que fuera fidedigno, más verosímil. Recuerdo leer con 13 o 14 años Harry Potter y preguntarme: “¿Por qué estas personas hablan de esta manera tan cursi? Yo no escucho a la gente de la calle diciendo «rayos y centellas». ¿Por qué hablan así estos niños?”. Creo que desde ese momento ya empecé a leer libros que me dieran lo que yo buscaba, que era una manera no procesada, no editada, de hablar; porque me parece que así es como verdaderamente hablamos y eso me permite tener la sensación de que sí que hay vida en las palabras, en la manera de dirigirse los unos a los otros y que verdaderamente es una forma para mí de conocer el personaje. La manera en que se usan las palabras, en que se usan los giros, revela quiénes somos y quiénes queremos ser, qué aspectos de la realidad nos interesan, de dónde venimos socialmente. Poder emplear eso era no sólo interesante sino divertido, porque me hace estar atenta a las conversaciones ajenas. Y eso, aunque no tenga un interés cotilla, sí que lo tengo un poco antropológico: ese querer saber qué hace la gente con su vida. Me apetecía que las palabras revelaran también eso. 

—También transita con mucha facilidad entre un estilo muy descriptivo, en tercera persona, y una narración, un flujo de conciencia de las tres mujeres. ¿Decidió que iba a ser así, que iba a entrar en la mente de las tres protagonistas, desde el inicio de la escritura?

Al principio, cuando le conté a una amiga la historia de la novela, la estaba pensando sólo con la voz de Alejandra. Ella me dijo: “¡Ay,qué bien! ¡Una novela que no es solamente una voz!”. Yo no le había dicho eso (risas). Pero me quedé con la idea. Ese flujo de conciencia me ha resultado divertido, porque no tienes que frenarte. Es cierto que, por cómo pensamos, las obsesiones se repiten constantemente, y ahí sí tenemos que ponernos límites. Pero es divertido poder desbarrar, poder describir lo que tienes alrededor… Con la voz de Sandra madre lo pasé muy bien. La de Sandra Narváez de la Concha me aligeraba de la voz de Alejandra, que requería un mayor esfuerzo.

—Cuéntenos el germen de la novela.

"Las madres quieren ser dueñas del cuerpo de sus hijas porque lo ven como una extensión de ellas mismas"

Hace unos años recuerdo haber oído a una madre decirle a su hija que no podía repetir un plato. No recuerdo si le dijo: “¡No, no, que estás a dieta!” o “¡No, no, que estás gorda!”. Lo dijo delante de mucha gente. Recuerdo quedarme paralizada, porque estaba señalando a su hija delante de un grupo de personas que no eran familia. Pensé: “Qué importante tiene que ser para esa señora que su hija no engorde como para señalarla, casi humillarla, delante de tantas personas”. A partir de ahí empecé a recordar que, aunque era una escena que me resultaba chocante, no era la primera vez que había oído o visto cosas así. Las madres quieren ser dueñas del cuerpo de sus hijas porque lo ven como una extensión de ellas mismas. En cuanto se desvía de lo que les gustaría que fuera, es doloroso, puede ser una decepción. Comprender que no le pertenece su hija a una madre le puede resultar doloroso. Esa sensación de que se desprende de ti y hace lo que quiere es una sensación que duele. De ahí vino la idea de la novela. Me apetecía hablar de esa relación en un ambiente muy concreto: la esencia sevillana, las conexiones, las relaciones tan endogámicas y cerradas, las obsesiones por los apellidos, por el dinero…

—Cuéntenos el proceso de escritura de Sevillana.

Han sido tres años. La primera anotación es anterior a 2019. Escribí: “relación madre-hija”. A partir de ahí fui definiendo lo que quería que ocurriera, los personajes que deseaba que apareciesen. Al inicio quería que Alejandra rompiera con la vida que tenía programada: le había puesto un novio que era extranjero. Pero me dijo mi pareja: “¿no tiene más sentido que sea de Sevilla? Lo normal es que estén todos juntos”. Todo cobró sentido. Es verdad: tienes que estar asfixiada por tu propio ambiente y no ser consciente. Ahí se ordenó todo. He combinado escritura y trabajo, cuando estaba haciendo cualquier cosa, pensaba en todo momento que debía estar escribiendo. Ha sido una lucha aprovechando cualquier momento libre. Ha sido duro.

—¿En qué momento decidió que iba a escribir ficción?

"Yo sabía que para escribir una novela necesitaba tener un plan: es un artefacto que había que construir, aunque no tenía idea de cómo hacerlo"

A los 14 años. Leía muchísimo. Quería ser como los escritores que leía. Quería crear Memorias de Idhún, quería esa fantasía, ese escapismo. He encontrado, con el tiempo, cuadernos de entonces con anotaciones. Incluso con 18 años ya escribí una conversación en un coche entre una madre, una hermana y una amiga. Con 20 o 21 años empecé a escribir cuentos porque me llamaba mucho la atención la potencia de algunas escenas, de algunas imágenes. Yo sabía que para escribir una novela necesitaba tener un plan: es un artefacto que había que construir, aunque no tenía idea de cómo hacerlo. Mandé mis cuentos a algunas editoras y me respondían: “Están bien, pero no tienen unidad. Cuando tengas una novela, mándamela”. Eso hice. La mandé a María, le gustó y estuvimos trabajando este texto.

—Si se encontrase ahora mismo con la Charo de 14 años que empezaba a escribir cuentos, ¿qué le diría?

—¡Lo he hecho! (risas). Sigue leyendo. Recuerdo que cuando era niña las otras niñas estaban en la playa jugando mientras yo leía un libro titulado Los lagartijos. Recuerdo leerlo y pensar en esa pandilla, ¡qué cosas les pasaban! Yo miraba a las niñas y ellas no vivían ese tipo de aventuras. Siempre estaba leyendo, quedándome en muchas ocasiones al margen. Le diría a la Charo de 14 años que siga leyendo, que leer es más importante de lo que parece, que te moldea el cerebro de otra manera, que te dota de una curiosidad y una forma de expresarte. Leyendo creas un hábito, te proporciona una flexibilidad… parte del camino ya hecho a la hora de ser creativa o curiosa.

—¿Cree usted que somos lo que escribimos?

Creo que somos parte de lo que escribimos. Me gustaría ser muchas más cosas, pero esto es a lo que llego. Lo que escribo, en mi caso, es parte de lo que soy. A veces me gustaría expresarme como Nabokov, como Lorca, como Irene Solá… ¡ojalá! Pero no me sale. Estoy limitada. Es peligroso que, sin querer, me ponga a imitar a quienes admiro ya que sería falso, plasticoso.

—¿Quiénes son los referentes que ha tenido a la hora de escribir Sevillana?

"Pensaba en Lorca. ¡Lorca, ayúdame con esto! A ver cómo puedo describir este ambiente, esa Andalucía"

Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, por ese ambiente tan pequeñito de aquella ciudad. Pero en 2023 no podemos solo acompañar un ambiente, una atmósfera, ha de ocurrir algo. Pensaba en esas calles y quería que ese ambiente me impregnase y llegara de algún modo al ordenador. Pensaba también en Mi idolatrado hijo Sisí (Delibes). Pensaba en Nabokov, que para hacer Lolita se puso a escribir casi poesía. Si se puede llegar a ese grado de lirismo en la prosa, yo también quiero. Pensaba en la forma de ver Madrid de Pardo Bazán. Pensaba en Steinbeck, cuyas descripciones me resultan líricas. Pensaba, pero… en realidad les estaba rezando. Pensaba en Lorca. «¡Lorca, ayúdame con esto! A ver cómo puedo describir este ambiente, esa Andalucía». Pensaba en Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, esa niña que se va a casar y al final no se casa porque su novio se va a Méjico y ella se queda compuesta y sin novio. Intentaba que, de alguna forma, ese ambiente me permeara.

—¿Para qué escribe Charo Lagares?

Porque el psicólogo es muy caro. (Risas). Quiero dejar constancia de ciertas cosas. Otras veces me viene una idea, un flash y me interesa lo que se esconde detrás.

—¿Cree que su trabajo periodístico ha podido influir en la manera de enfrentarse a la ficción? ¿Se retroalimentan ambos universos?

De alguna forma creo que sí. Cuando pensé en las tres voces me dije que tenía más sentido tener los puntos de vista de todas que solamente el de una, porque estaría de algún modo sesgado. Creo que ese impulso y esas ganas de buscar que el texto resulte más completo y complejo es lo que puede estar más relacionado con el periodismo.

—Para quien no la conozca, ¿quién es Charo Lagares, escritora?

Lo estoy intentando averiguar. Creo que alguien que busca cobijo, excusa y razón en la escritura. A mí me sirve para eso. Me cansa estar en contacto todo el tiempo con gente, así que me resguardo ahí. Es una cuevita, una guarida.

—¿Qué espera que pase con Sevillana?

Ojalá vaya bien. Ojalá venda. Quiero que se comprenda. Que la gente que está en ese tipo de ambientes sea más consciente de nuestras limitaciones. Quería dibujar ese mundo, que quienes estén dentro lo entiendan mejor, nos entendamos y lo cuestionemos un poco más.

—¿Próximos proyectos literarios?

Estoy digiriendo una idea, pero no quiero acelerarla. Quiero que vaya cogiendo peso y sentido. Aún tengo que hacer una labor de documentación e investigación.

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Raquel Jiménez Jiménez

Chica prensa (gabinete de comunicación) y estudiante aficionada a la Historia. A veces hago reseñas y entrevistas. Me encanta el teatro, ¿Qué sería de nosotros sin él?

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