Incluso abatida, la escritora francesa Céline Curiol no daba crédito el día que volcó en su ordenador las diferentes carpetas que había abierto a lo largo de seis años para armar la monumental Las leyes de la ascensión, su sexta novela, un friso de casi mil páginas, ambientado en el París de 2015.
Publicado ahora en castellano por Periférica y Errata Naturae, llega a España este portentoso artefacto literario, obra coral que transcurre a lo largo de las cuatro estaciones del año (verano, otoño, invierno y primavera) en el barrio parisiense de Belleville, donde transitan una periodista, un psiquiatra, un jubilado, una profesora, una desempleada y un estudiante de bachillerato.
Con una dedicatoria «Al Amor», su autora precisa que, más allá de radiografiar una época en la que la sociedad francesa mostró su «estupefacción» por los atentados de París de noviembre de 2015, en los que murieron más de 130 personas, quería reflexionar sobre «si estaríamos dispuestos a morir por nuestros ideales. Es decir: nuestros ideales, nuestros sueños, nuestros principios, ¿se aplican realmente a las vidas que estamos viviendo? ¿Hay correspondencia entre la existencia que llevamos y las convicciones que a priori nos mueven?».
A su juicio, estas son las preguntas que mueven a los seis protagonistas de la caleidoscópica novela y que «enlazan con el concepto de revolución y rebeldía, que los personajes se plantean en algún momento de la trama, ¿cómo llevarlas a cabo?«.
Sin querer pontificar, Céline Curiol, que en Nueva York cubrió en septiembre de 2001 los atentados de las Torres Gemelas y vivió en París los atentados de noviembre de 2015, considera que no tiene claro que una gran mayoría esté por la revolución, el cambio total. «Todos nosotros estamos tan instalados en nuestra comodidad y en nuestro confort y tan poco dispuestos a sacrificar no ya nuestra vida, sino una pequeña parte de este confort, que resulta muy chocante y muy impactante ver que hay personas en el seno de nuestra sociedad que están dispuestas a sacrificar su vida por sus ideales, sean los que sean», apunta. A su juicio, «la revolución solo es posible cuando, como individuos, estamos preparados para la renuncia y el sacrificio».
De su experiencia directa en 2001 en Estados Unidos, donde entonces residía, y catorce años más tarde en Francia, testimonia que lo ocurrido es que «se instaló en la sociedad un miedo real a lo sucedido, porque podía seguir ocurriendo, lo que reflejo en una escena de la novela en la que una de las protagonistas se ve envuelta en una suerte de amago de atentado, cuando lo que explota es un petardo». Con esta escena quería simbolizar, agrega, «cómo en una sociedad que hasta esas fechas fue más bien ingenua y despreocupada se insinúa el miedo y cómo acaba impregnando la vida de las personas».
A pesar de que a lo largo de estas páginas surgen diferentes cuestiones, desde el amor a la empatía, destacan algunos momentos en los que, por ejemplo, se ahonda en el periodismo actual, donde Curiol cree que «hay una reticencia por parte de las nuevas generaciones de periodistas a ir sobre el terreno y a implicarse más en lo que sucede». A la vez, no obvia que ello ocurre «por la eclosión de las redes sociales y por el hecho de que desde las propias redacciones no se motiva al periodista para que salga más y se exponga a la actualidad«.
Medita Curiol: «Quizá lo que me planteaba era reflejar cuál es la responsabilidad de los medios y cómo al buscar el sensacionalismo se pierde un poco el sentido del oficio». En una de las escenas de la novela relata un secuestro en un McDonald’s con muchas cámaras de televisión apostadas delante del edificio, «filmando el bloque, pero es una imagen fija que no aporta nada, mientras sabemos que dentro está ocurriendo lo realmente importante».
Segura de que una novela puede cambiar la vida de una persona, como le ocurrió a ella con Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski, reconoce que «no es fácil» volver a sentarse ante el ordenador después de una obra como Las leyes de la ascensión, con muy buenas críticas y una buena acogida en Francia y que ha empezado a traducirse a otras lenguas. Por ello, ha cambiado de registro y avanza que está trabajando en un ensayo sobre la reserva natural de la Camarga, en el sur de Francia.
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