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Casas Poderosas (III): Jorge Luis Borges / Las mil y una noches / Salvador Dalí  - Zenda
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Casas Poderosas (III): Jorge Luis Borges / Las mil y una noches / Salvador Dalí 

Como las de nuestros hogares en estas fechas de confinamiento, su puerta, de dos batientes, no era para entrar ni aún para salir, sino para que la tuvieran cerrada. No la mantenía cerrada un virus, sino una profecía, y cada vez que un rey fallecía y otro rey heredaba su trono altísimo, éste añadía con...

Dice Kathleen Raine en su ensayo sobre Golgonooza (1991) que nunca nos sentimos en casa cuando nos falta la belleza, pero la belleza de la Cámara de las Estatuas resultó ser destructora y la ambición de poseerla, letal.

Como las de nuestros hogares en estas fechas de confinamiento, su puerta, de dos batientes, no era para entrar ni aún para salir, sino para que la tuvieran cerrada. No la mantenía cerrada un virus, sino una profecía, y cada vez que un rey fallecía y otro rey heredaba su trono altísimo, éste añadía con sus manos una cerradura nueva a la puerta, hasta que fueron veinticuatro las cerraduras, una por cada rey.

Jorge Luis Borges (1899-1986) en su Historia Universal de la Infamia (1935) atribuye su autoría al libro de Las mil y una noches, y nos narra cómo en la noche 272 llegó al poder un hombre malvado que desoyendo los consejos y las súplicas de sus súbditos abrió la puerta con su mano derecha (que arderá para siempre).

"Descubrió siete estancias: la primera estaba llena de estatuas de metal que representaban árabes a caballo a galope tendido"

Descubrió siete estancias: la primera estaba llena de estatuas de metal que representaban árabes a caballo a galope tendido con sus espadas y alfanjes suspendidos de talabartes y la derecha lanza en la diestra.

En la segunda estaba la mesa de Solimán, hijo de David —¡sea para los dos la salvación!— tallada en una sola piedra esmeralda.

En la tercera hallaron dos libros: uno era negro y enseñaba las virtudes de los metales, de los talismanes y de los días, así como la preparación de venenos y de contravenenos; otro era blanco y no se pudo descifrar su enseñanza, aunque la escritura era clara.

En la cuarta encontraron un mapamundi.

En la quinta encontraron un espejo de forma circular, y el que se miraba en su luna veía las caras de sus padres y de sus hijos, desde el primer Adán hasta los que oirán la Trompeta.

La sexta estaba llena de elixir.

La séptima les pareció vacía y era tan larga que el más hábil de los arqueros hubiera disparado una flecha desde la puerta sin conseguir clavarla en el fondo. En la pared final vieron grabada una inscripción terrible. El rey la examinó y la comprendió, y decía de esta suerte: «Si alguna mano abre la puerta de este castillo, los guerreros de carne que se parecen a los guerreros de metal de la entrada se adueñarán del reino.»

Y así fue: el poder de la Cámara de las Estatuas desencadenó un cambio histórico por la mera profanación de un alcázar respetado por veinticuatro generaciones, y el linaje de los responsables quedó arrasado por una ola de oriente.

Estas cosas acontecieron el año ochenta y nueve de la hégira. Antes que tocara a su fin, Tárik se apoderó de esa fortaleza y derrotó a ese rey y vendió a sus mujeres y a sus hijos y desoló sus tierras. Así se fueron dilatando los árabes por el reino de Andalucía, con sus higueras y praderas regadas, en las que no se sufre de sed. En cuanto a los tesoros, es fama que Tárik, hijo de Ziad, los remitió al califa su señor, que los guardó en una pirámide.

El breve relato, citado aquí casi en su totalidad, posee una actualidad abrumadora. La recomendación de no abrir la puerta de nuestras casas, hoy promovida por el #quédateencasa, es si cabe más convincente. Antes que Borges lo recogió también con alguna variación las Analectas sobre la Historia y la Literatura de los árabes de España (1855), de Al-Makkuri y más recientemente Georges Perec la menciona en La vida: Instrucciones de uso (1978) pero siempre reescrito y actualizado.

"El mapa y el elixir que torna el vil metal en oro coinciden, pero el espejo maravilloso y circular tiene en la versión original el don de mostrar los siete climas del universo"

Las traducciones de los relatos de Quitab alif laila wa laila (El libro de las mil y una noches) han estado siempre bajo sospecha. A Antoine Galland, el primer traductor de la obra al francés y por ende a un idioma occidental (1704), se le atribuye la redacción de la historia de Aladino y la Lámpara Maravillosa. Las notas de la traducción de Sir Richard Burton no difieren de la infinitud de las narraciones de Schahrasad. Las noches se remontan a tiempos de Zoroastro y los pehlevies, y las traducciones se suceden del zenda (que a la par de este blog fue también un idioma) al sánscrito y del sánscrito al árabe, que las hace suyas.

En Egipto, junto a las fuentes del Nilo, se encontraron los manuscritos completos más antiguos de la obra (siglo XIV). Mientras, cada traductor añadía su mágica prolongación de la vigilia y de la vida. El castellano tuvo que esperar hasta 1954 y a Rafael Cansinos Assens, quien las prologa soñando que la literatura griega nace a la luz del día, bajo los auspicios de Helios, mientras que la oriental se abre como el loto, bajo la mirada de la Luna. 

Como el alemán Gustav Weil y su Historia de los dos que soñaron (1860), Jorge Luis Borges continúa la tradición nómada y genial alterando el texto. Comparado con la traducción de Cansinos, la historia del usurpador rey don Rodrigo, hijo de Teodofredo y duque de Córdoba, que destronó por las armas al godo Witiza, se prolonga, como era menester, entre las noches 202 y 203 y no en la 272; las estatuas son frescos; la inscripción profética de la conquista árabe estaba escrita en un libro y no grabada en el muro de la última estancia. También encontró un tesoro precioso con más de 170 coronas de oro con incrustaciones de perlas y rubíes; un libro de la práctica del arte de la orfebrería y de tallar el rubí, así como un tratado de venenos y remedios. El mapa y el elixir que torna el vil metal en oro coinciden, pero el espejo maravilloso y circular tiene en la versión original el don de mostrar los siete climas del universo. Borges también omite una bandera y una cámara repleta de jacintos.

"De qué cámara habrán salido esta vez desbocados los cuatro jinetes de esta nuestra Apocalipsis, que desafortunadamente no tienen las caras de Gala y Dalí"

Para ilustrar el relato se ha escogido La batalla de Tetuán (Homenaje a Mariano Fortuny) (1962), de Salvador Dalí (1904-1989) quien comparte con Borges un universo personal, denostado por parte de la pseudointelectualidad oficial, que le niega, por su popularidad y criba de prejuicios, el deleite de su obra.

Su biografía comienza antes de su nacimiento con sus recuerdos intrauterinos, y es desde todo punto excesiva. Él mismo escribió varias autobiografías, entre otras La vida secreta de Salvador Dalí, el Diario de un genio o Dalí por Dalí, todas ellas verdaderamente falsas. Su máxima ambición fue ser Salvador Dalí, pero a medida que se acercaba, éste se alejaba de él. Todo lo demás lo alcanzó en vida.

Ante todo, destaca su amor a Cadaqués, a Gala y a sí mismo. Creo oportuno recordar ahora que en 1929 se encerró junto a Gala en la habitación de un hotel de Carry-le-Rouet en la Costa Azul, con gran provisión de leña y alimentos, y ni siquiera abrieron los postigos durante dos meses. A la salida se instalaron en Port Lligat, en una pequeña casa de pescadores cerca de Cadaqués, de una sola pieza de apenas cuatro metros por cuatro. No fue ajeno a nada de lo que pasó en el mundo del arte desde entonces hasta su muerte, y nada de lo que pasó desde entonces en el mundo del arte fue ajeno a Dalí.

De qué cámara habrán salido esta vez desbocados los cuatro jinetes de esta nuestra Apocalipsis, que desafortunadamente no tienen las caras de Gala y Dalí dejando atrás las ruinas de la mezquindad del género humano. Visto lo visto, tras la lectura de la Cámara de las Estatuas sólo podemos encomendarnos al todopoderoso de nuestro credo, aunque tal vez sea ya tarde, para que nos libre de gobernantes malvados.

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Aresio de Ronda

Doctor, arquitecto, lector y amante de la ópera. aresioderonda@gmail.com

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