Querido capitán Alatriste:
He dudado si empezar esta carta ahora o dejarlo para más adelante. Prisa no tengo ninguna y podría dedicarme a releer con calma tus libros, a ver tu película, la de Díaz Yanes, una vez más, o revisar el magnífico tomo sobre ti y el Siglo de Oro que preparó en su día, sobre todo, Juan Eslava Galán. En realidad todo esto lo he hecho un poco ya. Pero lo cierto es que no quiero hacer una tesis doctoral o un ensayo, apenas un artículo; quiero escribirte una carta, una humilde carta llena de sentido.
Ahora que lo pienso escribirte es como escribir a D´Artagnan, al Conde de Monte-Cristo o a Tintín. Sois personajes que vivís en las historias, pero también en nuestras historias, en nuestra Historia. Sois compañeros de nuestra vida, amigos, seres que nos hacen muy felices a nosotros, vuestros lectores, que no olvido que somos seres mortales, vosotros que sois inmortales. Es verdad, no obstante, que vosotros también tenéis que sufrir mucho, pasar mil y una peripecias, tal vez como nosotros, pero de distinta manera. Ahora pienso que vuestra existencia depende de la nuestra, pues nosotros os leemos y os creamos o recreamos con nuestra imaginación, pero en tanto y en cuanto que nos hacéis tan felices nosotros también dependemos de vosotros. Nuestra dicha depende de vosotros, a través de los siglos.
Cuántas horas he sido inmensamente feliz leyendo El conde de Monte-Cristo, o Tintín, o tus mismas aventuras, escritas con tantísimo cuidado y competencia, si me permites decirlo, por nuestro amigo Arturo Pérez-Reverte. Doy gracias a Dios, el Dios de la literatura y para mí de todas las cosas, también de los grandes libros y de los grandes personajes —también de los grandes escritores—, le doy gracias al Hacedor de la vida y del arte por albergar todas estas historias, esta magia, esta pasión, que al final no es otra, si lo pienso, que la pasión por los libros, lo que contienen y lo que trascienden. Y puede ser la ficción, puede ser la poesía, puede ser la Historia, la Sabiduría… Los griegos sabían mucho de todo esto y lo clasificaban muy bien. Yo creo que sabían tanto de ello, y lo estudiaron tan meticulosamente —pienso ahora en Aristóteles— porque lo vivieron antes, lo experimentaron profundamente, lo pasaron por todo su ser.
Yo también he pasado por todo mi ser tus aventuras, los personajes con los que conviviste, tu época. Y apuesto a que no he sido el único ni mucho menos. Tus libros se han vendido muchísimo. Hace unos años me dijeron que del primer tomo de tus aventuras ya se habían vendido un millón de ejemplares, y quién podría haber predicho tal éxito. En aquel momento el género de capa y espada vivía horas bajas. Arturo Pérez-Reverte empezó a escribir sobre ti alentado por el impulso de enseñar a su hija Carlota sobre el Siglo de Oro. Se dio cuenta —él se da cuenta de todo— de que los libros de Historia con los que estudiaba su hija, los libros en los que estudiaban los niños españoles, dedicaban un muy exiguo espacio a tu época, siendo ésta tan importante para España y su Historia. Y así le ofreció a su hija que se documentara sobre aquello; se puede decir que la contrató, y al final firmaron los dos el libro, el primero de la serie. Ahora Carlota, según puedo saber, es arqueóloga submarina, siguiendo los pasos de su padre y de La carta esférica, me atrevería a decir, y estudió, según tengo entendido, Historia, en el fondo siguiendo también los pasos de su padre. Supongo que los genes se llaman genes porque generan todo, aparte de la educación y el medio en el que crecemos, o en convivencia y relación con esa educación y ese medio.
Con estos maravillosos padres cómo no ibas a salir tan interesante y lucido, capitán Alatriste. Al principio de tu primera historia dicen que eres un hombre valiente, y lo eres desde luego, pero que no eres especialmente honesto, y sin embargo yo te considero una buena persona, un buen hombre, un gran amigo de sus amigos, y un excelente tutor de Íñigo de Balboa, que con tan buen pulso cuenta tus andanzas, entre el pícaro y el caballero. Él sabe que como decían los romanos, y eso lo he leído al menos en uno de tus cómics, “larga es la mano de la pluma”, y es muy cierto. Yo creo que el escritor —supongo que también el periodista— llega un momento en su vida en que se da cuenta de esta verdad. La pluma es posible que no alcance mucho oro, pero es muy capaz de alcanzar otro tipo de tesoros. Tesoros del alma. Y de hacer muy buenos amigos, amigos de la literatura, como Quevedo, Lope y Calderón, que aparecen en tus libros, o Cervantes, “el gran Cervantes”, que con tanto orgullo es citado en ellos.
En el fondo Cervantes no era tan diferente de ti, capitán Alatriste. Un soldado con muchas letras, cuyo mayor patrimonio, acaso sin saberlo, fue su azarosa vida, y los frutos que ésta le dio, pasados a limpio por su portentosa pluma. Tú no escribías, capitán, creo recordar, aunque a menudo se te ve leer –eres un gran aficionado a la lectura-, pero ya tienes a tu paje Íñigo de Balboa para contar quién fuiste, lo que viviste. Al final de la película de Díaz Yanes uno de tus amigos, le dice precisamente a Balboa, justo antes de morir en batalla: “Cuenta lo que fuimos”, y eso es precisamente lo que hizo, con tan brillante estilo, con tanta verdad, el joven Íñigo. Decir El capitán Alatriste es decir todo un tiempo, es decir aventura, es decir diversión, con un libro en las manos, entre tanta vida y tanta literatura, tanta Historia.
Por eso ese primer libro, tan importante, fundacional, ha vendido ya más de un millón de ejemplares, por eso con él aprenden los niños en los colegios. Todos, niños y mayores, recordamos lo que fuimos, que buena falta nos hace, pienso yo, porque España necesita recuperar a nuestros mejores personajes, recordar esos momentos tan contradictorios pero al mismo tiempo tan gloriosos. Es cierto que cuando España fue un Imperio pasaron en ella muchas cosas malas —por ejemplo, había mucha pobreza y miseria—, pero también es cierto que en muchos aspectos llegó a lo más alto de su Historia, y eso hay que recordarlo, aunque sea para darnos ánimos, para impulsarnos hacia el futuro. Como escritor me gusta mucho tener bien presente a Cervantes, a Quevedo, a Calderón, a Lope… a ti, a Íñigo de Balboa. Sí, al final son tan reales como D´Artagnan, como Tintín, como todos esos escritores, como Don Quijote y Sancho Panza. La vida, como decía Jodorowsky, es una “danza” —él decía “la danza de la realidad”—, y en ese baile está todo, la realidad, la ficción, la Historia y la poesía, la mentira y la verdad. Me atrevo a decir, capitán, que la mentira no existe, pues la verdad quizá esté hecha de mentiras, y al revés. Tampoco existe la verdad, pura, pues al final ésta podría ser un invento literario, el canto que rueda por el fondo del río y se va puliendo. Hasta el final de los siglos.
Me está saliendo una carta un tanto filosófica, capitán Alatriste. Lo achaco a que es temprano en la mañana y apenas he desayunado. Pero considero que el texto cobra así, también, un encanto especial.
No quiero hacer una carta larga. Tengo en mi cabeza muy bien tu imagen, la imaginada llanamente por mí, la dibujada por Mundet o Puerta, tan maravillosa, o el Viggo Mortensen de la película de Díaz Yanes, en la que me parece que estás magnífico. Creo que te pareces bastante, en la forma de ser, a tu creador, Pérez-Reverte. José Belmonte Serrano, que lo conoce tan bien, dice que el capitán Alatriste es Arturo Pérez-Reverte, por la personalidad, el carácter. Me parece que a él no le gustaría identificarse tanto con el personaje, contigo, entre otras razones porque tiene muchas otras criaturas —con las que también comparte rasgos, en mi opinión—, pero creo recordar que él ha dicho alguna vez que su gran personaje como tal eras tú, Alatriste, y también creo recordar que dijo en su momento que él había entrado en la Real Academia Española por El capitán Alatriste. Se comprende muy bien, dado el trabajo de creación y recreación lingüística que hay en tus libros, por no hablar de la documentación histórica y literaria, de la creación y recreación del escenario y la época.
En fin, Alatriste, no sé si me pongo un poco erudito. Supongo que no. Cada uno es como es. Pero tú también eres amigo de letras y de libros, y por eso se te ve a menudo en compañía de literatos, escritores que son para nosotros tan inmortales como tú. O ése es al menos mi sentir.
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