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Carta a Luis Alberto de Cuenca - Zenda
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Carta a Luis Alberto de Cuenca

Es pronto en la mañana y me he decidido a escribirte. Llevo unos días que pensaba hacerlo, pero lo he ido dejando hasta ahora. Sin  embargo creo que no he perdido el tiempo, porque he aprovechado para leer y releer textos tuyos, textos que me gustan mucho: poemas, traducciones, textos varios, maravillosos, todo he de...

Querido Luis Alberto:

Es pronto en la mañana y me he decidido a escribirte. Llevo unos días que pensaba hacerlo, pero lo he ido dejando hasta ahora. Sin  embargo creo que no he perdido el tiempo, porque he aprovechado para leer y releer textos tuyos, textos que me gustan mucho: poemas, traducciones, textos varios, maravillosos, todo he de decirlo. Ahora, con las modernidades, nos escribimos mucho con el Whatsapp; antes hablábamos más por teléfono. Es verdad que te siento cercano, en tu escritura sobre todo, también en tu presencia en los medios, ya que eres un escritor diría yo que muy mediático. Bien que te lo mereces; además es bueno para los lectores, oyentes, televidentes, así todos podemos beneficiarnos de tu saber y cultura, tu simpatía y bondad.

De vez en cuando nos vemos en algún acto o cuando te hago alguna entrevista. Siempre es una alegría escucharte, con tu cultura y calidad humana, tu profundidad, tu literatura, pues sin duda también eres un “escritor oral”, como lo son algunos otros. Pienso ahora en Ángel Antonio Herrera. Esto de los “escritores orales” es algo interesante que se podría estudiar, si es que no lo ha sido ya. Hay escritores que también lo son, y mucho, cuando hablan. En general el escritor lo es siempre, al hablar y también al moverse, en toda su vida, pero hay unos que lo son especialmente. Y creo que esto no lo he aprendido haciendo entrevistas, que he hecho muchas, sino simplemente observando y escuchando.

Hoy me he parado a pensar cuándo te conocí, Luis Alberto, y creo que fue con motivo de la entrevista que te hice sobre La guerra de las galaxias y el mito artúrico, entrevista que coloqué al final de mi libro La guerra de las galaxias, el mito renovado como una especie de anexo. Recuerdo de aquel día tu cordialidad, amabilidad, tu espíritu abierto —siempre he pensado que tienes don de gentes, o que lo has adquirido o que simplemente lo has cultivado—, tu erudición… pero una erudición dinámica, amena, divertida. Tú disfrutas mucho con la cultura y consigues que los demás disfrutemos con tu cultura. La palabra “diversión” es obligada cuando se habla de Luis Alberto de Cuenca, a mi juicio.

Aquella mañana en que te entrevisté, hace tantos años, unos 17, me sentí muy bien recibido, muy bien acogido, en tu despacho del CSIC aquella mañana. Luego te he entrevistado varias veces, quizá cinco veces más, tal vez en más ocasiones, y he coincidido contigo en muchos actos, en conferencias, en cursos, en muchos sitios. Me has presentado dos o tres libros y siempre te has portado conmigo maravillosamente.

Para ser sinceros mi libro sobre La guerra de las galaxias, que luego funcionó tan bien, se publicó gracias a ti. Tardó tres años en salir a la luz y lo hizo gracias a tus gestiones. Una vez en tu casa, en tu fantástica biblioteca, te pregunté por este libro mío, qué te parecía, y me dijiste: “Es un libro magnífico”. De lo cual no puedo estar más contento porque es un libro muy querido por mí, y muy personal, como siempre me dice el profesor Daniel M. Sáez Rivera, compañero de facultad y también hombre muy sabio: “Para mí, de los que te he leído, es tu libro más personal.”

Lo mismo que pienso de ti lo pienso de tus obras, querido Luis Alberto. Me parece excelente esta identificación del hombre y la obra, del escritor y su creación. Con razón tú dices que “la cultura y la vida son una y la misma cosa”, como puse de titular en una de nuestras entrevistas.

Hace poco, ayer mismo, te dije en un mensaje que me parecías “un todoterreno de línea clásica”, y me imaginaba un coche de ese estilo, todoterreno, fuerte y práctico, pero con línea clásica, bello y de algún modo ligero, ágil, versátil, grácil. Porque tú has demostrado que eres un gran poeta, un muy buen conferenciante, un estupendo entrevistado, un magnífico contertulio de radio. Y la clave de todo esto creo que reside en tu espíritu, en tu vocación, en tu inteligencia, en tu cultura, en la pasión con la que afrontas todas tus lecturas, todo hecho cultural pero también la vida en el sentido más amplio. En realidad, claro, la clave está en ti, en tu persona, en todo tu ser. Y cuando leemos tus poemas nos damos cuenta de que ahí está la cultura, el pasado, pero también tu vida, tu presente, tu cotidianidad, tus amores. Estás todo tú. Y qué mejor se puede decir de un escritor.

Ahora estoy terminando de leer un librito tuyo delicioso que se llama Palabras que son vida. El placer de pensar, de Plataforma Digital, en el que seleccionas 50 palabras y ofreces su origen etimológico, explicando éste, a la vez que haces un pequeño desarrollo ensayístico. Palabras como “arcano”, “disciplina”, “esfuerzo”, “laberinto”, “pátina”… Me parece un libro bellísimo, y lo recomiendo mucho desde aquí. Son apenas 120 páginas, pero muy llenas y muy amenas, plenas de sorpresas, porque las palabras significan mucho más de lo que parecen y en su origen ocultan espléndidos misterios. Misterios que tú desvelas. Es un libro a mi modo de ver que consigue mucho, muchísimo, con muy pocas pretensiones. Eso es lo que pienso. Puede parecer arte menor, pero tú lo vuelves mayor.

Ahora voy a leer Historia y poesía (Nausícaa), que creo que constituye tu discurso de ingreso en la Real Academia de Historia, pero “sin su ropaje académico”, según me has dicho. Y tengo a mano para releer Necesidad del mito, que publicaste por primera vez en 1976, el año en que nací, fíjate qué lejano en el tiempo…

Creo que te mueves bien en todos los campos de la cultura en los que te internas, y en todos los géneros literarios que cultivas. Hace poco en una entrevista de podcast que te hizo un amigo mío, César López, te preguntaba el entrevistador qué recomendabas a los que querían escribir, y tú contestaste, llanamente: “Que lean, que se cultiven.” No hay nada mejor. Y cuando decías cultivarse te referías a algo muy amplio, podía ser ir al cine, al teatro, leer libros, etc. Sobre todo, pienso yo, leer libros, pues creo que es lo que más va a ayudar al futuro escritor, aparte de la vida, vivir, que también es esencial para escribir. Y creo que tanto la vida como la cultura son lo que le da el sello característico a tu obra, y lo que la hace tan entretenida, tan divertida, si me permites insistir en ello.

Me decía en una ocasión Arturo Pérez-Reverte que él pensaba que cada uno, cada escritor en este caso, se enriquecía como podía, y estoy de acuerdo, partiendo siempre de la vida y de la cultura, ya que no tenemos otra cosa. Tú has bebido, bebes constantemente de una y de otra, y en una de las entrevistas antiguas que te hice decía, escribía, que en tu obra la vida y la cultura se abrazaban la una a la otra como un todo. Tampoco es muy original la idea, pero sí es exacta.

Sí, yo creo, como dice Pérez-Reverte, que cada escritor se enriquece como puede, con lo que tiene a mano seguramente. En unos pesa más lo libresco, en otros más lo cinematográfico, o las aventuras vividas en primera persona, o ciertas experiencias especialmente importantes. En fin, cada persona es un universo, y cada escritor, quizá, muchos universos. La escritura, en mi experiencia, pone orden y concierto, aclara, todo lo vivido y lo leído, y gracias a la creatividad, lo lanza y le da otro nivel, llamémosle arte, llamémosle literatura, pero sigue siendo vida, vida escrita.

Me acuerdo ahora de aquel librito tan hermoso de Javier Marías sobre escritores, Vidas escritas. Ahora creo que el escritor quizá no sea sólo “el que escribe” sin sobre todo “el que ha escrito ya”, y por tanto escritor. Quizá el que ha escrito ya y al que ya se le ha leído también. Tú lo eres en una categoría, en mi humilde sentir, muy alta, aunque declares, como tantos otros escritores —aquí es obligado citar a Borges—, que te guste más leer que escribir, que para ti sea más importante leer que escribir.

No es mi caso precisamente, importándome tantísimo leer, gustándome tanto leer, pero me gusta todavía más, me importa todavía más escribir. Pero te comprendo perfectamente, a ti, a Borges y al mismo Pérez-Reverte, entre otros, que estáis de acuerdo en esto.

En fin, querido Luis Alberto, cierro mi carta porque ya va larga. Te conozco mucho y veo que lleno las cuartillas sin mucho esfuerzo, pero hay que pensar en el lector —esta carta también es un artículo—, que preferirá un texto más breve, y yo lo entiendo muy bien.

Sabes que te deseo lo mejor y cuánto te agradezco lo que has hecho por mí. Estoy seguro de que lo has hecho por  muchos otros, porque mi experiencia me dice que el hombre bueno, en el fondo, lo es con todos, y que cada uno se relaciona con el mundo tal y como es. Te considero una persona muy completa y los que disfrutamos de tu amistad lo sabemos; también los que han disfrutado en una ocasión u otra de tu sabiduría y cordialidad, en vivo y en directo, en el libro o en los diferentes medios de comunicación, sabiduría cordial, amable, diría yo, y también, por supuesto, de tu poesía, tan premiada y celebrada.

Tu poesía siempre nos dice algo nuevo al releerla, siempre aparece algo nuevo en ella cuando abrimos sus páginas, y esto es algo que compartes con los autores clásicos, con nuestros escritores más leídos y frecuentados, más queridos.

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Eduardo Martínez Rico

Nació en Madrid en 1976. Se licenció en Filología Hispánica en 1999 por la Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en Filología, por la misma Universidad, en 2002. Es autor de 17 libros publicados, de novela, biografía y ensayo. Entre sus obras se pueden citar las novelas históricas Cid Campeador y Fernando el Católico. El destino del rey, su ensayo La guerra de las galaxias. El mito renovado y su biografía Pedro J. Tinta en las venas. Ha sido profesor del Instituto de Empresa y de la Universidad de Mayores del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de Madrid (Literatura Española).

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Javier Quiñones
Javier Quiñones
4 meses hace

Entrañable carta, me ga gustado mucho. Yo también he leído mucho a Muñoz Molina y me parece un escritor muy notable. Por un momento, mientras leía tu carta, he pensado en la carta que Molina escribió en su día Juan Marsé. He visto algún punto de contacto entre ambas. Enhorabuena por tu carta. Es muy buena. Saludos cordiales.

Raoul
Raoul
4 meses hace

Vaya, y yo que intenté cuatro veces leer El invierno en Lisboa, hasta que lo dejé por imposible y lo vendí en una librería de viejo, ya que aquello me pareció una especie de Graham Greene del pobre con una trama sin el más mínimo interés, unos personajes tópicos de comportamientos previsibles y nombres estúpidos (Floro Bloom y Santiago Biralbo se llamaban dos de ellos, si mal no recuerdo), un estilo pomposo, ridículo y pretendidamente evocador, y un tono supuestamente melancólico y totalmente impostado: una obra maestra de la literatura, vamos. Lo que me sorprende hoy es que hace años leí varias novelas del insigne escritor: Beltenebros y El guardian del secreto no me parecieron tan malas como la otra, aunque sí muy mediocres, otra cuyo título no recuerdo la dejé después de haber leído diez páginas porque buscaba un tono humorístico a lo Eduardo Mendoza que producía vergüenza ajena (hasta sus admiradores reconocerán que Muñoz Molina no está dotado para el humor), y sobre Ventanas de Manhattan mejor correr un tupido (y piadoso) velo. De esta última leí una crítica, que sería interesante recuperar, en el blog Lector malherido, donde Alberto Olmos, con acierto y agudeza, la ponía de vuelta y media (¿era ahí donde decía que Muñoz Molina parecía un intento de Javier Marías pero escribiendo mal?). De los artículos para El País que perpetra de vez en cuando el genio de Úbeda, son llamativos el empalagoso tono relamido cuando escribe sobre literatura y los intentos de nadar y guardar la ropa cuando decide pontificar sobre política. Si a eso sumamos que allá por los años noventa lo vi en un coloquio del programa de Garci, tras la proyección de Bienvenido, Mister Marshall, en el que, imagino que impactado por la impresión que le había producido la película, interrumpía a sus contertulios y se comportaba como nunca debe uno comportarse en una charla de ese tipo, considero, al contrario de lo que opina el autor de la carta, que Antonio Muñoz Molina es uno de los bluffs más evidentes del mundillo literario español de los últimos cuarenta años.

errefejota
errefejota
3 meses hace
Responder a  Raoul

Un escritor absolutamente sobrevalorado porque supo arrimarse a la izquierda de El País. Intenté leer alguna cosa que apenas recuerdo antes de Ardor guerrero, donde ya dije: escribe tan feo como es su cara. Casualmente, yo le seguí los pasos unos meses más tarde de pasar por el CIR de Vitoria y luego ser destinado a Burgos, creo. Yo acabé en Bilbao, que para todo hay clases. Su descripción de lo que vivió era tan superficial y estúpida que me alegré de habrer pillado el libro de una bibilioteca y no haberme gastado mis dineros. Para mí, como siempre fue un enchufado, estuvo unos días por allí y luego volvió con su mami. Después, he intentado leer algún artículo (en Lo País) y no puedo con el tipo. Todo es tan monótono como su voz que nunca dmodula. Y es que es muy feo, leñe. Con tanta guita cualquiera se puede hacer un chapa y pintura. Salvo él, que ya tiene su Lindo. Y lo de la carta de amor del señor escribidor se parece a alguna epístola de nuestro amado líder. En fin.

Manuel Couceiro
Manuel Couceiro
3 meses hace
Responder a  Raoul

Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo vayas a decir. Que compendio de chorradas una detrás de otra. Si no te gusta, pues vale, pero aquí veo que hay inquina por algo tuyo, no de Muñoz Molina. En fin, espero que no tenga que leer este comentario tuyo.

errefejota
errefejota
3 meses hace
Responder a  Manuel Couceiro

Puestos a decir cosas obvias, pues lo que tú has escrito es un mojón. Y me quedo tan feliz, oye.

Raoul
Raoul
3 meses hace
Responder a  Manuel Couceiro

¿Y éste de dónde sale? Se ve que pasaba por aquí, leyó de un tirón artículo y comentarios y se le saltaron todas las alarmas.

Hugo
Hugo
3 meses hace

Me ha sorprendido el currículum del autor de la carta. Hasta que lo he visto, me había parecido escrita por un adolescente.

Antonio Jesús Rodríguez Guzmán
Antonio Jesús Rodríguez Guzmán
3 meses hace

Totalmente de acuerdo con lo leído. Antonio Muñoz Molina es un autor indispensable. Para mí «Todo lo que era sólido» es un título imprescindible. Sin olvidar otros títulos. Gran artículo ensalzando su figura.

Sicópato
Sicópato
3 meses hace

Tono reverencial, subordinado.

Luis G. Redondo
Luis G. Redondo
3 meses hace

Aunque no todos, de los cuatro o cinco libros de M. Molina que he leído, me han resultado interesantes, entre ellos hay uno que he releído al menos cinco veces al completo, y los últimos capitulos, de esos, he perdido la cuenta. El libro es La noche de los tiempos, y para mí se trata de una obra genial. Cada vez que lo releía me levantaba emociones más fuertes, sabía qué ocurriría, pero el cuerpo ya se me preparaba para algo intenso. Ahora mismo, sólo recordarlo me emociona.
Así pues, volveré a abrirlo de nuevo este otoño, probablemente.

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