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Carta a los Reyes Magos de Oriente - Zenda
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Carta a los Reyes Magos de Oriente

Como no sé muy bien cómo empezar esta carta he decidido hacerlo diciéndoos que en este año, en este año duro y terrible, no exento de aprendizaje y poderosas briznas de esperanza, creo que me he portado bastante bien. Creo que dadas las circunstancias  me he desempeñado bien, y la verdad, queridos Reyes Magos, es...

Queridos Reyes Magos de Oriente:

Como no sé muy bien cómo empezar esta carta he decidido hacerlo diciéndoos que en este año, en este año duro y terrible, no exento de aprendizaje y poderosas briznas de esperanza, creo que me he portado bastante bien. Creo que dadas las circunstancias  me he desempeñado bien, y la verdad, queridos Reyes Magos, es que en lo personal, en lo muy personal, y no en lo colectivo (cada vez siento más lo colectivo como personal, sin embargo), ha sido un buen año. Fundamentalmente por lo que he escrito y por lo que he publicado, aparte, es verdad, de otros detalles.

Y como he sido bueno (bueno sí, aunque no muy bueno, debo decir, porque no lo soy), me atrevo a pediros un año 2021 maravilloso, en líneas generales, por dos razones: porque lo necesitamos y porque lo merecemos. Desconfío mucho, queridos Reyes Magos de Oriente, de que uno reciba mercedes porque las merezca, pues no creo que la vida sea tan justa, pero creo, sin embargo, que a veces, acaso con más frecuencia de lo que estamos dispuestos a admitir, esto es así.

"Os pido, queridos Reyes Magos, que inspiréis a nuestros gobernantes, o que nos inspiréis a nosotros para elegirlos, lo que me parece más sensato"

Hoy, ahora que os escribo con una vieja pluma que perteneció a un querido familiar, me gustaría ser el niño que no pide juguetes para él, que no pide especialmente nada para él, aunque algunas cosas tanto las necesite, sino para su país y para su mundo, para su amada Tierra, tan maltratada últimamente. Y en parte por nosotros mismos, con lo que el daño a nosotros mismos nos lo hacemos.

Quiero ser ese niño que desea que se acaben las guerras, que terminen los conflictos entre los hombres, que el ser humano dé de comer al ser humano, y que nosotros seamos nuestros primeros valedores. A lo mejor necesitamos para esto una ayuda divina como es la vuestra, vosotros que realizasteis un largo viaje y que, como nos cuenta San Mateo, conocisteis en un humilde pesebre al niño Jesús, el niño Dios para millones de personas que creen en Él. Vosotros, con vuestra fe y vuestra sabiduría, nos disteis a todos una lección, y desde entonces sabemos que lo más grande puede ser lo más pobre, y que el mejor cuadro, por decirlo de alguna manera, puede venir con el marco más sencillo. Qué lección para todos nosotros cuando vemos en la calle a gente pidiendo, personas que podríamos ser nosotros (algunos escriben, los veo yo, y muchos leen). Verdaderamente Jesús, ese niño de esa cueva que nace todos los años para recordar algo a la Humanidad —algo que parece, sin embargo, que todos los años ella olvida—, en verdad nos dijo que cuando ayudábamos a una de estas personas lo hacíamos también con Él. Y es que ellos también somos nosotros, conviene recordarlo.

Le oigo decir a mi madre, queridos Reyes Magos, que hemos olvidado el espíritu de la Navidad. Puede que tenga razón; yo creo que la tiene. Hablo con el muy veterano escritor José Luis Olaizola, de más de noventa años, que muy bien podría ser un “Rey Mago” como vosotros, y me dice que hemos convertido estas fiestas en la fiesta del consumo. Sin embargo, ahora creo que el consumo es muy importante, esencial, y que por el momento en el que vivimos puede ayudar mucho a salir de nuestra crisis.

Paradójicamente, considero que estas Navidades se pueden acercar bastante a las auténticas Navidades. Dios, para nacer en el mundo, para manifestarse, según nos cuentan los Evangelios, no eligió los palacios, la bonanza, la riqueza… sino una humilde pareja, una cueva, un pesebre… Eligió a un niño que no tenía nada, salvo amor.

En esta crisis del coronavirus, queridos Reyes Magos, muchos lo han perdido todo, incluso la vida, y muchos han perdido mucho. Aunque también, recapacito, hemos ganado algo. Hemos ganado sabiduría, que no se suele notar —lo habitual es que no se note—, pero que en los momentos clave sale a relucir, marca la diferencia.

Os pido, queridos Reyes Magos, que inspiréis a nuestros gobernantes, o que nos inspiréis a nosotros para elegirlos, lo que me parece más sensato. También me gustaría que animarais a que más gente, gente capaz y honrada, entrase en política para ayudar al bien común. Gente bienintencionada. Cuando ocurre algo tan grave como lo que estamos viviendo todos vemos la trascendencia de tener buenos gobernantes, serios, responsables, competentes, en todo el mundo.

"Sólo deciros que igual que hubo una estrella que os guio a la tierra en la que nació Jesús, vosotros mismos sois una estrella para nosotros"

Os pido por mi familia y por mis amigos, que no dejan de ser un exponente de todo el mundo para mí. Por la gente que conozco y amo puedo conocer o intuir a todos los que no conozco, a los que aún no conozco.

Vosotros estuvisteis cerca de Jesús nada más nacer, y visteis el rostro lleno de satisfacción, aunque supongo que también de preocupación, el rostro lleno de bondad, de entrega infinita, de sus padres, de María y José. Vosotros, yo lo sé, estáis cerca de Dios y conserváis desde aquel illo tempore una especial influencia, una divina y maravillosa influencia. Os pido por este rincón del Universo que, como yo mismo, como dije el principio, puede que no sea “muy bueno”, pero que sí es “bueno”, y que merece lo mejor, aunque a veces no lo parezca. Ahora por lo que ha padecido, pero también por muchas otras razones.

Y ya acabo, mis queridos Reyes Magos de Oriente, magos viajeros, sabios, amigos míos, aquí cierro la pluma, hasta el año que viene, si Dios quiere y me otorga salud y vocación para empuñarla.

Sólo deciros que igual que hubo una estrella que os guio a la tierra en la que nació Jesús, vosotros mismos sois una estrella para nosotros, una estrella que nos guía y nos orienta.

Por eso os doy mis infinitas gracias. Después de todo mientras existáis vosotros y vuestro ejemplo, la Humanidad siempre tendrá una oportunidad, siempre acabará llegando puntual a adorar a ese niño pobre y lleno de amor, a esos padres humildes y sonrientes, preocupados pero esperanzados, que tan felices nos hacen siempre.

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Eduardo Martínez Rico

Nació en Madrid en 1976. Se licenció en Filología Hispánica en 1999 por la Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en Filología, por la misma Universidad, en 2002. Es autor de 17 libros publicados, de novela, biografía y ensayo. Entre sus obras se pueden citar las novelas históricas Cid Campeador y Fernando el Católico. El destino del rey, su ensayo La guerra de las galaxias. El mito renovado y su biografía Pedro J. Tinta en las venas. Ha sido profesor del Instituto de Empresa y de la Universidad de Mayores del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras de Madrid (Literatura Española).

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