Carme Chacón, la mujer que pudo gobernar

El corazón de Carme Chacón falló definitivamente el 9 de abril de 2017, cuando la política española contaba 46 años. Aquel fatídico día, uno de los mejores amigos de Carme, el fotógrafo de El País, Bernardo Pérez, había quedado con ella para cenar y le extrañó no solo que no acudiera a la cita, sino que no se pusiera en contacto con él. “Tuve la desgracia de ser quien descubrió su fallecimiento y quien avisó a la policía para que derribaran la puerta de su domicilio. Éramos como hermanos. Me desplomo cada vez que recuerdo aquel momento”, explicó visiblemente afectado el fotógrafo, a quien el pequeño Miguel llamaba tío Bernardo.

Aunque no logró ser la primera presidenta del Gobierno de España, lo cierto es que consiguió transformar el panorama político del país, demostrando que las cosas se podían hacer de otra manera: desde humanizar los puestos de poder, hasta dar fe de que, a los ministerios, estructuras profundamente masculinizadas, “les venía muy bien la feminización”. Afirmaba, según su experiencia, que “cuando las mujeres llegan al vértice del poder y están cerca de lograrlo, comienzan los obstáculos”.

Porque, ¿qué habría hecho de Chacón una presidenta ejemplar? Pues unos principios extraordinariamente sólidos, sin sombra de cinismo ni de dobles raseros. Hay quien dice que los políticos quieren ser alguien, e incluso algunos, quieren hacer algo. Ella quería las dos cosas, y creía en ese poder de transformación que, sin duda, tiene la política, aunque en los momentos actuales nos cueste identificarlo.

Anticorrupta, huía de los tratos de favor y se empeñaba machaconamente en la planificación que requiere una distribución más justa de la riqueza y la devolución de muchos privilegios de las élites a la ciudadanía. Quería renovar el PSOE, desde su difícil posición de mujer política, española y españolista en Cataluña.

Pero si hay una imagen potente en el segundo gobierno de Zapatero, esa es la de la entonces ministra de Defensa, Carme Chacón — acompañada de su antecesor en el cargo José Antonio Alonso—, embarazada de siete meses, pasando revista a las tropas. “Capitán, mande firmes. Digan conmigo: ¡Viva España y Viva el Rey!”, fue su primera orden como ministra. La fotografía dio la vuelta al mundo, provocando el elogio de la prensa internacional. El diario francés Libération tituló: “Carme Chacón, nueva arma de Zapatero contra el machismo”, al pie de una fotografía de la ministra barriguda y concentrada desfilando ante los soldados. Y el rotativo añadía, con acierto, cómo los mandos militares españoles habían “rozado el infarto” al enterarse del nombramiento de la joven política española a la cabeza de Defensa, “una mujer de 37 años, avanzada en su embarazo, y además catalana”. De hecho, tras su llegada, más de un militar calificó su nombramiento como un agravio, un escarnio y un desprecio para las Fuerzas Armadas españolas.

En su discurso de toma de posesión aseguró que “el hecho de que una mujer se pusiera al frente de la cúpula militar era una prueba más que palpable de la integración y la identificación entre la sociedad y las Fuerzas Armadas”. Y para cumplir con el compromiso de tener un Ejército “bien preparado para llevar a cabo su función constitucional”, se rodeó de colaboradores progresistas, situando en primer término, como jefe del Estado Mayor de la Defensa, al General del Aire Julio Rodríguez, quien acabó formando parte de la candidatura de la formación política Podemos en 2015.

Para presidir la Pascua Militar de 2009, sustituyó el tradicional vestido largo por un esmoquin de Purificación García, no sin asegurarse antes de que su elección estuviera acorde con el protocolo. Se trataba de un alegato en favor de la igualdad.

Durante sus tres años de mandato al frente de Defensa, Afganistán fue el país que visitó en más ocasiones, entre quince y veinte veces, ya fuera para dar ánimos a las tropas o para recoger a los militares fallecidos en el cumplimiento de su misión. La primera de ellas, cuando solo le faltaban seis semanas para dar a luz. Y continuó llamando a las viudas y madres de los militares caídos en Afganistán y Líbano cada Navidad hasta el último año de su vida.

Son muchas las iniciativas que, como ministra, tanto de Vivienda como de Defensa, Carme Chacón puso en marcha, pero cabe destacar por su excepcionalidad, la coincidencia de su gestión al frente del Ejército con el decreto del primer estado de alarma de la democracia —y único hasta 2020 por la crisis del Covid-19—, durante la huelga de controladores aéreos de España, en diciembre de 2010. La militarización sin paliativos de los controladores civiles se alargó hasta el 15 de enero de 2011.

Y para que el suflé de la polémica no bajara de intensidad, Carme Chacón se convirtió en la primera ministra en la historia democrática de España en disfrutar de una baja maternal que, al compartirla con su marido, Miguel Barroso, fue tan solo de cuarenta y dos días. Como estaba previsto, le llovieron las críticas.

Por aquel entonces, Chacón pisaba con solidez la alfombra roja de la política. Muy poco tiempo antes, el 14 de diciembre de 2007, la catalana y el periodista Miguel Barroso se casaban en una celebración íntima en Esplugas de Llobregat, su ciudad natal. Entonces, Carme ocupaba la cartera de Vivienda. Él, por su parte, era director general de la Casa de América y, con anterioridad, secretario de Estado de Comunicación con el presidente Rodríguez Zapatero. Algunos aseguran que esa imagen potente de Chacón embarazada pasando revista a las tropas salió de la cabeza brillante de Barroso, estratega, escritor y publicista incalificable.

Porque, durante un tiempo, el poder de Miguel Barroso llegó a adquirir tintes de leyenda. Muchos pensaron que, con la materia prima de Chacón y las manos expertas de Barroso, juntos lograrían moldear a la primera mujer presidenta de España. No solo no lo consiguieron, sino que por el camino se quedó su matrimonio. En 2016, la pareja decidió su disolución, tras varios meses de separación. En cualquier caso, fue una ruptura amistosa, meditada y en la que primó el amor mutuo por su hijo Miguel. Carme fallecería tan solo un año después.

Pero hay algunos pasajes de la corta vida de Carme Chacón mucho menos conocidos y que marcaron su infancia y su juventud, aunque felizmente resueltos, como ella misma explicaba a su amiga y periodista Joana Bonet, empeñada en escribir su biografía. En primer lugar, el trastorno alimenticio que sufrió en una etapa determinante de su vida. “Fui con mis padres al Hospital Clínico, yo tenía entre doce y trece años. No fueron más de tres o cuatro visitas. No se trataba de una distorsión de mi imagen, tampoco me llegaron a considerar nunca una persona bulímica. Pero había algo, un trastorno alimentario intermitente”. Según la periodista, fue un especialista quien ayudó a la política a averiguar el porqué de estos “comportamientos esporádicos”. Un problema que escondía un duro episodio en su vida. Y prosigue: “En las sesiones de terapia logró conectar con el origen de aquel malestar. La primera vez que vomitó la comida, parecía como si quisiera sacar el asco que le invadía tras sufrir un intento de agresión por parte de un pariente que supo ocultar en las sombras de su mente. Nunca quiso entrar en detalles, pero ella misma se sorprendía de cómo llegó a afectarle de una forma tan silenciosa. Me dijo que casi lo había olvidado. Un suceso oscuro que pertenecía a otra vida, a otra ella”, deduce Bonet.

Mireia Chacón, única hermana de Carme contaba, tras su muerte, que se había casado “perdidamente enamorada de Miguel Barroso, pero también de la idea del amor”. Se habían conocido en 2003, cuando el Partido Socialista contrató al experto en comunicación para que entrenara a los nuevos líderes del partido. Y, entre sesión y sesión de formación política, surgió el amor entre ambos. La relación formal se inició durante un viaje a Cuba, donde Barroso tenía una casa. Así lo contaba la propia Carme: “Aquella semana en La Habana fue la más maravillosa de mi vida. Le dije a mi hermana ¡Estoy enamorada, que me cierren las calles! Después de esto puedo decir que ha merecido la pena vivir”.

Los que la conocieron la describen como una mujer con las ideas claras, brillante, disciplinada, presumida y tan inteligente como tozuda. Pero también humana y capaz de amar en su vida íntima con la misma vehemencia con la que se entregaba a la política.

Una de sus relaciones sentimentales menos conocidas fue la que Carme mantuvo con el ex integrante del grupo Mecano, José María Cano. Se conocieron en un encuentro organizado por el artista en su casa: “Una velada que no terminaría hasta las diez de la mañana del día siguiente”. Entre los invitados, en su mayoría gentes del mundo del artisteo, estaba Carme. Enseguida hubo conexión entre el músico y la política. Más pronto que tarde se hicieron amigos. En aquel momento, ella necesitaba una puerta franca y la encontró en Cano. Corría 2006 y Chacón había decidido tomarse “un tiempo de reflexión” en su relación con Barroso, tras un año complejo con tensiones políticas y personales. “Llamadas largas, larguísimas, viajes y escapadas, la sensación de ambos de transitar por mundos ajenos reforzó su vínculo”, escribe Joana Bonet, biógrafa y amiga íntima de Carme. Ella le insistió en que quería ir a la India y él la llevó: “Estuvimos unos diez días en los centros de la Madre Teresa, ayudando y trabajando”, explicaba el cantante.

La relación duró unos meses, hasta que, afirmaba Cano: “Carme desapareció del mapa sin dar pistas”. Según el músico, se enteró por la prensa de su boda con Miguel Barroso y del nacimiento de su hijo. No obstante, recuperaron la amistad e incluso Cano asistió al homenaje póstumo a la exministra, que tuvo lugar en el Congreso de los Diputados el 2 de octubre de 2019, tocando una de las canciones más icónicas de Mecano: Me cuesta tanto olvidarte.

Poco queda hoy de aquellos años de primera línea de batalla política. Barroso se esfumó de la vida pública y hoy ejerce su profesión a caballo entre La Habana y Madrid, como director de nuevos proyectos del gigante de la publicidad WPP. También en el terreno sentimental, rehizo su vida. Desde hace años tiene una pareja totalmente anónima. Una anestesista que nada tiene que ver con el mundo de la comunicación o la publicidad, con quien convive en un céntrico piso de la capital de España. Solo un apunte más sobre este gurú de la comunicación, para recordar su primer matrimonio, anterior al de Chacón, con la periodista Charo Izquierdo, quien fuera durante años directora de la pasarela Cibeles Madrid Fashion Week. Con ella tiene dos hijas, Camila y Cristina.

Su querida hermana, Mireia Chacón, declaraba tras la muerte de Carme: “Las primeras palabras que me vienen a la cabeza cuando pienso en ella son energía, vitalidad, entusiasmo, ganas de vivir. Era imparable, infatigable. Sabía que llevaba en el pecho una herida mortal y estaba decidida a vivir como si no hubiera un mañana, porque tal vez no lo había”. Su exmarido y padre de su hijo, Miguel Barroso, aseguraba: “He conocido a madres de muchos tipos, pero nunca vi a una más enamorada de su hijo que Carme. Dejaba cualquier cosa por estar con él; suspendía cualquier compromiso por acudir si la necesitaba. No había nada ni nadie más importante en el mundo para ella que el pequeño Miguel. En el bolso llevaba la plastilina y los discursos de la comisión de Defensa. Y se embarcó en la maternidad, como en todo, advertida de los riesgos que entrañaba para su vida. Y la disfrutó en toda su intensidad”.

Tras la derrota socialista en las elecciones generales de 2011, Zapatero anunció, a petición de Pérez Rubalcaba, la celebración de un Congreso del PSOE, a celebrar en febrero de 2014. Y, pocas semanas antes, Carme hizo público, en un acto en Valencia, su intención de optar a la Secretaría General del partido, con la intención de renovarlo y encabezar un proyecto nuevo. Recorrió media España y cosechó innumerables y significativos apoyos, no solo en el entorno político, sino también en el mundo de la cultura. Finalmente, Chacón perdió frente a Alfredo Pérez Rubalcaba por veintidós votos de diferencia. Chacón declinó ocupar cualquier cargo en la nueva dirección del partido. Se daba así por zanjado un período difícil del que Carme no quería hablar, debido a las reiteradas filtraciones que daban por hecho que existía una relación con Rubalcaba, que trascendía la política y que ella nunca confirmó ni desmintió.

Y tras ese nuevo revés Carme desembarcó en Miami, ciudad a la que se mudó para dar clases de sistemas políticos comparados en el Miami Dade College, donde tenía pensado crear una escuela de líderes latinoamericanos para personas con pocos recursos.

Falleció cuando ya había rehecho su vida personal y profesional. Trabajaba en el despacho de abogados Ramón y Cajal y había iniciado una relación con el exjuez gaditano y diputado socialista Juan Carlos Campo, que posteriormente sería nombrado ministro de Justicia y, en la actualidad, está unido sentimentalmente con la expresidenta del Congreso de los Diputados Meritxell Batet. Cada mañana practicaba boxeo y running, y disfrutaba de su hijo sin el corsé que impone el ejercicio de la política. Disfrutó de plenitud de facultades hasta que el reloj de su corazón se paró de golpe.

Durante días, su casa madrileña de la calle Viriato permaneció repleta de velas de personas anónimas que, de este modo, rendían homenaje al compromiso de Carme Chacón con la igualdad de derechos de las mujeres, no solo en sus discursos políticos, sino en su vida cotidiana. Ella puso la vida en el centro de la ecuación y nunca olvidó que tras el ejercicio del poder hay personas. Quería construir una nueva política desde el paradigma de la sensibilidad. Hoy a eso se la llamaría “feminización de la política”. ¡Ah! Y si se le preguntaba por el día más satisfactorio de su vida política, no tenía duda en responder: “No puedo explicar la felicidad que sentí el día en que ETA anunció el abandono de la lucha armada”.