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Calais, convertido en un zoo - Zenda
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Calais, convertido en un zoo

Calais es el título del nuevo libro de Emmanuel Carrère. El autor de El adversario, Una novela rusa, De vidas ajenas, Limónov y El Reino, regresa con esta obra, publicada por Anagrama en la colección Nuevos cuadernos, que llegará a las librerías el 11 de octubre. Aquí puedes leer las primeras páginas de Calais. 1 Por...

Calais es el título del nuevo libro de Emmanuel Carrère. El autor de El adversario, Una novela rusa, De vidas ajenas, Limónov y El Reino, regresa con esta obra, publicada por Anagrama en la colección Nuevos cuadernos, que llegará a las librerías el 11 de octubre.

Aquí puedes leer las primeras páginas de Calais.

1

Por sorprendente que parezca, el hotel Meurice de Calais es la empresa matriz del célebre palacio homónimo parisino, y no al revés. Esta antigua casa de postas es incluso el ancestro de la hotelería de lujo en Europa (un lujo hoy algo decadente, pero que durante mucho tiempo sedujo a los turistas ingleses por un precio razonable). El problema es que los turistas ingleses, como les dirá cualquier comerciante calesiense, han puesto pies en polvorosa por miedo a los migrantes y, en ge­neral, al caos que se ha apoderado de la ciudad. Al señor Cossard, el propietario, le gustaría vender el negocio; pero, por desgracia, en Calais no se vende nada. Tampoco le importaría hacerse con la clientela de la Compañía Republicana de Seguridad, fuerzas especiales de la policía, que ha desplegado a al menos mil ochocientos agentes por los alrededores del túnel y del puerto; es un chollo para los encargados del Ibis, del Novotel o del Formule 1, pero la gente que tenía que decidir la cuestión en el ministerio debió de considerar que la decrepitud burguesa del Meurice, su papel pintado descolorido, sus divanes chirriantes y sus oropeles polvorientos no casaban bien con la ruda misión de las fuerzas del orden. Pese a todo, han aparecido nuevos clientes desde hace unos meses: la mitad son periodistas, la otra mitad cineastas y artistas llegados de toda Europa para dar testimonio del infortunio de los migrantes. A ratos, parece que uno estuviera en el legendario Holiday Inn de Sarajevo, donde en lo más duro del asedio se alojaban todos los corresponsales de guerra. Cada uno, después de desayunar, se planta un anorak cálido encima del chaleco con bolsillos, coge la cámara y se monta en el coche alquilado en el Avis de la plaza de Armes para ir a la Jungla como quien marcha al frente.

 

2

Yo, por mi parte, no voy a la Jungla; todavía no. Me quedo en la ciudad. Y esta mañana, antes de salir, me han dejado en recepción una carta cuyas primeras líneas rezan:

No, ¡usted no!

Esta tarde era Laurent Cantet, la semana pasada Michael Haneke, también se ha visto por aquí a Charlie Winston, así que no, señor Carrère, ¡usted no! Es lo que decimos aquí: estamos hartos de los famosillos, perdone la expresión, que vienen a hacer el agosto a Calais y nos toman a los que estamos encerrados entre sus murallas por ratas de laboratorio. ¿Qué viene a hacer aquí usted? ¿Quince días entre El Reino y su próxima obra para dormir en el Meurice, escribir unas cuantas páginas en la revista XXI y contar su versión sobre nuestra ciudad? Ya ve usted que digo «nuestra ciudad» como si me sintiera ya calesiense. ¿Sabe usted, señor Carrère, que en los tres años que llevo en este agujero no he recibido menos de una petición por semana por parte de gente del exterior que, como usted, quería escribir, grabar, contar desde un micrófono lo que habían visto, creyendo que lo haría mejor que los demás, quizá queriendo saciar seguramente la imperiosa necesidad del Comentario Personal? Calais se ha convertido en un zoo y yo en una de sus guardianas. Ya me conozco el circuito, así que me pregunto: ¿en qué trampas caerá usted? ¿Qué aire irá a olisquear? ¿El del Channel (lo he visto por allí)? ¿El de La Betterave (también lo he visto por allí)? ¿El del Minck (donde, por supuesto, lo han llevado a estrechar unas cuantas manos)? No lo sé, no consigo aclararme las ideas, pero de lo que estoy segura es de que su empresa será un fracaso de cualquier modo.

Y así ocho páginas, más tristes que crueles, muy bien escritas y firmadas por un nombre que tiene pinta de seudónimo: Marguerite Bonnefille.

—————————————

Sinopsis de Calais, de Emmanuel Carrère

Hasta finales de 2016, Calais fue un topónimo recurrente a causa de la Jungla, un campamento de emigrantes. Carrère llegaba allí para escribir un reportaje con una pregunta: ¿cómo vive la ciudad la aparición del mayor barrio de chabolas de Europa? El hotel de lujo está en la ruina, pero los baratos hacen su agosto alojando a policías, los cafés se llenan de cooperantes de aire cool, de periodistas y famosos que acuden a filmar y denunciar la situación de la Jungla (Cantet, Haneke)… «Calais se ha convertido en un zoo», dice una lugareña.

Autor: Emmanuel Carrère. Título: Calais. Editorial: Anagrama. Venta: Amazon, Fnac

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Los filósofos hablan sólos. Es una de las razones por las que nadie les escucha. Nunca te paras a escuchar a quien habla consigo mismo.

elenaclasica
elenaclasica
2 años hace

Queridísimo Sergio:
Este artículo sobre el verano, la playa, la boya amarilla (en mi playa de Cádiz hay otra), los libros leídos en la orilla del mar, el sabor a sal en la piel del ser amado y como si fuera ya la cosa más natural del mundo, “Yoga” de Emmanuel Carrère, pues… es sin más una obra de arte, un regalo tan precioso y preciosista como el riesgo de vivir sin red.
En su “Elogio de lo irreparable”, el maravilloso poeta Félix Grande dice así:
Sé involuntaria. Sé febril. Olvida
sobre la cama hasta tu propio idioma.
No pidas. No preguntes. Arrebata y exige.
Sé una perra. Sé una alimaña.

Resuella busca abrasa brama gime.
Atérrate, mete la mano en el abismo.
Remueve tu deseo como una herida fresca.
Piensa o musita o grita «¡Venganza!»

Sé una perdida, mi amor, una perdida.
En el amor no existe
lo verdadero sin lo irreparable.

Carrère en “Yoga” nos relata el valor del riesgo, un salgo al vacío: “Yo creía que mi razón era sólida, que estaba bien enclavijada en el cuerpo gracias al amor, al trabajo, a la meditación. Me decía a mí mismo que al tener una relación tan circunscrita no sólo no corría el riesgo de perder mi alma, sino que gobernaba mi vida con sensatez”. Y perdió su alma, y se hundió en el abismo de la depresión.

Observo después de una intensa sacudida eléctrica cuántas veces nos has traído, querido Sergio, personajes al borde de la locura o sumidos en ella, y cuánta lucidez se asoma en su vacío y su oscuridad. La experiencia tortuosa de Carrère delata la mentira de la sensatez, y el miedo a abandonar la hipocresía con uno mismo. Las consecuencias parecen insalvables, ¿y aquellas de conservar el alma intacta a riesgo de no haber vivido? Sigue resonando Félix Grande “en el amor no existe lo verdadero sin lo irreparable”, nadar en perpendicular. Y yo me pregunto, quien ha salvaguardado su alma ¿ha salido victorioso? ¿No habrá caído de repente en un abismo insalvable, sin regreso desde la boya amarilla? Porque malo está hundirse, pero peor está no haber nadado en perpendicular nunca en esta vida que nos sostiene y a la que sostenemos, ¿hemos de cuidarla siempre con salvavidas? ¿O hemos de vivir con el alma a cuestas y puesta en la experiencia vital real? Creo que Carrère no soportaba la idea de no dejar que su alma nadara en perpendicular. El día en que el alma se rompe, ese día se da buena cuenta de haber vivido en plenitud, y hundirse en los abismos humanos es un privilegio único.

Por otra parte, querido filósofo, como amante y practicante del yoga, por supuesto la mirada al conocimiento oriental me fascina, y el recuerdo de Schopenhauer me trae reminiscencias del amor a la contemplación al arte y al ascetismo. Maravillosa novela “Yoga”, que contempla la caída después de la contemplación. Fascinante siempre la literatura que nos regalas, maestro, no hay palabras.

Solo puedo recurrir de nuevo a la poesía, recuerdo estos versos de Tomas Tranströmer en sus “Apuntes de fuego” que dicen así:

Durante los meses tristes, centelleó mi vida solo cuando hice el amor contigo.
Como la luciérnaga se enciende y se apaga, se enciende y se apaga -a medias puede uno seguir su camino
en la noche oscura del olivar.
Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida
pero el cuerpo caminó directo hacia ti.
El cielo de la noche rugió.
Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos.

Un abrazo gigante, querido amigo.

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