Foto de portada: El creador del Museo Beatle de Buenos Aires, Rodolfo G. Vázquez.
Hay una ciudad que nunca pisaron los Beatles y, sin embargo, en ella se sigue respirando su espíritu, quizás mejor que en ni ninguna otra, salvo Liverpool, claro, y acaso Londres. Esa gran ciudad donde los Beatles siguen vivos y muy presentes es Buenos Aires, lugar propenso a la mitología, que ha encontrado en John, Paul, George y Ringo un nuevo referente, junto a sus viejos iconos: Maradona, Mafalda, ahora Messi. Evita se ha caído. ¿Y Gardel? Gardel es el tango, pero se queda para los turistas. En cambio, los Beatles conviven con los argentinos de todas las generaciones —no sólo con los nostálgicos sesentones— y resulta habitual ver en las tiendas de souvenir tazas, calcetines, camisetas y figuras de la banda de Liverpool. Todas las semanas hay conciertos que los recuerdan, y además, en una manzana de la Avenida Corrientes existe un espacio Beatle que forma ya parte del paisaje urbano y de las costumbres.
Este espacio, todo un homenaje, fue creciendo y se añadió a su lado el Café Beatle; después, una terraza al aire libre dedicada a Paul McCartney con un pequeño escenario, y finalmente el Museo Beatle, un lugar en el que se albergan 1.500 piezas y recuerdos del grupo. El empresario y creador de todo ello es Rodolfo G. Vázquez, uno de los grandes coleccionistas de los Beatles, un superfan desde hace medio siglo, quien ha elaborado tres volúmenes —600 páginas cada uno— en donde se recogen las publicaciones sobre los Beatles. «Son más de tres mil libros», dice, «y siguen creciendo».
El descubrimiento —y deslumbramiento— de Roberto G. Vázquez se produjo a sus diez años, cuando le regalaron Rubber Soul, uno de los mejores álbumes de los 13 de estudio que grabaron los Beatles. Es el disco de la hierba, como ya se aprecia en la imagen distorsionada de la portada, que grabaron en cuatro semanas y se lanzó en octubre de 1965. «Era una novedad. Me puse a escucharlo y cuando sonó el tema In my life (la canción en la que Lennon evoca su infancia), quedé tan impresionado que decidí que esa iba a ser mi banda para toda la vida».
A partir de ese momento empezó a interesarse y a adquirir recuerdos del grupo. Y Roberto nos lo cuenta dando una vuelta por su concentrado museo. «Aquí hay solo una pequeña parte de mi colección, que abarca más de 11.000 piezas, pero no tengo espacio para más. Hay algunas que sólo interesan a los muy fans, como las distintas ediciones internacionales de un mismo disco, pero no al público en general». Una muestra más amplia se exhibió hace años en el Centro Cultural Borges.
El Museo Beatle es un lugar céntrico pero recoleto, al que acuden los turistas como uno de los lugares que hay que ver en Buenos Aires. Su gran valor, sin embargo, quizás sea su labor pedagógica como iniciadora al mundo beatle de los niños y jóvenes. Habitualmente se hacen visitas en grupo de alumnos de Primaria y Secundaria que pasan por el museo con sus profesores de música o de arte, y ahí empiezan a interesarse por esta música de la época de sus abuelos. Es por ello que en los conciertos el público es, literalmente, de todas las generaciones.
En The Cavern de Buenos Aires disfrutamos —la sala totalmente llena— de dos conciertos que homenajearon a nuestros amigos de Liverpool. En Argentina estas bandas abundan, y algunas se han especializado en temas o en épocas. Por ejemplo, Early Beatles no toca ninguna de sus canciones famosas, ya que se ha concentrado —el nombre ya lo indica— en su época temprana, la anterior a Please, Please Me, de 1963. O sea, básicamente el amplio y heterogéneo repertorio de su prehistoria en Hamburgo, cuando tocaban ocho horas diarias en aquellos tugurios del Barrio Rojo. Allí conocieron al británico Tony Sheridan y serán los primitivos Beatles (con Pete Best en lugar de Ringo) los que le acompañen en el álbum que se hizo en Alemania y en donde se incluye —estamos en 1961— My Bonner, su primera canción grabada en un disco.
El propio Sheridan actuó en The Cavern de Buenos Aires, acompañado de Charly García, tal como nos comenta Rodolfo G. Vázquez, quien conoció a Ringo Starr, tiene un autógrafo —comprado en una subasta— de John Lennon, y señala que de los cuatro, su debilidad es Paul McCartney; quizá porque sin el autor de Yesterday los Beatles se hubieran acabado antes. Y ahí coincidimos. También, en el tema favorito. Desde que escribí el libro Los Beatles y ellas, ilustrado por Marta Ponce, suelo preguntar a todos cuál es su canción de los Beatles: The Long And Winding Road, responde, sin dudar, Rodolfo, y añade: «siempre que escucho esta canción me emociono». No es el único. También coincidimos en destacar Abbey Road como su mejor álbum, algo que ya adelantó George Martin, su productor, nada más acabar de grabarlo en otoño de 1969. Aunque Rodolfo G. Vázquez no puede olvidar Rubber Soul, por ser el primero en su vida y el origen de todo lo que vino después.
Y lo que vino después —y hoy tenemos delante— es un amplio espacio Beatle en el Paseo la Plaza de Buenos Aires, en plena Avenida Corrientes, con cuatro garitos dedicados a nuestros chicos de Liverpool y un sólo empresario, con 30 empleados y algunas dificultades económicas durante los nueve meses cerrados por la pandemia. Pero el Buenos Aires beatle no es solo este espacio tan significativo, ya que los conciertos de homenaje se multiplican mensualmente. De hecho, el considerado mejor grupo beatle es argentino: The Beats. Esta banda agotó rápidamente las 1.100 butacas del teatro Gran Rex, en un memorable espectáculo que mostró, como ya adelantamos, que los Beatles siguen vivos y actuales. Y siguen en Buenos Aires, esa gran ciudad que nunca pisaron, y en la que se han interesado —¿dónde, si no…?— por la obra de teatro (no musical) ¡Hello, Goodby, Bonjour!, que este cronista escribió tras su atracón de información beatle, tratando de buscar otros formatos para seguir dando vida a estos personajes que ya son nuestros amigos.
Los Beatles no estuvieron como banda, pero sí sus dos sobrevivientes: Paul ha actuado cuatro veces en Argentina (entre 1993 y el 2019) y Ringo Starr, tres; la última, en el 2015 y fue, según reconoció el propio músico, en un parque ante la mayor audiencia de su vida.
Además de Liverpool, las otras tres ciudades beatles son Londres, Hamburgo y París, pero en las dos grandes capitales europeas ese espíritu se diluye, y en Hamburgo ha menguado el interés por los Beatles: en el Barrio Rojo apenas hay un par de placas que los recuerdan y unas muy vagas esculturas en una minúscula plaza, ya que hace unos años cerraron su Museo Beatle.
España está más ligada a la historia de los Beatles: a Paul le interesaba la literatura española; John compuso en la playa de Almería su Strawberry Fields Forever, y el grupo actuó —sin llenar, por cierto— en Madrid y Barcelona en su segunda gira internacional en julio de 1965. Sin embargo, el espíritu beatle no se respira como en Buenos Aires, aunque de vez en cuando surgen, como ocurrió en Santander o en Vigo, puntuales exposiciones y homenajes, fruto de algunos fans, admiradores y coleccionistas que unen sus esfuerzos.
Parece ser que este otoño (del 26 al 29 de octubre) habrá un importante acontecimiento de homenaje y recuerdo en Sevilla: el llamado Beatlesfest, al que, según Marta G. Navarro, una de sus organizadores, asistirán Pattie Boyd, la primera mujer de George Harrison, aquella fan tan guapa que los persigue en la película A hard day’s night!; la medio hermana de John Lennon, Julia Baird; Mark Lewisohn, uno de los mayores especialistas en el grupo; también habrá un homenaje al fotógrafo Robert Freeman, autor de las portadas de cuatro álbumes, entre ellos, Rubber Soul, que vivió en Sevilla y falleció hace cuatro años y… en fin, un intenso programa con mucha música en vivo, que aventura unas jornadas memorables en las que, por una vez, España será el centro de ese mundo beatle cada vez más vivo, y eso que hace ya hace 53 años y tres meses que se separaron. Nunca tan pocos y en tan poco tiempo (de 1963 a 1970) hicieron tanto como los Beatles, o The Beatles, como gusta ahora llamarlos.
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