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Bohumil Hrabal. El escritor en el tejado - Zenda
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Bohumil Hrabal. El escritor en el tejado

Hrabal nació en Brno en 1914, era pues moravo, y si hay una frase que define de un solo trazo su identidad es la de bebedor de cerveza. A sus tres años Francin, su padrastro, el hombre con el que se había casado su madre y que Bohumil consideró su padre toda la vida, fue...

Hay una Praga literaria diferente del parque temático sobre Kafka en que se ha convertido la capital checa. Su centro no está en la Ciudad Vieja, sino en Liben, que antes fue suburbio y ahora es un barrio algo destartalado que se organiza alrededor de la avenida Zenklova, el canal del río Rokytka y el edificio de ceremonias del Pequeño Castillo del distrito. En este barrio vivió más de veinticinco años Bohumil Hrabal, probablemente, ya que Kafka escribía en alemán y Kundera se pasó al francés, el novelista en checo más importante del siglo XX. Hoy un mural con su figura, la de sus gatos y sus libros ocupa el lugar dónde estuvo su casa en la calle En el muelle, 24, derruidas ambas, la casa y la calle, por las obras del metro.

Hrabal nació en Brno en 1914, era pues moravo, y si hay una frase que define de un solo trazo su identidad es la de bebedor de cerveza. A sus tres años Francin, su padrastro, el hombre con el que se había casado su madre y que Bohumil consideró su padre toda la vida, fue nombrado encargado de la fábrica de cerveza de Polná y poco después de la de Nymburk. Esta última pequeña ciudad es el verdadero paisaje de infancia de Hrabal. El de un niño impresionable y nervioso que hasta su último gesto no consiguió quitarse de encima un complejo de culpa que le venía de no se sabe dónde. Quizás de su propia concepción. Su madre se quedó embarazada de un militar del ejército austrohúngaro que tras marchar a la guerra nunca volvió a ver. El abuelo materno, al saber que su hija soltera estaba embarazada, la sacó al patio y la apuntó con su fusil para matarla a ella y al hijo que llevaba dentro. Menos mal que la abuela, sabia y pragmática, apareció en la escena e interrumpió diciendo: «Ya vale de tonterías que la comida está en la mesa y la sopa se enfría».

"Representante de un mundo en extinción, el del imperio austrohúngaro, políticamente incorrecto, misógino sin saberlo, el tío Pepín es también un rompedor iconoclasta contrario a todas las convenciones sociales"

Bohumil fue un pésimo estudiante. Distraído, solitario, con la cabeza siempre a pájaros, pronto descubrió que lo que más le gustaba era acompañar a su padre en su recorrido por las tabernas de la región y, mientras este ajustaba sus cuentas con los taberneros, escuchar las historias que contaban los parroquianos. Una costumbre que no abandonaría nunca y que muchas veces fue la base de sus narraciones extraordinarias. Pero la influencia más importante de esa época y de los años posteriores fue su tío Pepín, que llegó a la casa familiar para pasar dos semanas y se quedó treinta años. Pepín es el prototipo del palabrista, una figura relevante en la literatura de Hrabal, dicharachero, fabulador, inventor de cuentos descacharrantes e inverosímiles con los que consigue cautivar a su auditorio. Representante de un mundo en extinción, el del imperio austrohúngaro, políticamente incorrecto, misógino sin saberlo, el tío Pepín es también un rompedor iconoclasta contrario a todas las convenciones sociales.

Su sobrino bebe de esa fuente y comienza a escribir poemas surrealistas. Empujado, casi obligado, por su padre emprende estudios de derecho en la Universidad de Praga. Si aprobar el examen de grado del bachillerato ya había sido una sorpresa para él, estudiar leyes le parece por encima de sus fuerzas. Un funesto acontecimiento histórico vendrá a rescatarle. Hitler invade Bohemia y Moravia y cierra numerosas instituciones, entre ellas la universidad. Solo una casualidad hizo que no lo reclutaran, y se incorporó como obrero del ferrocarril; algo más tarde completó un curso que le permitió convertirse en ferroviario. Será feliz con su uniforme de botones dorados recién estrenado paseándose descalzo entre su casa y la estación. Es la época que reflejó en Trenes rigurosamente vigilados, su novela más conocida, pero ni mucho menos la mejor.

"Con total consciencia, sin olvidar a sus queridos Schopenhauer y Lao Tsé, se convierte en un obrero. Es feliz acarreando ferralla para la fundición y bebiendo cerveza por la tarde en cualquiera de las numerosas tabernas del barrio"

Al finalizar la guerra no le quedará otro remedio que terminar sus estudios. Ya doctor en derecho se olvida de que lo es, funda con su amigo Karel Marysko el movimiento del neopoetismo, y emprende diversos trabajaos hasta que en 1949 se da cuenta de que la vida en la acomodada casa de sus padres en la fábrica de cerveza de Nymburk se le queda estrecha, marcha a Praga y después de vivir brevemente en algunas casa de la Ciudad Vieja se instala en Liben. La casa de la calle En el muelle es una antigua fragua con una sola estancia. Para ir al retrete común hay que atravesar el patio, corrientes subterráneas atraviesan los cimientos y llenan los muros de humedades. Además las explosiones que se producen en el instituto de investigación contiguo hacen que se descascarillen las paredes y el patio se llene de humo. Hrabal se enamora de esta vivienda y no habrá otro sitio en el que sienta tan feliz como en este, en donde vivió un cuarto de siglo.

Su emancipación produjo un cambio profundo en él. Trabajaba en la fábrica de fundición metalúrgica Poldi, cada día madrugaba para recorrer en autobús los treinta y cinco kilómetros que le separaban de Kladno. Con total consciencia, sin olvidar a sus queridos Schopenhauer y Lao Tsé, se convierte en un obrero. Es feliz acarreando ferralla para la fundición y bebiendo cerveza por la tarde en cualquiera de las numerosas tabernas del barrio.

Los fines de semana se encarama al tejado de su casa, le gusta escribir al sol y teclear con furia en su máquina de escribir Perkeo de fabricación alemana que no tiene los circulitos y sombreritos imprescindibles en la ortografía checa. Para compensar la inclinación del tejado ha cortado las patas de dos taburetes y en uno se apoya él y en otro la pequeña máquina. Ya no escribe poemas, sino narraciones que surgen incontenibles en una corriente continua de palabras que se asemeja bastante a la escritura automática. Así escribió Bambino de Praga, La bella Poldi y las primeras versiones de lo que luego serán Trenes… y los cuentos de Anuncio de una casa donde ya no quiero vivir.

"A principios de 1954 una rueda metálica le cae en la cabeza y le hiere de gravedad; dos años antes ya había tenido un accidente similar con el gancho de una grúa"

En esos cuatro años, como dice Monika Zgustova en su biografía de Hrabal, «cambiaron no solo su literatura y su estética, sino él mismo». Sus compañeros eran obreros, pero también profesores universitarios, directores de empresas y presos comunes reeducados por el nuevo régimen. Esa diversidad le fascinó, «aprendió, pues, que solo a través de la comprensión del otro es posible comprenderse». Trabajando y bebiendo cerveza en las tabernas descubre que: «todas las personas tienen un denominador común. Y hoy sé que solo soy un pasajero más del tranvía, yo soy todo el mundo». Comprende que no es lo intelectual lo que le va a dar conocimiento y que de quienes va a escribir, sus personajes, es de la gente común: obreros, camareras, factores de tren, que aun pudiendo ser geniales, no tienen oportunidad de demostrarlo.

A principios de 1954 una rueda metálica le cae en la cabeza y le hiere de gravedad; dos años antes ya había tenido un accidente similar con el gancho de una grúa. Después de meses de recuperación los médicos le recomiendan que cambie de trabajo. Para entonces sus narraciones ya corrían entre sus amigos que las apreciaban mucho. Un joven Václav Havel de veinte años, que luego sería famoso autor de teatro y primer presidente de la República tras la caída del muro, lee los textos y escribe un ensayo en el que elogia su literatura pero yerra al considerar a Hrabal un obrero que escribe cuando, en realidad, era un profesor, un intelectual que se estaba adentrando en el mundo de los obreros. Descartada la fábrica Poldi, empieza a trabajar en una empaquetadora de papel viejo en la calle Spalena, 10, en el centro de Praga. De esos cuatro años en el sótano rodeado de periódicos, papeles usados y tiradas enteras de libros prohibidos por el gobierno comunista, saca la experiencia para escribir quince años más tarde una de sus mejoras obras: Una soledad demasiado ruidosa. Pero antes conoce a Eliska, su mujer, checa de origen alemán cuyos padres fueron expulsados a Alemania después de la guerra. Se casan en 1956 en una ceremonia en el Pequeño Castillo de Liben con un cortejo de amigos de Bohumil, muchos borrachos ya, y compañeros de trabajo de ella, todos con los trajes embadurnados de cal por la humedad del estrecho pasillo de la casa de la calle En el muelle.

En 1959 está a punto de publicarse Alondras colgadas de un hilo, un libro de relatos de Hrabal que habría sido el primero de los suyos, pero en el último momento las autoridades lo prohíben. Decepcionado vuelve a cambiar de trabajo y durante otros cuatro años se empleará de tramoyista y en ocasiones de figurante en un teatro de Liben. Finalmente Eliska, que había sido cajera en el hotel París y entonces era maître en el Palace, empuja a Bohumil a que se dedique solo a escribir. En 1962 deja el teatro y un año después sale su primer libro: Una perla en el fondo del río. A sus casi cincuenta años se convierte en escritor profesional.

"Cuando cobraba un anticipo metía los billetes en una redecilla de las de hacer la compra y se iba por las tabernas de Praga invitando a la gente, mientras la bolsa con miles de coronas colgaba de un perchero"

En sus cajones se acumulaban las narraciones que había ido escribiendo en los últimos quince años. Las publicaciones se suceden: primero Los parlanchines, luego Lecciones de baile para adultos y adelantados. Las dos basadas en las narraciones del tío Pepín: una sucesión de gags que se emparenta con la vena grotesca y paródica de Ladislav Klima y con la satírica y esperpéntica del Soldado Svej de Hasek. Los libros tuvieron gran éxito y se agotaron rápidamente para sorpresa del autor. Lo mismo pasó con Anuncio de una casa donde ya no quiero vivir, una recopilación de los cuentos que recogían su experiencia en la fábrica de Kladno. Y aún más repercusión tuvo Trenes rigurosamente vigilados, que fue llevada al cine por Jirí Menzel y ganó el Óscar a la mejor película extranjera en 1967. En ella el autor, bajo el aspecto de una historia lúdica y divertida, enfrenta lo ridículo y lo obsceno y crea el personaje de un joven delicioso que a pesar de su nimiedad acaba siendo el depositario de los valores que ya nadie conserva. Después de esta obra recibió el Premio del Estado de Literatura.

A Hrabal tanto reconocimiento le deja pasmado, en Bodas en casa dice por boca de su mujer: «Los lectores no paraban de consumir esos textos confusos de mi marido y los leían como su Biblia, mi tesoro escribía cada vez con más cara y audacia e insolencia, en sus textos pronunciaba cosas que no se dicen en voz alta, a él mismo le asustaba ese duelo con sus lectores, solo esperaba que un día se descubrieran todos sus errores, que un día algún juez presentara una denuncia contra sus textos parlanchines y pronunciara un veredicto sobre mi marido». Cuando cobraba un anticipo metía los billetes en una redecilla de las de hacer la compra y se iba por las tabernas de Praga invitando a la gente, mientras la bolsa con miles de coronas colgaba de un perchero. El trato con los demás le parecía más importante que cualquiera de sus libros. Seguía mostrándose inquieto e inseguro y no paraba de preguntarse: ¿Quién soy yo?

En 1968 la Historia vino a sacudir de nuevo su vida, y la de todos los checos, cuando los tanques del Pacto de Varsovia invadieron el país para poner fin a lo que se había llamado la Primavera de Praga. Hrabal cuenta como esa misma mañana, la del 21 de agosto, le habían presentado al escritor alemán Heinrich Böll y paseaba con él por el centro: «Grupos indignados de jóvenes subían por la plaza Wenceslao y gritaban Viva Dubcek y por todos lados había tanques llenos de soldados soviéticos… Heinrich Boll los miraba como si fueran fantasmas… Mein lieber Bohumil… mire como tienen las manos, y la cara, y las botas llenas de barro… ¡parece como si acabaran de llegar del frente! […] Ay de los vencidos». Tras el cambio político sus libros, y los de muchos otros escritores, desaparecen de las librerías y bibliotecas y se le prohíbe publicar. La edición entera de Las flores nacientes, un volumen con sus primeros cuentos, va a los almacenes de reciclaje. Eliska, que casualmente, trabajaba donde antes él, consiguió salvar unos cuantos ejemplares.

"Vuelve a sus recuerdos y escribe Personajes en un paisaje de infancia, cuya protagonista es su madre, una mujer alegre y guapa, demasiado aficionada al teatro y un poco distante para ser una madre, según su visión"

Sumido en la depresión el escritor se retira a un modesto chalet en medio de los bosques de Kersko. Allí, rodeado de gatos, procura escribir siguiendo su método, que describe así: «Primero se pasaba horas y horas concentrándose, miraba por la ventana, caminaba de aquí para allá por el patio, se tomaba un café tras otro, no comía nada, solo fumaba como una chimenea. Y cuando al cabo de un par de horas se sentaba y ponía el papel en la máquina de escribir, […] tenía la impresión de que con la máquina volaba en el cielo, que se elevaba por encima de las nubes como en una alfombra mágica, escribía y golpeaba el teclado, murmuraba, refunfuñaba, de vez en cuando se quedaba mirando la máquina y parecía que iba a tirarla por la ventana, lejos, al bosque…».

Vuelve a sus recuerdos y escribe Personajes en un paisaje de infancia, cuya protagonista es su madre, una mujer alegre y guapa, demasiado aficionada al teatro y un poco distante para ser una madre, según su visión. La continuación es La pequeña ciudad donde se detuvo el tiempo, donde el protagonista es el tío Pepín. Y por último Tierno bárbaro en homenaje a Vladimir Boudnik, pintor vanguardista y loco, amigo desde los primeros tiempos de Liben, con el que compartió vida y aprendizaje, hasta que a fuerza de intentar suicidarse, lo consiguió.

Mención aparte merece Yo serví al rey de Inglaterra que narra la historia de un trepa, un petimetre de baja estatura que trabaja de camarero en hoteles de lujo cada vez más elegantes y cuya ambición es convertirse en dueño de hotel y millonario. Va aprendiendo de su maîtres (uno de los cuales ha servido al rey de Inglaterra) lecciones no solo del arte de servir, sino también de vida. La novela, que Hrabal dijo haber escrito en tres semanas sentado en el tejado de su casita en medio del bosque de Kersko bajo un sol abrasador, no tendría mayor relevancia si no se entiende como una reflexión sobre la propia existencia. Está escrita bajo la influencia del Tao Te King el famoso libro del filósofo Lao Tse. Hrabal no ahorra críticas sobre sí mismo y cuando Dite, el protagonista, consigue por fin su objetivo y se hace millonario, se produce la conversión, y se retira en soledad a trabajar como peón caminero.

"En la montaña de papel bajo la que trabaja aparecen libros que no es que lea, sino que absorbe con fruición hasta que forman parte de él. Hant’a es un artista del deshecho"

Yo serví al rey de Inglaterra está escrita con el mismo estilo y, podría decirse, con el mismo influjo que sus obras mayores: Una soledad demasiado ruidosa y la trilogía autobiográfica Bodas en casa. Las tres son un intento de interrogarse a sí mismo, de encontrar las preguntas transcendentes, de comprender mejor: Monika Zgustova en Los frutos amargos del jardín de las delicias dice, con razón, que uno de los temas de Hrabal es «la caída de una época, el cambio repentino y la llegada de una nueva era». Así es en las narraciones del tío Pepín, un anacrónico representante del imperio austrohúngaro, o en el final de la guerra que se anuncia en Trenes…, o el cambio drástico de Yo serví al rey de Inglaterra, pero donde se hace más evidente es en Una soledad demasiado ruidosa.

Hant’a, el protagonista, lleva treinta y cinco años embalando papel viejo con una prensa. En la montaña de papel bajo la que trabaja aparecen libros que no es que lea, sino que absorbe con fruición hasta que forman parte de él. Hant’a es un artista del deshecho. Adorna cada paca con un tesoro, un libro imprescindible o la reproducción de cuadro famoso. Ante los gritos de su jefe Hant’a se encoge: «Como Adán entre los matorrales, con un libro en la mano abro mis atemorizados ojos a un mundo extraño, distinto de aquel en el que me hallaba hace apenas un instante porque yo, cuando me sumerjo en la lectura, estoy en parte, dentro del texto, me despierto sorprendido y reconozco con culpa que efectivamente vuelvo de un sueño, del más bello de los mundos, del corazón mismo de la verdad». Se lleva libros y los amontona en las paredes, en el váter y encima de su cama, en un baldaquín que amenaza desplomarse mientras duerme: «Me dirijo a mi casa […] apestando a cerveza y a suciedad, pero me río porque tengo la cartera llena de libros de los cuales espero que por la noche me expliquen algo sobre mí mismo».

"Estilísticamente Hrabal es un vanguardista. Hacía muchos años ya había compuesto Clases de baile para mayores con una sola frase inacabada"

Hant’a al igual que Hrabal, siempre se siente culpable de todo. Su jefe le pone cara de perro y le acusa de ser un hombre asqueroso y un empleado nefasto y el causante de todos sus quebraderos de cabeza y consigue deshacerse de él y reemplazarle por jóvenes de monos impolutos que no saben lo que es un libro, pero ejecutan eficientemente su trabajo. Es, en efecto, el fin de una época y el advenimiento de otra que se lleva por delante toda la basura, los deshechos y también la vida entera de muchas personas que ya no son capaces de vivir con las nuevas costumbres: «Me di cuenta con cuerpo y alma de que nunca más sería capaz de adaptarme, me encontraba en la situación de aquellos monjes que, cuando Copérnico descubrió nueva leyes cósmicas según las cuales la tierra no era el centro del mundo, se vieron incapaces de imaginarse un mundo diferente de aquel en el que habían vivido hasta entonces y se suicidaron en masa».

Estilísticamente Hrabal es un vanguardista. Hacía muchos años ya había compuesto Clases de baile para mayores con una sola frase inacabada. Se consideraba discípulo de Rabelais y Hasek y sobre todo admiraba a Joyce. «Para él James Joyce era un gigante al que no se cansaría de leer en toda su vida. Lo encontraba todo en el Ulises: el dadaísmo, el realismo, el surrealismo, el psicoanálisis. Quedó hechizado por la corriente que fluye en la frontera del consciente y el inconsciente de Molly Bloom». escribe Monika Zgustova. De ese modo y bajo la respiración cósmica de la cosas que le inspira Lao-Tse había escrito su último libro y escribirá los siguientes.

"Hrabal era ya un escritor muy conocido al que invitaban a ir por todo el mundo. Su actividad principal en Praga era pasar la tarde en la taberna El Tigre de Oro cerca de la calle Spalena, donde había estado el almacén de papel viejo"

Para seguir aprendiendo a Hrabal ya solo le queda mirarse en el espejo. Desprenderse de todo, desnudarse y desde una profunda humildad exponer sus vicios, defectos y debilidades. Es lo que hace en Bodas en casa su trilogía autobiográfica. Está contada en primera persona desde el punto de vista de Eliska, Pipsi, su mujer. Abarca los veinte años que vivieron juntos en la calle En el muelle. El escritor es ya un maestro consumado del monólogo: introduce en él diálogos, digresiones o las propis disertaciones del autor sin que se resienta en absoluto. Literariamente lo mejor es la supuesta voz de Eliska, el ritmo de la frase, la música que se enrosca en la cabeza del que lee hasta hacerle partícipe de la historia. Hrabal no se ahorra ninguna anécdota para ponerse en ridículo. El primer volumen: Bodas en casa llega hasta el matrimonio de los dos protagonistas. El segundo, Vita nuova, es todavía más radical en la forma y elimina los signos de puntuación. Terreno yermos, la tercera parte, trata de aspectos más externos pues coincide con los acontecimientos de 1968 y es el que le planteó más problemas con la censura.

El libro circuló en samizdat (ediciones clandestinas) y se publicó por primera vez en checo en 1987 en Canadá. Ese mismo años murió Eliska, sus padres y el tío Pepín hacía años que habían muerto y en esa misma época derribaron la casa de Liben para ampliar el metro. Hrabal era ya un escritor muy conocido al que invitaban a ir por todo el mundo. Su actividad principal en Praga era pasar la tarde en la taberna El Tigre de Oro cerca de la calle Spalena, donde había estado el almacén de papel viejo: «La taberna nunca ha sido para mí un despacho o un confesionario, nunca fui allí a preguntar nada, me limitaba a escuchar plácidamente» y allí aprender «que lo que yo creía que sólo me ocurría a mí pasaba en realidad también a los demás, sólo entonces empecé a tener coraje y a no sentirme tan solo. Y de tanto escuchar a los demás me di cuenta de que mis mayores secretos, las cosas más terribles, los momentos de más intensa soledad y de más tierna intimidad no eran mi enfermedad secreta, sino que también los demás sufrían del mismo mal».

La literatura de Hrabal es una celebración de la vida que bajo el disfraz de comedia contiene las reflexiones filosóficas que siempre le obsesionaron: «La muerte no tiene nada que ver conmigo porque es justo una frontera agradable, donde es suficiente inclinar apenas la cabeza para regresar allí de donde venimos al nacer». En muchos de sus libros está presente la idea del suicidio: El protagonista de Trenes… no se suicida, pero se sacrifica por los suyos. En las historias del tío Pepín continuamente aparecen personajes que se quitan de en medio. Hant’a deja que los libros que ha acumulado en el baldaquín le acaben aplastando. En La flauta mágica cuenta que Kafka quiso tirarse desde la quinta planta de la mansión Oppelt a la calle París. Lo cierto es que en 1997, cuando contaba ochenta y tres años y estaba hospitalizado por una dolencia menor, se encaramó a la ventana de su habitación, esta sí con seguridad en la quinta planta, y cayó al vacío, según el informe oficial cuando intentaba dar de comer a las palomas. Como dice Zgustova, quién redactó el informe no había leído sus libros. Le enterraron en el cementerio de Hradisko, junto a Eliska, muy cerca de Kersko y del Elba donde había sido feliz. Tal como quería en una caja de madera de pino con la inscripción Pivovar Polná (Fábrica de cerveza de Polná), el lugar donde se conocieron sus padres.

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Jesús Javaloyes

Jesús Javaloyes (Madrid, 1957) está más orgulloso de lo que ha leído que de lo que ha escrito, como Borges. Entre otras cosas porque de lo escrito ha publicado muy poco. A los veintitantos tuvo que decidir entre la informática y la literatura y optó por la primera porque su familia ya había pasado bastantes miserias. Fue programador de ordenadores, como Coetzee, y durante treinta y cinco años se empeñó en sacar adelante la pequeña empresa que había montado. Ha frecuentado talleres literarios y escritores con notorio perjuicio para su hígado y colabora en revistas como Zenda y Oxi-Nobstante. Su última novela, 'Los mapas mudos', aún no ha sido publicada.

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