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Barcelona 92, la otra cara - Zenda
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Barcelona 92, la otra cara

Descubrimos entonces que esta voz negadora, esta alma atormentada sufrió su primer brote de esquizofrenia paranoide el mismo día en que la explosiva noticia de la elección de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992 invadió las calles y plazas de la ciudad condal. La marca de esta escisión psíquica queda impresa como...

Según explica la narradora al comienzo del libro, Vistas olímpicas nace de un encargo. Esto bien podría ser pura ficción, pero el libro forma parte de la colección Episodios Nacionales, con la que la editorial Lengua de Trapo pretende, según la solapa, “reunir a un grupo plural de creadores para repensar la historia reciente de España”, de modo que muy probablemente le haya encargado a la escritora barcelonesa Natalia Carrero el episodio de la Barcelona olímpica de 1992. En tal caso deberíamos agradecer a la editorial que haya ido a buscar a una autora que no es de las que se imponen y ni siquiera de las que se muestran con más o menos discreción, sino de las pocas que huyen del ruido guarecidas en alguna morada de su mundo interior. Como si le costara salir de su hogareño refugio, el libro arranca con esta contundente declaración: “Esta voz narradora siempre ha tenido conflictos de identidad y tendencias escapistas radicales, instintos suicidas consumados pero fallidos, reincidentes ganas de escapar de sí, del mundo y de cualquier concreción. Se niega a decir quién es”.

Descubrimos entonces que esta voz negadora, esta alma atormentada sufrió su primer brote de esquizofrenia paranoide el mismo día en que la explosiva noticia de la elección de Barcelona como sede de los Juegos Olímpicos de 1992 invadió las calles y plazas de la ciudad condal. La marca de esta escisión psíquica queda impresa como un ingenioso recurso literario en el preciso momento en que la capital catalana se reinventa como ciudad olímpica proyectada hacia el mundo. No es por tanto la narradora quien se divorcia de su ciudad, sino la ciudad quien se aparta de ella. La ciudad muere y renace en un día, pero siendo otra de la que era. Por eso tal vez la narradora, mirada cuerda entre pasiones efímeras, no participa de la euforia popular que acompañó cada uno de los hitos de aquellos años que ahora sabemos fueron los más prósperos y felices del siglo. Distantes y extrañados asistimos con ella a fenómenos tan inolvidables como ese ejército de voluntarios orgullosos de participar en un evento de repercusión mundial, o el asombro colectivo al escuchar por vez primera ese apabullante himno a Barcelona cantado a dúo por dos genios tan dispares como Freddie Mercury y Montserrat Caballé, o el jolgorio festivalero de esa otra canción de Los Manolos que nos prometía ser amigos para siempre means you’ll always be my friend, o el desmesurado éxito de ese raro muñeco pintado de perfil por Javier Mariscal al que sólo faltó cobrar vida real y pasearse por las Ramblas saludando a los turistas, esas crecientes riadas de turistas que habían colocado en el blanco de su diana la Sagrada Familia y otros edificios de Gaudí.

Todos estos rasgos tan conocidos se nos presentan ahora como la espuma inflada de una gigantesca ola que entretanto invadía Barcelona sin hacer mucho ruido pero con toda la violencia de los intereses económicos. Esta ola poderosa, en forma de planes urbanísticos, leyes, decretos y ordenanzas, se llevó por delante barrios de casas pobres con vistas al mar y merenderos bulliciosos con olor a sardinas, barrios de menestrales y ganapanes que al caer la tarde festejaban sin embargo la vida tocando palmas al compás de las olas. Con estas otras vistas olímpicas, con esta cara oculta de los fastos deportivos del 92 la mirada extrañada de la narradora se aproxima y dulcifica: se reconcilia por fin consigo misma. Abre las puertas de su habitación impropia a todas esas voces sin nombre que no caben en los estrechos márgenes de la Historia. Allí dentro, en ese refugio hogareño, en esa apacible morada habla con libertad una anciana expulsada de su mundo a un barrio periférico o resuena bajo la tierra el grito de un trabajador muerto en la obra. En la extraordinaria portada del libro, diseño de Alicia Gómez (es preciso nombrarla), un nadador olímpico compitiendo por una medalla parece aplastar o tragarse bajo el agua de la piscina un poblado misérrimo con mulos y carros y hombres sin fortuna. La narradora, o quizá ya la autora, nos invita a humillar la mirada y pensar desde ahí abajo.

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Autor: Natalia Carrero. TítuloVistas olímpicasEditorial: Lengua de Trapo. VentaTodostuslibros y Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Pelayo Cardelús

Pelayo Cardelús nació en Madrid en 1974. Ha publicado las novelas América en el espejo (Servac), El esqueleto de los guisantes (Caballo de Troya) y Las vacaciones de Íñigo y Laura (Caballo de Troya). Ha publicado también Crónicas de viajes en el diario El Mundo así como relatos y artículos en diversos periódicos y revistas. Es licenciado en Derecho y máster en Estudios Avanzados en Filosofía, ambos títulos por la Universidad Complutense de Madrid.

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