Alerta: se develan algunos detalles de la trama de la película
Durante décadas la muñeca Barbie fue culpable de proponer parámetros de belleza imposibles, fomentar la anorexia y otros males. La película de Greta Gerwig no esquiva tales reclamos, pero intenta rescatar un mundo en el cual la casa es de Barbie, el coche es de Barbie y Ken es sólo un accesorio equivalente a un lindo vestido. Nos indica que, hasta el momento de su grandiosa aparición en el mundo, las muñecas eran bebés que debían ser cuidados. Barbie, en cambio, es una chica que está de fiesta eterna con sus amigas y su única preocupación es tener un vestuario deslumbrante. La rubia es, según la película, una mujer que se anima a brillar y el machismo existe en el mundo real, mucho más que en el matriarcado de Barbie.
Mentiría si les dijera que la película no me hizo reír y hasta emocionar, cuando Barbie le dice a una anciana Barbara Handler (la hija de la creadora de la muñeca) que es hermosa o con el ya famoso monólogo de la actriz America Ferrera. Pero, como a la Barbie de la película, a veces el mundo real me parece demasiado ridículo y abrumador y este largometraje es a la vez la campaña más genial del marketing y un símbolo mundial de la hipocresía.
En la película, Mattel (la fábrica de la muñeca) tiene un directorio íntegramente conformado por hombres y, mientras veía a esos hombres malos, vestidos de negro tomando decisiones inescrupulosas basados únicamente en los ingresos que pudiera generarle el producto, pensaba en los millones recaudados no sólo en la película, sino también en licencias (ropa, accesorios y otros productos) y en la súbita crecida en las ventas de la muñeca.
Me tomé el trabajo de buscar la conformación del verdadero directorio de Mattel, y al menos sí hay mujeres en él. Pero eso no quita que la muñeca cuyas únicas palabras en la historia fueron frases como “las clases de matemáticas son difíciles” y “me encanta ir de compras” tenga una nueva vida gracias a la misma película que suponía criticarla. La rubia estaba destinada a morir, ya casi agonizando en un mundo en el cual, según las Naciones Unidas, las mujeres estamos a 286 años de lograr la igualdad de género a nivel mundial. Y hoy vuelve arrasando ventas a su paso en tonos de rosa para decirnos que con tacos altísimos y medidas perfectas sí que podemos llegar a la presidencia.
El guión deja en claro que estamos pidiendo demasiado de una muñeca, pero creo que ya tenemos demasiado poco como para seguir conformándonos con lo que nos dan. A mí me hubiera gustado que la película fuese de Stacy Malibu (la versión parodiada de Barbie por Los Simpsons) y que en lugar de mantener Barbie su lugar de poder absoluto, se hubiese podido generar un espacio común con Ken, en un mundo sin distinción de géneros por una razón tan simple y básica que hasta una muñeca podría entenderla: es que el público masivo de Barbie no conoce de feminismo y esa parte de la historia refuerza la creencia de que el feminismo “es el machismo pero al revés”. Como si las feministas quisiéramos tirar a los hombres al pozo donde nos hundió el machismo.
Mi conclusión es que aplaudo la inteligencia de la marca Barbie para pararse con firmeza en un mundo que debería odiarla. Y odio que vivamos en un mundo que la aplaude de pie.
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