La politización de la cultura es tan antigua como la cultura misma. Seguro que muchos de ustedes recuerdan el Cantar de Mio Cid, uno de los primeros entes literarios en lengua castellana, maravillosos versos escritos en aquel bosquejo de romance y que hoy pasa por ser una joya arqueológica de nuestro idioma. Pues bien, pese a que las teorías de su autoría son diversas, más allá de aquel «Per Abat» que aparece por ahí escrito entre sus páginas, lo cierto es que todas ellas argumentan motivos políticos a la hora de explicar la redacción del poema. Como bien saben, se trata de la historia del Cid Campeador, quien, tras ser desterrado por desafiar al rey, es readmitido en la gloria real tras recuperar su confianza. Hay quien dice que estas estrofas, escritas para ser cantadas por un juglar en este o en aquel pueblo, se idearon desde el entorno de la corona para inculcar en los súbditos la lealtad a la misma. Otras teorías, en cambio, apuntan a que la redacción debió de llevarse a cabo a manos de poetas rebeldes que pretendían poner en jaque la autoridad del rey. En cualquier caso, mera propaganda, politiqueo cultural.
Hace unos días me dispuse a ver la película Barbie, invirtiendo para ello algunas horas de un periodo vacacional al que no le sobran minutos. Muy pronto me di cuenta de que desperdiciar la más mínima porción temporal en tales menesteres no resultaría una idea sensata. Supongo que todos los aquí presentes ya conocerán el trasfondo del asunto: empoderamiento de la mujer, pisoteo al hombre, crisis existencialista del género femenino, blablá. Una vez más, y no es la primera vez que lo suelto desde esta tribuna, lo que iba a ser una tarde tranquila de palomitas y risas se convirtió en una moralina insoportable. Algo que ya se ha convertido en costumbre, da igual si vas a ver la última de superhéroes, la definitiva de Spielberg o la comedia romántica de Antena 3. Todo se ha ideologizado, todo se ha pervertido bajo el yugo viralizante de la polarización.
No me malinterpreten. Ya comentaba al inicio que la política y el arte están unidos desde que el mundo es mundo. Mi crítica va dirigida hacia el hecho de que la radicalización se ha impuesto al talento artístico. Barbie, por ejemplo, es una cinta sin talento, sin categoría cinematográfica. Sin embargo, ya es el estreno más exitoso del año y no me cabe duda de que su discurso triunfará por meses, veremos oratorias de YouTube defendiendo su mensaje, las jóvenes se teñirán de rubio, los jóvenes llevarán trajes color pastel, etc. ¿Por qué? Básicamente porque consigue tirar de las tripas ideológicas de una sociedad. Leo además que en Estados Unidos se ha desatado una batalla entre los wokistas de Barbie y los antiwokistas de Sound of Freedom, otro estreno americanísimamente ideologizado. Enfrentamiento, polarización, batalla. Ya tienen lo que quieren. En fin, decido salir del cine cuando sólo han transcurrido sesenta minutos de largometraje, y me dispongo a pedir una cerveza en el bar del barrio. Si me van a intentar panfletear, al menos que lo hagan quienes tienen los pies en la tierra. Entre los pájaros de Hollywood y la Estrella de Galicia del bar de Javier, me quedo con el último y con su roman paladino, que como ya se adelantaba en otro cantar, es en la cual suele el pueblo fablar a su vecino.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: