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"Avatar. El sentido del agua" es la obra maestra que las salas de cine necesitaban - Zenda
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«Avatar. El sentido del agua» es la obra maestra que las salas de cine necesitaban

Nombremos solo dos, enormes y fundamentales desde la perspectiva industrial, artística, de un director de masas como el de Terminator y Mentiras Arriesgadas: el predominio en la taquilla de las películas Marvel y la absorción del estudio de Avatar, Twentieth Century Fox, por parte de Disney… propietaria de, ironías del destino, Marvel Studios. Estamos en...

Corría el año 2009 y Avatar se apuntó un tanto en plena gran recesión económica. James Cameron, en su primer largometraje desde Titanic (1997) había reformulado la tecnología 3D y prometía levantar una nueva franquicia para la eternidad, llamando al público a las alicaídas salas de cine en un contexto de inseguridad absoluta por el futuro. La película, guste o no, funcionó, y creó un nuevo mundo, Pandora, justo cuando el nuestro parecía acabar. Avatar todavía es la película más taquillera de la historia, una atalaya desde la cual Cameron ha podido mirar desde arriba y con cierta tranquilidad los muchos avatares —perdón por el chiste— sucedidos desde entonces.

Nombremos solo dos, enormes y fundamentales desde la perspectiva industrial, artística, de un director de masas como el de Terminator y Mentiras Arriesgadas: el predominio en la taquilla de las películas Marvel y la absorción del estudio de Avatar, Twentieth Century Fox, por parte de Disney… propietaria de, ironías del destino, Marvel Studios.

"El sentido del agua se saluda no solo como una película, sino como un nuevo golpe sobre la mesa de un viejo modo de hacer las cosas"

Estamos en 2022 y la situación ha cambiado todavía más. O quizá no tanto, a pie de calle al fin y al cabo, los espectadores todavía seguimos en (otra) crisis y la experiencia cinematográfica sigue peligrando, esta vez tras descubrir el cine que tiene el enemigo en casa: el streaming televisivo (segundo párrafo y segundo chiste malo, no habrá más) entonces en pañales se ha hecho todavía más fuerte en tiempos de pandemia y parece llamado a convivir con la afluencia a salas.

Tiene pinta que Avatar: El sentido del agua carga en la mochila una responsabilidad similar a la primera entrega —dirigida por Cameron en un lapso de tiempo similar al vivido con su anterior Titanic: más de una década—. Respecto al séptimo arte, el cine como espectáculo de masas y hasta el modelo de blockbuster asociado a un autor al margen de marcas registradas que han canibalizado todo, El sentido del agua se saluda no solo como una película, sino como un nuevo golpe sobre la mesa de un viejo modo de hacer las cosas para que la experiencia cinematográfica evolucione pero no se desdibuje.

La maravillosa paradoja es que la película, enteramente digital, se ve, se siente, como un filme de acción “tradicional” en el que se devuelve a los héroes una escala real, física. No hay superpoderes, no hay ítems mágicos salvadores, existe una noción fuerte de film de ciencia ficción donde se resalta la delicada humanidad de unos personajes vulnerables. La suave narrativa de Cameron, excelso conocedor del género, conduce un film de 200 minutos que transcurren con una envidiable fluidez pese a una duración evidentemente exagerada, pero nunca carente de energía o sentido.

"Todo en Avatar. El sentido del agua parece versar sobre la naturaleza de los vínculos entre sus protagonistas y su entorno"

La secuela de Avatar, que también transcurre un buen número de años después de la primera, aprovecha ese lapso para incorporar nuevos personajes que dividen la acción pero no la emborronan. El concepto de familia viene a ser utilizado por Cameron como bálsamo para los universos conectados de Marvel y DC, llamando a una nueva generación juvenil que sin duda puede verse atraída por los vástagos de los protagonistas de la función original. Es una puerta a que la franquicia no se desgaste con una única historia, la de Sully y Neytiri, que aquí tiene visos de interesar menos que la de los villanos.

Todo en Avatar. El sentido del agua parece versar sobre la naturaleza de los vínculos entre sus protagonistas y su entorno, enredados en un cambio de cuerpo o bien amenazados con perderlo, y lo legítimo o no de su experiencia vital. Es lo mismo que antes, pero aplicado a la progenie. La historia que Cameron ha montado alrededor de ellos no tiene ningún secreto y brilla, como siempre en él, por una engañosa sencillez a lo Edgar Rice Burroughs: aquí el concepto de “proscritos” que tan querido le resulta, se amplifica hasta incluso aplicarlo con éxito a una criatura digital pensada como una suerte de ballena (y que, en una magistral jugada que seguramente será objeto de burla por algunos, Cameron eleva de lo meramente infantil a la categoría de un personaje heroico ortodoxo y desarrollado).

"Avatar 2 sube el nivel de las últimas películas de superhéroes sin necesidad de ampliar la escala, sin apenas despeinarse"

La parte kumbayá del relato subsiste en unas fascinantes imágenes submarinas que alargan la duración del filme, pero como en la primera su dinámica bosquimana, también albergan gran parte de su poesía. En esta es francamente mejor, puesto que no existe la necesidad de explicar nada y permite a Cameron recuperar momentos de Abyss y Titanic, empleando toda sus ganas de narrar en buscar el equilibrio de aquellas con el apasionante relato bélico que lo enmarca. Otra de las paradojas del film es que un tipo que sabe filmar tan condenadamente bien la maquinaria bélica maneje el relato ecologista sin caer en vulgares manipulaciones, sin convertir la historia en un documental de Cousteau: nunca la caza de ballenas ha resultado tan repugnante y, a la vez, nunca ha dado pie a tanto espectáculo fílmico. Porque una vez que Cameron decide que es hora de ponerse a romper cacharros, Avatar 2 sube el nivel de las últimas películas de superhéroes sin necesidad de ampliar la escala, sin apenas despeinarse, retornando a un nivel humano la épica de las escenas de acción y gozando con la física y el diseño de sus aparatos tecnológicos.

Avatar. El Sentido del Agua propone por eso una vía alternativa para vivir el relato aventurero, que quizá es la misma que siempre tuvimos y que queremos conservar. Como el agua que pasa, todo consiste en vivir y dejarse llevar por ella.

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Juan Manuel González

Nacido en Madrid y licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual, solo se siente feliz cuando chapotea en la cultura popular, de la que no para de repetir que se merece un análisis al margen de la mercadotecnia. Jefe de sección del portal Chic y orgulloso redactor de lo que venga en Libertad Digital, colabora en esRadio hablando de cine y series. Lector ávido de lo que caiga en sus manos, le gusta cabalgar en su coche hacia el amanecer. @confecinepata

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