Nadie perdona, lo sé
a quien recuerda las cosas.
(Carmen Conde)
Con un brillante prólogo a cargo de Fran Garcerá llega a las manos de los lectores la imprescindible reedición de Honda memoria de mí publicada hace un meses por Lastura, reafirmando —una vez más— su línea editorial, ese espíritu de compromiso con las escritoras, habitualmente opacadas por las estructuras patriarcales subyacentes. Habrá quien crea que Carmen Conde, integrante de la Generación del 27 (aunque siempre desdibujada), primera mujer nombrada académica por la RAE, una autora canónica, tiene la presencia que por su alta calidad merece. En mi opinión, la autora de Cartagena merece mucha más atención, especialmente un acercamiento crítico a las obras previas a Mujer sin Edén, que marca un antes y un después en su trayectoria. Y su integración real en el canon escolar.
Un acierto de Garcerá en esta edición de Honda memoria de mí es que mantiene la primigenia versión —modificando exclusivamente ortografía y acentuación— publicada por Romo Arregui, pero incorporando las anotaciones que hizo la propia autora en las correcciones de la prueba de imprenta explicando el texto, “para lectores que necesiten mayor claridad” (s/p) tal y como se indica. Este complemento de carácter didáctico enriquece la comprensión del poema y favorece que no sea necesaria interpretación crítica, pues la poeta, con impecable rotundidad explica que la obra supone un un canto a la vida como ciclo eterno, una memoria de la humanidad: “soy el joven que se halló con espada/y cortó el misterio a su paso./ El anciano que a espejos sonríe/perdonándose la experiencia./La mujer que rocía de leche/al hijo que le pusieron/mientras ella se precipitaba/al hervor crepitante del génesis.” (p. 44).
A lo largo del poemario la música se identifica con la poesía, con la juventud del yo lírico que revisita el tiempo buscando comprender el sentido de la vida que no se percibe con la inteligencia, siempre restringida a lo conceptuable, puesto que “entender es esfuerzo ciclópeo/de la triste inteligencia,/que no puede explicar lo que siente/cuando ansiosa se vuelca, velando,/al borde sombrío y ardoroso/de un precipicio de nuncas” (pp. 54-55). Y es así que lo ininteligible solamente se alcanza con lo que ella define como suprema inspiración mística que busca su perfeccionamiento progresivo, pero que nunca se logra terminar: “la gracia sí; es mi amante/yo me he entregado la gracia/soñando con la fortaleza” (p. 55). La poeta ansía pasar de ser una voz cargada de dudas, de preguntas sin respuestas, para ser la Voz de la humanidad que alcance a comprender el misterio de la vida. Pero el misterio de la vida se resiste a pesar de ese estar permanentemente despierta, atenta a cada realidad asible/inasible; a velar siempre inmune al sueño toda vez que “no es al sueño a quien quisiera/preguntarle por mi presencia./El sueño es enemigo de la quietud/que busco como ansío a Dios” (p. 66).
Revisitar esta Honda memoria de mí y establecer la interconexión con los tres publicados en 1947 (Sea la luz, Mi fin en el viento y de su capital Mujer sin Edén) obligan a integrar este poemario en la misma etapa, pero no como introito de la misma, sino como obra decisiva que ayuda a vertebrar la fortaleza expresiva, esas imágenes como herramientas técnicas que potencian el motor poemático, el ascetismo que anhela alcanzar lo místico, el imposible encuentro con Dios (los títulos nunca son baladíes en Conde: mujer sin Edén, es decir, sin paraíso, sin eternidad posible en unión con El Creador), desarrollando una posición metafísica de mujer sola, libre de ataduras al varón para afrontar su destino, que supone un excepcional avance en relación a los tópicos habituales que marcaban el espacio femenino en relación a la religiosidad.
Carmen Conde, libertad creadora como un viento que atraviesa toda la poesía española del siglo XX, se revela ya, con Honda memoria de mí, en toda su pujanza, con todo el vigor de mujer-alma-poeta que viene a nutrir la lírica española de los autores del exilio interior con ese desvelamiento del yo inmerso en un ciclo perpetuo del que somos, únicamente un eslabón de la cadena. Por eso es tan importante traerla al presente en esta cuidada edición de Lastura: porque su voz deslumbrante, siempre en proceso de perfeccionamiento metafísico, nos da la dimensión de una pionera que hizo de la escritura transgresora, revolucionaria y meditativa, de ese romper estereotipos clasistas/clasicistas, una forma de vida.
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Autora: Carmen Conde. Título: Honda memoria de mí. Edición: Edición, introducción y notas de Fran Garcerá. Editorial: Lastura. Venta: Todostuslibros.
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