La posada de Dickens.
El escritor y académico de la Real Academia Española (RAE) Arturo Pérez-Reverte ha sido reconocido con uno de los premios más prestigiosos del periodismo español, el Mariano de Cavia, que concede el periódico ABC, por su artículo La Posada de Dickens, publicado en la revista XLSemanal el 28 de julio de 2019. Este galardón celebra este año, además, su centenario, puesto que el Mariano de Cavia se instituyó en 1920. A continuación, reproducimos el artículo premiado.
ARTURO PÉREZ-REVERTE
Alguna vez he comentado en esta página lo importante que es viajar a los lugares no para conocerlos, sino para confirmarlos. Llegar a ellos con lecturas previas que permitan amueblarlos con lo que fueron o con lo que otros imaginaron o vivieron allí. Contextualizarlos en su literatura, su tradición y su historia. No es lo mismo caminar con libros que sin libros en la memoria. No es igual pasar junto al café Procope sin saber quiénes fueron Diderot o el barón Holbach, desayunar en Sanborn’s ignorando a Zapata y Pancho Villa o deambular por Palermo sin la melancólica sombra del príncipe Salina. A cuento de eso, nada más adecuado para estos superficiales tiempos de selfi y a otra cosa, mariposa, que lo que en Clase de latín escribió Zbigniew Herbert: «Tal vez algún día lleguéis a Roma con el séquito de un procónsul. De modo que deberéis conocer los principales edificios de la Ciudad Eterna. No quiero que deambuléis por la capital de los césares como si fuerais unos bárbaros sin cultura».
Pienso en eso sentado en el último banco a la derecha de la galería exterior de la Posada de Dickens, la Dickens Inn del muelle de St. Katherine de Londres, mirando desde ese caserón del siglo XVIII los barcos amarrados en el puertecito de abajo. Tengo una cerveza en la mano, el sombrero a un lado, las suelas de los zapatos cómodamente apoyadas en la barandilla, y acabo de dar un largo paseo a lo largo del Támesis, entre el puente de Waterloo y el de la Torre, que puede verse a lo lejos entre los edificios modernos y los antiguos que sobrevivieron a los bombardeos alemanes. Hace un rato anduve junto al crucero Belfast, que combatió con el Tirpitz y participó en el hundimiento del Scharnhorst, y junto a la réplica del Golden Hind de Drake, entre los viejos almacenes portuarios hoy rehabilitados y destinados a otras cosas. Y durante todo el camino, como ahora en la Posada de Dickens, los libros leídos en los últimos sesenta años vinieron en mi auxilio para dar sentido a lo que miraba. Borrando con la imaginación cuanto allí sobraba –que era mucho– y proyectando con nitidez perfecta lo que realmente contuvo, o contiene, este paisaje.
Joseph Conrad, sobre todo. Paseando por los lugares donde estuvo el puerto me he detenido varias veces a contemplar la marea baja, pensando inevitablemente en la Nellie, la yola de recreo «que borneó sobre su ancla sin un flameo de las velas y dejó de moverse». Conrad es el único escritor del que tengo una fotografía en mi biblioteca de trabajo; el que no me abandona y envejece conmigo. El marino que me enseñó, desde muy pronto, que vivimos como soñamos, solos. El que escribió: «Recuerdo mi juventud y la sensación, que nunca volverá, de que podría durar para siempre, sobrevivir al mar, a la tierra y a todos los hombres», y también: «Toda pasión se ha perdido ahora. El mundo es mediocre, débil, sin fuerza. Y la locura y la desesperación son una fuerza. Por eso la fuerza es un crimen a los ojos de los necios, los débiles y los tontos».
Es por esto y por algunas cosas más que, sentado en la galería superior de la Posada de Dickens, en este anochecer tranquilo de los muelles de Londres, mientras se extingue la luz entre los palos de los barcos amarrados y una madre pata y sus patitos nadan en fila por el agua tranquila donde se refleja el crepúsculo, no tengo necesidad de volverme a mi derecha porque sé perfectamente que ahí, al extremo del banco, también con una cerveza en la mano, se oscurece con el resto del día la silueta inmóvil del capitán Marlow, que en ese momento murmura: «Cada barco se parece a los demás y el mar no cambia nunca». Al escucharlo asiento en silencio porque estoy de acuerdo, y los dos bebemos un poco de cerveza antes de que Marlow, convertido ya casi en una sombra inmóvil, emita un leve gruñido y luego añada como para sí mismo: «Conoció la mágica monotonía de la existencia entre cielo y mar». Supongo que se refiere a Jim, Lingard, Mac Whirr o cualquiera de ésos; a uno de los nuestros. De manera que, como nada tengo que hacer hasta el cambio de marea, me acomodo con mi cerveza, dispuesto a escuchar la que sin duda será otra de esas historias a veces inconclusas que a Marlow le gusta contar. Pero permanece callado mientras la noche se adueña de todo, incluso de él mismo, y empiezan a encenderse luces lejanas a lo largo de la orilla. Hasta que, de pronto, la voz de mi vecino de banco surge de la oscuridad: «Creías que era una aventura, ¿verdad?… Pero sólo era la vida», dice muy despacio. Y pienso que nunca escuché una verdad como ésa.
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En esta edición, el premio Mariano de Cavia reconocía un artículo o crónica, con firma o seudónimo habitual, publicado en 2019 en papel o en soporte digital. Este miércoles 27 de mayo de 2020 se han fallado también los premios Luca de Tena, que ha ganado Maruja Torres, y Mingote, que ha sido otorgado a Dani Duch por su fotografía publicada en La Vanguardia el 15 de agosto de 2019.
SOBRE ARTURO PÉREZ-REVERTE
Nació en Cartagena en 1951. Es miembro de la Real Academia Española, donde ocupa la letra T. Elegido el 23 de enero de 2003, tomó posesión el 12 de junio de 2003 con el discurso titulado El habla de un bravo del siglo xvii. Le respondió, en nombre de la corporación, Gregorio Salvador. Fue vocal de la Junta de Gobierno (2008-2012). El escritor Arturo Pérez-Reverte, licenciado en Periodismo, es doctor honoris causa por la Universidad Politécnica de Cartagena. Ha sido distinguido con la Medalla de la Academia de Marina Francesa y con la Gran Cruz del Mérito Naval de España; es caballero de la Orden de las Letras y las Artes de Francia, y de la Orden Nacional del Mérito del Gobierno francés. Es miembro correspondiente de la Academia Argentina del Lunfardo.
Fue reportero de guerra durante veintiún años. Con más de veinte millones de lectores en todo el mundo, desde 1994 se dedica por completo a la escritura de novelas y artículos. Su obra ha sido traducida a cuarenta y tres idiomas y algunos de sus títulos de más éxito, como la serie dedicada al capitán Alatriste —de la que se publicó en abril de 2016 una edición especial que reúne las siete novelas: Todo Alatriste—, han sido adaptados al cine y a la televisión. Hasta la fecha cuenta con siete películas y dos series de televisión realizadas sobre sus trabajos de ficción.
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