No es el XIX el mejor ejemplo para hablar de politización lingüística, pues es en esta centuria cuando da comienzo este afán por despojar a la lengua de su función primaria para darles vuelo en otros asuntos, digamos, menos comunicativos, pero más interesantes desde el torticero punto de vista de la manipulación electoral de masas. Sin embargo, hasta ese tiempo donde germina el nacionalismo moderno es una Arcadia de convivencia lingüística si lo comparamos con el panorama actual. Como quiera que siempre empezamos esta sección con una anécdota cultural, véase el ejemplo de los Juegos Florales de Barcelona, pilar indispensable para entender el catalanismo de los siglos posteriores. Llegó a convertirse en un espacio donde una lengua que despertaba, el catalán, se abrazaba a la entonces predominante, el español. En aquellos Juegos se nombraba presidente a Menéndez Pelayo, españolísimo autor, constructor del relato histórico castellano. Don Marcelino correspondía defendiendo la lengua catalana en todo el país, allí donde apenas había rastro de ella. Por los Juegos Florales catalanes podía uno encontrarse con José María de Pereda, Pérez Galdós, Pardo Bazán o Miguel de Unamuno abrazándose a Àngel Guimerà, Jacinto Verdaguer o Miquel Costa i Llobera al calor de la Renaixença.
Hoy es inimaginable que pueda existir un espacio de convivencia siquiera como este entre las distintas lenguas del Estado. El Galdós de hoy sería insultado en caso de asistir a un acto catalanista. Y que conste que no digo quién sería el emisor del insulto, básicamente porque sería todo el mundo. Desde la meseta se le acusaría de conspirar junto a los indepes. Desde la republiqueta se hablaría de ñordo traidor profanando la pureza del catalán. El último ejemplo de esta incompatibilidad se ha producido en Eurovisión. Con las Tanxugueiras en el centro de la cuestión. Las muchachas llevan una canción en idioma gallego, y automáticamente surgen de las tripas del espectador de turno las fobias lingüísticas más repugnantes. Hay quien reclama que al festival ha de ir una canción con un porcentaje equis de letra en castellano, fuera estos Judas de la unidad de España; como hay quien exige que vaya la canción en gallego, sea cual sea su calidad musical, porque sí, jódanse en los españolazos. La maquinaria de panfletización del idioma se ha puesto en marcha.
Y lo peor es que esta discordia que se produce en el espacio público está alcanzando al hablante de a pie, al verdadero usuario del idioma. Antaño, esas mismas lenguas se despojaban del corsé político, se liberaban de las cadenas educativas, salían de la cárcel periodística, y se ponían en manos del pueblo, de aquellos que realmente importan, y fluía con la naturalidad que le negaban nuestras élites. ¿Cuánto durará este tenue rastro de convivencia lingüística en las calles, en las casas, en la mente del hablante? ¿Llegará el día en que la ruptura sea total? ¿Qué ocurrirá entonces? Preguntas todas ellas que no tienen respuesta, pero que se acercan a ella entre discursos de crispación y políticas divergentes. Mientras, entreténgase mandando un mensaje a no sé qué número. Vuelque en esos pocos caracteres toda la bilis que le provoca tal o cual idioma. Desprecie. Humille. Odie.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: