El pasado 4 de abril se publicó el último informe llevado a cabo por el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), la organización intergubernamental de las Naciones Unidas, cuyo propósito es proporcionar información acerca del cambio climático y la situación de la biosfera, basándose en datos científicos y objetivos. Acceder a él es sencillo: simplemente debemos introducir en cualquier buscador «IPCC full report» y ahí lo tenemos, 3676 páginas a nuestra disposición, un abanico de impactos y consecuencias naturales, económicas y políticas seguidas de posibles respuestas. Este documento toma como base la interdependencia de la biodiversidad, el clima, los ecosistemas y la sociedad humana y plantea los daños que causa la forma de producción a la que estamos acostumbrados. Tenemos los datos, tenemos las soluciones, entonces ¿qué ocurre? ¿No nos creemos los datos o no tenemos el valor para actuar?
El libro comienza exponiendo algunos datos fundamentales acerca de la situación actual del planeta Tierra. La ganadería, la agricultura y la urbanización han provocado multitud de cambios en la biosfera, sobre todo en las últimas décadas. Cada vez acabamos antes con los recursos que podemos extraer de la Tierra anualmente, le estamos pidiendo recursos ilimitados a un planeta cuyos bienes tienen un principio y un fin. El ritmo de consumo y de vida al que nos hemos acostumbrado es inviable desde una perspectiva de futuro, y es necesario hacer un ejercicio de nombrar todo lo que está ocurriendo para poder así visibilizarlo.
Todo está planteado y estudiado desde una perspectiva antropocentrista. De esta manera, la filósofa se plantea la razón por la que, de manera instintiva, nombramos nuestro planeta como planeta Tierra cuando tres cuartas partes de la superficie están cubiertas por mares y océanos. Lo llamamos Tierra porque somos nosotros los que habitamos en esa zona del globo, «porque comprendemos mejor la tierra que el mar, y en el océano nos sabemos muy frágiles», cuando realmente lo que diferencia nuestro planeta de otros colindantes es la existencia de agua y la vida que esta genera. En este caso, ¿no deberíamos denominar el lugar donde vivimos planeta Agua?, se pregunta la autora.
Una vez expuestas las evidencias científicas de cómo se encuentra la biosfera actualmente y de haber planteado algunas de las consecuencias que tenemos a la vuelta de la esquina, Tafalla nos brinda un abanico de posibilidades que podríamos abrazar para regular esta situación. Acciones que van desde la reducción o eliminación de los productos animales de nuestra dieta, reducir nuestro nivel de consumo o los niveles de natalidad. Como se evidencia hacia la mitad del libro, ante la crisis ecológica algunas de las soluciones más eficaces que podríamos adoptar no implican hacer más cosas, sino menos.
Qué complicado siquiera pensarlo ¿verdad? Podemos encontrar miles de argumentos, o excusas, para desechar esos remedios que se nos presentan para contribuir en el horizonte ecológico que, de manera idónea, querríamos alcanzar. Algunos remedios nos hacen llevarnos las manos a la cabeza: no queremos dejar de viajar, no queremos dejar de consumir, no queremos dejar de tener hijos. No queremos vivir en un mundo sin la certeza de que somos nosotros los que estamos dominando nuestro entorno y nuestras decisiones. Ahí recae el problema: formamos parte de un todo, de una biosfera, y la que debería ser una relación horizontal con nuestro paisaje vital se ha convertido en una pirámide de destrucción donde, sin duda, nosotros nos encontramos en la punta.
Queremos pensar que tenemos el control y que los perjudicados de esta civilización industrial-capitalista-colonial-acelerada-insaciable, como denomina la autora a nuestra sociedad a lo largo de todo el libro, no seremos nosotros, cuando en realidad el maltrato que ejercemos sobre la biosfera se nos es devuelto a nosotros en forma de boomerang. Así nos expone Tafalla multitud de ejemplos de cómo la extinción a la que estamos enviando a tantas especies de animales lo único que hace es acelerar la carrera hacia la extinción masiva a la que nos dirigimos. Extinguimos animales que cuidan de nosotros y del medio ambiente, y seguir con ese declive solo nos llevará a encontrar el nuestro.
Y todos estos argumentos siguen siendo en pos de un futuro donde los humanos sigamos siendo una realidad. El planeta Tierra seguirá existiendo, aunque nosotros dejemos de hacerlo. Nos estamos cerrando las puertas a tener un futuro habitable. Si no aprendemos a habitar la tierra, esta no nos tendrá en cuenta.
Aprender a convivir con el resto de especies parte de un reconocimiento con el entorno. La filósofa cuenta una anécdota en la que, hace tiempo, se apuntó a un curso de ornitología en el que el guía los condujo a un bosque cercano a una estación y les pidió que se mantuvieran en silencio durante un tiempo. Durante largo rato, ninguno de los presentes fue capaz de entender el propósito de aquella salida: se escuchaban pájaros carpinteros a lo lejos pero no se conseguía ver ninguno con claridad. Entonces algo cambió, «comenzamos a vislumbrar la riqueza y la complejidad que se concentraban en aquel pequeño lugar, las muchas especies que lo habitaban y sus historias entrelazadas» explica Tafalla, y descubrieron un pequeño hogar de naturaleza en medio de un habitáculo de cemento. Esta historia sirve a la autora para ejemplificar de manera personal la repercusión que tiene en nosotros el conocer nuestro entorno, entender que convivimos diariamente con miles de criaturas y nos valemos de ellas en nuestra cotidianidad, a veces sin saber siquiera cómo se llaman. Conocer es nombrar, y al nombrar algo hace que eso pase a formar parte de nuestro imaginario y, de esta manera, apreciarlo.
La parte más extensa de la obra lo ocupa la parte de rewilding. Aquí, Marta Tafalla nos presenta el significado de este concepto: un intento de restauración de la biosfera y preservación de los ecosistemas. También nos propone ejemplos de rewilding a mayor o menor escala que se han dado en territorio español y fuera de nuestras fronteras, mostrándonos los resultados que ha dado la aplicación (voluntaria o involuntaria, en algunos casos) de ese método. Resulta muy interesante leer estos casos de manera detallada, aunque no deja de resultar descorazonador la claridad con la que la autora nos muestra el estado en el que se encuentra la superficie de la Tierra.
Tafalla lo deja claro en la introducción del libro, y aunque este no deja de ser un libro de filosofía, muchas de las páginas se inspiran en diálogos con diferentes disciplinas y perspectivas. Somos los extremos de un mismo hilo, intentando salir del laberinto en el que nos hemos introducido nosotros solos. Al igual que no todos somos igual de culpables, no todos experimentaremos las mismas consecuencias, y quien más contribuye al calentamiento global más medios tiene para intentar protegerse de él, y por tanto para continuar dañando. Así nos presenta la filósofa las consecuencias del apartheid climático que, si no ya, empezaremos a experimentar dentro de muy poco periodo de tiempo.
La idea de que ocurra un big bang sistémico es completamente utópica. El sistema se ha encargado de fijar tan bien las estructuras que no podría ser posible, por mucho que ahora mismo se generase un movimiento social masivo, un cambio radical en nuestra forma de producir y consumir, es decir, en nuestro modo de vida. Pero el discurso catastrofista tampoco es nada útil, y debemos abandonar el discurso colapsista, pues este únicamente hunde la esperanza de cualquier intento de repensar las opciones. El proceso de cambio comienza con una desescalada de lo que es ahora nuestra realidad. Para llegar a un estado de equilibrio que nos permita habitar y convivir al mismo tiempo con el resto de las especies debemos construir un horizonte posible que sea a la par esperanzador. Recientemente, el antropólogo social Emilio Santiago se hacía eco por las redes sociales de cómo el ecologismo se siente como una especie de Casandra actual: no puede evitar las tragedias que anuncia. Pero su análisis no era, como se refiere más arriba, colapsista. Un futuro es posible, pero para ello necesitamos música, libros y películas que hagan del necesario cambio ecológico algo apetecible y al que deseemos llegar. El libro de Marta Tafalla es, sin lugar a dudas, un lugar donde generar pensamiento y crítica acerca de la sociedad que habitamos, un libro indispensable para sentar las bases desde las cuales reflexionar hacia dónde queremos caminar.
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Autor: Marta Tafalla. Título: Filosofía ante la crisis ecológica: Una propuesta de convivencia con las demás especies. Editorial: Plaza y Valdés. Venta: Todostuslibros
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