¿Cómo crear personajes verosímiles? ¿Cómo construir buenos diálogos? ¿Qué estructura debe tener una trama sólida? ¿Cómo utilizar las descripciones de manera efectiva? David Vicente soluciona todas tus dudas en el libro El arte de escribir.
Aquí tienes un adelanto para ir aprendiendo cómo mejorar tu escritura.
Algunas personas, entre las que no me incluyo (por supuesto), consideran que los escritores están dotados de una mayor inteligencia que la población media, o en su defecto de una mayor capacidad intelectual (entendiendo intelectual en su primera acepción RAE: relativo al entendimiento).
Camilo José Cela se quejaba en una intervención en televisión de que a un Premio Nobel de literatura (como era su caso) se le exigía tener una opinión formada sobre casi todo: política, sociedad, historia, arte… Mientras a un Premio Nobel de Física solo se le preguntaba en las entrevistas por temas concernientes a la física.
Supongo que es por eso por lo que algunas personas admiran y desean escribir un libro. Los escritores se perciben con admiración. Aunque solo sean individuos que trabajan construyendo historias de ficción.
Sin embargo, sí creo que hay algo que les diferencia del resto de una parte de la población. Su forma de mirar. O que, al menos, tienen más agudizado. Aunque no se trata de algo con lo que uno nazca (o no tiene necesariamente por qué), sino que también se aprende, al igual que casi todo en esta vida. Ya lo dice el refrán, la práctica hace al maestro. Y sí, si quieres ser escritor, tendrás que aprender a mirar el mundo de otra manera. Pero, ¿de qué manera?
Hace un tiempo leí una entrevista con Jon Banville, el escritor irlandés, en la que calificaba a los artistas como caníbales. Tomo dos preguntas ilustrativas de la mencionada entrevista:
¿Se siente realista, autor de prosa poética, intimista?
No es realismo. Mis novelas no son realistas. Ningún libro lo es. Un libro o una creación artística no es la vida. Henry James dijo que el arte hace la vida. Crea interés, crea importancia. No es que sea más importante que la vida, o más significativa, pero forma la vida. Y el arte, en su burbuja, nos enseña que lo ordinario no tiene nada de ordinario. Todo es una historia extraordinaria. Yo intento mirar el mundo y digo “mira qué extraño, qué maravilloso, qué horrible lugar”. Eso es lo que hago. Si no simplemente escribes historias, personajes y eso es infantil. En realidad, es bastante infantil. Si dices que eso es realismo entonces sí soy realista, pero mis libros no son realistas.
Él está bloqueado, no logra pintar de nuevo. ¿También es usted?
Pero creo que Olly volverá a pintar. Mire Picasso. Antipático, brutal y bajito. El artista es despiadado, éste y todos los artistas, son caníbales. Una vez, hace muchos años, estábamos mi mujer y yo en el coche y tuvimos una de estas discusiones, me dijo algo que sonaba bien y le dije: ¿puedo usar eso? Eres un monstruo, dijo. Lo sé, pero ¿puedo usarlo? Pero ella es la mujer de un artista y sabe el coste. Es una mujer maravillosa.
(Entrevista de Berna González Harbour a Jon Banville, 2 de enero de 2016, El País)
Cualquier escritor, al igual que Jon Banville, está obligado al mirar el mundo como esa misma extrañeza, maravilla o sensación de horripilante. Está obligado a canibalizar las vidas ajenas (aunque sea la de su propia mujer) y la propia. En definitiva está obligado a hablar de lo que conoce para luego deformarlo y conformarlo a su antojo. De eso y no de otro cosa, trata la ficción. A fin de cuentas, como se preguntaba Ray Loriga en un artículo publicado a raíz de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, ¿En qué consiste ser un escritor? Puede que en conseguir formular con las palabras de uno los sentimientos de otros. No hay muchos capaces de cruzar ese puente una y otra vez como este escritor lo ha hecho.
Si tú también quieres cruzar ese puente, los sentimientos de tus personajes tendrán que sonar a reales, tendrás que saber de qué estás hablando, sino el lector jamás los identificará como propios.
No hablo de contar tu vida ni la de nadie con pelos y señales (o sí, allá tú) hablo de que tu nostalgia, tu tristeza, tu alegría, tus celos, las miserias y virtudes que emanen de tus textos suenen a verdad.
Si le sigues trasmitiendo a tus lectores que tu decepción es como una noche de verano sin estrellas, o como un mar revuelto por las olas, es posible que tu prosa le resbale por completo y no tenga nada a lo que agarrarse.
Así que a partir de ahora mi consejo es que te compres una libreta barata y comiences a utilizarla. Sí, barata, no una de esas Moleskine con tapas duras y una bonita ilustración o grabado en la portada. Se trata de que la utilices de verdad, no de que andes más preocupado por lo que escribes dentro de ella y atemorizado por garabatear sus maravillosas páginas con pensamientos vulgares. Como si aparecen en ellas faltas de ortografía, las notas que vas a tomar son solo para ti.
Vale, cómprate también una de esas, pero de momento resérvala para cuando hablemos del lenguaje poético y los recursos estilísticos.
¿Y qué tienes que escribir dentro de esa libreta? Pues lo que tú observes con esa mirada con la que a partir de ahora vas a ver el mundo. De eso se trata, es tu libreta. Esa extrañeza, esa maravilla, esa apatía, esa alegría…
Anota como el conductor del autobús arranca sin esperar que la anciana ocupe su asiento e imagina que le lleva a comportarse así; el reproche intrascendente de la chica en la cafetería, mientras él mira ajeno hacía otro lado sin importarle lo más mínimo; como se desliza su mano lujuriosa en el asiento del tren creyendo que no la observa ninguno de los pasajeros… En fin.
Créeme todo lo que tengas ahí escrito será material de primera para construir tus personajes cuando llegue el momento.
Ejercicio:
¿Ya has ido a la papelería o al bazar a por ella? Bien, pues el ejercicio consiste en que durante un par de días ensayes esa mirada. Lleva la libreta y el bolígrafo siempre contigo: de camino al trabajo, en el supermercado, cuando estudies en la biblioteca, cuando estés cenando con tu pareja… Canibaliza todo lo que puedas, ya sabes incluyéndote a ti mismo. Luego construye un relato a partir de una de tus notas.
No importa que sea de pocas palabras, o que el final no sea del todo de tu agrado, como si no lo quieres cerrar. De momento, no te preocupes demasiado de eso.
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Autor: David Vicente. Título: El arte de escribir. Editorial: Berenice. Venta: Amazon, Fnac
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