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Antonio Maestre: “La izquierda peca de tener referentes que son mercancía averiada”   - Zenda
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Antonio Maestre: “La izquierda peca de tener referentes que son mercancía averiada”  

El 22 de mayo de 1942, segundos antes de diñarla, con la soga literalmente al cuello, el partisano croata Stjepan Filipović, ejecutado por la Guardia Estatal Serbia —una fuerza paramilitar colaboracionista—, alzó los dos brazos, con los puños cerrados, y gritó a sus verdugos: “Smrt fašizmu, sloboda narodu!”: “¡Muerte al fascismo, libertad al pueblo!”. Este...

El 22 de mayo de 1942, segundos antes de diñarla, con la soga literalmente al cuello, el partisano croata Stjepan Filipović, ejecutado por la Guardia Estatal Serbia —una fuerza paramilitar colaboracionista—, alzó los dos brazos, con los puños cerrados, y gritó a sus verdugos: “Smrt fašizmu, sloboda narodu!”: “¡Muerte al fascismo, libertad al pueblo!”.

Este lema lo tiene tatuado en su brazo izquierdo Antonio Maestre, nacido en Getafe en 1979 aunque “militante de Fuenla” (Fuenlabrada) desde los tres años, cuando sus padres se instalaron en esta ciudad del cinturón rojo de Madrid. En este ecosistema, aprendió que las clases sociales existen y que la meritocracia es un mito cebado por los privilegiados. Documentalista de formación y periodista de profesión, escribe en La Marea y en eldiario.es, agita las tertulias de La Sexta, Telecinco, Telemadrid y Radio Euskadi y acaba de publicar Franquismo S. A. (Akal, 2019), un libro no ya valiente, sino temerario, en el que hurga en la llaga más obviada por los adalides si no intelectuales, al menos sí legislativos, de la llamada “Memoria Histórica”: la que afecta a los bolsillos, a las cuentas corrientes de todos los empresarios que, en menor o mayor medida, se enriquecieron gracias al franquismo.

Conversamos en una cafetería modernista, como sacada de un poema de Rubén Darío, cercana al Banco de España, y en la que sirven una “cerveza facha”. Más información, en Franquismo S. A. y en esta entrevista:

—Señor Maestre, ¿por qué es usted de izquierdas?

"El convencimiento de que existen clases sociales lo viví, y por ello me hice de izquierdas, como una especie de modo para intentar paliar esas situaciones"

—Es un convencimiento al que he llegado por mi propia experiencia. Es decir, el lugar en el que nací, cómo me crié, mis padres… todo eso me ha hecho llegar al convencimiento de que la justicia social forma parte de mi conformación ideológica y personal. Viviendo donde viví, no viendo a mi padre volver de trabajar nunca entresemana y verle sólo de vez en cuando los domingos… El convencimiento de que existen clases sociales lo viví, y por ello me hice de izquierdas, como una especie de modo para intentar paliar esas situaciones. Pero, prácticamente por eso, por mi desarrollo humano.

—La clase aún importa, ¿verdad?

—Bueno, la clase es una de las pocas cosas que van a estar presentes siempre. Otra cosa es que se intente ocultar para que no se intente llegar a la solución. La ocultación de la pervivencia de las clases es un método de mantener los privilegios de la clase dominante.

—¿La meritocracia es un mito?

—Sí, completamente. Que, obviamente, haya mucha gente que consigue lo que tiene por su esfuerzo personal, por su valía, por su talento, es un hecho. Ahora bien, que las sociedades están construidas en base al mérito es una falacia absoluta. No quien más trabaja, no quien más talento tiene, no quien más lo merece llega a unas posiciones de preeminencia social. Eso está prácticamente…

—Es empírico.

—Es que es así. Importa mucho más el capital social, sobre todo el capital social, que la valía personal, el trabajo y el esfuerzo. Más que se esfuerza un minero no lo hay, pero tiene mucho que ver dónde te desarrollas, cuál es el entorno en el que vives, cuál es el capital que tiene tu familia, cuál es tu red de relaciones. Eso importa mucho más que el desarrollo, el trabajo y el esfuerzo.

—¿Y por qué no es de derechas? ¿Qué es para usted la derecha?

"Contra la derecha no tengo nada. Simplemente, la izquierda es lo que más me determina porque tengo pleno convencimiento de la pervivencia de las clases"

—Al fin y al cabo, es la pervivencia o el intento de mantenimiento de los privilegios establecidos, tal y como están. Ser conservador es un valor que yo admiro. El conservadurismo tiene mucho que ver con lo que debería ser o tener la izquierda o la clase trabajadora. Contra la derecha no tengo nada. Simplemente, la izquierda es lo que más me determina porque tengo pleno convencimiento de la pervivencia de las clases, de la importancia de las herencias, y creo que la mejor manera de intentar paliar esa brecha de desigualdad es la justicia social, que está desarrollada en la izquierda, en el pensamiento marxista de toda la vida.

—¿Un rojo es lo mismo que un progre?

—En la derecha habrá gente que lo crea así. Yo no me siento concernido ni por un concepto ni por otro. Creo que se utilizan como insultos. Para mí, son términos que utiliza la derecha para denostar el pensamiento de izquierdas. No son más que eso.

—Algunos hablan de que vivimos en una dictadura progre

—Eso forma parte del pensamiento de la extrema derecha: intentar reducir todo al absurdo. Creo que ni siquiera hay que intentar rebatir ciertos argumentos que son completamente absurdos. La dictadura progre no es más que el consenso que existe sobre determinados derechos humanos. Quien considere que atentar contra esos derechos humanos es ir contra el “consenso progre” sólo está definiendo su miseria moral.

—Centrémonos en su libro, Franquismo S. A., que comienza con un fragmento de la novela Un pájaro quemado vivo, de Agustín Gómez Arcos. ¿Por qué?

—Gómez Arcos forma parte de ese robo de la memoria. Es uno de los literatos más importantes que hemos tenido en España y se le conoce más en Francia. Su literatura es maravillosa. Casi todas sus novelas, que ha editado ahora Cabaret Voltaire, son maravillosas. Además, es uno de los grandes autores que nos narra la vida cotidiana durante el franquismo, durante el exilio. Merecía empezar el libro con Agustín Gómez Arcos.

—Usted recoge un correo electrónico enviado por María e Isabel Marsans en la dirección de Más vale tarde, el programa de LaSexta, que reza lo siguiente: “Parece querer dar la imagen de que cualquier empresario que desarrollara su actividad profesional en España entre 1939 y 1976 sólo podía hacerlo al amparo de Franco, lo cual ya de por sí coloca a las personas en el punto de mira de la corrupción y el favoritismo”. La verdad es que, excepciones al margen, lo clavaron, ¿no?

"Para poder conseguir montar su agencia de viajes, Viajes Marsans tuvo que presentar un certificado de buena conducta política. Para conseguirlo tenías que haber estado directamente con el franquismo"

—Claro (risas). Además, si hubiese algún empresario… que los puede haber, ¿eh?, que este libro no pretende ser una enciclopedia sobre todo. Puede haber empresarios que hicieran su labor sin estar vinculados al franquismo, aunque es difícil. El caso del padre de María e Isabel Marsans: fue una persona que, primero, fue beligerante en la guerra en el bando fascista, fue el número dos de Luis Bolín Bidwell, que era el jefe de la propaganda o de las relaciones que tenían con corresponsales extranjeros. Precisamente, el señor Marsans sabía idiomas y se dedicaba a esa relación con corresponsales extranjeros. Y cuando llegó el franquismo tuvo unas relaciones muy fructíferas con el régimen. De hecho, para poder conseguir montar su agencia de viajes, Viajes Marsans, tuvo que presentar un certificado de buena conducta política. Para conseguirlo tenías que haber estado directamente con el franquismo. Quien hubiese luchado con los republicanos no podía conseguir ese certificado ni montar su agencia de viajes. Por tanto, es que era necesario haber pertenecido a un bando, ser afín al régimen, para poder hacer negocios.

—Establece tres categorías “subjetivas”: “directamente responsables, solo indirectamente responsables, o unos aprovechados sin escrúpulos en los crímenes del franquismo y en los frutos que proporcionaba encontrarse cerca del poder”. ¿Me podría poner un ejemplo de cada?

"Si se ha hecho ya en otros países donde ha habido proceso de reparación, pues es un camino que tenemos que andar aquí en España"

—Fíjate: la caracterización esa no es mía. Es una cosa que hizo el Consejo Aliado en el año 46 con una directiva que establecía, para la Alemania nazi, cuatro responsabilidades: directamente responsable, responsable, responsable menor, o simplemente que participaba en los actos del partido nazi. Entonces, esta categorización yo la traigo para poder hablar de que existe una manera de medir esas responsabilidades. En el caso del Consejo Aliado eran responsabilidades penales. En este caso lo que hago es intentar traer esa categorización para ver que se puede medir, pero no hago esa categorización en el libro para que cada uno pueda considerar si existen esas calificaciones. También no lo hago porque me quiero cuidar legalmente, claro. Hay casos en los que hay una implicación mucho más clara, como el de Pedro Barrié de la Maza y Quiroga, que se quedan una fábrica de un represaliado republicano, Pepe Miñones, que fue fusilado en el Campo de la Rata. Esa responsabilidad no es la misma que tuvo Emilio Botín, que lo que hizo fue valerse del ambiente propicio para los banqueros. Hubo diferentes responsabilidades, pero es obvio que cada uno tendrá que medir quién es más responsable y quién menos. También, lo que intento expresar es que se puede categorizar esa responsabilidad. Porque se ha hecho ya. Y si se ha hecho ya en otros países donde ha habido proceso de reparación, pues es un camino que tenemos que andar aquí en España.

—También señala que el proceso de desnazificación no fue un ejemplo a seguir ni fue ejemplar.

—La izquierda española, cuando habla de temas que tienen que ver con esto, dice mucho: “Eso no pasaría en Alemania”. Es una simplificación: lo cierto es que sí pasaba en Alemania y pasó durante muchísimos años, y a unos niveles similares a los españoles. Lo que pasa es que tendemos a admirar ese proceso de reparación tal y como ha concluido. En el 2007, en Alemania acabó el proceso de reparación a las víctimas del nazismo por parte de las empresas que participaron en la represión a través de la Fundación Memoria, Responsabilidad y Futuro. En 2007. La guerra acabó en el 45. Y además, perdieron la guerra y, por lo tanto, les hicieron la reparación en cierto modo. Pero desde el año 49 al 89 hubo un cambio. En el 45, el enemigo era el nazismo; después, los Aliados tuvieron como enemigo al comunismo. Por lo tanto, se dieron cuenta de que no podían fabricar el Estado, no podían luchar contra el comunismo, sin incluir en el tejido del Estado a los nazis. Y durante muchos años, desde el 49… Por ejemplo, Konrad Adenauer tuvo de consejero a Hans Globke, que fue uno de los redactores de las leyes de Núremberg. El jefe de servicios secretos de la República Federal Alemana fue Reinhard Gehlen, que fue un alto cargo de la Wehrmacht en el Frente del Este. Hay investigaciones que muestran que el 90% de la judicatura venía del partido nazi. Por lo tanto, es cierto que el proceso que hubo en Alemania es mejor que el que ha habido en España, pero no hay que mitificarlo, porque ha sido un proceso laborioso. Fritz Bauer, que era un fiscal que intentó llevar a cabo juicios a nazis, en algunos casos tuvo que recurrir al Mosad para que detuvieran a Adolf Eichmann, porque no tuvo el apoyo en Alemania para conseguirlo. Y es verdad que en el 63 se hicieron los juicios de Auschwitz y se consiguió llevar a juicio a Robert Mulka, uno de los responsables del Holocausto. Hay que ponerlo en contexto: está bien fijarnos en el proceso final, en cómo ha concluido, para intentar imitarlo, pero teniendo en cuenta que no hay que mitificarlo, porque tuvo agujeros bastante evidentes y graves.

—¿Hubo familias o empresas españolas que, directa o indirectamente, se lucraron con el Holocausto?

"Hubo varias empresas españolas que tenían relación directa y que firmaron contratos con la IG Farben cuando estaba operando con esa fábrica cerca de Auschwitz"

—Sí. Las hay claramente. En el libro se citan varias. Sobre todo, a través de un proceso de disolución accionarial que hubo. La IG Farben, que es una de las empresas que se lucró durante el nazismo con la represión directa, es decir, tenía hasta una fábrica en el campo de concentración de Monowitz, muy cerca de Auschwitz, donde llevaba judíos para extraer la buna, que era una especie de derivado del carbón, y la IG Farben tenía intereses en España: en Cataluña, donde tenía la fábrica de Flix, en el País Vasco… Hubo varias empresas españolas, como Unicolor o la Fábrica Nacional de Explosivos y Colorantes que tenían relación directa y que firmaron contratos con la IG Farben cuando estaba operando con esa fábrica cerca de Auschwitz. Tras el triunfo de los Aliados en la II Guerra Mundial y los acuerdos de Bretton Woods, un programa que se llamaba Safehaven declaró a la IG Farben como una empresa demasiado corrupta como para ser recuperada. Por lo tanto, encargó la disolución de todas sus acciones. Eso ocurrió en toda Europa, salvo en España. En España, el accionariado se disolvió entre los empresarios que habían tenido relación con la IG Farben, y el 51% del accionariado pasó de ser alemán a ser español.

—¿Por qué los partidos de izquierda que han gobernado no han apuntado a los bolsillos de quienes se han lucrado indebida y torticeramente?

—Primero, porque siempre han pretendido no molestar demasiado. Han considerado que estas medidas podrían ser bastante perjudiciales para la concordia. El PSOE nunca ha querido molestar. Luego, las cúpulas empresariales que vinieron del franquismo tuvieron una relación muy directa con el felipismo.

—Nombra, por ejemplo, a Duran i Farrell, quien se entendió a las mil maravillas con políticos de toda índole, como Pujol, González y, posteriormente, Aznar.

—Hubo muchos casos y, como no han cambiado, si querías gobernar tenías que llevarte bien con ellos. Pero es que luego hay casos de miembros del PSOE que sus familiares tuvieron relación directa con el franquismo y se vieron favorecidos por él. María Teresa Fernández de la Vega ocultó la relación de su padre con la dictadura y blanqueó su pasado. Sí es cierto que en un principio fue represaliado, pero luego fue miembro de varios órganos del Estado de Trabajo y tuvo varios saltos de agua que fueron adquiridos gracias a tener esas relaciones con el franquismo. Saltos de agua que han vendido hace nada, pero hace nada, y por los que han sacado un dineral.

—Puestos a nombrar políticos, aquí aparecen unos cuantos de Vox.

"Hay dos o tres Espinosa de los Monteros que tuvieron fructíferas relaciones con el franquismo"

—Alguno hay. En un principio no quería meterlo, pero como mientras estaba escribiendo el libro, casi acabándolo, salió la historia de Las Trece Rosas y la responsabilidad que pudo tener Eugenio Espinosa de los Monteros y Bermejillo, que es el hermano del bisabuelo de Iván Espinosa de los Monteros… Hay dos o tres Espinosa de los Monteros que tuvieron fructíferas relaciones con el franquismo. Eugenio Espinosa de los Monteros y Bermejillo estuvo al mando de la Columna de Orden y Policía de Ocupación: cuando entraron las tropas fascistas en Madrid, fue responsable de publicar el bando en el que expresaba cuáles eran las medidas y la represión que se tomaría contra quienes cometieran unas cuantas ilegalidades, y estuvo al mando de los campos de concentración temporales que hubo en abril del 39. Ahí se traza esa línea, ese hilo negro que he tejido durante todo el libro, sobre las responsabilidades pasadas y cómo han llegado hasta nuestro presente. Hablo de Espinosa de los Monteros, de Hermann Tertsch, de los Monasterio, que no son familiares de Rocío Monasterio, sino de Kiko y Lourdes Méndez Monasterio, porque tienen relación con José Monasterio Ituarte, que era otro general.

—Para finalizar: creo que Rafael Chirbes es el novelista que más aparece en el libro.

—Chirbes… Intento crear un ideario o una especie de imaginario de izquierdas de autores que tienen que ser recuperados. Gómez Arcos, Max Aub, Montalbán, Chirbes… muchas veces, la izquierda peca de tener referentes que son mercancía averiada. Creo que hay que recuperar referentes con peso, con valor. Son los que deberían fijar los posicionamientos de la izquierda en ciertos temas. No sólo en cosas de memoria, sino en el presente. Ojo, y no sólo los recupero por ser de autores de izquierdas: los puede leer cualquiera, escriben de una manera increíble.

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Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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