La colección «Contemporánea» de ediciones Debolsillo, del grupo editorial Penguin Random House, nos ofrece una nueva edición de la poesía de Antonio Machado —Antonio Machado. Poesía completa (2023)— a cargo del escritor y periodista Víctor Fernández, quien también realiza el prólogo y ofrece al lector, como novedad respecto a anteriores ediciones, una serie de «Poemas no incluidos por Antonio Machado en Poesías completas».
En Antonio Machado suelen funcionar varios tópicos sobre su escritura y estereotipos sobre su persona que nos suelen alejar del venero inagotable de su poesía. Siempre ha sucedido así con el poeta de Soledades, Juan Ramón Jiménez lo consideraba un «poetón aportuguesado», mientras que Cansinos Asséns lo definía como un «español antiguo, triste, apático, romántico y pobre». Los poetas del 27, durante su juventud, lo consideraron un poeta completamente periclitado. Y, por si esto fuera poco, la poesía de Antonio Machado todavía tuvo que sobreponerse (aunque de manera infructuosa dados sus exiguos resultados) al ejemplar comportamiento civil del poeta de Campos de Castilla en los avatares históricos de la guerra civil. Tópicos y estereotipos que dificultan el abordaje de ese Antonio Machado humano y hondo, enigmático y misterioso que descubrió Ángel González en Austin, y detrás del cual se encuentra el fascinante autor de una de las poéticas más relevantes de la poesía española contemporánea.
No obstante, algunos de estos lugares comunes tejidos en torno a la figura de Antonio Machado no dejan de tener su fundamento, por lo que inevitablemente alguno de ellos siempre aparece cuando se aborda su poesía, como sucede en esta nueva edición, donde el prologuista vuelve a poner el acento en la relación entre los dos hermanos Machado. En cuyo fraterno vínculo, y no solo por los especialistas en su poesía, se ha querido ver simbólicamente a las dos Españas, pero ¿qué pasó realmente entre estos dos hermanos?
Dos hermanos que, aunque mantenían una soterrada rivalidad poética, se querían, convivían y creaban juntos obras de teatro. ¿Qué le pudo suceder a Manuel en Burgos, para pasar de republicano a fascista?, ¿Qué metamorfosis ideológica se originó en su personalidad durante los breves días que pasó en la cárcel de Burgos, temiendo por su vida? ¿Fue la acción del miedo o el influjo de su beata esposa Eulalia Cáceres? Unos días antes de su detención había hecho unas declaraciones comprometedoras a una periodista —Blanche Messis— de la revista Comoedia, donde trasladó su impresión, además de expresar su contrariedad por lo que estaba sucediendo, de que España se encontraba ante otra de sus guerras carlistas. Declaraciones que sirvieron para que el corresponsal del ABC en París, Mariano de Aranas, lo atacase por sus anteriores simpatías socialistas y republicanas. Este fue el detonante que lo llevó a las lóbregas paredes carcelarias, para salir de ellas transformado y escribir no solo un oprobioso alegato exculpatorio en las páginas de El Castellano de Burgos, sino a doblegarse por carta buscando el favor y protección, como señala Víctor Fernández, de Queipo de Llano.
En fin, la historia es conocida. La salida de la cárcel de Manuel lo transforma en otro, acaso en un superviviente, con el destino que aguarda a los supervivientes, mientras su hermano, Antonio Machado, se convierte en un referente moral, en un resistente, cumpliendo el destino fatal que aguarda siempre a los resistentes: el oprobio, el olvido y la muerte.
Cabe preguntarse qué pasaría por la cabeza de Manuel durante su negro periodo en Burgos, mientras las hordas franquistas, ayunas de intelectuales de prestigio, le conminaban para su ingreso en la Real Academia Española, a través de las gestiones de José María Pemán. Cierto que trató de poner algunos reparos, de alegar que no tenía libros para preparar su discurso de ingreso, acaso un poco avergonzado al recordar que su hermano Antonio no había leído el suyo, dejando desierta la silla V que lo estuvo esperando baldíamente desde 1927, pero los trámites se aceleraron tanto que se vio obligado a escribirlo en mes y medio para poder leerlo el 19 de febrero de 1938 en el Palacio de San Telmo de San Sebastián. Recurrió a su oficio y a sus recuerdos biográficos para confeccionarlo, dándole un título —«Semi-ficción y probabilidad»— que años después modificaría ligeramente. Quiero creer que, en aquellos convulsos años de traumática separación familiar, Manuel Machado pensaría que su hermano, ya con una consolidada trayectoria poética y una trascendente notoriedad pública, podría abandonar España para ser inmediatamente reclamado por alguna prestigiosa universidad europea. Y, ciertamente, aunque los requerimientos no llegaron a tiempo, a Antonio Machado le hicieron tres propuestas, una como lector de Cambridge por intermediación del hispanista John Brande Trend, y dos ofrecimientos de cátedra en las universidades de Oxford y Moscú.
Hay muchos puntos oscuros en la tragedia de estos hermanos poetas. No solo los papeles perdidos en la mitificada maleta de Antonio Machado, probablemente con las cartas de Pilar de Valderrama y algunos de los últimos poemas escritos por el autor de Campos de Castilla y que con tanto denuedo anduvo buscando Alfonso Guerra, un tanto rocambolescamente, por una masía de Viladasens: sino, sobre todo, la conversación mantenida por Manuel y José Machado en Colliure, donde por fin el poeta de El mal poema pudo enfrentarse, ante el nicho en el que se encontraban su madre y su hermano, a la magnitud de la catástrofe.
Antonio Machado siempre fue un exiliado por las tierras de Caín. Abrumado en su juventud, como señala Ángel González, por su incapacidad para aliviar los males económicos de su familia. Obtiene tardíamente, tras su primer viaje a París, el título de Bachiller con el que logró ingresar en las peores condiciones «en el escalafón de profesores de segunda enseñanza». Esa es la razón, y no otra, de que Machado recalase en Soria y después en Baeza. Conviene destacar su viaje a París en 1910 con Leonor, y su asistencia al curso dictado por Henri Bergson en el Colegio de Francia, al que también asistió T. S. Eliot. Este contacto con Bergson —el filósofo de la Historia de la idea del tiempo— es crucial para el desarrollo de la poética machadiana. Su admiración filosófica por la obra del «judío que muerde el bronce kantiano», así como sus necesidades de promoción y de acercamiento a Madrid, hacen que Machado se disponga a estudiar filosofía desde Baeza, a una edad relativamente tardía para la época (por entonces tenía 40 años). Un hecho absolutamente relevante en la biografía del poeta de Soledades —poco estudiado y analizado por los especialistas—, no solo para su acercamiento a Madrid vía Segovia, sino para la fundamentación de su poética que dará a conocer en la antología de Gerardo Diego —Poesía española. Antología (1915-1931)— y que ulteriormente profundizará a través de sus heterónimos, Abel Martín y Juan de Mairena. Centrando la «esencialidad» en Abel Martín y la «temporalidad» en Juan de Mairena, para elaborar a través de sus respectivas consideraciones un potente recurso crítico que le permitirá poner en cuestión las tendencias destemporalizadoras —versus Ortega y Gasset— de sus contemporáneos y las debilidades del barroquismo poético del Siglo de Oro español.
Antonio Machado es un poeta por descubrir, su poesía siempre nos sorprende en cada lectura. Como su poética, una de las más lúcidas —si no la más sustantiva— de nuestra poesía contemporánea.
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Autor: Antonio Machado. Título: Poesía completa. Editorial: DeBolsillo. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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