La editorial Cátedra, en su colección Letras Hispánicas, ha publicado una antología de la poesía política de Pablo Neruda, en edición del hispanista y catedrático de la universidad de Bérgamo, Gabriele Morelli. En ella se reúnen textos fundamentales de la poesía política de Neruda, cuya lectura sirve para evidenciar lo que queda de auténtico y genuino de la poesía de un autor que se adhirió al marxismo y participó en los grandes acontecimientos de la historia del siglo XX, como la Guerra Civil española y la lucha contra la dictadura de Chile. Neruda no es menos sincero cuando habla de su yo íntimo que cuando trata de política. También aquí se traduce la voluntad del yo que anhela identificarse con lo colectivo, en su lucha en favor de los derechos humanos en los que, como un hombre de letras no renuncia a su mirada hacia los demás.
Zenda publica al prólogo de Jorge Edwards, “Razones y sinrazones de Pablo Neruda”, y parte del estudio introductorio del profesor Morelli.
Prólogo: «Razones y sinrazones de Pablo Neruda»
¿Qué quiso decir Pablo Neruda cuando escribió, en la parte final de su Memorial de Isla Negra, en el poema «La verdad»: «No puedo más con la razón al hombro»? Su poesía de juventud, hermética, subjetiva y subjetivista, cercana al surrealismo, teñida de irracionalidad, le había conducido a una crisis personal grave, sin aparente salida, y en definitiva, durante los días más dramáticos de la guerra de España, a una conversión política. Los mejores poemas sobre el tema, sobre esta conversión, se encuentran en Tercera Residencia. El poeta cuenta que decidió «unir sus pasos de lobo a los pasos del hombre». Era el paso de la oscuridad a la luz de la razón. La acción política era la acción racional, como tenía que serlo también la poesía militante.
Neruda no era un poeta libresco; más bien desconfiaba de la filosofía, de la inteligencia pura. No había llegado al marxismo a través del estudio de la obra de Carlos Marx. Le gustaba mucho confesar esto en su conversación. Una de las claves de este proceso se encuentra en España en el corazón. «Preguntaréis: Y dónde están las lilas? / Y la metafísica cubierta de amapolas?». En los días de su llegada al Extremo Oriente, Neruda había entrado a los Smoking Rooms, los fumaderos de opio. No es extraño que en sus mejores poemas de conversión, de huida de esos mundos, haya relacionado la metafísica con las amapolas, es decir, con el sueño de la razón, que, como sabemos desde siempre, engendra toda suerte de monstruos. Neruda, en otras palabras, recurrió a la razón para escapar de la peligrosa sinrazón, y al final de todo el proceso sintió que no podía seguir cargando con el peso de la racionalidad. Había escrito poesía política siempre, desde su adolescencia, desde antes de llamarse Neruda, pero también había sentido la necesidad imperiosa, irresistible, de escribir poemas del sueño, de la fantasía, de aquello que André Breton llamaría en sus manifiestos surrealistas «memoria profunda». Después de dos años de estalinismo declarado que culminan con su libro Las uvas y el viento y con la «Oda a Stalin», vuelve, o por lo menos intenta volver, con Estravagario, a la poesía de la fantasía, de una memoria menos voluntaria que la otra. Y es una poesía que se relaciona siempre con el Este, con la selva (del Oriente y del sur de Chile), con el mar, que es un mar de la memoria y de los más desaforados sueños. En estos tiempos, desde fines de la década de los cincuenta, la poesía política de sus años anteriores se ha transformado en una crítica de la política. Las preguntas pasan a ser más importantes que las respuestas. «Qué pasó? Qué pasó? Cómo pasó? / Cómo pudo pasar?», pregunta en otro de los poemas del Memorial, sus memorias en verso, más importantes, más reveladoras, más bellas que sus memorias en prosa.
El Neruda antes de llamarse Neruda, el de la adolescencia anarquizante, que se rebelaba contra la onda patriotera que dominaba en Chile después de las guerras del siglo xix, escribía: «Patria, palabra triste / como termómetro o ascensor». Era poesía política de los comienzos.Y «Maestranzas de noche», escrito en 1920, era poesía de solidaridad, donde en el último verso «sollozaban las almas de los obreros muertos». Pero el sollozo no era lo mismo que la razón. Era la raíz, el origen auténtico, la reacción emocional. Al final, el poeta nos confesaba que no soportaba más el peso de la razón. Despertaría de su sueño, una mañana cualquiera, y sería ayer, como en «El largo día jueves». Pero hay que dejar constancia de un fenómeno importante, central: los años de cólera, de indignación, de combate político, también dejarían en él una forma de nostalgia. Recuperó ese tiempo en los versos panfletarios de Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena. Y en el capítulo final de Confieso que he vivido, dictado a Matilde desde su lecho de enfermo, en Isla Negra, pocos días después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Era el cierre de un ciclo, de una vida cíclica, llena de viajes y regresos, de preguntas y respuestas conjeturales.
Jorge Edwards
Para Stefano, que sueña la vida a través de la imagen
De la poesía de «las lilas» al compromiso social
Es bien sabido que cualquier antología es arbitraria per se en tanto rompe, reduce y altera la integridad de una obra. Ello se acentúa si se trata de una selección de poemas, ya que esta priva al lector de su perspectiva unitaria y de la evolución estilística en que se engarza el mensaje del autor. Además, cuando la antología, como en este caso, ambiciona presentar un motivo tan específico y contundente como es el asunto político, el riesgo crece, porque es difícil delimitar y fijar el carácter ideológico de una experiencia poética. En Neruda, el escritor seleccionado, la solidaridad humana, la preocupación social y la ideología se amalgaman en apretada y constante síntesis durante toda su vivencia existencial y trayectoria literaria. En efecto, a partir de la etapa juvenil existe una relación directa del poeta con el mundo y, andando el tiempo, se borrará cualquier distinción entre un motivo exquisitamente intimista y otro surgido de la vida cotidiana y de la historia actual. No es menos sincero Neruda hablando de sí mismo que tratando sobre política, ya que esta última traduce la voluntad del yo que anhela identificarse con una identidad plural y colectiva:
Si quisiera injuriar al Presidente de la República —escribe el 13 de enero de 1948—, lo haría dentro de mi obra literaria. Pero si me veo obligado a tratar su caso en el vasto poema titulado «Canto general de Chile», que escribo actualmente cantando la tierra y los episodios de nuestra patria, lo haré también con la honradez y la pureza que he puesto en mi actuación política [L. Aguirre, 255].
Sobre el motivo elegido para nuestra antología existe una única selección precedente: Poesía política de Pablo Neruda, del año 1953; edición de Margarita Aguirre, íntima amiga de Neruda, en cuyos dos volúmenes se recogen poemas, conferencias y discursos de tema político, así como panfletos de partido, dispersos en libros, revistas y periódicos. El poeta redacta un breve prólogo en el que sintetiza el programa del famoso manifiesto sobre la poesía impura publicado en la revista Caballo Verde para la Poesía, donde afirma que la primera finalidad de la creación es cantar la vida del hombre, abrirse hacia el exterior. Proclama Neruda: «No hay poesía sin contacto humano»; y confirma tal aseveración con un ejemplo concreto: «En el pan de mañana deben ir señaladas las manos del poeta». En suma, algo físico y cotidiano ha de impregnar la voz del poeta, presupuesto con el que trasciende el concepto purista de su oficio. Neruda, además, expone su pensamiento con una argumentación clara y convincente, sostenida a través del dinamismo plástico de su léxico metafórico:
El camino de la poesía sale hacia fuera, por calles y fábricas, escucha en todas las puertas de los explotados, corre y advierte, susurra y congrega, amenaza con la voz pesada de todo el porvenir, está en todos los sitios de
las luchas humanas, en todos los combates, en todas las campanas que anuncian el mundo que nace, porque con fuerza, con esperanza, con ternura lo haremos nacer [M. Aguirre, I, 8-9].
Escrito en la casa chilena Los Guindos de Neruda, en noviembre de 1952, el prólogo termina con un paralelismo entre la identidad del sujeto y su deber colectivo. Se pregunta Neruda: «¿Nosotros los poetas?», y he aquí su respuesta: «Sí, nosotros, los pueblos», afirmación en la que la presencia del pueblo sustituye a la del yo. Pero tampoco renuncia el autor a intereses de carácter estético:
Yo quiero —sigue diciendo en el prólogo— que todos los poetas canten la rosa roja y la rosa blanca. […] Yo quiero que todos canten sus amores. Si no lo hicieran, estarían traicionando sus propios mandatos imperiosos. Pero hay una traición más aterradora, y es la de que nuestro canto no comparta, no recoja o no guíe los caminos del hombre.
Para Neruda, la llamada social no monopoliza el oficio del poeta, sino que lo deja libre para perseguir y cantar la belleza, aunque, aclara, su canto nunca debe olvidar la injusticia y el sufrimiento del hombre.
Coherente con cuanto escribe en el periodo de apogeo del realismo socialista, tres años después nuestro autor publica la «Oda a la rosa», que pertenece al libro Nuevas odas elementales, un poema felizmente realizado en el plano estilístico que confirma su interés por la belleza. La atracción de Neruda hacia lo hermoso, lo bonito, lo que seduce a sus sentidos o sencillamente le cautiva es una realidad innegable a la vista de las vicisitudes de su biografía.Y ello sucede incluso cuando se sirve de un lenguaje hermético que conjuga la vertiente estética y el compromiso político, dos facetas que no son alternativas o en contraste, sino que coexisten en el quehacer poético del autor chileno. Así lo precisa en su discurso «Mariano Latorre, Pedro Prado y mi propia sombra», donde leemos:
Pero no condeno ni a los poetas de la soledad ni a los altavoces del grito colectivo: el silencio, el sonido, la separación y la integración de los hombres, todo es material para que las sílabas de la poesía se agreguen precipitando la combustión de un fuego imborrable [OC, IV, 1094].
Igualmente, en el poema «La verdad» (título de sabor asertivo) que se inserta en Sonata crítica (libroV de Memorial de Isla Negra, 1964), escribe Neruda: «Os amo, idealismo y realismo, / como agua y piedra / sois / parte del mundo, / luz y raíz del árbol de la vida».
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Autor: Pablo Neruda. Título: Poesía política. Editorial: Catedra. Venta: Amazon
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