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Annie Morrison - Zenda
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Annie Morrison

En la primavera de 1887, Holmes estuvo inmerso en la investigación y posterior solución de una serie de casos de gran importancia internacional que ayudaron a cimentar su fama, pero a la vez mermaron notablemente  su salud.  El enorme esfuerzo que había desarrollado durante dos meses trabajando quince horas diarias sin parar y sin apenas...

En la primavera de 1887, Holmes estuvo inmerso en la investigación y posterior solución de una serie de casos de gran importancia internacional que ayudaron a cimentar su fama, pero a la vez mermaron notablemente  su salud.  El enorme esfuerzo que había desarrollado durante dos meses trabajando quince horas diarias sin parar y sin apenas tomar el imprescindible alimento le pasó la correspondiente factura, aunque tratándose de Holmes nadie supo jamás hasta dónde podía llegar la resistencia, el cansancio y, en algunas ocasiones, la simulación; es como si su organismo no tuviera límites.

Durante el tiempo que duró la cena, Watson estuvo como ausente  porque no cesaba de pensar en que Holmes necesitaba un descanso, su preocupación por la salud del detective era digna del mayor encomio. La providencia hizo que esa misma semana recibiera una carta de un viejo amigo, el coronel Hayter, que había sido uno de sus pacientes en Afganistán, en la que le invitaba a pasar unos días en su casa de Reigate, en Surrey, y le pedía que se trajera con él a Holmes, quien sería muy gratamente recibido.

El detective fue fácil de convencer porque Watson le dibujó unas vacaciones a su medida y sobre todo en «casa de un soltero».

"Con tan pequeños indicios y con un par de golpes de teatralidad una pizca solemnes, Holmes fue capaz de resolver el caso."

El hecho fue que nada más llegar a Reigate la pareja de amigos se encontró con el suceso de que un individuo llamado Acton, uno de los hacendados del condado, había sufrido en su mansión un robo con allanamiento y de ella le sustrajeron una serie de objetos que nada tenían en común y eso despertó la adormilada curiosidad de Holmes, que según nos ilustró Sidney Paget escuchaba todo recostado en un hermoso diván.

A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, supieron por el  mayordomo que los ladrones también habían irrumpido en casa de otro hacendado llamado Cunningham y de su hijo Alec, pero en esta segunda ocasión se había cometido un asesinato y Holmes se vio obligado a intervenir a petición del inspector Forrester. El muerto era William Kirwan, un fiel sirviente y a la vez cochero de los Cunningham, a quien le pegaron un tiro en el corazón, aunque se dio la circunstancia de que el muerto sujetaba entre el índice y el pulgar de su mano el fragmento de una carta con seis palabras sueltas.

Y así es  como se planteó el interesante suceso. Pero con tan pequeños indicios y con un par de golpes de teatralidad una pizca solemnes, Holmes fue capaz de resolver el caso y hacerse, utilizando diversos trucos, con el resto de la misiva,  no sin poner en riesgo su vida.

"Sólo nos queda por saber que relación existía entre Alec Cunningham, William Kirwan (el cochero asesinado) y la desconocida Annie Morrison."

Cuando el detective consiguió concluir el texto del documento le hizo a su auditorio un estudio completo sobre grafología, explicándoles cómo los rasgos de la escritura van mutando con el tiempo y en la mayoría de los casos son hereditarios. El resultado de un exhaustivo análisis puede llevar a conocer la edad aproximada de las personas que han intervenido en la redacción de una carta y de sus posibles caracteres y  enfermedades, y en este caso  se complicaba aún más, desde el punto de vista deductivo, porque  la carta la habían escrito entre dos personas, la primera había dejado premeditados espacios para que el texto fuera completado en su momento por la segunda. Esta tarea la realizaron el señor Cunningham y su hijo. Decía la nota: Si viene esta noche a las (doce menos cuarto) a la cancela este ob (tendrá algo) que le sorprenderá mucho y (tal) vez sea de la mayor utilidad para usted y para Annie Morrison. Pero no lo diga a nadie. Evidentemente las palabras encerradas en paréntesis habían sido desprendidas del mensaje y se hallaban entre el índice y el pulgar del asesinado y dan la pista a Holmes para estudiar en profundidad el resto del escrito palabra por palabra. Tampoco cabía la menor duda de que el caso tenía mucho que ver con un pleito de tierras entre ambos hacendados.

De la metódica lectura de la misma, una vez minuciosamente completados por Holmes los espacios en blanco, sólo nos queda por saber que relación existía entre Alec Cunningham, William Kirwan (el cochero asesinado) y la desconocida Annie Morrison.

Consultada la útil guía del señor Monroy Enciclopedia de Sherlock Holmes (Nombres y lugares del Canon Holmesiano) se aprecia que existe a lo largo del Canon otra señorita Morrison en  el caso de El hombre encorvado, aunque ambas no tienen conexión alguna.

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Javier Casis

Javier Casis nació en Logroño (La Rioja en 1941). Ha desempeñado diversos cargos en la Administración, la empresa pública y la privada. Es un apasionado de las librerías de viejo y de la literatura fantástica, sobre todo de la británica. Ha escrito cinco libros de relatos y cinco novelas, cuatro de ellas relacionadas con el mundo de Sherlock Holmes. javiercasis.hostei.com

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Deseando leerla. No sé por qué la reseña me ha recordado «La tabla de Flandes», esa novela detectivesca, insuperable, que he leído incontables veces. Quizás don Arturo ha vuelto, si es que volver es posible, a esa senda.

Ecaminemosnos pues a navegar en esta nueva aventura.

Juan Manuel Santos González
Juan Manuel Santos González
1 año hace

¿Y no se podría haber evitado el anglicismo calcado del título del artículo? Es que no se trata de un tributo, sino de un homenaje, creo yo. No esperaba que la página de Zenda cayese también en esta contaminación.

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