Foto de portada: Catherine Hélie (c) Gallimard
Hace casi tres décadas descubrí una novela breve que releí varias veces y me hizo reflexionar sobre el amor, la obsesión, la pasión y la escritura. El libro se titulaba Pura pasión (en francés Passion Simple), de Annie Ernaux, una autora entonces desconocida en España, a quien los últimos años le han sentado bien literariamente: le han concedido el premio Formentor y hasta ha sido nominada al Nobel. Tras su discreto paso —cuatro títulos— por Tusquets, Annie Ernaux sigue viva en España gracias a la editorial Cabaret Voltaire, que ha apostado por ella y está sacando el resto de su obra. Hasta ahora, ocho libros. El último que nos ofrece, Perderse, tiene mucho que ver con la novela que me alumbró a esta fascinante autora.
Annie Ernaux, que mantenía un diario íntimo desde su adolescencia, dedica todo un tomo —300 páginas— a esta pasión, a ese hombre, que le ciega como si fuese el amor absoluto, y durante quince meses —quizás más— vive tan solo en función de él, en perenne espera y reflexión. Abducida. La amante en la sombra. El tercer vértice del triángulo clásico: la esposa (la madre) y la amante (la puta): un humillante triángulo que ella, intelectual y feminista, se ve abocada a esa relación que la domina, y acepta alegremente.
El asunto es el siguiente, y así lo comenta Ernaux en el prefacio a Perderse: «El 8 de noviembre de 1989 llamé por teléfono a la embajada de la URSS en París. Pedí que me pusieran con el señor S. Una voz de mujer me dijo: «Es que, ¿sabe usted?, el señor S. se volvió ayer a Moscú». Ese es el final de una historia que empezó un año antes en Moscú, cuando la autora conoció, en un viaje de escritores, a un joven diplomático ruso y quedó atrapada. Perderse es, por lo tanto, el diario fiel, descarnado, minucioso de esa relación tan desigual e inconstante por parte de uno de los dos. Cuando él desaparece, ella vivirá con un dolor anestesiado. El diario está fechado. La primera entrada es del martes 27 de septiembre (de 1988), y ahí se narra el encuentro del grupo y cómo los dos suben a la habitación «deseosos de lo que iba a venir y aún dependía de mí».
Aún era libre, pero a partir del momento en que la mujer se abre al hombre, y estalla la simple pasión, ya nada dependerá de ella. Su vida se convertirá en una continua espera, que reflejará minuciosamente en este diario, un diario íntimo que es «la única manera de soportar la espera de la próxima cita, de redoblar el goce de los encuentros registrando las palabras y los gestos eróticos… de salvar de la vida, de salvar de la nada lo que, sin embargo, es lo que más se aproxima a ella».
Una vez que el hombre se va de Francia, y segura de que no volverá y que seguirá con su «gorda» esposa, Annie Ernaux continúa, ya muy levemente, con el diario, y poco después empieza a escribir una novela «sobre esa pasión que me había marcado y que seguía viva en mí». Ese libro es Pura pasión, una nouvelle de apenas 60 páginas que cristaliza toda esa amalgama de sentimientos, reflexiones, preguntas y sensaciones que había recogido minuciosamente en su diario íntimo, en su Perderse. «Escribo en lugar de hacer el amor, para rellenar ese vacío, y por encima de la muerte».
Podría parecer que el diario es como el borrador para elaborar —mediante una muy compleja síntesis— su novela, y por ello no se había publicado como libro. Sin embargo, años después la autora —al releerlo— descubrirá que en esas páginas hay una verdad distinta a la de la novela, «algo crudo y negro, sin salvación, algo que tiene que ver con la oblación», y es entonces cuando decide publicarlo tal como lo escribió en el tiempo real.
Y como lectores lo celebramos al tener dos visiones de una misma historia: lo inmediato, lo cotidiano que sucedía al mismo ritmo de la vida, y la elaboración narrativa posterior que de ese material hace la autora. No podríamos decir la materia prima y la obra de arte, porque la calidad de la prosa y las reflexiones de Annie Ernaux tienen el mismo nivel en los dos libros; lo que ha cambiado es el concepto. Por eso es un gozo para un escritor —o un lector— abordar estos dos libros complementarios, que se enriquecen mutuamente al ser una misma moneda.
No tengo muy claro si se debería empezar por el diario íntimo —o sea, todo— y luego comprobar cómo se las ha ingeniado la autora para armar su breve novela, o al revés: empezar con Pura pasión y completar después la historia con la lectura del diario íntimo. Si hemos de decidirnos, posiblemente apostaríamos por empezar con Perderse, donde se cuenta de un modo más inmediato, extenso, detallado y cronológico esta historia, que en la novela adquiere otro tono y añade una sostenida reflexión sobre el acto de escribir. Al abordarlo por este orden es como asistir, por lo tanto, al taller del escritor (el hechicero) y ver cómo esa sucesión de palabras, sensaciones, temores y pensamientos dan lugar, tras una sabia destilación, a una novela, que cuenta otra cosa contando lo mismo. El atajo del arte, sin duda.
Una curiosidad es que en la novela a su amante lo llama A. y en el diario, S., al que describe como un joven pijo soviético que se mantiene a tono con su tiempo, pero añora la época de Brezhnev y admira a Stalin. ¿Quién se puede obnubilar de alguien con ese perfil?, nos preguntamos. Y hay más: es machista, prepotente, creído (lleva en su cartera una foto de Alain Delon, a quien se parece), le gustan los coches caros, eructa y fuma y bebe en exceso. Es la pasión, sin duda, que lo arrasa todo, incluso a nosotros mismos. La tentación del cuerpo joven.
Así es como lo describe en el diario, una vez que ya casi ha superado esa dependencia: «He visto a Yeltsin en Apostrophes. […] Yeltsin es S. con veinte años más, ojos hundidos, astutos, crueles. Bocas diferentes. Mismo narcisismo, chulería, ¿carácter ruso?». Sabemos, por los pocos datos que nos da en el diario, que el hombre nació en 1953 (Ernaux en 1940) y sus iniciales son S. B. Resultan muy significativos los títulos originales de los dos libros dedicados a S y esos guiños al personaje, que no pueden ser una casualidad: Passion Simple (o sea, Pasión por S) y Se Perder (Perderse y Perder a S).
P. S. Como dato curioso, leemos una de las últimas entradas, a finales de 1989: «Ha caído el Muro de Berlín. La Historia se vuelve de nuevo imprevisible. Todo ha venido del Este y en particular de la URSS, ese país que está por encima de mí desde hace más de un año, por casualidad. (…) Sensación de un caos que va a llegar, y la reacción tendrá lugar también en Rusia, seguro. (…) Mi miedo (aquí también determinado por el pasado) ante la reunificación de Alemania, como si eso pudiera llevar a una tercera guerra mundial. Coincidencia, hoy, 11 de noviembre».
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