La periodista rusa Anna Starobinets no se considera una «mujer fuerte», pero lo es, algo que el lector comprobará después de leer su novela Tienes que mirar, libro donde narra la pesadilla de abortar en su país por tener un embarazo de alto riesgo, una cara más de la «violencia machista».
Y eso es lo que relata Starobinets (Moscú, 1978) en este libro, esa «historia de terror» que arrancó en el momento en el que en una visita rutinaria al ginecólogo le dijeron que su «mini tejón» no lograría sobrevivir al parto dado que sufría una displasia renal multiquística.
«Quería enfrentarme a mi problema y contar mi historia porque en Rusia no hay libros así, ya que el tema del parto es un tema tabú en la sociedad, se silencian los casos de las mujeres que tienen que abortar, y creo que se necesitaba un libro así, útil, por eso lo he escrito», afirma sobre esta obra que no ha sido «catártica» mientras sorbe un té helado para combatir este calor que la lleva a preguntar: «¿Cómo podéis sobrevivir?».
Es una pregunta que parece irónica ante ese drama personal que se inicia en el momento en el que tiene que decidir si continuar con el embarazo, pese a saber que el bebé no sobrevivirá más de una hora tras nacer, o interrumpirlo y evitarle así ese dolor físico a esa criatura. Es un dolor que se eleva a la enésima potencia cuando lo que decide es abortar, porque es a partir de ese momento cuando la protagonista se enfrentó a dos de las muchas caras que tiene la «violencia machista» en su país: al sistema sanitario soviético y a la sociedad rusa, esa que critica y tacha de «asesinas» a las mujeres que deciden abortar, sea el motivo por el que se tome esta decisión. Porque en Rusia «creer en los milagros es natural», «rezar es natural». «Lo que es antinatural —dice— es cuando la oración y la medicina, el diagnóstico y la fe, intercambian sus posiciones».
Es una reflexión ante la que esta periodista no se doblegó y, en vez de someterse y callar, prefirió enfrentarse a esas opiniones que mujeres en su situación dejaron en internet, así como a las críticas que recibían por parte de esa sociedad que las tacha de «asesinas». «Quería saber a lo que me iba a enfrentar, por eso leía en internet, y las críticas no las tomaba en serio», admite Starobinets, muy reconocida en Rusia por sus libros infantiles y sus trabajos en guiones para cine y televisión.
La parte más dolorosa de Tienes que mirar es donde cuenta su experiencia en esos centros sanitarios y profesionales a los que acudió para abortar, lugares y personas a los que cita con nombres propios, porque si algo no tiene la periodista es miedo. «La sanidad soviética es muy violenta para las mujeres, las mujeres cuando van a dar a luz les dicen que se callen, que no lloren, y esto es normal. No hay respeto cuando vas al ginecólogo«, dice al tiempo que reconoce que la primera vez que se sintió tratada como una mujer es cuando, junto a su marido Sasha, tomó la decisión de ir a abortar a Alemania gracias a la ayuda económica de amigos y familiares. «Allí fue la primera vez que un doctor me puso una sábana sobre mis piernas y me tapó. En Rusia no lo hacen: tú abres tus piernas y te sientes un trozo de carne. Los ginecólogos te exploran y nunca usan ese gel, y eso es muy doloroso, por eso las mujeres no quieren ir al ginecólogo», explica sobre esta práctica, a la que se le suma el hecho de que los hombres, ni ningún familiar, pueda acompañar a una mujer embarazada a sus consultas médicas. «No he ido al ginecólogo durante mucho tiempo. Cuando he tenido más dinero porque he sido más popular he ahorrado para ir a clínicas privadas», confiesa sobre lo que califica como «violencia machista».
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Según reconoce, tras la publicación del libro en Rusia no ha tenido «problemas» con el Gobierno de Putin, pero sí ha sufrido la ira de la sociedad, incluso de su propio entorno: «Mucha gente me dijo que estaba monetizando mi vida, que lo escribí para hacerme famosa. Esto me puso muy furiosa», una furia que pudo compartir con su marido, Sasha, un «hombre talentoso» que creía en la libertad y que la acompañó durante este proceso vital. Pero Sasha murió cuando ambos consiguieron engendrar otro bebé, y por eso, para Starobinets, al contrario que para gran parte de la sociedad rusa, creer en Dios es algo «imposible». «Perdí la posibilidad de creer en Dios después de la muerte de mi marido; antes de esto pensaba que Dios existía, pero de una manera diferente. Cuando mi marido murió tuve claro que no había Dios», concluye esta cronista de una realidad que quiere que se conozca y que llegue tanto a hombres como a mujeres de todo el mundo.
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