Ángel Antonio Herrera, poeta y luz

Creo que lo conocí por primera vez en un programa de televisión de Pedro Ruiz, “La entrevista más larga de la televisión”, con la que éste logró un récord. Ángel Antonio fue uno de los muchos invitados que aquel día entrevistaron a Pedro Ruiz.

Lo saludé calurosamente. Le dije que había leído un libro suyo sobre Umbral, y que para mí había sido un descubrimiento mientras hacía la tesis. Un filón, como me dijo mi director de tesis, J. Ignacio Díez.

Ése fue el primer libro que leí de él. Es curioso, y creo que ya lo he escrito alguna otra vez (no me importa repetirlo), pero ese libro en su momento me interesó, y mucho, por tratar sobre Umbral, y ahora me interesa porque es suyo, de Herrera. El tiempo puede cambiar la perspectiva de las cosas, o hacerla más rica.

Francisco Umbral es muy importante en su vida. “Nos une Paco —me dijo una vez—, y eso es decirlo todo”. Umbral es su maestro. Fue su amigo; aprendió mucho de él. También es un gran experto en su obra. Una vez le oí decir que ya había dado más entrevistas sobre Umbral que sobre él mismo.

Para Herrera, Umbral fue algo así como una carrera o un doctorado, de tanto que aprendió de él. Para mí también fue un doctorado, en todos los sentidos, pues escribí mi tesis sobre él. También fue, para ambos, una amistad inconmensurable.

“Es buen poeta Ángel Antonio Herrera”, me dijo una vez Umbral, que si admiraba algo en este mundo era a los poetas. “El poeta es el ángel”, decía. Y es que Ángel Antonio tiene bien puesto el nombre, porque es un ángel, un ángel siempre vestido de negro, con el alma clara, me atrevería a decir, y pluma de fuego. Ladrón de fuego se llama su columna en el ABC, y el título también le hubiera gustado, muchísimo, a Umbral.

Por lo que veo siempre habló o escribió bien de Ángel Antonio, y esto no es muy frecuente en Umbral, que no regalaba sus elogios, aunque cuando los emitía los decía muy sentidamente, muy profundamente. Eran elogios de gran alcance. Por otra parte yo he observado que Umbral podría ser muy crítico con amigos suyos, grandes amigos, pero que cuando llegaba la hora de escribir sobre ellos era muy generoso, como si fuera consciente de que eso era lo que él quería que quedara, que trascendiera, para siempre.

A veces he escrito que siento a Ángel Antonio como un hermano de la literatura, y él ha contestado, por escrito, que somos “hermanos en los venenos de la palabra”. Aún no sé, a ciencia cierta, a qué “venenos” se refiere, pero me lo puedo imaginar. La palabra es un puro veneno que envenena al lector, pero al primero que envenena es al escritor, y de ese veneno ya no nos curamos nunca. Tampoco hace falta, porque es un “veneno” que da la felicidad.

En cuanto a Ángel Antonio lo importante es el cariño que le tengo y cómo me ha ayudado múltiples veces, al mismo tiempo que yo le he intentado ayudar en lo que he podido. La verdad es que creo que somos buenos amigos, y sí lo considero hermano en la literatura. Tengo muchos amigos, pero “hermanos en la literatura” creo que no tengo tantos. Aunque estoy seguro de que en el futuro tendré más.

Le puso un prólogo excelente a mi novela Cuerpos y letras, prólogo que se puede leer en Zenda, y que tardó en gustarme tanto como me gusta ahora. Siempre pensé que Ángel Antonio Herrera era la persona perfecta para escribir ese prólogo, quizá un lector ideal de la novela.

Era un prólogo de autor, un texto no muy largo, pero muy trabajado, sintético, pétreo. Esencial. ¿Por qué ha tardado un poco en gustarme tanto? Porque era demasiado crudo, sobre mi libro, sobre la realidad de la escritura y sobre mí mismo. Pero es un gran prólogo, y le va divino, como él diría, a la novela.

Ángel Antonio es muy buena persona, tanto que tal vez le gustaría serlo menos, que yo creo que es lo que les pasa a menudo a las muy buenas personas. Ser bueno obliga mucho, y uno tiene la sensación con frecuencia, llanamente, de que se aprovechan de ti.

Pero la buena persona, me temo, no puede evitar serlo, y siempre se comportará como tal. Decía Aristóteles que el hombre bueno no puede equivocarse. Ahora pienso que el buen escritor, o el gran escritor, aunque su obra no siempre sea excelsa, siempre dejará en ella rasgos de gran calidad.

He leído varios libros suyos, y cada vez me gusta más. Hay que cogerle el punto, el tono, el tono de poeta, de hombre que vive para el lenguaje, y aplica esa pasión al análisis de la actualidad, como se percibe muy bien en Salvaje España, su último libro (Plaza & Janés), que yo recomiendo mucho desde aquí. Le he dicho a su autor que este libro no me gusta menos que su poesía, y que creo que va ganando con los años, como escritor, que cada vez es mejor.

Esta Salvaje España es de sus libros con el que más he disfrutado, porque lo encuentro muy fresco, muy divertido y muy bien escrito, excelentemente escrito. Como decía hace poco de Juan Manuel de Prada, leo a Ángel Antonio Herrera con una sonrisa, incluso a veces riendo. Tiene mucho sentido del humor. En ocasiones nos cuenta algo grave, o muy grave, pero lo hace con humor, con lo que logra que lo veamos con una sonrisa, algo que el lector agradece mucho en este mundo en el que vivimos.

Desde hace tiempo pienso que los poetas hacen muy buenos articulistas, como le ocurre a Ángel Antonio, a Antonio Lucas y a Umbral, que aunque no era poeta oficial en verso, como si lo fuera, porque, como algunos pensamos, lo que era profundamente era un poeta. Y el poeta no se puede esconder ni disimular, como tampoco, supongo, el filósofo o el narrador puro.

El gran columnista que es Ángel Antonio se nutre del poeta, se construye a partir del poeta, se beneficia de él, nunca se ve perjudicado por él. Herrera cuida la página como si su artículo fuera un poema. No en vano pertenece a la genealogía literaria de César González Ruano y Umbral, que  proclamaban que el artículo era el soneto del periodismo.

Ángel Antonio Herrera tiene un perfil parecido al de Umbral, pero él sí que ha podido hacer, en paralelo, la carrera de poeta y la de columnista. Umbral, según decía, se hizo articulista por razones económicas, aunque también le gustaba mucho el género, y pronto vio que destacaba en él como un consumado experto. Herrera es un gran articulista, pero también se ha desarrollado como poeta. Su mirada es la misma, su pasión por el lenguaje idéntica, para solaz de los lectores. Siempre da literatura, en el periódico, en el libro, en la palabra viva.