Andrea Levy (Barcelona, 1984), que acaba de publicar La utilidad de todo este dolor (La Esfera de los libros), en el que comparte las lecciones aprendidas del proceso de aceptación de su fibromialgia, ha explicado en una entrevista con EFE el machismo que ha sufrido como política y que ha buscado erosionarla en lo personal y lo público.
Aunque dice que «algo se ha avanzado» desde que empezó, y que las propias mujeres han ido ganando «herramientas» para hacer frente al doble rasero mediático y social, reconoce que «es cierto que sigue habiendo machismo en la política».
«El acoso verbal al final puede conseguir que te empequeñezcas, que sientas que tu poder de influencia es menor», lamenta Levy, quien en el libro repasa su ajetreada última década en política.
En su caso, es consciente de que su imagen y actitud puede considerarse «fuera del estereotipo» construido por los medios sobre «cómo es una mujer del PP».
«He tenido que aguantar muchos comentarios que nada tenían que ver con mi trabajo porque yo rompía cierta imagen y eso creaba animosidad pese a tener comportamientos totalmente normales dentro de nuestra sociedad», explica la política catalana, quien añade que para ella «mostrarse transparente y sincera es una fortaleza».
En el libro, que es también un repaso de los últimos años de la política española, Levy rememora el momento en el que el exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, usó unas declaraciones informales suyas a un programa de televisión para apuntar desde el atril que le «dejaba su despacho» para intimar con otro diputado.
En ese sentido, llama la atención sobre el hecho de haber sufrido el machismo «también desde la izquierda».
«Ese machismo de izquierdas también existe y se ha usado contra mí en muchas ocasiones», afirma la abogada de formación, quien añade que en el PP «la verdad» es que no ha vivido tantos momentos así porque ya la «conocen» y saben que no pasa «ni una».
En La utilidad de todo este dolor pretende, más allá, dar su testimonio sobre cómo dejar de fingir que no existe dolor para no parecer vulnerable solo le ha provocado «más dolor».
Durante los años frenéticos que le tocó vivir en la Cataluña del procés desde Barcelona, primero, y Madrid, después, Levy ya notaba los dolores pero no se «permitía parar» porque se «sentía responsable» de dar la talla momento político que estaba sucediendo.
El punto de inflexión llegó en 2020, con el diagnóstico que puso nombre a lo que sucedía: «fibromialgia».
«¿Que cómo lo llevo? Hay días que lo llevas mejor que otros, pero llevar, lo llevas siempre por dentro. Convivís juntas, tú y tu enfermedad crónica. Esto significa que tienes todo el tiempo del mundo para ir aprendiendo la una de la otra», explica.
«Ahora he aprendido a ser una mejor versión de mí misma, incluso en los días terribles en los que aparece un brote de fibromialgia. No siento rencor hacia mi debilidad. Conocerme mejor me ha ayudado a reponerme más rápido y a salir de ello más fuerte. Ahora me siento mucho mejor», narra.
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