Existe un lugar para el no amor a donde van a parar los amantes que ya soplaron todas sus velas o se quedaron sin hálito. Un archipiélago de islas sin Circe, sin Eros, sin hechizos ni encantos. Juan Cobos Wilkins regresa como expedicionario por esos lares tan pintorescos con un nuevo libro, Los no amados, editado en Bartleby. Acaso un bestiario sobre las distintas clases de amantes en potencia, letargo o desengaño. O quizás un devocionario que invoque una última oportunidad antes de la resignación.
Resulta paradójico que un libro con un título tan revelador esté impregnado de amor en sus cuatro costados y provoque un estremecimiento real y palpable. Porque hay verdad y no ese fingimiento característico del poeta al que tanto aludía Pessoa. Solo quien haya sobrevivido a la pérdida, no tanto del amante como de la práctica del enamoramiento, es capaz de transmitir la desolación que produce la expropiación del propio cuerpo ya inservible cuando deja de ser amado. «No parece, en verdad, razonable / que continúe el cuerpo sus funciones / cuando el cuerpo, aunque vivo, ha sido abandonado». Pero resulta que el cuerpo despojado del amor sigue transitando como alma en pena o ser diletante por los terrenos fértiles de otros amantes con los que se va desencontrando. Y esos desencuentros en Los no amados marcarán toda la poética del libro con una sentencia recurrente: «Alguien llega a tu vida / y tú no estás». Pero, ¿dónde está? Está en la sala de disección con el poeta, su alter ego.
El poeta como forense, psicoanalista o criminólogo se vale de todo un instrumental simbológico y metafórico exquisito para llegar al fondo del enigma, impregnándose de todas las vísceras implicadas en el amor corrompido por las obsesiones de los amantes. Todo un ecosistema surrealista en la imaginería del poeta, repleto de ángeles, gusanos de seda, peces, serpientes, aves, guepardos, Robinsones, velociraptors, panteras negras o, incluso, el ruiseñor de Wilde. Espejismos del corazón para representar el estado fisiológico y mental de los no amados. Y mientras tanto, bombones de la caja roja de Nestlé para paliar, quizás, el deseo insatisfecho o simplemente estimular la saliva anestesiada. Excuerpos sin amor, monitorizados en la UCI, aguardando a desmorir para recuperar su materialidad. Y es que desde la Grecia arcaica —con Hipócrates— se ha tratado el amor como una enfermedad provocada por la inestabilidad de la bilis negra dando lugar a la melancolía y desórdenes mentales como terror, depresión y locura, tópicos fundacionales de las tragedias griegas de Eurípides. Y, ¿no se trata, acaso, de la misma sintomatología provocada por la ausencia de amor? El amor como un miembro más en la anatomía de los amantes que cuando es amputado sigue doliendo en su versión fantasmagórica. Ni tan siquiera el onanismo logra paliar el efecto devastador que provoca la soledad en aquellos que sobreviven en otros cuerpos. ¿Será el amor una enfermedad provocada por parasitismo?
O quizás el amor sea tan solo un misterio que sirve para inspirar obras de arte o literarias como Los no amados, de Juan Cobos Wilkins, fascinante no solo por su propuesta temática y por la belleza de sus versos, sino por hacernos regresar al antiguo hábito de detenerse a pensar el poema y recordarlo. Un gran logro hoy en día contra la cultura acelerada que poco a poco nos va desmemoriando y aturdiendo.
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Autor: Juan Cobos Wilkins. Título: Los no amados. Editorial: Bartleby. Venta: Todos tus libros.
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