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Allende en la colmena chilena - Zenda
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Allende en la colmena chilena

Por el comentario de un amigo cuyo juicio literario aprecio mucho tuve noticia de la fábula de Carlos Tromben Allende, un narrador chileno veterano de quien confieso, por otra parte, que nada había leído; su nombre solo me sonaba. Allende, publicada el pasado septiembre, no ha tenido la menor acogida. Ni periódicos, ni suplementos literarios...

He seguido a lo largo de los últimos meses reportajes periodísticos y audiovisuales motivados por el cincuentenario de la pinochetada que acabó hace medio siglo con la vida del presidente chileno Salvador Allende y liquidó aquel 11 de septiembre de 1973 el gobierno socialista de Unidad Popular. También he vuelto a ver la película Missing del maestro del cine político Costa-Gavras con la misma emoción e indignación que la primera vez. Echaba en falta, sin embargo, que una figura tan relevante de la historia contemporánea de Hispanoamérica y un episodio golpista con tan dramáticas consecuencias nacionales y de graves implicaciones internacionales no fuera objeto de una recreación novelesca, el gran medio literario de nuestra época de iluminar la realidad, más cuando la novela histórica de materia reciente sigue siendo una de las grandes tendencias de la narrativa en castellano.

Por el comentario de un amigo cuyo juicio literario aprecio mucho tuve noticia de la fábula de Carlos Tromben Allende, un narrador chileno veterano de quien confieso, por otra parte, que nada había leído; su nombre solo me sonaba. Allende, publicada el pasado septiembre, no ha tenido la menor acogida. Ni periódicos, ni suplementos literarios ni revistas culturales en la red se han ocupado de ella, que yo sepa. Sorprendente dada la percha, que dicen los periodistas, que brindaba el aniversario y más todavía, la personalidad literaria de esta “novela en cinco actos”, como se subtitula.

"Asistimos a un nutrido repertorio de estampas cotidianas de la vida en Santiago y en otros lugares del país"

Allende presenta una historia trasparente y a la vez confusa. Aclaro esta contradictoria afirmación. Trasparente, pues la trama global de la obra reconstruye sin elementos perturbadores la trayectoria de Salvador Allende desde sus inclinaciones juveniles y hasta que se inmoló por defender su gobierno y sus creencias. Los enunciados de los cinco “actos” más un epílogo del drama pautan el desarrollo. De forma sucesiva, Allende “habla”, “escucha”, “sueña”, “claudica”, “espera” y “no se rinde”. Confusa por los disímiles contenidos que presenta. Por una parte, tenemos la pura fantasía. Allende, morador del trasmundo, habla a una “compañera” que ha invocado su nombre mediante un rito de magia y ya “a punto de regresar a las regiones donde no llega la luz y todo está en silencio”. Por otra, encontramos el testimonio costumbrista. Asistimos a un nutrido repertorio de estampas cotidianas de la vida en Santiago y en otros lugares del país.

Allende y los suyos —su mujer, las tres hijas y algunas personas de su entorno político— comparten el protagonismo con otra familia, la de Manuel Rodríguez Carrasco, tataranieto del guerrillero y héroe independentista Manuel Rodríguez Elorza, exmilitar e ingeniero de la agencia estatal de fomento industrial, simpatizante del líder de Unidad Popular, una de cuyas tres hijas actúa como narradora general de la historia. Ella, la “compañera” a la que se dirige Allende, ha propiciado una indagación sobre finales de los años 60 y comienzos del decenio siguiente en su país. Trabaja como un investigador que rescata la memoria familiar, se socorre con la historia oral y aprovecha fuentes documentales. Con la suma de todo ello amasa la historia chilena en tiempos de Allende.

"Es como un periódico que recoge la actualidad. Salen los viajes soviéticos a la luna, las obstinadas pruebas nucleares francesas en la Polinesia, la situación internacional de las finanzas…"

Pasajes breves y concisos van presentando los componentes de esa historia. Pueden suponer alguna dificultad inicial al mostrar dispersos personajes y sucesos cuyo alcance todavía no se sabe. Pero la rapidez expositiva y la desnudez sin retórica del relato invitan a sumergirse en esa múltiple sustancia, dejarse arrastrar por esas ráfagas noticiosas y entregarse con gusto a lo que la narración va mostrando. Lo que enseña son datos novedosos o habituales del día a día. Es como un periódico que recoge la actualidad. Salen los viajes soviéticos a la luna, las obstinadas pruebas nucleares francesas en la Polinesia, la situación internacional de las finanzas… También asuntos más cercanos: temblores y terremotos, el tiempo y las lluvias torrenciales, los apagones eléctricos… Siguiendo con la comparación periodística, tenemos una auténtica sección de sucesos: un incendio en un almacén, varios atropellos, algún homicidio, un puñado de suicidios… Incluso hay un apartado para los ecos de sociedad: un cumpleaños.

El ágil y plástico relato, cuya fragmentación y puntillismo ambiental recuerda el expeditivo recorrido de John Dos Passos en Manhattan Transfer, anota otros aspectos. Cifra y comenta la manipulación de los sucesos habitual en la prensa. Advierte sobre algún asesinato político de trascendencia colectiva. Sintetiza en contundentes trazos los partidos de extrema izquierda, sobre todo el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y sus planteamientos radicales. Y le hace un hueco a algo simpático y divertido, con aspecto de invención, aunque tenga base real, la visita de un grupo de selectos invitados a Chile entre quienes figuran los filósofos Michel Foucault y Jacques Derrida, la escritora Hèléne Cixous y el mediático divulgador marino Jacques Cousteau. Debe enfatizarse el despliegue en esta secuencia de un humor inteligente e incisivo, sarcástico.

"Tromben trata a Allende con respeto admirativo, pero no con alharacas hagiográficas"

El conjunto de esta amenísima materia, casi siempre sometida al filtro de la ironía y el distanciamiento, es como la placenta que acoge a Salvador Allende. Su personalidad y activismo se observan también con una mirada perspectivista que agrega puntos de vista complementarios. Está, ya lo he señalado, su propia voz desde ultratumba. Y se hallan las consideraciones acerca de su entorno. En su círculo destacan un personaje que alcanza genuino protagonismo, Pedro Pozo Morales, su guardaespaldas y chico para todo de vidriosa trayectoria personal e ideológica, y los familiares que le acompañan en el poder. Con estos elementos se va trazando su personalidad, en lo personal y en lo político. No faltan, en la privacidad, detalles humanizadores, así la huida despavorido por un temblor de tierra, sus escapatorias un tanto licenciosas de tapadillo, su transformación en una “especie de playboy maduro” o los hábitos en los varios “castillos” de la “corte allendista”. Estas notas aportan un afortunado ejercicio de desmitificación.

Más importa el retrato político. Tromben trata a Allende con respeto admirativo, pero no con alharacas hagiográficas. Anota una intransigencia ideológica, una gestión temeraria  y un desconocimiento de la realidad social que produjeron un rápido descrédito de su gobierno. Su miopía política de trágicas consecuencias, el proceso social gigantesco que puso en marcha y despertó unas fuerzas que buscarían la venganza, se compendia en una evaluación tan dura como ésta: “Al embestir simultáneamente contra los grupos financieros, los empresarios textiles, las multinacionales de la minería y de la industria, los terratenientes, los narcotraficantes y los huéspedes de hoteles clandestinos, Allende está formando una poderosa y variopinta coalición su contra”.

"Carlos Tromben pone el foco de su relato, desde el mismísimo título, en Allende. Pero el malogrado presidente es solo el núcleo de una recreación que va mucho más allá del personaje"

Frente a la mirada analítica de corte crítico, el libro destaca la honestidad y las convicciones firmísimas de quien creció “en la lucha de ideas, en el cultivo de la lealtad y la amistad, en la lucha contra la injusticia y la pobreza”. Por otra parte, Tromben recrea la brutalidad de los sediciosos que, con la complicidad yanqui, asaltaron el palacio presidencial, sembraron el terror en todo el país y asesinaron, “desaparecieron” o torturaron a miles de chilenos. En un diálogo fecundo entre artes diferentes, la novela incide también en la terrible historia de los norteamericanos que sustenta la revulsiva trama de la película de Costa-Gavras.

Carlos Tromben pone el foco de su relato, desde el mismísimo título, en Allende. Pero el malogrado presidente es solo el núcleo de una recreación que va mucho más allá del personaje y despliega una crónica vivacísima de una época y de una sociedad. Nos muestra a Allende en la colmena chilena de los años 70. Es esta capacidad de reconstruir la temperatura colectiva de aquel momento la gran aportación del libro. La inspiración literaria de Tromben, encauzada por una gran originalidad narrativa, y la rectitud moral de su mensaje se conciertan y generan una novela admirable. No tienen los novelistas el objetivo de competir con los historiadores pero pueden superarlos cuando rescatan, como ocurre en Allende, el latido vital y la emoción que encubren los documentos.

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Autor: Carlos Tromben. Título: Allende. Una novela en cinco actos. Editorial: Ediciones B. Venta: Todostuslibros.

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Santos Sanz Villanueva

Santos Sanz Villanueva (Soria, 1948) es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza y doctor en Filología Románica por la Complutense de Madrid, de la cual es catedrático jubilado de Literatura Españo­la. Conferenciante y crítico literario, ha recibido el Premio Fastenrath de Ensayo de la Real Academia Española por Historia de la novela social española, y el Premio Fray Luis de León de Ensayo. Entre sus publicaciones más importantes, destacan Narrativa en el exilio (1977), Lectura de Juan Goytisolo (1980), El siglo XX. Literatura actual (1984), La Eva actual (1998), El último Delibes y otras notas de lectura (2007), Diez novelistas españoles de postgue­rra. Siete olvidados y tres raros (2010) y La novela española durante el franquismo (2010). Ha prologado libros de Cervantes, Miguel Delibes, José Hierro, Juan Goytisolo, José María Merino, Arturo Pérez-Reverte, Josep Pla, Gonzalo Torrente Ballester y Francisco Umbral.

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Ricarrob
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1 año hace

La foto. La foto de portada de este artículo lo dice todo. Si ha existido un ser totalmente patibulario es este. Esa cara. El patíbulo en una cara. Ese bigote absurdo, esa mueca desaprobatoria, esa actitud gestual de absolutismo exacerbado. Esa determinación fanática. Esos ojos funerarios tapados por gafas de funeral, el funeral de Chile, el funeral del pueblo chileno. En esa mirada está ya Victor Jara muerto. Siempre me ha impresionado esta foto. Es la foto del miedo, del horror, de los crímenes. Pavor da verla. En ella están incluidos, están implícitos, están presentes, están previstos, todos los miles de muertos posteriores. Huele. Esta foto huele. Y huele a muerto. Premonitoria, tristemente.

Pero no solo la muerte, la pérdida de libertades, la represión cruenta. Si algo significó, fue símbolo, toda esta sinrazón, fue por el inicio, el punto de inflexión a nivel mundial, del paso de la humana economía keynesiana a la inhumana economía salvaje de los chicago boys que se adueñaron de Chile y, poco a poco, de la mente económica mundial hasta ahora. Icónico. Laboratorio. Todo un experimento de cómo se puede exprimir y torturar económixamente a un pueblo sin voz. Fue el comienzo del fin de todos los avances sociales en todo el mundo.

Fue en el 73. Dos años más tarde, en el 75, este sujeto, recuerdo vívidamente las imágenes, con su mismo aspecto patibulario y con innumerables crímenes ya a sus espaldas, acudía en nuestro país, para verguenza nuestra, al sepelio de su admirado Franco. Verguenza. Oprobio.

Que nunca descanse en paz…

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