In memoriam Manuel Lario Bastida,
maestro alfonsino de jóvenes espíritus,
guerrillero de la verdad,
con la palabra por toda arma.
Hubo un tiempo en el que rechazaba a mi prójimo si su fe no era la mía. Ahora mi corazón es capaz de adoptar todas las formas: es un prado para las gacelas y un claustro para los monjes cristianos, templo para los ídolos y la Kaaba para los peregrinos, es recipiente para las tablas de la Torá y los versos del Corán. Porque mi religión es el Amor. Da igual a dónde vaya la caravana del amor, su camino es la senda de mi fe.
(Ibn Arabí)
Si algún rey español merece el título de humanista, ese sería Alfonso X, más conocido como el Rey Sabio.
Así, lo humano, lo efímero del sentir y de las pasiones, se funden con el afán de trascendencia de quien se sabe llamado por los ecos de los siglos venideros, los que conforman la Historia.
Para Murcia, debería ser todo un honor considerar a don Alfonso como uno de los más grandes vecinos de la historia, al igual que otro sabio murciano, casi contemporáneo, Ibn Arabí. Ambos abogaron por la convivencia y la búsqueda de la sabiduría, y su ejemplo debería ser recordado, más que nunca hoy, como modelo de vida en estos tiempos convulsos.
Alfonso X vivió y gobernó bastante tiempo en Murcia. Así, conoció la famosa madrasa del médico Muhammad Al-Ricotí, donde se enseñaba en árabe y romance. El rey Sabio impulsó y apoyó el trabajo, el estudio y la colaboración de sabios musulmanes, judíos y cristianos.
La todavía incipiente España se convertiría en puente por el cual, durante un período que culmina en los siglos XII y XIII, las culturas griega y latina, casi perdidas en Europa desde hacía siglos, vuelven a ella gracias a los textos árabes de Oriente, donde había sido recogida.
A la ciudad de Sevilla concedió los títulos de “una de las ciudades más bellas del mundo” y “ciudad de emperadores”, en honor a Trajano y a Adriano.
Preservó la Giralda, impulsó la construcción de las Atarazanas, el Palacio Gótico del Alcázar, la organización de la estructura del municipio, del reino, y repobló sus tierras.
Realizó una enorme aportación a la cultura con la creación de las Escuelas de Estudios Generales, germen de la Universidad de Sevilla, al igual que en Murcia hiciera con la creación del Studium Arabicum et Hebraicum, preludio de su futura Universidad.
Alfonso X se coronó rey a los pies de la tumba de su padre, convocó sus primeras cortes y falleció en el Real Alcázar de Sevilla, ciudad por la que jamás se sintió abandonado, ni en el fragor de la batalla política, ni en el de la propia vida.
Fue su voluntad que perdurase para los siglos venideros el profundo agradecimiento que profesó a aquellos lugares en los que se consideró fielmente acogido. Así, cumpliendo su postrero deseo, su corazón descansa en Murcia, en el Altar Mayor de la Santa Iglesia Catedral, y su cuerpo está enterrado en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.
Aquí están las entrañas del señor rey don Alonso X, el qual muriendo en Sevilla por la gran lealtad con que esta cibdat de Murcia le sirvió en sus adversidades las mando sepultar en ella.
En el siglo XII, bajo la protección del Arzobispo y Gran Canciller de Castilla, don Raimundo, se constituyó en Toledo un centro de traducción que la historia ha recogido con la denominación de Escuela de Traductores de Toledo y que gozó del apoyo incondicional del rey Alfonso X El Sabio, cuya corte, un siglo después, fue lugar de encuentro de hombres de letras y de ciencias, intelectuales cristianos, judíos y musulmanes, dedicados al estudio, a la traducción y a la redacción de obras, trabajos que el mismo rey dirigía.
Allí reunidos, fueron traduciendo al latín las obras famosas de la ciencia árabe, de las que unas eran originales y otras, por el contrario, eran traducciones de obras griegas… Libros de matemáticas, medicina, alquimia, historia natural, física, psicología, lógica, moral, metafísica y política; el Organom, de Aristóteles, glosado o compendiado por filósofos árabes como Al-Kindi, Al-Farabí, Avicena, Algazel y Averroes; los trabajos de Euclides, Ptolomeo. Galeno e Hipócrates, con notas y comentarios de Al-Juraizmí, Al-Batenio, Avicena, Averroes, Alpetragio y otros, y numerosas obras hasta entonces desconocidas en Europa durante siglos y cuyo estudio iba a contribuir al desarrollo del Renacimiento,
Fue conocida en Europa la fama de la Escuela de Traductores de Toledo, por la que acudieron a ella estudiantes e intelectuales decididos a penetrar en la ciencia árabe y a conocer los textos griegos, que resurgían después de un silencio de siglos. De esta forma, los nuevos textos, redactados en latín clásico, pasaban luego a las distintas lenguas de Europa.
Gracias a esta labor, las ideas de la filosofía y de la enciclopedia griegas penetran en Europa a través de Toledo y el mundo estudioso de entonces bebe en las fuentes originales aquellos textos que habían de influir tanto para lograr el florecimiento filosófico, literario y artístico del Renacimiento.
A la tarea innovadora de estos intelectuales, dirigidos por el Rey Sabio, cupo la gloria de haber servido de puente entre el mundo griego clásico y el europeo de la época por medio de la lengua árabe, vehículo que transportó de Oriente a Occidente la inmensa riqueza cultural de la clásica Grecia, vuelta a nacer de entre las tinieblas de un olvido secular.
Para tratar la figura de Alfonso X como “historiador” hay que definir primeramente el concepto de “compilador”, ya que en el siglo XIII es la tarea de “compilación” la que más se aproxima a lo entendido por “historia”. Así, hablaremos de “refundidor” de una gran diversidad de fuentes, y no de “autor”.
Su afán compilador por recoger todos los hechos, buscando y mandando hallar todos los libros y escritos que contaran alguna hazaña acaecida sobre territorio peninsular, por alejada que fuera, le lleva, en su Estoria de Espanna, a los tiempos de Noé.
Alfonso X vuelve la mirada más allá del límite tradicional de los reyes godos, y sigue el rastro de toda noticia relacionada con la península que apareciese en cualquier autor o escrito romano. Un ejemplo, el episodio de la reina Dido. Pero, ¿qué relación podía guarda con España? Su presencia no va a resultar casual, y sí meditada.
El texto alfonsí de la “carta de Dido a Eneas” está tomado del poeta Ovidio (Heroida VII), y su presencia en la crónica va a estar motivada por dos razones: contar la lucha de cartagineses y romanos por la hegemonía del Mediterráneo, siendo la península el escenario de dichos enfrentamientos, junto a la fundación de Cartagena; y consolidar un concepto de Espanna, dentro en un contexto histórico y mitológico universal, cuyos márgenes temporales y esenciales se superponen hasta desvanecerse.
La reyna Dido, quando sopo que Eneas tomaua aquella carrera tan luenga, semiól que no tenie en corazón de nunqua tornar a ella; por ende, llorando e faziendo grand duelo e seyendo la más cuytada que seer podrie, enuiól su carta fecha en esta manera, e dizie así después de las saludes: “Eneas, mio marido: la razón quet yo enuío decir es tal cuemo el canto del cigno, que se tiende sobre la yerua rociada e comienza de cantar un canto cuemo dolorido a la sazón que a de morir…
(Estoria de Espanna)
Las aspiraciones de Alfonso X no conocían los marcos tradicionales historiográficos. Prueba de ello, también, es su inacabada General Estoria, en cuyas páginas pretendía narrar la historia de todos los pueblos conocidos en el siglo XIII, tarea, sin duda, ambiciosa.
Esta General Estoria tiene como principal fuente de información La Biblia, especialmente, el Antiguo Testamento, al cual trata de ajustar la peculiar cronología histórica de toda la obra y la historia de Egipto o de la antigüedad greco-latina. No olvidemos que el Rey Sabio era también rey cristiano, en labor de expansión de territorios y fe.
Alfonso X otorgaba gran relevancia a la mitología, no cabe duda. Tal es así que los dioses del Olimpo aparecen como hombres a los que la posteridad eleva a rango de dioses por su sabiduría o por su fuerza. No olvidemos el contexto histórico-religioso desde el que desempeña su labor de compilación el rey Sabio.
Resulta curioso, y de brillante perspicacia, contemplar a Dionisos como agricultor que organiza la industria del vino, ya que fue el primero, después del Diluvio de Noé, que cultivó viñedos. Júpiter es concebido como un rey de Creta que concede nombre a Atenas, conocedor, en profundidad, del trivium y el quatrivium, y que, además, fue legislador. Resulta evidente el paralelismo entre las cualidades de Júpiter con las del propio Alfonso X. Inteligente recurso éste para reforzar su figura como rey entre sus contemporáneos y ante las generaciones venideras.
En esta zibdad de Athenas nascio el rey Juppiter, como es ya dicho ente desto, e allí estudio e aprendio y tanto, que sopo muy bien todo el triuio e todol quadruuio, que son las siete artes aque llamen liberales por las razones que uso contaremos adelante, e uan ordenadas entre si por sus naturas desta guisa: la primera es la gramática, la segunda dialéctica, la tercera rectorica, la quarta arismetica, la quinta música, la sesena geometría, la setena astronomía.
(General Estoria)
La cultura de Alfonso X es extensa y sólida. Su espíritu de universalidad se evidencia en la unión de los relatos bíblicos con pasajes de historia profana, motivos mitológicos, hazañas de dioses paganos, temas troyanos y temas de la historia de Alejandro. A todos da el Rey Sabio, carta de naturaleza. Marco histórico para un regio espíritu, ávido de posteridad.
Otras fuentes bibliográficas, además del Antiguo Testamento son el mismo Ovidio, Lucano y Estacio, así como Horacio y Virgilio, demostrando conocer bien la obra de Salustio, Cicerón, Séneca y otros griegos…Homero.
Toda su obra está escrita en prosa, y, lo que la hace única, en romance castellano, pues se elabora con el deseo de hacer llegar sus mensajes a un público lo más variado y numeroso posible. El castellano se convierte en el vehículo natural y necesario para su “transmisión de saberes de largo alcance”, en el tiempo y en el espacio. Para ello pone en marcha un sistema cronológico que lejos de toda contradicción, conjuga lo bíblico con lo no bíblico, enhebrando episodios sagrados con obras de Ovidio, o con los historiadores árabes.
Los anacronismos hallados tienen plena razón de ser en el afán didáctico de su obra, que amplía y añade aclaraciones que no se encontraban en los textos originales. Y es que Alfonso X no desea reproducir, sujetado por la precisión, sino desentrañar y volver a crear lo sucedido.
La trascendencia de la labor intelectual de Alfonso X consigue que su figura sea contemplada más allá de los intereses perseguidos, por él, como rey de Castilla, en el juego de poderes de su tiempo, que tampoco debemos olvidar, en honor al rigor, alejándonos de innecesarias idealizaciones del Rey Sabio.
El calado de la obra alfonsina es indiscutible, mas, no sólo en el ámbito cultural, sino también en el jurídico. Y es que, siglos después, constataremos cómo el código caballeresco seguido por nuestro célebre hidalgo Don Quijote de la Mancha no es otro que el recogido en Las Siete Partidas, de Alfonso X, monumental cuerpo jurídico medieval.
Éste será el marco legal de referencia, asimilado como propio en las innumerables novelas de caballería que leyera Alonso Quijano, y bajo el que discurrirán las aventuras y sinsabores del hidalgo castellano, tutelando, con acierto o equívoco, su quehacer caballeresco. El código de caballería que se desprende de Las Siete Partidas estará presente desde la inválida investidura como caballero andante de Alonso Quijano hasta el dictamen de su última voluntad ante el escribano del pueblo.
De sumo interés resultan los consejos, inspirados en la obra de Alfonso X, que brinda a su escudero Sancho Panza, cuando éste asume las riendas de la imaginaria ínsula Barataria, consejos dignos de ser leídos por los jueces de nuestro tiempo, llenos de justicia, derecho y equidad.
Ca bien assi como las armas que el ome viste para defender se, muestran cordura que es virtud que le guarda de todos los males que le podrían venir por su culpa bien assi el mango de la espada que ome tiene en el puño: ca en quanto assi lo touiere, en su poder es de alçalla o de baxalla o de ferir con ella, o de la dexar. E assi como las armas que ome para ante si para defender se muestra fortaleza que es virtud que fase a ome estar firme a los peligros que auinieren: assi en la mançana es toda la fortaleza de la espada…
(Las Siete Partidas)
Encuentro de razas, de pueblos y de religiones, unidos todos por el solo lazo de la cultura universal, inmersos en una tarea común plena de altruismo, en beneficio de un mundo desconocido; crisol donde se fundían en una sola lengua los textos escritos en otras; portadores de antiguas culturas, remozadas por el entusiasmo de un grupo de idealistas; ejemplo de máxima tolerancia.
Un arzobispo que coloca la cultura por encima de diferencias religiosas o de viejos prejuicios y un rey que sabe conjugar sus conquistas territoriales con una obra intelectual admirable, iluminando a Europa entera, en aquellos años de penumbra cultural, con una luz venida de lejos y adaptada al nuevo ambiente.
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