Prenderé velas. No, señora, no sólo porque el flamante y recién estrenado presidente argentino lo ha recomendado por Instagram. Lo haré porque se viene la mala y con ella los cortes de energía, pero también y principalmente en agradecimiento a los señores políticos. Como escucha. ¡A los señores políticos y no me interrumpa! Porque, con una mano en el corazón, dígame que esos tipos no tienen gestos dignos de mención. Dígame usted que no hacen mérito a la vela prendida esmerándose día a día en darme excusas para que yo les pueda echar la culpa de mi infelicidad. Y, entre nosotros, es hermoso echar la culpa a otro, ¿o no? A mí me rechifla, por eso me hice de Podemos, para echarles la culpa a ellos de que llego tarde al trabajo, de que olvidé comprar el pionono de la mesa navideña o (ya que podemos) de que mi gato mea fuera del tarro. Además, con lo caro que está esto de trabajar culpas en el analista, lo que me gasto en impuestos me lo ahorro de psicofármacos.
Allá en España tienen el despelote de vuestra Cristina, la del caso Nóos, que ahora parece andaba de jarana con el cuñado. Y el escandalete otro de Mediador. Soborno, puterío y drogas, que salpica incluso al mismísimo presidente. ¡Ay, como los envidio que se quejan lindo con eso! Pero nosotros no nos quedamos atrás: tenemos un juez muy pintoresco que decían regenteó prostíbulos, un ex presidente intimidó a la Corte Suprema por Twitter, ¡y hasta una monjita que ayudaba a amarrocar dinero al gobierno de turno cuando no daba catequesis a les niñes! ¡Todo made in Argentina, eh! En fin… Un abanico hermoso de historias originales, incluso mejores que las de Carmen Barbieri, Belén Esteban, su nariz y sus adicciones.
Y acá el epílogo jodido, que sin jodido usted se aburre y me manda a freír batatas: Imagine si un día despertamos y nuestros gobernantes se han convertido en gente honesta, yo me muero… Y ya sééé, es cierto que me quejo por Facebook y no hago nada para que la cosa mejore, pero qué sé yo… Me da fiaca*… Habría que organizar la revolución, ver en donde nos encontramos, definir el color de la bandera… Yo la traería blanca, usted la querría negra, entonces yo le diría que no importa el color por lo que usted me trataría de autoritaria. ¡Porque por qué del color que YO quiero si usted había venido toda emocionada pensando en la bandera negra con purpurina! ¡Pero si el objetivo es la revolución, no el color de la bandera, Rosita! Y ahí usted se me viene encima porque hace un rato se peleó con su marido al que no pudo contestar porque miraba fútbol entonces se la agarra conmigo, me da un tortazo y se va al grito de: ¡Con esta feminazi yo no hago nada! Yo revoleo la bandera y me voy a la mía.
Así que así es la cosa… ¿Vio que en los diarios dicen que la sociedad está violenta? Bueno, no nos hagamos los opas, la sociedad somos usted y yo, no son ni Mbappé, ni Catalina Dlugi, ni Jorge Javier. Como dijo nuestra Cristina, la patria será el otro pero la sociedad no. Sociedad que progresa a duras penas la pobrecita, mientras la mayoría de sus miembros va quedando rezagada. Miembros que reducen su existencia a camuflarse unos con otros, diría Ortega, que de tan comunes en ciertos casos no hay manera de diferenciarlos. No se exigen salvo lo mínimo y necesario, no preguntan (y mucho menos se preguntan), no investigan, no controlan qué se hace con su plata, con su Corte Suprema, con su Constitución Nacional, ni siquiera con las expensas de su edificio o con su factura del cable, hasta que un día creen amenazada “su supervivencia”, porque como no saben, no entienden, no estudian, todo pasa por cuestiones de creencia, no de hechos. Entonces despiertan por un rato y hacen berrinche. Salen del letargo generalmente camino de las plazas a practicar el mediocre deporte de endilgar al expiatorio de turno la culpa de su propio enanismo intelectual, de su desidia, de su poco apetito de conocimiento. Cacerola en mano, indignación a punta de lanza, a grito sapucai porque la patria no se vende, al ñudo pero temprano, logran hacerse escuchar. Y lo peor, lo hacen completamente convencidos.
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*Fiaca: vagancia, en criollo bien hablado.
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