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El muro de Mandelstham - Igor Barreto - poesía - Zenda
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Adentrarse en los valores de la pobreza

Una de las más relevantes novedades literarias del último trimestre en España y América Latina es el libro de poemas del venezolano Igor Barreto (Caracas, 1952) El muro de Mandelshtam, un libro que contaba con una edición casi testimonial de 150 ejemplares en su país y que ahora aparece en Bartleby Editores (con algunas ligeras...

Una de las más relevantes novedades literarias del último trimestre en España y América Latina es el libro de poemas del venezolano Igor Barreto (Caracas, 1952) El muro de Mandelshtam, un libro que contaba con una edición casi testimonial de 150 ejemplares en su país y que ahora aparece en Bartleby Editores (con algunas ligeras modificaciones y con la incorporación de dos nuevos poemas) para un más amplio espectro de amantes de la poesía. En España y en América.

Lo primero que llama la atención del lector hasta situarlo al borde del desconcierto, aun antes de emprender la lectura, es el título: ¿Osip Mandelshtam y Venezuela? ¿Una trasposición en el tiempo y en el espacio de la experiencia vital del poeta ruso? ¿Un juego para provocar la reflexión del lector? ¿Un homenaje poético a partir de la admiración o el deslumbramiento?

No exactamente, aunque en el libro encontremos respuestas parciales a las tres preguntas: Barreto construye una suerte de narración con poemas que juegan con el telón de fondo de la experiencia de un poeta sometido a condiciones límite, en la frontera de la vida y la muerte, del dolor extremo y de la pura subsistencia, de un escritor en apariencia ajeno a Venezuela como Osip Mandelshtam. Alude, por tanto, a una experiencia universal, posible y probable en la realidad del siglo XXI que cobra forma en la ficción en prosa que, a modo de entrevista al poeta ruso (o a un impostor, o a un personaje que lo subsume y metaboliza), abre el libro, y que se irá desplegando en la localidad llamada Ojo de Agua, un pueblo al oeste de Caracas. Un gueto.

¿Qué hace de El muro de Mandelshtam una obra extremadamente singular, de una solidez incuestionable, en el panorama de la poesía en castellano de las dos orillas del Atlántico? Son muchos los elementos que lo hacen posible. Con ellos me atrevo a construir una suerte de decálogo a cuyo través podemos constatar su complejidad y, a la vez, su eficacia como artefacto literario que emite un mensaje nítido, sencillo, transparente. Vayamos a ello:

"La pobreza es también, para el autor de El muro, un estado del alma, una mirada, una percepción, una forma de estar en el mundo."

1.La pobreza como escenario y clima, como atmósfera envolvente. La pobreza de un mundo marginal que es, en el fondo, la mayoría de la población en las sociedades de América Latina y que, hoy, es especialmente grave en la ciudad en que vive Barreto y junto a la que se encuentra el gueto en que se desarrolla la “trama”. Para los lectores de un país de la Unión Europea, esa realidad está esencialmente en los barrios periféricos de algunas grandes ciudades, en colectivos procedentes de la inmigración, en la masa de parados y trabajadores pobres que ha dejado la crisis económica que se inició hace una década. Pero esa sería una mirada simplista. Igor Barreto lo entiende así y concibe la pobreza como un mal universal (o un bien), tal y como confesó al periodista Hugo Prieto en una entrevista de diciembre del pasado año, en la que afirmaba que sus “valores están en cualquier estrato social”. La pobreza es también, para el autor de El muro, un estado del alma, una mirada, una percepción, una forma de estar en el mundo.

2.El límite. Hablo de la frontera que acota la realidad existencial de un ser humano: mirar a la muerte como una parte del devenir cotidiano, como una posible inminencia, una sombra siempre presente. Osip Mandelshtam vivió en una situación extrema una buena parte de su existencia, algo difícilmente imaginable hoy. Los personajes que asoman en El muro son albañiles, mecánicos de automóviles, ebanistas, oficinistas, amas de casa, prostitutas… Son también pandilleros de un barrio como tantos otros. Unos y otros, seres que conviven a diario con el peligro de una muerte prematura y provocada, cargan con esa inevitable servidumbre que, paradójicamente, forma parte de la propia vida.

3.Las zonas intermedias de la realidad. Me refiero a las burbujas que desafían a la realidad, a su permeabilidad en un mundo en el que la miseria convive con espacios de riqueza desmesurada pero en el que es posible experimentar la ternura, la complicidad, el amor, la hermandad y la solidaridad. En las páginas en prosa que abren el libro podemos ver cómo lo que aparece como un conflicto irresoluble que puede derivar en violencia acaba en un partido de fútbol en el que el barro (la tierra y el agua, lo telúrico) va borrando la identidad de los contendientes haciendo de ellos metáfora de la solidaridad, de la identidad compartida de la condición humana, de un sujeto colectivo. Dice a ese respecto Mandelshtam en el libro: “¡Pero qué jugadores van a ser ustedes, si todos son iguales, apártense cabrones, cómo puede alguien ganar si nadie sabe a cuál equipo pertenece!”.

"El hilo conductor de la poesía, su esencia y su verdad última, atraviesan el tiempo, viajan de un espacio a otro y acaban habitando en el corazón de un barrio deprimido y conflictivo."

4.Paralelismos en el tiempo y en el espacio. En El muro, Barreto logra proyectar en el presente la sombra de la historia. Una historia conocida, que se desarrolló tres cuartos de siglo antes en las antípodas de Ojo de Agua, en el reverso de Caracas, de Venezuela: en Rusia, en los parajes de los Cuadernos de Voronezh de Mandelshtam, en las interminables llanuras esteparias por las que circula el Transiberiano. El hilo conductor de la poesía, su esencia y su verdad última, atraviesan el tiempo, viajan de un espacio a otro y acaban habitando en el corazón de un barrio deprimido y conflictivo a cincuenta kilómetros de la capital venezolana.

5.El mestizaje de géneros. El muro es, también, una novela poética. Fragmentaria, hecha de trazos de vida, de trazos de realidad, pero también de ensoñaciones e imaginación, de fantasía. Desde esa perspectiva, el autor combina distintas formalizaciones: el poema, el relato con una base periodística de entrevista, el poema en prosa, el epitafio al que incorpora la subjetividad de personajes que yacen bajo tierra, epitafios que a su vez son narraciones breves, cuentos no desprovistos de la intensidad que caracteriza a todo poema, reflexiones sobre las grandes verdades de la vida, retazos de la memoria personal. Un libro, en fin, que hace del mestizaje intergéneros una opción integral: el libro mosaico, el libro palimpsesto. Y, paradójicamente, el libro poema.

6.Palabras desde la muerte. En El muro de Mandelshtam hay presencias de otros poetas, no sólo de Osip. La formación y la trayectoria líricas de Igor Barreto son ajenas a fronteras y por eso a lo largo del libro circulan sombras conocidas: la de Yeats, la de Rimbaud, la de Pavese, la de Lowry… Pero entre ellas es de destacar la del Edgar Lee Masters de Antología de Spoon River, el autor de la radical subjetivización poética del epitafio. Es la voz de la muerte desde la experiencia de vida. El testimonio y la advertencia hacia quienes son parte de la realidad abandonada. Voces humildes, trágicamente fallecidas en algunos casos, que reflexionan sobre su existencia y sobre el mundo que dejaron e interpelan a los que en él permanecen.

"Pero los poemas de El muro no son sólo denuncia. Son también indagación, búsqueda, dibujo de las zonas ocultas de la realidad, de los pozos y oscuridades del alma humana."

7.¿Poesía crítica de base social? A lo largo de la lectura de El muro merodea la mente del lector la búsqueda de respuesta a una pregunta: ¿Poesía social? La respuesta no es unidireccional. Es mucho más. Es poesía con preocupación cívica, también social y política, y existencial. A lo largo del libro vive el alegato contra los totalitarismos, respira la dura realidad venezolana, se levanta la crítica, a veces corrosiva, a quienes la dominan y controlan, la desolación por la inutilidad de la voz del poeta, que no pocas veces termina en el vacío, en una bolsa negra y ciega… Pero los poemas de El muro no son sólo denuncia. Son también indagación, búsqueda, dibujo de las zonas ocultas de la realidad, de los pozos y oscuridades del alma humana. Poesía desadjetivada. Poesía a secas.

8.¿Alegato político ante una coyuntura como la venezolana? Tampoco. Aunque ésta se filtre en no pocos poemas. Es el clamor por la libertad más radical del individuo, es la empatía con el destino trágico e injusto de Osip Mandelshtam, víctima del estalinismo, pero lo es también contra todas las injusticias que asoman en el mundo globalizado del siglo XXI.

9.Los bordes de la realidad. La realidad, dura y abrumadora, de El muro, tiene bordes. Llamamos así a esas zonas fronterizas de todo buen poema en las que esa realidad y su recreación conviven con la fantasía. Los bordes. Lo que se ha vivido o se vive y lo imaginario. Por ejemplo, la nieve que acude a blanquear un territorio de clima tropical como Ojo de Agua o la irrupción de la estación ferroviaria de Vladivostok en el diálogo inicial entre Igor y Mandelshtam aparecen como ingredientes de esa “construcción de bordes”.

10.El lenguaje. Es, sin duda, el esqueleto, la columna vertebral, el cemento del libro. No es un lenguaje alambicado, ni barroco pese a la enorme complejidad de libro. Estamos ante el paradigma de la transparencia. Barreto construye eficaces, originales y potentes imágenes. Con ello se pone de relieve que un libro que apueste por la profundidad no necesariamente tiene que rendirse a la palabra oscura. Narratividad y lirismo, ternura y dureza, alegría y desolación, ironía y tristeza, ambigüedad y certidumbre… Esa complejidad expresiva es la concreción de algunas afirmaciones de Igor Barreto en respuesta a entrevistas en diversos medios. Hablo de la escritura difícil y quizá atormentada, del trabajo, de la combinación de inspiración y esfuerzo que conlleva toda labor artística, la “pugna” cotidiana con el idioma. Así lo expresa el poeta en respuesta a una pregunta de Hugo Prieto en diciembre de 2016: “Yo lo que tengo atravesado, en medio de la garganta, es un problema expresivo y lo quiero resolver. El libro (se refería a El muro) pretende objetivar esa necesidad expresiva de lo que he visto y escuchado”. Y añade:  “El escritor debe escribir en medio de dificultades, de grandes tensiones, de dudas, de incapacidades”.

Como fruto de ese esfuerzo, nace el poema. La proteína del lenguaje que, de la mano de Barreto, busca sentido al mundo y que, en este caso, se sumerge en los valores, no siempre señalados con rigor, de la pobreza.

Autor: Igor Barreto. Título: El muro de Mandelshtam. Editorial: Bartleby editores. Venta: Casa del libro

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Manuel Rico

Manuel Rico (Madrid, 1952) es poeta, narrador y crítico literario. Ha colaborado en diversos diarios y revistas (El Mundo, Cuadernos Hispanoaméricanos, Ínsula, Letra Internacional, Mercurio, Turia…). Ejerce la crítica de poesía en el suplemento Babelia, del diario El País. Es autor, entre otras obras, de los libros de poemas Donde nunca hubo ángeles (2003), Fugitiva ciudad (2012). Premio Internacional Miguel Hernández, y Los días extraños (2015). La mujer muerta (2000 y 2011), Los días de Eisenhower (2002) y Verano (2008) son sus últimas novelas. Es autor del ensayo Memoria, deseo y compasión (2001) sobre la poesía de Vázquez Montalbán y de los libro de viajes Por la sierra del agua (2007) y Letras viajeras (2016). Dirige la colección de poesía de Bartleby Editores. Con Un extraño viajero ha obtenido el IX Premio Logroño de novela.

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