«Joan Salvat-Papasseit es un fenómeno realmente singular en la poesía catalana de su tiempo”, escribió José Batlló en 1972 en la introducción de estos poemas que la editorial Navona ha recuperado en edición bilingüe. «Su intuición poética”, continúa, «es el arma de que se vale para superar las numerosas indecisiones e imprecisiones que son producto de su escaso conocimiento académico respecto a la lengua con la que trabaja».
Zenda publica varios poemas de esta antología.
Nota preliminar
Joan Salvat-Papasseit es un fenómeno realmente singular en la poesía catalana de su tiempo. Su intuición poética es el arma de que se vale para superar las numerosas indecisiones e imprecisiones que son producto de su escaso conocimiento académico respecto a la lengua con la que trabaja. La fe que pone en cada uno de sus poemas, la rebeldía a unas formas de expresión dadas de antemano, el claro anarquismo ideológico, enlazan su obra con el mejor momento del romanticismo, del que toma elementos diversos. Sus influencias, pues, parecen ser extrapoéticas. Su marginamiento de la poesía de la época no se debe tan solo a su divergente concepción artística, sino también a la infravaloración de que, quizá como producto de esa divergencia, es objeto su obra, la cual no ha sido apreciada justamente, y aun de manera no lo suficientemente enérgica, hasta hace unos pocos años.
Para Salvat-Papasseit el poema es, esencialmente, la comunicación de un sentimiento emotivo, personal, en gran parte intransferible. Como Bécquer, quizá intuya que la poesía no es en definitiva más que una de las múltiples formas del silencio, de la incomunicación. Su vitalidad, la difusa conciencia de un destino «diferente», le llevan a querer ignorar esta convicción: de ahí la alegría irracional, el optimismo gratuito y grandilocuente de muchos de sus versos. La influencia que en él ejercieron, en los años adolescentes, las ideas anarquistas, comunistas y hasta prefascistas (no hay que olvidar su temprana lectura de Nietzche), que le lleva a unos ataques a la sociedad de la época de una violencia más emotiva que científica, se suaviza, con el paso de los años, hasta diluirse en un inconformismo referido exclusivamente a la literatura. Tomàs Garcés, su más calificado biógrafo hasta el momento, apunta entonces un giro hacia el cristianismo, giro que trunca la muerte. Sin embargo, aparte de los imprecisos contactos que pueda haber entre la moral cristiana y la Acracia, nada hay en su poesía que permita sostener tal observación. En los poemas de su último libro, Óssa Menor, publicado en 1925, un año después de su muerte, las constantes siguen siendo las mismas que en su obra anterior; si acaso, cabe señalar un progresivo dominio del instrumento verbal, que nunca llega a ser, sin embargo, totalizador.
La importancia de Salvat-Papasseit en la poesía catalana no viene dada, pues, por su estética, sino porque quizá es el primer poeta contemporáneo que, con aliento de tal, intenta realizar una obra popular, dirigida a la «inmensa mayoría», como diría Blas de Otero. Esta vocación comunitaria está servida por un casi fabuloso poder para transmitir la vida que late en los acontecimientos cotidianos y en los sentimientos que llamamos, impropiamente, primarios. Su impericia le hace caer, a veces, en puerilidades, mas siempre con destellos de una gran fuerza. La línea emprendida por el poeta apenas ha tenido continuadores posteriormente, salvados algunos intentos aislados y esporádicos.
Joan Salvat-Papasseit nació en Barcelona el 16 de mayo de 1894. De familia muy humilde, quedó huérfano de padre a los siete años e ingresó acto seguido en el Asilo Naval (su padre era fogonero y murió como consecuencia de un accidente en alta mar), donde permanece hasta los trece años. No recibiría más instrucción que la escasa que pudo proporcionarle el Asilo. Trabaja luego como aprendiz en una tienda y en un taller de escultura religiosa. Conoce a Emili Eroles, librero de lance, a través del cual traba amistad con algunos poetas y escritores de la época. Más tarde ingresa en la redacción de Los Miserables, revista de «agresión y escándalo», según Tomàs Garcés. Por entonces ya ha leído, en castellano —idioma en que aparecen sus primeros escritos—, a Gorki, Ibsen o Nietzche. Colabora también en Justicia Social, de Reus, órgano del Partido Socialista de Cataluña. Sus trabajos los firma con el seudónimo de «Gorkiano», rúbrica con la que aparece su primer libro, Humo de Fábrica, publicado en 1918. Se trata de una serie de artículos, ingenuos y llenos de anárquica violencia, escritos en un castellano muy primario. En 1917, había comenzado su andadura la revista Un enemic del poble, «hoja de subversión espiritual», donde inicia su obra literaria en lengua catalana, y en la que la presencia de Ibsen trasciende la mera utilización de uno de sus títulos más conocidos. Empieza a trabajar, finalmente, en un empleo estable: se hace cargo de la sección de librería en las Galerías Layetanas. Se casa, tiene dos hijas (que le sobreviven solo en algunos años) y empieza a manifestarse la tuberculosis que causaría su muerte. Durante algún tiempo permanece en diversos sanatorios —como en Sant Llorenç de Munt o en Fuenfría, Cercedilla—, gracias a la generosidad de algunos amigos. Fallece en Barcelona el 7 de agosto de 1924, a los treinta años de edad.
Su obra poética se halla compuesta por los siguientes títulos, todos ellos representados en nuestra edición antológica: Poemas en ondes hertzianes (1919), L’irradiador del port i les gavines (1921), Les conspiracions (1922), La rosa als llavis (1923) y Óssa Menor (1925). Sus poesías completas se publicaron en 1962, con textos de Tomàs Garcés y Joan Fuster e ilustraciones de Josep Guinovart. Nos basamos en esa edición, cuidada por Joan Sales, para la presente.
Barcelona, 1972
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Autor: Joan Salvat-Papasseit. Traductor: José Batlló. Título: Antología. Editorial: Navona. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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