Hay veces —no muchas ni tampoco pocas— que el mundo editorial regala joyas a los lectores cuyo propósito trasciende lo económico y, voy más allá, incluso lo artístico. Para hablarles de esta que hoy les traigo me voy a poner en plan comercial. Cuento con una dilatada experiencia en el oficio, créame, así que le advierto: es muy probable que termine generándole una necesidad que antes de empezar a leer esta columna no tenía.
Si quisiera venderle las bondades de
Heroínas habría que definirlo como una edición literaria que nace de una genial idea de
Juan Gómez-Jurado, que ha sido coordinada por
Miguel Munárriz y
Leandro Pérez, y llevada a buen término gracias al patrocinio de Iberdrola. Un libro en el que se recogen catorce relatos con un denominador común: la protagonista es una mujer que se enfrenta a un problema. Si quisiera magnificarlo podría enfatizar en los nombres de algunos de los participantes, como
Luz Gabás, Lorenzo Silva, Elia Barceló o Espido Freire, por citar algunos, todos de sobra reconocidos dentro y fuera de nuestras fronteras. Podría, incluso, en un ataque de vanidad, apelar a la afinidad que usted y yo tenemos para susurrarle que el nombre de este calvo también aparece en la maravillosa portada que ha diseñado el ilustrador
Fran Ferriz. Y ya, si quisiera rematar la operación, con informarle de que lo que está a punto de comprar viene avalado con el sello de Zenda, me aseguro la venta del producto.
Pero no quiero. Ni puedo.
"Es muy necesario, diría que obligatorio, que quienes tenemos el privilegio de intoxicar los cerebros de otras personas reivindiquemos el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer"
No puedo, para empezar, porque Heroínas no es un producto que se pueda vender, se regala. Y no quiero porque ni siquiera es un producto. Es un proyecto. Un proyecto con un propósito claro: impactar en el mayor número de personas, sean o no lectores habituales, para homenajear el papel de la mujer tanto en el mundo de la ficción como en el otro: este en el que nos toca vivir. Es muy necesario, diría que obligatorio, que quienes tenemos el privilegio de intoxicar los cerebros de otras personas reivindiquemos el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Por ello, a las ya mencionadas se han sumado las voces de Elia Barceló, Arturo González-Campos, Alaitz Leceaga, Manel Loureiro, Raquel Martos, José María Merino, Bárbara Montes, Blas Ruiz Grau, Karina Sainz Borgo y Mikel Santiago. Voces que, al mutar en palabras, se convierten en el antídoto más potente contra lo que es la peor pandemia que ha asolado nuestro planeta desde que la evolución genética otorgó más fuerza física al macho de homo sapiens sapiens que a la hembra: la falta de igualdad entre el hombre y la mujer.
"Cuanto más lejos llegue Heroínas más cerca estaremos de conseguir lo que hoy no tenemos tras cien mil años de bochornosa convivencia: igualdad"
Que no somos anatómicamente iguales y que nos comportamos de distinta manera son verdades indubitables. Y que el hombre lleva exprimiendo como limón de paella —Pérez-Reverte dixit— su superioridad física desde que el mundo es mundo, también. Les toca a ellas tomar las riendas, porque de seguir por el camino que hemos tomado nosotros, los del pelo en el pecho, no va a hacer falta que ningún virus nos extinga.
Le pido, por tanto, que no pierda más tiempo leyendo estas líneas, que busque la forma de leerlo y lo lea. Y que luego se lo cuente a su círculo más cercano, y al lejano también, porque cuanto más lejos llegue Heroínas más cerca estaremos de conseguir lo que hoy no tenemos tras cien mil años de bochornosa convivencia: igualdad.
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Artículo publicado en El Norte de Castilla
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