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Nevers no existe: Angélica Liddell - Zenda
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Nevers no existe: Angélica Liddell

Premio Nacional de Literatura Dramática por La casa de la fuerza, publicado también por la editorial La uÑa RoTA en 2011, y León de Plata de la Bienal de Venecia, esta artista nacida en Figueres en 1966 ha traspasado una y otra vez todos los límites de los géneros artísticos. Comparada por algunos críticos con...

Dicen que Nevers es más triste es un libro de teatro, de poesía, un diario, relatos breves, y otros no tan breves, flechas literarias punzantes que se nos clavan en la retina. Una obra tan inclasificable como su autora: Angélica Liddell.

Premio Nacional de Literatura Dramática por La casa de la fuerza, publicado también por la editorial La uÑa RoTA en 2011, y León de Plata de la Bienal de Venecia, esta artista nacida en Figueres en 1966 ha traspasado una y otra vez todos los límites de los géneros artísticos. Comparada por algunos críticos con Artaud y Pasolini, fundó su compañía Atra Bilis en 1993 junto a Sindo Puche. Con ella ha representado más de treinta obras como: You are my destiny (Lo stupro di Lucrezia), 2014, Primera carta de San Pablo a los corintios, 2015, ambas del Ciclo de las resurrecciones. Esta breve tragedia de la carne, 2015 y ¿Qué haré yo con esta espada?, 2016, ambas de la Trilogía del Infinito, El Decamerón o El orgullo de la nada.

Una creadora omnipotente capaz de dibujar imágenes poéticas y escénicas crudas, tanto en el papel como sobre el escenario. Basta con leer la descripción de la propia autora sobre la relación entre el sacrificio y lo poético en su práctica teatral:

En vez de disparar a alguien, escribo.
Es una fortuna, ¿no? En el escenario puedo asesinar con total libertad.
Y también puedo suicidarme un millón de veces.

Ciclo de conferencias El sacrificio como acto poético

Esto es, justamente, lo que Angélica Liddell consigue en Dicen Que Nevers es más triste. Al igual que en su teatro, huye de toda imposición convencional y tiende a mostrar los aspectos más oscuros de nuestra realidad contemporánea: la muerte, el sexo, el poder, la violencia, la locura, temas que se repiten de manera obsesiva en cada una de sus líneas. En un mundo donde lo más cómodo es mirar para otro lado, esta autora nos fuerza a contemplar los aspectos más putrefactos de la sociedad. Es como si nos agarrara la cabeza y nos obligara a presenciar un acto brutal en directo, consiguiendo que nos replanteemos los paradigmas y las incoherencias latentes en nuestro día a día, como por ejemplo, el exceso de puritanismo a la hora de tratar ciertos temas.

Con un estilo abrumadoramente certero, se nos presenta una obra despiadada, con la que el estómago se revuelve y con esbozos tan potentes como este:

EL VERANO DE LA ABSOLUCIÓN XII

VIAJAR

– Quiero marcharme con mis padres.
– Y ¿dónde viven tus padres, chica?
– Mis padres estàn muertos.

The Scarlet Letter, Angélica Liddell, 2019.

Un libro dividido en cuatro partes que se corresponden con las cuatro estaciones del año, y en las que Liddell plantea un viaje hacia las emociones más lúgubres que se esconden en nuestro corazón.

Necesitamos un peligro que nos una profundamente a otra persona.

Con versos, si es que los podemos llamar así, como este, se nos abre la puerta de una habitación a la que no siempre es agradable acceder. Las fronteras que separan la realidad de la autoficción se difuminan cada vez más, a medida que avanza la travesía. 

Lo único que puede suceder de verdad es que nos matemos y que la hierba crezca rápidamente. Nada más. Se puede tardar toda una vida en suicidarse.

He puesto unas flores de broma en el sofá para gustarle a mi
madre muerta. Qué bien estamos juntas, mamá

Sin serpientes para bendecirte,
meto las manos en el fuego
y las saco heladas.

Dardos como estos se intercalan con relatos más extensos como La Elegida o Ingmar Bergman me habla, dos maravillosos fragmentos que bien podrían imaginarse como una escena teatral. La uÑa RoTA es una editorial valiente y necesaria que se sitúa como una pieza clave, precisamente por este tipo de apuestas innovadoras y poco comerciales, para seguir la obra de autores vinculados al mundo escénico. Carreteras, muertos, padres, madres, ciudades inventadas, Nevers no ha existido nunca, Nevers está en todas partes, Nevers es donde habita el espíritu de Angélica Liddell, Nevers es una ciudad de Francia, una calle de París, el personaje femenino de Hiroshima mon amour. Nevers es la pérdida, una forma de nombrar lo invisible, la orfandad, el amor y el duelo. Nevers es ese lugar al que nunca nos atrevemos a ir, Nevers es aprender a gritar frente a una vela encendida sin apagarla.

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Autora: Angélica Liddell. Título: Dicen que Nevers es más tristeEditorial: La uÑa RoTa. Venta: AmazonFnac y Casa del Libro.

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Juan Domingo Aguilar

JUAN DOMINGO AGUILAR (Jaén, 1993). Escritor, comunicador y gestor cultural. Fue director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3 o Página Dos, TVE. Coordina la sección «Versátiles» en Zenda. Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros), 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020, y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente). En 2019 obtuvo una beca de la Unesco como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala.

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Juan Francisco
Juan Francisco
2 años hace

Excelente artículo de José Manuel Lucía Megías que pone el dedo en la llaga del espectáculo teatral. Todo el mundo puede intentar hacer arte con lo que considere oportuno pero no todo el mundo puede afirmar que es arte lo que hace. Hasta el barroco más complejo tiene un sentido, una línea, un concepto… algo que permite que el espectador vea, comprenda, se emocione, lo que sea… pero algo. Si el espectador solo pasa el tiempo mirando la hora, eso no es teatro… es aburrimiento. Hay que «decir algo», como sea y lo que sea, pero «algo». Gracias a José Manuel por acertar y ser tan claro en su diagnóstico.

Cristóbal
Cristóbal
2 años hace

No me atrevo a comentar detalles sin haber visto el espectáculo. Sin embargo, el artículo de Lucía Mejías es muy claro, y sus preguntas y apuntes, oportunos independientemente de la pieza a la que se dirijan. Hay gente contemporánea que de repente son del siglo pasado (nunca de hace cuatro siglos, porque entonces serían mucho más modernos), lo he visto en grupos teatrales o en cantantes. Y yo mismo en mi pequeña vida me quedo antiguo a menudo. Y eso requiere una reflexión personal, artística, un público educado y analítico, críticos inteligentes y valientes que no sucumban al tópico ni a la leyenda, y unas referencias culturales fuertes y vivas. Un buen amigo decía «Para ser moderno, hay que saber latín», no sé si la frase era suya, pero la aplico con frecuencia. Mi opinión es que normalmente hora y media es mejor que dos horas, normalmente 50 palabras son mejor que 100, normalmente 1 mueble es mejor que un mueblebar, etc.
He visto hace tiempo algún espectáculo de A. Liddell y me había conmovido. Esta crítica desde la sinceridad, con tanto sentido (y tan bien escrita), es una de esas cosas necesarias para que el arte y los artistas mejoren su voz. Me ha dado mucho en qué pensar. Gracias, un abrazo,

Alberto Wainer
Alberto Wainer
2 años hace

Un día alguien, en un escenario, nos va a contar una historia. Y entonces sí que que algo terrible, transgresor, nos obligará a apartar los ojos.

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