Sangre en mis manos. Tras unos meses, las viejas heridas vuelven a abrirse. Las miro y reconozco una a una, como un mapa secreto solo visible bajo determinadas condiciones. El regreso del frío cuartea mi piel y el rojo líquido brota de entre las grietas. Entro en el café más cercano en busca de una humeante taza que pueda aliviarme. No tengo ningún libro conmigo, pero más de uno me espera donde me dirijo.
El invierno invita a protegernos en bares y cafeterías. Yo me quedo con los que, además, cuentan con estanterías bien nutridas. Son los llamados cafés-librerías, verdaderos refugios en donde dejarnos sorprender por lecturas imprevistas. Frutos del ingenio de muchos libreros que compiten contra las grandes superficies y la venta por internet, en Lyon hay buenos ejemplos de estos espacios híbridos, aunque el mestizaje no se da a partes iguales y siempre hay un aspecto que acaba dominando.
El Tasse-Livre es más café que librería. Instalada en un estupendo sótano abovedado, cerca de la emblemática place des Terreaux, el simple hecho de bajar las escaleras y acceder a una sala sin ventanas nos aleja de la rutina y predispone al viaje que comprende toda lectura. Una vez largadas las amarras, podemos orientarnos en la dirección que deseemos. No hay tantas estanterías para elegir rumbo como se desearía, pero el encanto del lugar justifica la visita. Y si encontramos algo que nos convenza entre los viejos ejemplares, mejor aún. Con un buen compañero sabe mejor la taza caliente, que, además, podemos asociar con un postre casero. El encanto de las bajas bóvedas de piedra crea una acogedora atmósfera que nos costará dejar para volver a la fría calle.
Junto a otra de las plazas más importantes de Lyon (Bellecour) se encuentra un destacable local. Raconte-moi la Terre (explícame la Tierra) es más librería que café. Como su propio nombre indica, está dedicada, sobre todo, a ejemplares de temática relacionada con la naturaleza, los viajes y la aventura. Una invitación a desconectar en toda regla y redescubrir el mundo en que vivimos. Es una de esas librerías de visita obligada, que, además, ahora festeja su veinte aniversario. Las secciones son generosas y hasta cuenta con una papelería bien equipada. La cafetería se encuentra en el corazón de esta gran librería, junto con un pequeño restaurante y una sala de conferencias para presentaciones y lecturas. Un lugar en donde evadirnos y pasar horas, alejados del mundanal ruido.
Pero entre todos los cafés-librerías de Lyon me quedo con Macanudo, un agradable rincón que equilibra casi a la perfección ambos mundos, aunque la balanza se incline más del lado del bar. Sus dueñas importaron el atractivo concepto tras un viaje por América Latina, donde encontraron un tipo de local inexistente en Francia. De ahí el nombre y la oferta culinaria: empanadas argentinas, guacamole, tapas con un inconfundible toque americano… La lista es casi tan larga como la de bebidas, tanto calientes como frías, que incluyen una buena propuesta de cócteles, lo que convierte a Macanudo en el lugar perfecto para ir en cualquier momento del día. Del lado de las estanterías encontramos una amplia selección de libros de varios géneros, en muy buen estado, que podemos leer en nuestra mesa o comprar en la barra. Mención especial merece la sección de libros en español: hay cantidad y calidad, con un evidente guiño a Hispanoamérica, algo difícil de encontrar en una ciudad francesa, créanme. Y la lograda decoración, piñata incluida, termina de imprimir al local el carácter que merece.
Así que el frío ya no es excusa para quedarse en casa. No es un obstáculo que nos impida salir para descubrir lugares insólitos y, sobre todo, lecturas inesperadas.
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