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María Fasce: “El mercado editorial español es el más agresivo del mundo” - Zenda
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María Fasce: “El mercado editorial español es el más agresivo del mundo”

Cuando Pilar Reyes le propuso dirigir aquel sello creado por Esther Tusquets, María Fasce no lo dudó ni un segundo. Ahí estaba todo cuanto le había interesado como escritora, editora y lectora: desde Jorge Luis Borges hasta Doris Lessing, Hanna Arendt o Iris Murdoch. Apasionada, obsesiva y entusiasta, también perfeccionista e incansable, María Fasce conserva...

Nadie sale ileso de una reunión con María Fasce. La editora vibra de inteligencia y pasión con los libros que pasan por sus manos. No hay librero que se haya resistido a la descripción vehemente que hace de los títulos de su catálogo, tampoco un autor que no se haya emocionado con su manera de comprender e iluminar los textos. Ella, la editora que descubrió a Joël Dicker y a Lucia Berlin, es ahora quien dirige Lumen, un sello que este 2020 cumple 60 años.

Cuando Pilar Reyes le propuso dirigir aquel sello creado por Esther Tusquets, María Fasce no lo dudó ni un segundo. Ahí estaba todo cuanto le había interesado como escritora, editora y lectora: desde Jorge Luis Borges hasta Doris Lessing, Hanna Arendt o Iris Murdoch. Apasionada, obsesiva y entusiasta, también perfeccionista e incansable, María Fasce conserva un aire de familia con sus predecesoras, desde la propia Esther, pasando por su hija Milena Busquets y más recientemente Silvia Querini.

Como Esther Tusquets, María Fasce tiene también una pulsión autoral. Así como a partir de 1978 la catalana comenzó una obra literaria, Fasce es conocida por sus novelas (la más reciente de ellas La mujer de isla negra) y también por sus libros de relatos. Ha ganado premios como el del Fondo Nacional de las Artes en 1999 o el Iberoamericano de Relatos en 2015. Nacida en Argentina, comenzó muy joven en el mundo de la edición, a los 21 años, en Emecé, la mítica editorial de Borges y Bioy Casares y a la que Sigrid Kraus se refirió como la Gallimard de América Latina.

Fasce empezó editando libros de No Ficción, se lanzó a la caza del bestseller perfecto –aún recuerda cuán fascinante y difícil era conseguir uno- y también de manuscritos destacables de la ficción escrita en lengua extranjera. Dejó Emecé para sólo escribir y traducir, pero sus informes de lectura para el Premio Planeta llamaron la atención de Willie Schavelzon –que se convertiría luego en su agente literario-, quien la contrató para trabajar en el grupo. Le tocó echar adelante los títulos que nadie quería: cocina y deportes. Fue ahí donde aprendió que todos los libros deben editarse con el mismo amor y cuidado.

Aquella mujer que a los diez ya había leído Sobre héroes y tumbas, trabajó en Alfaguara, Edhasa y el Grupo Norma, hasta que Amaya Elezcano le pidió dirigir Alfaguara Internacional, sello en el que María Fasce ya había creado Alfaguara Negra. Desde hace ya dos años, insufla una nueva vida a un sello que comenzó como editorial religiosa en Burgos durante la Guerra Civil y que en manos de Esther Tusquets se transformó en uno de los referentes culturales de la historia editorial de España.

Junto a su padre Magín Tusquets, Esther impulsó la colección Palabra e imagen, con autores como Camilo José Cela y Miguel Delibes y fotógrafos como Joan Colom o Ramón Masats, y la Palabra en el Tiempo, una colección dirigida por Antoni Vilanova que publicó más de 300 títulos con autores como Louis-Ferdinand Céline, James Joyce, Virginia Woolf, Bassani o Beckett. En 1974 se creó la colección de poesía, una de las más exigentes y duraderas del panorama hispánico con poetas como Pablo Neruda, Rafael Alberti, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma o Alejandra Pizarnik.

Lumen fue la primera editorial de muchos autores ahora consolidados como Juan Marséuno de los novelistas esenciales del siglo XX en España, quien empezó a publicar en el sello con Rabos de lagartija. Siete de los autores del catálogo merecieron el Premio Nobel después de ser publicados en Lumen y ya ni hablar de autores luminosos como Lessing, Ginzburg o Morante. Sobre la historia del sello que ahora dirige, pero también sobre su concepción de lo que la literatura y la edición significan, conversa María Fasce en esta entrevista, concedida a Zenda tres semanas antes de su nombramiento como directora literaria del área Alfaguara, integrada por los sellos Alfaguara, Lumen y Reservoir.

—Escritora, traductora, crítica literaria y editora. Tiene todos los puntos de vista de la edición. ¿Falta alguno?

"Aprendí a leer a los tres años y podemos decir que desde los ocho años, cuando comencé a leer pensaba: quiero hacer eso"

—El equipo de diseño, que es magnífico, dice, bromeando, que también quiero ser diseñadora, ¡porque me involucro mucho con las cubiertas! (María Fasce ríe con energía). A ver, lo único que sé hacer bien tiene que ver con libros. No podría trabajar en ningún lugar que no tuviera relación con ellos. Desde muy joven he sido una apasionada. Aprendí a leer a los tres años y podemos decir que desde los ocho años, cuando comencé a leer, pensaba: quiero hacer eso. Como dijo Banville en el pregón de Sant Jordi: qué maravilla es leer. Ese proceso mental de convertir manchas y signos negros sobre papel blanco en imágenes y emociones. No hay poder mayor que el que tiene un escritor.

—¿Cómo escribe un editor?

—La forma de escribir de un editor, por atender a la metáfora, se despliega en la manera de presentar a un autor. Se trata de buscar su lugar en el mar de libros que hay en las librerías. Ese es el desafío. Se publica mucho, llegan muchos manuscritos.  ¿Qué vamos a decir de ese libro? ¿Cómo lo vamos a presentar?, esa es la clave. En Lumen, cuyo catálogo es muy literario y en el que todos los libros que publico son buenos, mi trabajo radica en saber con qué frase voy a apelar en la mente del lector. Cuando pienso en un escritor busco a qué se parece, por eso es importante haber leído mucho, porque puedes ser más preciso en la asociación. Sólo cuando has leído mucho puedes decir: esto no se parece a nada.

—Lumen cumple 60 años. ¿Antes de su llegada el sello había envejecido?

"Cuando Pilar Reyes me propuso dirigir Lumen porque Silvia Querini se retiraba, me quedé en estado de shock"

—Cuando Pilar Reyes me propuso dirigir Lumen porque Silvia Querini se retiraba, me quedé en estado de shock. En el catálogo de Lumen está todo lo que yo había hecho en algún momento de mi vida. Existía una concepción de la literatura y del mundo editorial que era afín con la mía. Es un sello catedralicio donde están Borges, Virginia Woolf, Natalia Ginzburg o Elena Ferrante, pero en el que los lectores no se asombran de encontrar El nombre de la rosa, ese tipo de bestseller de calidad tan injustamente valorado y cuya importancia radica en el hecho de que hacen que la gente lea. Lumen consigue algo que en España han conseguido sellos distintos, pero ninguno a la vez, me explico: vender clásicos, que lo hace muy bien Alba y Acantilado; tiene una colección de gráfica extraordinaria y que empezó con Mafalda, y que hoy lleva Lola Albornoz, editora de María Hesse, la autora que más vende de nuestro sello; también una colección de ensayo, otra de poesía y la colección de Narrativa. Ahí están desde Virginia Woolf, Elena Ferrante, Le Clézio o Ana María Matute hasta Lara Moreno, Marta Orriols, Luna Miguel o Karina Sainz Borgo. Eso ya estaba en el espíritu de Lumen con Esther Tusquets. Es un sello donde hay muchas líneas que conviven en total armonía. Es una editorial sana, que no depende de dos títulos al año.

—Trabajó en Emecé, Planeta, Alfaguara … ¿Un editor es la suma de todos los editores que ha sido?

—Lo primero que quieren hacer los editores jóvenes es montar un sello independiente. Yo nunca tuve ese sueño. Lo que te enseña haber trabajado en distintos lugares y con distintos géneros es a tener un respeto enorme por cada aspecto de la edición. Escribo las contraportadas, me involucro en las fajillas y las cubiertas. Los editores de raza saben que todos esos elementos tienen muchísima importancia. Comencé como editora por absoluta casualidad. Era periodista, traductora, escritora secreta, crítica de cines y libros. Es decir, trataba de convertir en trabajo y dinero las cosas que más me gustaban. Un escritor que entrevisté, Abelardo Castillo, me contó que en Emecé buscaban un editor. Yo tenía 21 años y trabaja en periodismo. No sé nada de ese trabajo, le dije, pero me presenté.

—La Gallimard de América Latina.

(Risas) Esa frase es de Sigrid Kraus. El Emecé de ese momento era muy parecido a Lumen. Había ideas brillantes y este concepto que tenían Esther Tusquets y también Silvia Querini, según el cual no hay libros malos o buenos, hay libros para distintos momentos. Ese concepto también lo tenía Milena Busquets, que sucedió a su madre. Ella contrató el Diario de Bridges Jones. Es un libro que te divierte, lo lees de un tirón. La clave está en publicar esos libros con la misma seriedad y atención con la que publicas La escuela católica. Hay una especie de malentendido: pensar que es necesario un bestseller para financiar el catálogo. No se trabaja así. El bestseller, a priori, no existe. No es una etiqueta que viene pegada al manuscrito.

—¿Cuál es su recuerdo de Emecé? ¿Hasta qué punto la marcó?

"Hay que tener mucho respeto por la actividad lectora. Ningún lector quiere creer que está leyendo eso, entrecomillas, llamado bestsellers"

—En Emecé hice No Ficción, también contrataba «bestsellers». Fue allí donde descubrí una estrategia que me pareció brillante. Mi jefe, Bonifacio del Carril, que tenía el mismo nombre que su padre, el mítico creador de Emecé, y al que para diferenciarlo lo llamaban B. del Carril, me dijo: tu antecesor en el cargo con tan solo oler el manuscrito ya sabía si iba o no a ser un bestseller. Pues a eso tenía que llegar yo. Para enseñarme, B. me mostraba los libros de Cook, Grisham y me los daba a leer. Yo me dedicaba a ver qué hacían estos autores, para descubrir por qué eran tan eficaces: cómo creaban tiempos, mundos, personajes como lo hacen Follet o Arturo Pérez-Reverte. Hablamos de un trabajo de construcción mágica. El talento de Emecé había sido empezar a publicar estos libros en la colección Grandes Novelistas. Ahí estaban Camus, Sartre o Aldous Huxley junto a Sidney Sheldon o Michael Crichton, porque ellos también eran también grandes novelistas. Era una idea maravillosa. Cuando Planeta compró Emecé el primer gran error fue incorporar todo ese catálogo maravilloso a una colección que se llamaba Bestseller Planeta. Hay que tener mucho respeto por la actividad lectora. Ningún lector quiere creer que está leyendo eso, entrecomillas, llamado bestsellers.

—¿Qué le enseñó Planeta?

—Llegué allí con 24 años.  Mis informes de lectura para el Premio Planeta llamaron la atención de Willie Schavelzon, que me contrató. Empecé editando los libros que nadie quería hacer: cocina y deportes, también antologías de poesía para vender en kioscos, y terminé editando a Juan José Saer en Seix Barral. Planeta fue una escuela maravillosa, y aunque ellos iban en un sentido contrario, me reforzó en mi convicción de que cualquier tipo de libro había que cuidarlo con el mismo cariño y detalle.  De Planeta pasé a Alfaguara, donde llevaba también Santillana y Taurus. Trabajé en el Grupo Norma. Dirigí Alfaguara Internacional y Taurus, luego pasé a llevar la Dirección Literaria de Alfaguara, y al retirarse Silvia Querini, en 2018, Pilar Reyes me propuso dirigir Lumen, y Alfaguara Negra, la colección que yo había creado en el 2013 a partir de la publicación de Venganza de Benjamín Black/John Banville.

—¿Hasta qué punto es buena la constante presión y el perfeccionismo en el mundo de la edición?

"El mercado editorial español es el más agresivo y veloz del mundo, más que el norteamericano, creo que eso algo que estalló en la época de la crisis y que aún sigue"

—Es el oficio más bonito del mundo y es el trabajo más fascinante, porque implica estar en contacto con el talento. Leo mucho y muy rápido, porque el tiempo me ha enseñado a hacerlo. Leo de distintas maneras y tratando de buscar cuál es el libro en el que me tengo que centrar . Esa idea del editor con pipa que pasa todo el día leyendo la traducción del Tristam Shandy ya no existe. Hay muchas cosas urgentes en una editorial. A eso se añade la sensación de que se me está escapando un gran libro. El mercado editorial español es el más agresivo y veloz del mundo, más que el norteamericano, creo que eso algo que estalló en la época de la crisis y que aún sigue. Transmito entusiasmo pero también mucha presión.

—Muchos lectores no conocen, por ejemplo, el papel de los scouts literarios. ¿Trabaja con ellos?

—Claro. Tenemos uno en cada uno de lo lugares más importantes: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y Alemania. También lectores con los que he trabajado desde hace mucho tiempo. La escritura es un trabajo solitario ante el ordenador y que creo que por eso genera tanto narcisismo.  El trabajo editorial no. Es un trabajo en equipo y justo por mi perfeccionismo me costó aprender a trabajar de esa forma. Tendía a pensar, vanidosamente, que yo lo iba a hacer mejor que nadie. Las maneras de llegar a un libro son enormes, por eso me gusta trabajar en un gran grupo, porque tienes todos los recursos, multiplicas las posibilidades de información. Llegar antes a esa información es clave. Porque aquí hay que llegar antes. Eso no quiere decir que de pronto aparezca un libro como Tú no eres como las otras madres. Es ahí cuando piensas: ¡cómo no lo vi! Yo trato de buscar en todas las direcciones. Por eso el estrés. Porque además como editor tienes que convencer a autor y a un agente de que tú vas a llevar ese libro a su máxima expresión.

—Se dice que Lumen es un sello de mujeres. Y lo es, desde Natalia Ginzburg hasta Doris Lessing, ¡nada más y nada menos! ¿Tiene sentido este debate?

"¿Es tan grave que la gente se acerque a los libros porque los escriben mujeres?"

—Ese es un debate que no es nada trivial y que ya lo tuvo Esther Tusquets. Ella creó un premio para novelas escritas por mujeres. Se llamaba Femenino Singular. Se lo planteó mucho, se preguntaba si tenía sentido. Cuando una autora escribe un libro quiere escribir el mejor libro posible, no está pensando en que es una mujer escribiendo un libro. Ahora se coloca el foco porque es un momento especial de debate y del feminismo. ¿Es tan grave que la gente se acerque a los libros porque los escriben mujeres? Esa pregunta que yo me hago es la misma que se hacía Esther Tusquets. Una vez que la gente llega al libro y lo lee, se borra todo el etiquetaje. Quién va a decir sobre Elena Ferrante: ‘bueno, pero es la literatura femenina’. Es verdad que hay lectores con prejuicios que no lo leen un determinado libro por considerarlo literatura femenina, pero es un poco snob.

—¿Hasta qué punto María Fasce autora sabotea o ayuda a la María Fasce editora?

—Creo que ambas se llevan muy bien. Casi me atrevería decir que es una relación muy sana, porque en una misma persona tengo las dos facetas. Como autora aprendo a ser más humilde, menos ansiosa y a entender que el éxito de un libro depende de muchos factores que a veces no tienen que ver con el libro. Como autora valoro mucho el trabajo del editor y valoro todavía más cuando me dice: aquí hay un problema o ‘esto tíralo’. Soy incapaz de ver mis libros como editora, por eso valoro tanto la crítica. Aprendo mucho. Cuando hago la edición, detectas un problema y sugieres una solución hay que aceptarla como propia, porque ya estaba ahí.

—Los editores son, en muy buena medida, autores de ese libro que editan.

"Cuando un editor ve un problema y propone una u otra solución, la verdad es que el texto siempre mejora. No hay un solo caso en el que no mejore"

—No estoy para nada de acuerdo. Pero, a lo que voy: cuando un editor ve un problema  y propone una u otra solución, la verdad es que el texto siempre mejora. No hay un solo caso en el que no mejore. Los escritores inseguros de sí mismos suelen ser los que más se resisten. El asunto es que todo está en el texto. Eso es lo que aprendo yo como autora. Ahora bien, creo que gracias a mi faceta de escritora, como editora tengo más herramienta para sobrellevar el narcisismo y la ansiedad de los autores.

 

—¿Tal cosa es posible?

—Como editor no pienso en publicar un libro, quiero pensar en cómo va a crecer ese autor a largo plazo. Esa visión la trato de establecer con todos los autores y todos los libros, porque es lo que yo como escritora querría que hicieran conmigo. Que alguien, distinto de mí, sea capaz de ver cómo debo crecer, dónde puedo arriesgar. El narcisismo de los escritores es comprensible y casi inevitable, es un mecanismo de supervivencia. Lo que me parece inadmisible es que un editor lo sea. No es posible que un editor pretenda opacar a su escritor. Lo que tienen que decir los editores son los libros que editan, su catálogo.

—¿Cuáles de sus primeras lecturas fueron libros de Lumen?

—Muchos de los autores de mi biblioteca están en el catálogo de Lumen: Doris Lessing, Virginia Woolf, Iris Murdoch, Hanna Arendt, ¡Borges! Cuando llegué a Lumen era como un sueño. A veces tengo que contenerme un poco, porque editarlo o reeditarlo  es como una obsesión. Cuando tenía diez años leí Sobre héroes y tumbas y quizá un poco antes leí Ficciones. Todos esos libros, que yo entonces no era consciente de si estaban en Lumen o no, estaban en mi biblioteca. El catálogo íntegro de lumen está en mi memoria lectora. ¡Mafalda y Borges! ¡Todo está en Mafalda, todo está Borges y en el catálogo de Lumen!

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Karina Sainz Borgo

Periodista y escritora. Siente debilidad por los paquidermos, Fante y Flaubert y cree, firmemente, en la resurrección futbolística de Guti. Trabaja en ABC. @karinasainz · mypublicinbox.com/karinasainz Ha publicado las novelas 'La hija de la española' (Lumen) y 'El tercer país' (Lumen), así como 'Crónicas barbitúricas' (Círculo de Tiza) y más recientemente 'El doctor Schubert' (Lumen). Su obra ha sido traducida en más de 30 idiomas.

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