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Selección de Historias sobre el cambio climático - Zenda
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Selección de Historias sobre el cambio climático

Zenda ha organizado, ante la celebración en Madrid de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el primer concurso de historias sobre el cambio climático, un certamen literario dotado con 3.000 euros en premios y patrocinado por Iberdrola. El jurado está formado por los escritores Juan Eslava Galán, Juan Gómez-Jurado, Espido Freire,...

Zenda ha organizado, ante la celebración en Madrid de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el primer concurso de historias sobre el cambio climático, un certamen literario dotado con 3.000 euros en premios y patrocinado por Iberdrola.

El jurado está formado por los escritores Juan Eslava Galán, Juan Gómez-Jurado, Espido Freire, Paula Izquierdo y la agente literaria Palmira Márquez.

Esta la selección de los diez relatos de los que saldrán el ganador y el finalista. En este enlace se pueden consultar todos los que han participado.

1

 Una familia desestructurada

Javier Puchades

—¡Esto es inaguantable! ¡No lo soporto más! ¡Si es que tienes a nuestros hijos muy mimados! 

Todas las noches, durante la cena, D. Invierno le suelta el mismo discurso a su mujer, Dª. Verano. 

—¡Estoy harto de hacer su trabajo! Y tú te callas, y los tapas. Como son tus niños… Pues tu hijo, Otoño, bueno Toño, como ahora quiere que le llamen, se dedica a pasar las noches en vela de parranda con sus amigotes y cortejando a esa tal Luna. Luego, se pasa todo el día durmiendo. Y el muy caradura aún me dice que padece insomnio. Pero dejarlo todo perdido, lleno de hojas, sí que sabe. Que cuando llego, me toca estar limpiando durante unos cuantos días. Bueno y que no se me ocurra decirle: «Oye ¿por qué no coges a tus colegas, Trueno, Relámpago y Lluvia, y mojáis un poquito el campo?». Pero como van como van, no veas cómo se ponen a tirar agua, que arman lo que no está en los escritos. Al final, para que no se note que tu hijo es un desahogado, a ti te toca trabajar casi hasta finales de octubre, y a mí empezar antes. Así tenemos al personal, que no sabe qué ropa ponerse. Por no hablar de tu hija, Primavera, que con pintarse y acicalarse con flores tiene suficiente. Cumple a pies juntillas ese famoso dicho: «La primavera la sangre altera». Te aseguro que alterada está, pero, además, con esas ropas que lleva, los tiene a todos locos. Que hasta Morfeo no duerme pensando en ella. Y los árboles están tan trastornados que han olvidado qué va primero, si dar fruto o florecer. Y claro, como no escarmentamos, para que la niña disfrute, yo me alargo unas semanas más y a ti te toca adelantar tu llegada. Con lo cual, en abril aún hace frío y en mayo, la gente se asa de calor. Esto no puede seguir así, somos nosotros los que trabajamos casi todo el año. 

Dª. Verano asiste de forma paciente a los improperios de su marido mientras le envía un mensaje por WhatsApp a su hija: «Primavera busca a tu hermano y venid rápido a casa, que a tu padre le está dando tal calentón que lo del cambio climático se va a quedar en un juego de niños».

2

La cotidianidad de lo excepcional

Ignacio Cortina

La niña contempló el grifo oxidado, embelesada, como quien admira las pirámides de Egipto. Había escuchado contar muchas historias a su abuela acerca de cómo era la vida en el pasado, pero aquella le parecía la más inverosímil de todas.

—Abuela, ¿y dices que, siempre que habrías el grifo, salía agua?

—Siempre, hija. Por increíble que te pueda parecer.

Y, en verdad, era increíble.

 

3

Ya no «volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar»

Letras en Do Menor. 

Ya no «volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar». No regresarán en primavera porque tal vez, ni la primavera regresará; porque en los ríos ya no se refleja su plumaje; porque las aguas cristalinas solo aparecen ahora en poemas; porque las equináceas han perdido el brillo magenta y las rosas su aroma eterno; porque el cielo ya no es azul, ni hay noches de estrellas. No las veremos aletear las alas en un aire que ya no es puro; ni cruzando un mar que ahora tiene más tierra. No oiremos más su trino, pues se perderá en una atmósfera que quema demasiado. No atravesarán grandes bosques ni arboledas, porque el verde esperanza solo en nuestro recuerdo quedará. Pasaremos del Edén a la arcilla árida y estriada y, por no cuidarlo, no volverán.

4

Viaje

Jorge Fernández-Bermejo

Cuando despertó, su cama estaba rodeada de agua. Instintivamente comprobó si el agua era dulce o salada. Sintió la crudeza del mar en la lengua y la escupió. La cama flotaba y avanzaba firme como los tiburones, sin detenerse, con un equilibrio en el que ni siquiera pensó mientras navegaba. El cielo era plomizo, un sol primaveral se vislumbraba bajo una gasa blanquecina. Miró alrededor, observó en el horizonte grandes torres industriales cuyos edificios estaban sumergidos en el mar. De ellos emanaban humos, vapores que adensaban la atmósfera. “No se está mal, quizás hace un poco de calor”. A los lados, varias focas gemían exigiendo comida. Divisó a un grupo de delfines, y pasó algo de miedo al intuir el paso de tiburones hambrientos. Luego contempló con melancolía el hermoso caparazón de una tortuga. Desde arriba se podían distinguir metros y metros de rica vegetación ahogada en el imperio que el agua había establecido. Conforme avanzaba se le irritaban los ojos, los notaba cargados, le lloraban.

El mundo era un panorama lunar, una especie de país de las últimas cosas. Aún así, no echó nada de menos, era como si no se acordara de nada, como si una extraña amnesia se hubiera apoderado de su ser. Avanzó y avanzó, inconsciente, sin preocupaciones, era un autómata anestesiado. Durmió y después despertó, y luego volvió a dormir y a despertar bajo el mismo cielo plomizo, bajo el mismo sol ciego. Se notaba febril, incómodo, la frente le ardía, le sudaban las manos, las piernas, todos sus miembros. El tiempo no acompañaba, era pegajoso, ardiente y a la vez helado, tan confuso como sus propios pensamientos. Se sentía dentro de una inmensa cámara de gas de la que no podía escapar, dentro de una jaula compacta donde no había barrotes ni resquicios.

Sus ojos gastados siguieron acumulando imágenes. Extrañas algas, peces boca arriba, plásticos de colores, agua sucia con tonos negros, verduscos y ocres, lodos pegajosos, ruinas de edificios que alguna vez debieron albergar vida en su interior, alojadas ahora en el fondo del mar. Por su nariz penetraban olores metálicos, una extraña mezcla de estiércol y cenizas, cada vez se le hacía más difícil respirar. Tocó su cabellera, había adquirido un tono grisáceo, lo pudo comprobar al palpar con sus dedos varios pelos que se le habían desprendido, y que se desvanecían como la harina. En ese momento, dos lágrimas azules con olor a química resbalaron por sus mejillas ardientes. Gregorio, pues ese era su nombre, comprendió que no saldría vivo de este viaje. Mientras tanto, disfrutaba de las vistas.

5

Días de hambre y sed

Laura Ucelay

No le gustaba el puente, se mareaba con el balanceo de los tablones. Antes, pensaba que caería al río y la corriente arrastraría su cuerpo hasta otro pueblo; ahora, que se abriría la cabeza con una de las piedras y sus sesos irrigarían el cauce seco. Pero debía cruzar, buscar lo que fuera, calmar un poco el hambre de su niña. Se ajustó la mochila y avanzó, temblorosa, aguantando la respiración para que las arcadas no le doblaran la espalda. Una vez en tierra, escupió un hilillo espeso que se limpió con la manga de la sudadera y tomó el camino flanqueado por muros de mampostería.

Por fin llegó al bosque, un bosque amarillo que rogaba ayuda con su silencio. Empeñó más de hora y media en remover con el cuchillo los montículos de hojas de pino; no encontró hongos malos siquiera, la peor señal, porque, como le había enseñado su abuela, donde había malos, había buenos. Se recostó contra un árbol caído y sacó la fotografía. Se la habían tomado una Navidad, cuando era pequeña y la vida una maravilla distante de juguetes y chucherías que su hija no había conocido.

Parecía otro mundo aquel en el que la abuela la llevaba por la dehesa; aquel en el que el oinc-oinc de los gorrinos sabía a gloria; en el que le enseñaba a recolectar para que, llegado el caso, hiciera como su tatarabuela y alimentara con acerones, setas y bellotas a sus hijos; en el que le hablaba de guerras lejanas donde se luchaba por ideales y riquezas y no por recursos básicos, como en las de ahora. Definitivamente, era otro mundo, porque ya no había ni gorrinos, ni bellotas, ni acerones, ni una triste seta; cómo iba a imaginar su abuela entonces que la siguiente guerra pillaría al pueblo sin una gota de agua.

Clavó el cuchillo en la tierra, agrietada como su esperanza, y dejó que las lágrimas brotaran. Se avecinaba otro día de hambre y sed. Allí no quedaba más que morir de inanición, como los animales, como algunos vecinos. El norte. Decían que conservaba prados verdes, ríos llenos. Tenían que ir al norte.

6

Incendios

María Gil Sierra

Le dije a mamá que iría en el coche de la tía Julia. Y a la tía Julia que viajaría con el tío Ismael. Fue fácil engañarles. Andaban todos de cabeza recogiendo aprisa nuestras cosas. Ahora la casa está vacía. Echo de menos a Mishi y a Sultán. Aunque comprendo que también había que salvarles. Lo que me duele es que nadie pensara en Estrella Errante, mi caballo. Cuando le advertí a papá que no podíamos dejarle en el patio, se burló de mí. ¡Que cómo iba a meter un limonero en la furgoneta! Y que la culpa era del abuelo por ponerme siempre esas viejas películas de Yon Güein. Pero no le voy a abandonar. Yon Güein nunca lo haría. Y yo soy un auténtico vaquero. En cuanto el fuego corra entre las calles del pueblo, treparé por el lomo de Estrella Errante, subiré a su rama más alta y me agarraré fuerte a su crin. Somos tan veloces que las llamas no podrán alcanzarnos. Cabalgaremos juntos sobre tierras quemadas. Día y noche sin parar. Hasta que encontremos un lugar donde caiga la lluvia y crezcan los pastos. Como antes.

7

Año 2715

Pedro Ruiz

Año 2715. Mi familia y yo llevamos deambulando sobre la arena lo que me parecieron horas. Estaba ardiendo y nos quemaba cuando algún grano entraba en contacto con nuestra piel. Mi mujer, cuyo sentido de la orientación era mejor que el mío, lideraba la comitiva. Mis hijos iban tras ella, a distancia, dando tumbos, incapaces apenas de mantenerse erguidos y preguntando cada poco cuánto faltaba. Yo caminaba en último lugar, cargando con nuestros enseres. No eran muchos, pero me pesaban como si cargara un muerto.

El sol estaba en lo alto y sus rayos nos azotaban sin piedad. Notaba su efecto sobre mi piel, ya chamuscada de días anteriores. El poco protector solar que nos quedaba lo habíamos extendido sobre nuestros hijos, cuya piel, más tierna, aguantaba peor los efectos de la radiación. A pesar de llevar gafas de sol y visera, el reflejo no me permitía abrir los ojos por completo. Sentía como las arrugas de mi cara se hacían más profundas.

Mi camiseta se pegaba a mi cuerpo completamente sudado. Por la sien derecha resbalaba un hilillo de sudor que se deslizaba hasta gotear por la mandíbula. Ellos tampoco estaban mucho mejor. En sus espaldas se apreciaba una mancha enorme. Incluso la niña, a la que habíamos recogido el pelo para que no le diera calor, presentaba toda la espalda sudada.

Hacía tiempo que no nos cruzábamos con ningún ser vivo. De hecho, sobre ese paisaje apocalíptico, el único rastro de vida eran unos matorrales semi secos que se aferraban desesperadamente a las dunas intentando extraer de ellas un poco de alimento.

Di un traspiés y caí sobre la arena. Las rodillas me abrasaban, pero no tenía fuerzas para levantarme. ¡No aguanto más! Es la última vez que dejo que mi mujer escoja donde clavar la sombrilla. Mañana nos quedamos junto al chiringuito.

8

Catálogo 2150

Pablo del Val

¡Prepárate!

Porque, si continúas leyendo, estás a punto de cruzar una frontera totalmente inexplorada. Vas a tomar un camino que te transformará para siempre. Verás cosas que jamás habrías imaginado, y sentirás nuevas y excitantes sensaciones. Cuando regreses, ya no serás el mismo.

Párate a pensarlo un instante… ¿Cuánto hace que no vives una auténtica AVENTURA?

AVENTURA es la agencia de viajes más famosa del mundo. Llevamos décadas planificando para ti los mejores paquetes de viaje, enfocados no sólo a proporcionarte la comodidad que deseas en tus merecidas vacaciones, sino a experimentar vivencias únicas e irrepetibles.

Para este año 2150 hemos preparado un surtido de fantásticas experiencias que no te dejarán indiferente. ¿Eres más de campo o de ciudad? ¿Te gusta el riesgo o prefieres disfrutar de un momento de tranquilidad? Seas como seas hay un paquete para ti. ¡Echa un vistazo!

Paquete 1: El desierto es misterio. Tiene algo que nos cautiva. La inmensidad de arena se aparece ante nosotros como un poema a la eternidad, desafiando al hombre y aún al propio tiempo. Si crees que estás listo para descubrir sus secretos, el DESIERTO DEL AMAZONAS es tu destino. Hace cientos de años, esta ardiente planicie estaba cubierta por la jungla más espesa. Hoy los restos de aquella prodigiosa vegetación dormitan imperturbables en el corazón del desierto, esperando a ser explorados. Por la noche, cuando comienza a refrescar, podrás visitar el gran Bosque Fósil, un bello laberinto natural de árboles cristalizados por el calor. Observa los viejos troncos petrificados, plagados de infinitos colores, y no olvides que aquí existió una selva propia de un mundo prehistórico. De día, ¡podrás lanzarte a la aventura! ¿Quieres conducir un boogie por el cauce seco del primitivo río Amazonas?¿Hacer puenting sobre grandes acantilados, por donde antaño se precipitaban poderosas cascadas? En el Amazonas encontrarás el perfecto equilibrio que necesitas entre emoción y relax.

Paquete 2: El fondo marino reserva maravillas indescriptibles para viajero intrépido. Si no te asusta calzarte unas aletas y zambullirte en las profundidades, vas a revivir el viejo mito de la Atlántida en la romántica VENECIA SUBMARINA. Recorrerás los antiguos canales de la ciudad, iluminados por más de un millar de lámparas artificiales, y disfrutarás de la variopinta fauna acuática que habita cada rincón de su milenaria arquitectura. En el Gran Canal, los barcos que un día surcaban las aguas conservan ahora intrigantes tesoros hundidos. ¡Mira! Las estatuas del centro histórico, cubiertas de algas, te dan la bienvenida. En la Plaza de San Marcos, podrás adentrarte en el Palacio Ducal. Sus lujosos salones, donde un día se tejían peligrosas intrigas políticas, acogen ahora una exótica colonia de pulpos, que ha sabido hacer de las inmensas estancias su hogar secreto. ¿Exhausto de tu aventura submarina? Vuelve a la superficie. En la costa italiana podrás descansar y probar las exquisiteces que nos ofrece el Mediterráneo. Los peces de la zona, hechos a la parrilla, son de los más limpios del mundo ¡con sólo un 24% de plástico!

Paquete 3: ¿Eres más de campo que de ciudad? No lo dudes, unas vacaciones en la GRANJA INTENSIVA te harán volver a los orígenes. Habitarás las hermosas cabañas de estilo rústico, equipadas con todas las comodidades, y podrás tener contacto directo con los animales más simpáticos. En el Recinto Bovino conocerás a las amables y robustas vacas, y descubrirás de primera mano cómo viajan de la granja al plato. Criándolas en estricta estabulación y alimentándolas sólo de la mejor proteína sintética, se consigue una carne muy barata, pero tan tierna y llena de grasa que se deshace en la boca. Date un buen homenaje con un bistec al estilo tradicional, ¡hará las delicias de toda la familia! No olvides degustar también el pollo y el cerdo, tan jugosos como amistosos. En el Súper Huerto podrás comprobar con tus propios ojos cómo el agricultor moderno trabaja el campo, obteniendo los mejores productos de la tierra yerma. Las grandes cúpulas de plástico protegen las cosechas de la lluvia ácida, a la vez que crean un microclima idóneo para que los fertilizantes químicos hagan su magia. Recolecta tú mismo mazorcas de maíz, tomates y lechugas, frescos y enormes gracias a los últimos avances genéticos.

Paquete 4: Sólo te conformas con lo mejor de lo mejor. Te consideras un turista con clase, y lo sabemos. Buenas noticias: tenemos el viaje perfecto para ti. En el CRUCERO ÁRTICO vas a poder disfrutar de los ambientes más selectos, navegando por las cálidas aguas del Polo Norte con todo el glamour que te caracteriza. Hace cien años, esta zona era gélida e impracticable, pues estaba cubierta de sólidos glaciares; ahora que por fin se han fundido, ningún lugar del mundo puede resistirse al deleite del viajero. En este crucero de lujo, auténtica ciudad flotante, surcarás el mar antaño helado en una travesía llena de confort. Cines, salas de masaje, casinos y restaurantes son sólo algunas de las experiencias que te esperan a bordo. ¡Tierra a la vista! La tripulación ha oteado una isla de plástico, hecha de toneladas de desechos. Pero el tiempo de los icebergs ha quedado muy atrás. El casco del buque puede cortar cada kilómetro de su superficie como si fuera mantequilla. Tú sólo preocúpate de relajarte ¿Una caipirinha?

Paquete 5: Salvaje e indomable, igual que tú. Así es la experiencia de ÁFRICA OCULTA. La hirviente sabana te espera con toda su grandeza. En el Museo de la Extinción podrás descubrir aquellas bestias desaparecidas que un día poblaron este paraje sin igual: elefantes, rinocerontes, y leones cobran vida de nuevo a través de la última tecnología animatrónica. No olvides pasar por la tienda de souvenirs de piel y adquirir tu recuerdo: los bolsos de cocodrilo y las botas de serpiente son los productos estrella. Pero aquí las posibilidades son infinitas: desde las exóticas Minas de Coltán, donde los risueños niños nativos extraen a mano el valioso metal, hasta la inmensa planicie que un día albergó el Lago Victoria, África nos desvela su indómita belleza.

9

El grupo

Manu Espada

Nos reunimos para urdir el siguiente plan en un plató de Hollywood. Los primeros en llegar fueron aquellos agentes de la CIA que organizaron el asesinato de JFK, tan siniestros, tan conspiradores, tan hoscos. Sus recios modales chocaron con los británicos del MI5 que años después mataron a Lady Di, tan educados, tan formales, tan flemáticos. Casi acaban a tortas por un puesto en primera línea durante la grabación del  Eagle posándose sobre el polvo blanco que esparcimos por el estudio. Yeso de Kentucky. La cita fue una iniciativa de los terraplanistas. En aquellos años trataban de engañar al mundo para colocar sus productos en el mercado. Fue la estafa del siglo. Conseguimos que toda la Humanidad creyese que la tierra es redonda. Para el alunizaje fichamos a Kubrick. El director llegó acompañado de Elvis, que por entonces se había convertido en nuestro asesor más cotizado. Su aspecto ya era deplorable, con aquella barriga y la camisa de lentejuelas dejando al aire su hirsuto pecho. Sin embargo su papel fue menor, dormía a todas horas entre unos ronquidos cavernarios. En realidad la famosa frase de Armstrong se le ocurrió al miembro de la multinacional farmacéutica que ocultó la relación entre vacunas y el autismo. Una industria redonda la de los fármacos, ya saben. Millones de dólares. Años después se unieron al Grupo los extraterrestres que sobrevivieron al accidente de Roswell y nos proporcionaron nuevas técnicas de manipulación masiva. Los últimos en incorporarse han sido los judíos que huyeron de las Torres Gemelas el 11S. Su intención es hundir la aviación con el fin de potenciar su empresa de catamaranes ecológicos. Nos han traído una idea prodigiosa, un calentamiento global que acabará con la vida en el planeta, un apocalipsis similar al de los dinosaurios. Fulminante y exterminador. Una extinción masiva de la especie humana. Es difícil que la gente se trague semejante bulo, pero sobornaremos de forma sistémica a los científicos y hemos comprado una niña. La hemos bautizado con el nombre de una famosa actriz sueca. Es perfecta para el triunfo de la conspiración. El cambio climático será la más sofisticada de nuestras mentiras.

10

Tierra 2074, según lo descrito por un catador de vinos

Daniel E.

Planeta seco y terroso.

A la vista la atmósfera es densa, de tonos grises que casi parecen negro. Un velo de ceniza en suspensión absorbe el recuerdo de ciudades muertas.

En nariz destaca un profundo olor dulzón a muerte que pronto se vuelve empalagoso. Su aroma alude a fruta de hueso en descomposición, papel viejo y gasolina.

El primer trago resulta agrio, espeso y triste. Cuando llega al paladar aparecen matices de metales pesados y almendras amargas que enseguida acaban ocultos tras una sensación de malestar infinito. Es pegajoso y cuesta tragarlo. En boca queda un sabor eterno a pena y vergüenza.

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