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Proyecto ITINERA (XII): La mano de Horacio, colmada de flores - Zenda
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Proyecto ITINERA (XII): La mano de Horacio, colmada de flores

El Proyecto ITINERA nace de la colaboración entre la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego (AMUPROLAG) y la delegación murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC). Su intención es establecer sinergias entre varios profesionales, dignificar y divulgar los estudios grecolatinos y la cultura clásica. A tal fin ofrece talleres prácticos, conferencias, representaciones teatrales,...

El Proyecto ITINERA nace de la colaboración entre la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego (AMUPROLAG) y la delegación murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC). Su intención es establecer sinergias entre varios profesionales, dignificar y divulgar los estudios grecolatinos y la cultura clásica. A tal fin ofrece talleres prácticos, conferencias, representaciones teatrales, pasacalles mitológicos, recreaciones históricas y artículos en prensa, con la intención de concienciar a nuestro entorno de la pervivencia del mundo clásico en diferentes campos de la sociedad actual. Su objetivo secundario es acercar esta experiencia a las instituciones o medios que lo soliciten, con el convencimiento de que Grecia y Roma, así como su legado, aún tienen mucho que aportar a la sociedad actual. 

Zenda cree que es de interés darlo a conocer a sus lectores y amigos, con la publicación de algunos de sus trabajos.

“Carpe diem quam minimum credula postero”, palabras de Quinto Horacio Flaco de hace más de dos mil años: “Corta la flor del día, sin fiarte lo más mínimo del mañana”. En su Carminum I, 11 (“Carpe diem”), Horacio tienta a Leucónoe, a la que invita a escanciar vino en su breve vida y a que ate en corto las largas esperanzas, pues mientras ellos hablan, el tiempo, envidioso, habrá huido. Brillante labia la de Horacio, que invitaba a una jovencita a quitarse ya “los trajes, las señas, los retratos”, tal como Pedro Salinas la quería cuando tomó prestado un verso de la Égloga III de Garcilaso, que “con la lengua muerta y fría en la boca piensa mover la voz a ti debida”, para disfrutar del tiempo, mientras la juventud aún latía bajo sus tiernos miembros.

"Para el historiador y biógrafo romano Suetonio, Horacio era de estatura escasa, entrado en carnes y de una lascivia latente"

Para el historiador y biógrafo romano Suetonio, Horacio era de estatura escasa, entrado en carnes y de una lascivia latente. Todo eso se canalizó a través de sus versos, aunque también destacaba por ser equilibrado en sus expresiones, mitad hedonismo y mitad epicureísmo. Su magisterio dejaría huella a través de los siglos y esta que se expone a continuación es una ínfima muestra. Más de tres siglos después, el «carpe diem» de Horacio abonó el camino a Ausonio, quien vuelve a recurrir a aquellas flores que hay que recolectar sin demora en De rosis nascentibus: “Collige, virgo, rosas, dum flos novus et nova pubes, et memor esto aevum sic properare tuum” (“Recoge, doncella, las rosas mientras la flor está lozana y la juventud fresca, y acuérdate de que así se apresura también tu edad”). Incita a la cándida doncella a disfrutar de su vida, pues, como la de las rosas, es breve y la llegada de la vejez es inexorable, así que, casi sin darse cuenta, las gracias mostradas a los ojos serán arrebatadas por el tiempo.

Y andando precisamente el tiempo, nos topamos de bruces con el Renacimiento español y destaca, entre todos, uno: Garcilaso de la Vega. Encontramos en él un soneto, el número XIII, en el que invita a una joven a coger de su alegre primavera “el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre”. La joven dama se nos presenta con mirar ardiente, honesto, con el cabello dorado, el cuello blanco, enhiesto, pero, como sabemos, “todo lo mudará la edad ligera, por no hacer mudanza en su costumbre”. Sabemos que envejeceremos de manera inevitable, que nuestro dorado cabello encanecerá, nuestro mirar ardiente se marchitará y nuestro enhiesto cuello se arrugará.

Tampoco podemos olvidar las viejas rosas del huerto de Ronsard, a pesar de que Machado ya las cortase en su Retrato, ni su Soneto a Helena, donde evoca un futuro en el que él ya será tierra y Helena, la hermosa Helena, una vieja sentada ante el crepúsculo “quand vous serez bien vieille”, a la que acaba diciéndole: “Por favor, vive y nada esperes del mañana; / recoge desde hoy mismo las rosas de la vida”.

Llegó el Barroco con sus bellezas irregulares a punto de estallar. Góngora recrea este ya viejo motivo del carpe diem desde el primer enfático del soneto Mientras por competir con tu cabello, donde la suma de sustantivos nos evoca la vertiginosa rapidez con la que se marchitará la carne: “goza cuello, cabello, labio y frente, / antes que lo que fue en tu edad dorada / oro, lilio, clavel, cristal luciente, / no sólo en plata o vïola troncada / se vuelva, mas tú y ello juntamente / en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”. Pero también intenta hacer sucumbir a una Ilustre y hermosísima María, María Osorio Pimentel, no pretendida para sí, sino para un buen amigo. Intenta limar su aspereza a través de una descriptio puellae en la que se ensalzan todos sus divinos atributos, para acabar concluyendo el soneto de una manera sentenciosa: “Antes que lo que hoy es rubio tesoro / venza a la blanca nieve su blancura, / goza, goza el color, la luz, el oro”.

"Rememorando a Ausonio, Francisco Brines titula un poema Collige, virgo, rosas, pero aquí la jovencita ya está con quien quiere y el poeta no busca sus favores"

Ni siquiera Quevedo pudo evitar este tema de la brevedad de la vida y se dirige a ella misma con dolientes palabras: “¡Cómo de entre mis manos te resbalas! / ¡Oh, cómo te deslizas, vida mía! / ¡Qué mudos pasos tras la muerte fría / con pisar vanidad, soberbia y galas!”. Lo más certero de la vida es la muerte y Quevedo dialoga con ella y descubre que no puede ver el mañana sin el temor de ver su muerte.

Tras innumerables avatares del tiempo, Jorge Guillén se cuestiona si es el instante lo verdaderamente importante en la vida: “¿Carpe diem? Instante aislado / sin porvenir de flor ni fruto. / Si se le cortan sus raíces / ¿qué es el instante sólo en bruto?”. Aislar el instante de la continuidad de la vida, sesgarlo para atraparlo y devorarlo. Por un solo instante merece la pena que una vida sea vivida. Pero, ¿se puede vivir toda una vida de un solo instante?

Rememorando a Ausonio, Francisco Brines titula un poema Collige, virgo, rosas, pero aquí la jovencita ya está con quien quiere y el poeta no busca sus favores: “Ya estás con quien quieres. Ríete y goza. Ama. / Y enciéndete en la noche que ahora empieza, / y entre tantos amigos (y conmigo) / abre los grandes ojos a la vida / con la avidez preciosa de tus años”. La invita a despertar a la vida, al amor, a la noche, al disfrute.

También Luis Alberto de Cuenca nos habla de la fugacidad del tiempo, y, al igual que Brines, lo titula Collige, virgo, rosas. Cuando llegamos al verso diez, “goza labios y lengua…”, no podemos evitar rememorar, en un feliz momento de recuerdo, al Góngora que leíamos más arriba: “goza cuello, cabello, labio y frente”. Este es el poema completo de Cuenca, que invita a gozar de la vida:

Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlete los rosales
que encuentres a tu paso y deja las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico
que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño
te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo bailado.

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Lidia Ballester

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