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Pan Tadeusz, el grito de una nación - Zenda
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Pan Tadeusz, el grito de una nación

Diseño un desayuno sin kielbasa (salchicha polaca). Me acercó a la recepción después de hacer una parada en el baño. Mi rostro cetrino y mi expresión desencajada no intimidan a la recepcionista. Quedo prendado por sus gafas rosas de fina montura metálica, su sonrisa perenne y su gran amabilidad. No sé en qué orden. Le...

No he pegado ojo en toda la noche. La cena prometía perdurar en el tiempo; y lo hizo. El guiso de bigos sedujo a mi olfato y a mi vista, pero maltrató a mi estómago. Definitivamente no soy tan robusto y aguerrido como Piłsudski. Me levanto para ir al gimnasio del hotel de Wrocław. Lo intento en la cinta de correr y también en la bici estática, pero no hay manera, mi intestino me grita y se queja con fiereza. Recuerdo a Calderón de la Barca, rememoro a Max Estrella: ¡mal, Polonia, recibes a un extranjero!

Diseño un desayuno sin kielbasa (salchicha polaca). Me acercó a la recepción después de hacer una parada en el baño. Mi rostro cetrino y mi expresión desencajada no intimidan a la recepcionista. Quedo prendado por sus gafas rosas de fina montura metálica, su sonrisa perenne y su gran amabilidad. No sé en qué orden. Le pregunto qué tendría que ver en Breslavia. Me deja un folleto con los 10 imprescindibles de la ciudad. Me marca en rojo un museo: el Pan Tadeusz. Me dice que es su preferido. Decido hacerle caso.

"¿Lituania? ¿No estábamos en Polonia? No entiendo nada"

Salgo del hotel. Enciendo el móvil y pongo «Pan Tadeusz» en Google. No me doy cuenta de que en el suelo hay un gnomo de metal, y le golpeo con el dedo gordo de pie derecho en toda la cara. La peor parte se la lleva mi metatarsiano; el enano sigue sonriendo. Vuelvo a acordarme de La vida es sueño.

En pocos metros, llego al Rynek. Hay más gnomos por el suelo. Huyo de ellos como del demonio. A mí solo me quedan 9 dedos sanos y ellos son más de 500 repartidos por toda la ciudad.

Gnomo en las calles de Breslavia

Plaza del mercado, en Breslavia

Suelto un sonoro «¡Ah!» y no es por el dolor; es de admiración ante la plaza del mercado. Esto empieza a mejorar. Según Google Maps el museo está a unos pocos metros de donde me encuentro. Abro el enlace de Wikipedia para saber qué es exactamente eso de «Pan Tadeusz»:

«Pan Tadeusz es un poema épico del autor polaco Adam Mickiewicz. Se publicó por primera vez en París en junio de 1834 y es una expresión tardía de este género en la literatura europea. Es asimismo considerado el poema épico nacional de Polonia, en donde es leído en las escuelas».

En la explicación vienen también los primeros versos de la obra:

¡Lituania! ¡Patria mía! Tú eres como la salud;
Cuánto habrá que valorarte, eso sólo lo sabrá quien te haya perdido.

¿Lituania? ¿No estábamos en Polonia? No entiendo nada. Me escucho de un tirón todas las explicaciones de la audioguía. Hasta el XIX, cuando Mickiewicz escribió el poema, Polonia y Lituania formaban la República de las dos naciones. Posteriormente durante la invasión napoleónica se forma el Ducado de Varsovia. Derrotado el emperador, las dos naciones son troceadas como un pastel y sus porciones repartidas entre diferentes potencias europeas: Prusia, Rusia y Austria. Y si esto les pareció malo, lo que les deparó el futuro fue todavía peor. Tendrían que esperar hasta 1989, a que un muro se cayese, para recuperar su identidad, aunque cada país por su lado y con fronteras diferentes a las que habían tenido.

Uniforme militar en el Museo Pan Tadeusz

Interior del Museo Pan Tadeusz de Wrocław

Pan Tadeusz transcurre durante cinco días en el pueblo lituano —localizado en la parte dominada por Rusia— de Soplicowo. El poema narra una historia universal, de amores imposibles y de familias enfrentadas. Los Capuleto y los Montesco se transforman en los Soplica, aliados de los rusos, y los Horeszko, defensores de la independencia polaca. Una gesta que recuerda a las tragedias de Shakespeare, anclada en un tiempo que no volverá, alimentada por el fracaso, el resentimiento y la añoranza.

"Recorro cada rincón y pasillo del museo enamorado de esta gran historia. En mi cabeza se repite la única palabra que aprenderé en polaco durante este viaje, wolność (libertad)"

Recorro cada rincón y pasillo del museo enamorado de esta gran historia. En mi cabeza se repite la única palabra que aprenderé en polaco —además de piwo— durante este viaje, wolność (libertad). La que le robaron en 1812, pisotearon durante un siglo, fue exterminada por los nazis y guardada en los sótanos más oscuros y fríos del comunismo. 

Dejo atrás las reliquias y objetos que hablan del poema y me adentro en unas dependencias en las cuales se proyectan imágenes de películas del director de cine polaco más prestigioso —con el permiso de Polański—, Andrzej Wajda. Él fue quien adaptó Pan Tadeusz al cine al final de su carrera.

El recorrido termina con el recuerdo a los héroes que lucharon contra nazis y soviéticos durante la II Guerra Mundial, a la sombría época de la dictadura comunista y también al momento glorioso de la revuelta popular llevada a cabo por el sindicato Solidarność (Solidaridad) de Lech Wałęsa.

El recuerdo de la época comunista en el Museo Pan Tadeusz

Gary Cooper, solo ante el peligro, como lo estuvo al principio el sindicato Solidaridad

Salgo del museo con una mezcla de alegría y amargura. Sentimientos que forman parte de este pueblo que ha sufrido como ninguno, pero que da la impresión solo piensa ya en el futuro.

Mis tripas me han dado un respiro. Tengo incluso algo de hambre. Pienso en algo ligero para el almuerzo. Primero compro una tentadora obwarzanek en un puesto callejero para ir probando la resistencia de mi sistema digestivo.

De vuelta al hotel, me recibe la recepcionista de las gafas rosas. Lo hace con su bonita sonrisa. Me pregunta si he ido a ver el museo. Le digo que sí. Intento recitar el principio del poema en polaco, en inglés y finalmente en español, pero es un desastre, en todos los idiomas, y no me entiende. Me despido y antes de hacerlo me atrevo a decirle: «I love your glasses». Eso sí que lo entiende y sonríe.

¡Bien, Polonia, recibes a un extranjero!

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Miguel Ángel Santamarina

Nací en Burgos, y ahora vivo bajo las palmeras de Almuñécar. Estoy prisionero en Zenda desde sus comienzos. No me canso de darle a la tecla. En breve, publico un libro de historia, mientras le sigo dando vueltas a mi primera novela.

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