Márquez y Pérez-Reverte, en la Universidad Complutense. Foto: Jesús de Miguel (Tribuna Complutense)
Dos “cazadores” de noticias/historias dieron testimonio de una época que se conjuga en pretérito perfecto simple este miércoles en la Complutense. Con la excusa de celebrar el vigesimoquinto aniversario de la publicación de Territorio comanche (Alfaguara, 1994), Arturo Pérez-Reverte y José Luis Márquez, moderados por la periodista Berna González Harbour, conversaron sobre sus experiencias en conflictos bélicos —sobre todo, en los Balcanes, pero no sólo— sin dramatismos, pornografía sentimental o gloria, y con mucha camaradería, crudeza e ironía.
De Territorio comanche, en sí, se habló poco. Al principio del encuentro, hubo referencias al puente cuya voladura graba Márquez en la novela pero que, en realidad, no llegó a rodar. El cámara lo describió “como un auténtico árbol de Navidad. Tenía de todo: 100.000 bombonas de butano, dinamita, y había un tipo con un detonador por ahí. Yo lo veía perfecto. Era la imagen de la antigua Yugoslavia”.
Pérez-Reverte quiso que el acto fuera concebido como un homenaje al cámara de guerra: “No sois conscientes del privilegio que es tener aquí a José Luis Márquez. Los cámaras de la CNN o de la NBC venían a ver qué había hecho Márquez”. El académico describió a su amigo como “el tipo más frío que he conocido. No tiene sentimientos cuando está trabajando”. Entre otros ejemplos de la, digamos, frialdad profesional de Márquez, puso este: “Estábamos en un puente de no sé dónde y había tipos disparando. Una de las balas pegó en el suelo, fue rebotando y le dio en una bota sin fuerza. Él la apartó con el pie, como si nada, y siguió filmando”. “Él tenía su trabajo —respondió el cámara de guerra— y yo tenía el mío. En determinados momentos, él se podía marchar solo, que era mayorcito, a emitir, y yo podía continuar haciendo mi trabajo”.
El autor de Territorio comanche dijo que ellos no fueron “a parar una guerra”, que “la moralidad era una consecuencia que no buscábamos”. “Te tienes que concienciar —apuntó Márquez—, y esto lo consigues a lo largo de la vida: tú vas a hacer una misión. No vas ni de bombero ni estás en la Cruz Roja. Tu misión es ir e informar de lo que pasa allí”. ¿Y cómo procesaban, mentalmente, el horror visto? “Yo me ponía a leer —contó Pérez-Reverte—. Me ponía con Plutarco y se difuminaba. Pero él se sentaba en cuclillas, callado, y su cabeza estaba pumpumpúm”.
Tanto Márquez como Pérez-Reverte criticaron la dejadez que TVE manifestaba con respecto a sus trabajos. El cámara dijo que llegó a irse de Pakistán “sin decir nada a nadie”: “Me daba igual lo que pensaran de mí, lo que me dijeran o que me echaran”. El exreportero, por su parte, contó que, a la hora de justificar gastos, no podía poner en las facturas el concepto de “soborno”: “Una vez puse ‘Taxi Colmenar-Sarajevo’, y pasó”.
Además, ambos contertulios recordaron a sus compañeros Julio Fuentes y Miguel Gil —el primero, asesinado mientras cubría la Guerra de Afganistán en 2001; el segundo, durante una emboscada guerrillera en Sierra Leona— y recordaron, nostálgicos, mas no cenizos, que vivieron “la época dorada del periodismo de guerra”. En palabras de Pérez-Reverte: “No opinábamos. Éramos putos reporteros, no éramos analistas. La gente de corbata estaba en la redacción. Éramos la élite y teníamos cierto orgullo. Éramos «la Tribu». Eso nos daba una especie de orgullo de casta, una cierta chulería, legítima por otra parte, pero ahora no es así. Ya nadie demanda ese material”.
Fotos: Jesús de Miguel (Tribuna Complutense)
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