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Manifiestos, de José de Almada Negreiros - Zenda
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Manifiestos, de José de Almada Negreiros

Se reúnen por vez primera para el lector español los cuatro Manifiestos vanguardistas de Almada Negreiros, publicados por la editorial La Umbría y la Solana. Dos de ellos denuncian el arte obsoleto del pasado, y los otros dos instigan al público a disfrutar de los exponentes de modernidad y vanguardia. Su lectura, un siglo después...

Se reúnen por vez primera para el lector español los cuatro Manifiestos vanguardistas de Almada Negreiros, publicados por la editorial La Umbría y la Solana. Dos de ellos denuncian el arte obsoleto del pasado, y los otros dos instigan al público a disfrutar de los exponentes de modernidad y vanguardia. Su lectura, un siglo después de su creación, nos acerca un conjunto de páginas a la altura de los mejores manifiestos de las vanguardias internacionales.

José de Almada Negreiros (Santo Tomé, 1893 – Lisboa, 1970) fue pintor, dibujante, escritor, escenógrafo y autor de performances. Formó parte en 1915 del grupo de la revista Orpheu,con Fernando Pessoa y Mário de Sá-Carneiro. Perteneció a la vanguardia futurista, y tuvo una extensa carrera en sintonía con las nuevas generaciones que iban marcando tendencia progresivamente.

Zenda publica la introducción que firman los responsables de la edición (traducida por Eloísa Álvarez): Fernando Cabral Martins, Luis Manuel Gaspar, Mariana Pinto Dos Santos y Sara Afonso Ferreira.

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Almada Negreiros fue el autor de los cuatro manifiestos de la vanguardia artística en Portugal de comienzos del si­glo XX. Además de estos, existe el Ultimátum de Álvaro de Campos, publicado en la revista Portugal Futurista (1917) y que es más una parodia de manifiesto que un manifiesto en sí mismo, y el de 1915, El bando siniestro, de Raúl Leal, de inspiración futurista.

Sólo cuatro, pero muy diferentes entre sí. Dos de ellos denuncian el arte obsoleto del pasado, así como los vicios y gustos de una sociedad acomodada. Podríamos llamarlos «negativos». Los otros dos instigan al público a disfrutar de los exponentes de modernidad y vanguardia que en el mo­mento en que fueron escritos se podían ver en el país. A es­tos podemos denominarlos «positivos».

Todos ellos responden a un lenguaje performativo, es decir, a un lenguaje que en sí mismo es la acción que enun­cia, elemento común a los manifiestos de la vanguardia de comienzos del siglo XX. El lenguaje específico de este regis­tro es una importación del manifiesto político, cuyo primer ejemplo es el Manifiesto del Partido Comunista, de Karl Marx (1848). Las frases relativamente cortas, la enuncia­ción de lemas, la proclamación de la urgencia de lo nuevo, la acusación a los que permanecen pasivos ante la acción ne­cesaria para cambiar el mundo, son éstas las características de esa escritura política trasladadas a las manifestaciones artísticas que se querían en la guardia avanzada, la vanguar­dia. «Vanguardia» es un término militar que designa a los que están en el frente de batalla, abriendo camino o pro­tegiendo la vida de los que van atrás. El primer manifiesto artístico fue el Manifiesto del realismo de Gustave Courbet, en 1855, que surge como texto de introducción a una ex­posición suya. Pero será el Manifiesto del futurismo de Fi­lippo Tommaso Marinetti, publicado, a sus expensas, en la primera página del periódico francés Le Figaro en febrero de 1909, el que inaugure el modelo de muchos movimien­tos artísticos de la primera mitad del siglo XX, en cuanto a presentación, afirmación y promoción. Su publicación en el periódico le garantizaba el deseado impacto en la sociedad, granjeándole un público más amplio que el perteneciente al medio artístico. El manifiesto de Marinetti tuvo una rápida difusión mundial, llegando incluso a ser referido en febrero por periódicos portugueses como el lisboeta Diário de Notí­cias (26-02-1909), publicado ese mismo año en traducción parcial, con entrevista al autor, en el Diário dos Açores (5-08-1909) y citado en el periódico O Heraldo, de Faro (1-08-1909). Mientras tanto, Mário de Sá-Carneiro y Santa-Rita Pintor acompañaban las publicaciones de nuevos manifies­tos futuristas en París y Amadeo de Souza-Cardoso, en una entrevista al diario O Dia, el 4-12-1916, con motivo de su exposición en la Liga Naval de Lisboa, responde, evidente­mente en tono bromista, que él pertenece a todas las escue­las y recurre, sin citar la fuente, a amplios fragmentos del Manifiesto del futurismo de Marinetti, pero también a otros del Manifiesto de los pintores futuristas y del texto Contre l´Art Anglais, del artista inglés R. W. Nevinson y de Mari­netti.

Y es entonces, en este contexto de producción de mani­fiestos de vanguardia, en esta efervescencia de los años 10, cuando Almada Negreiros produce los suyos. El primero, el Manifiesto Anti-Dantas y con todas las letras, publicado en 1916, lo compra, casi en su totalidad, según la leyenda, el atacado en él, el escritor Júlio Dantas. El pretexto fue una obra de teatro suya, Sor Mariana, representada el 21 de oc­tubre de 1915, frente a la que Almada reaccionaría de mane­ra inmediata, leyéndole el manifiesto a un grupo de amigos. La publicación en folleto llegaría más tarde, después de ju­nio de 1916 y cuyo primer ejemplar le prometería Almada a Sonia Delaunay, en carta del 30 de mayo. Sonia conservará siempre su copia firmada y dedicada por el autor: «Por ma Marraine Sonia Delaunay-Terk sur le disque-vertige de celle qui fait taire. Off. José de Almada Negreiros».

Por estar íntegramente escrito en mayúsculas, utilizan­do una mano tipográfica con el dedo índice en ristre, repro­duciendo la posición de un revólver, la performatividad de este manifiesto ya se observa en la forma editorial y gráfica. La mancha tipográfica y los disparos que las onomatopeyas realizan junto a la mano-revólver, hacen que la invectiva del texto quede ampliada por el grafismo, ejecutando el ase­sinato de Júlio Dantas. El medio intensifica, sin ninguna duda, el mensaje, y cada página no sólo funciona como vehí­culo del texto sino también como imagen. Lo mismo sucede en la portada: en papel grisáceo y letras en rojo oscuro, tiene la composición gráfica de un cartel, lo que se traduce en una eficacia inmediata de lectura. El folleto se vendió a pocos céntimos, pero tuvo escasa circulación.

En cuanto al texto, incluía la crítica directa a la obra de teatro de Júlio Dantas con una descripción jocosa detalla­da, eligiendo este texto dramatúrgico como ejemplar de la producción sentimental romántica, melosa, de narración li­neal que los protagonistas de vanguardia, tanto en la pintura como en la literatura, pretendían atacar, destruir y sustituir por sus propias propuestas artísticas. Y más aún, contenía ataques intencionadamente personales, y al final surgía una lista de otros nombres que estarían incluidos en esa cate­goría a la que Almada le aplicó el mote de botas de elástico (designación creada por el caricaturista y pintor Christia­no Cruz y que procedía del uso de unas botas ya pasadas de moda) y en la que figuraban el pintor Alberto de Sousa («el Dantas del dibujo») y José de Figueiredo, entonces Direc­tor del Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa (y con el que Almada va a polemizar diez años después, en la con­troversia suscitada por las tablas pintadas de San Vicente).

El manifiesto Exposición Amadeo de Souza-Cardoso está fechado el 12 de febrero de 1916, día inicialmente pre­visto para la clausura de la exposición del pintor, según la carta de su padre a Robert Delaunay, del 7-12-2016, y que después se prolongaría durante una semana más. Así, para esos últimos días, Almada redacta ese documento, publi­cado en folleto pequeño, posiblemente para que se distri­buyera de forma gratuita. El manifiesto desdeña a los tra­dicionalistas, incluyendo, una vez más, un ataque a José de Figueiredo, como representante de un gusto obsoleto, y procura inaugurar un nuevo gusto forzoso: afirmándolo como única opción posible para el siglo XX. Almada instiga al público a no perderse la exposición por medio de fórmulas lapidarias, y de una entusiasta afirmación de que Amadeo ha de estar forzosamente presente en el siglo XX: si alguien desea ser de verdad de su tiempo, tiene que correr a ver sus cuadros. Este documento, estímulo a la formación de un público para la exposición de Amadeo, pretende también preparar las propuestas de vanguardia del propio Almada, que habla en primera persona del plural, declarando que el arte para el siglo XX tiene que ser «Experiencia» de moder­nidad: «Nosotros, los futuristas, no sabemos Historia, sólo sabemos de la Vida que pasa por Nosotros». En este mo­mento de la exposición es cuando los dos artistas conviven personalmente. Amadeo le regala a Almada tres fotografías de obras suyas, firmadas y fechadas el 18 de diciembre de 1916, día en que la exposición queda realmente clausurada. Ese gesto señalaría el momento cómplice, como reconoci­miento del empeño que puso Almada en promocionar su obra. Ese mismo mes, o sea, también coincidiendo con la exposición de la Liga Naval, salía en folleto el poema «Lito­ral» escrito por Almada, dedicado a Amadeo y anunciando su colaboración en K4 O Quadrado Azul. Los dos artistas intercambiaron ideas en cuanto a la concepción gráfica de esta edición, y esto debió de ocurrir sin duda en Lisboa, en el mes de diciembre, probablemente con financiación del propio Amadeo, cuyo nombre figura en portada junto con el de Almada bajo la indicación «editores». Cuando se publica K4 O Quadrado Azul, ya en 1917, el folleto incluía, fuera del texto, el manifiesto Exposición Amadeo de Souza­ Cardoso, así como una pequeña hoja extensible con la lista publicitaria de obras de Amadeo a la venta en «París Lon­dres Berlín Colonia Múnich Hamburgo Nueva York y Chi­cago», además de la dedicatoria y otras publicidades en el reverso de la cubierta. Amadeo y Almada entrelazaban deli­beradamente la pintura del primero y el singular cuento del segundo, enalteciendo ambas obras como exponentes de la vanguardia. La complicidad entre ambos artistas durante el mes de diciembre fue favorable, y los documentos y obras, que surgen de ella, revelan una colaboración cercana.

Si el Manifiesto anti-Dantas fue un grito tipográfico, el Ultimátum futurista a las generaciones portuguesas del si­glo XX  será un grito literal, pronunciado el día 14 de abril de 1917 a las 5 de la tarde en el Teatro República (actual Tea­tro de San Luís), seguido de la lectura del Manifiesto de la lujuria de Valentine de Saint-Point y del texto de Marinetti Tuons le Clair de Lune. Se editó en Portugal futurista (1917) con una descripción más o menos fabulada por Almada Ne­greiros que se publica también aquí (Balance final hecho por el Conferenciante). Como la policía aprehendió la revis­ta, este manifiesto tampoco circuló y su impacto se redujo al del momento en que leyó la conferencia. Ésta tendría cier­tamente alguna publicidad previa, lo que, sin duda, habría originado a pesar de todo cierta difusión, ayudada por los ecos en la prensa, de los que se incluyen algunos en nota co­locada al final de este volumen. El manifiesto que se le leyó al público era provocador y pretendía escandalizar e indig­nar al público habitual de las conferencias y veladas lisboe­tas. Almada se proponía despertar a ese público para el siglo XX, insultándolo y disfrazándose de heraldo de la vanguar­dia. Este manifiesto se asemeja al que inaugura el futuris­mo, con autoría de Marinetti, en su apología de la guerra, de la velocidad y de la tecnología moderna. Esta glosa del congénere italiano señala, como aquel manifiesto de 1909, la necesidad de acabar con el culto al pasado, una tabla rasa precisa para construir «la patria portuguesa del siglo XX», sin «saudade» y sin «fado». Almada hace la exaltación de la juventud y del odio, como fuerza motriz de la experiencia necesaria para producir héroes modernos, despreciando a sus compatriotas y a todo el tradicionalismo, pero sin de­jar de proclamar valores nacionalistas y antidemocráticos, y sin dejar de tratar a las mujeres como hembras destina­das a procrear. Debe tenerse en cuenta, no obstante, que la violencia de sus palabras formaba parte de una puesta en escena que incluía la indumentaria que usó en el escenario, un mono de obrero o de aviador (alusivo al futurismo) y un intercambio de palabras entre el escenario y el patio de bu­tacas con Santa-Rita Pintor falsamente espontáneo. El tin­te humorístico es evidente en la famosa y última invectiva de este texto.

El manifiesto Los ballets rusos en Lisboa, prometía la libertad, de la misma manera que el de Amadeo de Souza­Cardoso prometía la felicidad, a quienes fueran a verlos. Se trata de otro manifiesto que incita a los lisboetas a que vayan a ver cómo la modernidad tiene lugar ante sus ojos, a «educarse», pues «los ballets rusos tienen una comprensión fe­liz del arte moderno». Los ballets rusos, compañía de Sergei Diaghilev, llegaron a Lisboa en diciembre de 1917, final de una gira perturbada por la guerra, y se quedan unos cinco meses en Portugal. El manifiesto de Almada está fechado en octubre, mes en que, inicialmente, se esperaba que lle­garan. Se distribuyó en hoja volante y de éstas existe una en el archivo de la familia firmada por un simple Almada, que después se pegó a los ejemplares de Portugal futurista, en una nueva tirada suscrita también por el compositor Ruy Coelho y por el arquitecto José Pacheko. La afinidad sen­tida con los ballets rusos es decisiva para Almada, tanto en los figurines, en la composición acumulativa y antinarrativa de los argumentos, como en los decorados, y en los persona­jes (en Carnaval, uno de los ballets danzados en el lisboeta Coliseu dos Recreios, estos personajes no eran nada más y nada menos que Pierrot y Arlequín, figuras clave, ya enton­ces, de la creación artística de Almada Negreiros).

Está escrito con la ansiedad, la avidez y la urgencia de quien necesita absolutamente crear un público para la mo­dernidad, es decir, para él mismo. En eso se asemejan es­tos cuatro manifiestos. Y en todos ellos, Almada se afirma como protagonista de la modernidad y de la vanguardia, y en tres de ellos incluye todas sus obras, literarias, plásticas o ballets, realizadas o en proyecto, como autor único o en colaboración (como los malogrados proyectos con Sonia Delaunay, que ella anuncia también, en un catálogo de ex­posición de Estocolmo de 1967). Los artistas solían publi­car manifiestos así, para difundir su trabajo y presentar su «curriculum» artístico, como señal de credibilidad, mérito y reconocimiento. Adquirían de este modo para Almada, la función de vehículo de erradicación literaria del pasado ob­soleto, de autopromoción y de promoción de artistas a los que admiraba y que sentía que formaban parte de ese gran proyecto de modernidad en el que quería reservar para sí mismo un lugar destacado.

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Autor: José de Almada Negreiros. Traductora: Eloísa Álvarez. Título: Manifiestos. Editorial: La Umbría y la Solana. Venta: Casa del Libro.

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