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No disparen a la pianista - Zenda
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No disparen a la pianista

Cuesta encontrar una reseña negativa de cualquier novela que se publique actualmente. Supongo que tiene su lógica. Por un lado, la ya expresada anteriormente. Por otro, ¿para qué perder el tiempo escribiendo sobre algo que no ha gustado, pudiendo recomendar algo que sí nos ha llegado? Por eso me sorprende la voracidad (no digo que...

En los últimos tiempos he leído (o más bien, he pretendido hacerlo) unas cuantas novelas (algunas de ellas galardonadas con prestigiosos, y cuantiosos, premios, otorgados por prestigiosos jurados) que no he podido terminar por parecerme un atentado contra el buen hacer literario. Sin embargo, he asistido estupefacto a la cascada de alabanzas camufladas de críticas argumentadas por parte de los palmeros que sostienen el status quo con sus amiguismos y favores debidos. Lo he asumido, sin más, como parte del juego. A fin de cuentas, la elección a la hora de elegir un libro es mía, como mío es el criterio para juzgarlo, incluso para abandonarlo, regalarlo a alguna biblioteca o venderlo de saldo en alguna librería de segunda mano. Siempre tengo una caja abierta en la que voy depositando ejemplares que, por una u otra razón, decido desterrar.

Cuesta encontrar una reseña negativa de cualquier novela que se publique actualmente. Supongo que tiene su lógica. Por un lado, la ya expresada anteriormente. Por otro, ¿para qué perder el tiempo escribiendo sobre algo que no ha gustado, pudiendo recomendar algo que sí nos ha llegado?

Por eso me sorprende la voracidad (no digo que no sea sincera) que algunos han empleado contra la reciente galardonada con el Premio Biblioteca Breve, Elvira Sastre, y su novela, as sin ti. No me gusta la demagogia fácil, así que haré un esfuerzo por negarme a creer que vienen dadas de su condición de mujer.

No hablaré de la obra ni de la autora. No he leído nada suyo; seguramente lo haré en breve (ya saben, la curiosidad mató al gato). Sí de los argumentos empleados.

"Quizá fenómenos como el de Elvira Sastre dejarían de sorprendernos si entendiésemos de una vez que las empresas del sector editorial son principalmente eso, empresas"

Quizá fenómenos como el de Elvira Sastre dejarían de sorprendernos si entendiésemos de una vez que las empresas del sector editorial son principalmente eso, empresas, que no dejan de ser, según la RAE (me obsesiona definir las cosas), “unidades de organización dedicadas a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos”. Hablando en plata (nunca mejor dicho), tratan de ganar dinero. Y las empresas, mientras no se demuestre lo contrario, ganan más dinero en tanto en cuanto tengan más clientes.

Resulta curioso escuchar que publicar y prestigiar determinadas novelas con la aureola de literarias baja el estándar de calidad y confunde al lector, en un país donde los índices de lectura apenas se maquillan si introducimos en ellos a los que leen uno o, a lo sumo, dos míseros libros al año.

Si los lectores hubiésemos tenido alguna vez un estándar que llevarnos a la boca, permítanme la expresión, hace tiempo que habríamos dejado de creer en las revistas, suplementos y reseñistas de medio pelo y melena al viento, jurados literarios y demás ralea que sostienen y retroalimentan este circo. Si los lectores hubiésemos tenido alguna vez un estándar, hace tiempo que hubiésemos dado la espalda a buena parte de la industria editorial y hubiésemos dejado que algunos de los sellos más prestigiosos se despeñasen en el vacío de las devoluciones en las mesas de novedades, como los toros obligados a regresar a los corralillos cuando se niegan a embestir.

"Al sector editorial hace ya tiempo que dejó de importarle la literatura y juega a otra cosa"

Al sector editorial hace ya tiempo que dejó de importarle la literatura y juega a otra cosa. El problema es que los popes que lo han sostenido y se han apoltronado en sus sillones orejeros de intelectualidad añeja ven amenazada su hegemonía por fenómenos emergentes en las redes sociales, puede que, en ocasiones (no digo que no), de tan dudosa calidad como la suya propia.

Como siempre, no se sabe si fue antes la gallina o el huevo. Es decir, no se sabe si los mediocres somos nosotros los lectores, o es la industria editorial la responsable de tanta mediocridad. Mientras tanto, para gustos los colores, que siempre queda que ni pintado para eludir cualquier debate al respecto de lo que sea.

Tiendo a abogar por la responsabilidad individual en todos los aspectos de la vida. Así que cada palo que aguante su vela. Lo que se resume en que tenemos lo que nos merecemos, tanto la industria como los lectores.

Lo que sí es más incómodo de ver es a Saturno devorando a sus hijos. En este caso a jóvenes escritoras que el único pecado que cometieron, en el mejor de los casos, es pasar por allí. Así que, como se advertía en el lejano Oeste, por favor, no disparen al pianista. En este caso, a la pianista. Ella, supongo, como yo, como cualquier escritor, solo toca lo mejor que sabe.

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David Vicente

Después de desarrollar varios trabajos (mozo de almacén, operario en una panificadora industrial, camarero o vendedor de colchones, entre otros) desarrolló su carrera profesional dentro del sector editorial y el mundo de la comunicación. Ha trabajado como corrector, lector y editor para distintas editoriales; y como redactor y colaborador freelance para diversos medios de comunicación. Ejerció como jefe de redacción en el canal de literatura Literalia Televisión y se ocupó de la dirección editorial del sello independiente Ediciones Baladí. Hasta el momento ha publicado las novelas Un pequeño paso para el hombre (Editorial Tagus, 2012reeditado por VdB Ediciones, 2015), seleccionada como uno de los cinco mejores debuts literarios del año 2012 por El Cultural del diario El Mundo; Esto podría ser un gambito de dama, pero es una canción de amor (Editorial Almuzara, 2016), y el libro de relatos El sonido de los sapos (Editorial Tagus, 2013; reeditado por Inventa Editores, 2016). Además de la obra de teatro infantil en edición bilingüe, La hormiga que quiso ser persona (Inventa Editores, 2017). Actualmente dirige la escuela creativa La Posada de Hojalata  e imparte talleres de escritura creativa.  Ha sido galardonado con el XLVIII Premio Internacional de Novela Corta por su obra Isbrük, que será publicada en los próximos meses por la editorial Pre-Textos. @Davidvicentev

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